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Mientras tantoDe mi Diario : Semana 5 / 2021

De mi Diario : Semana 5 / 2021


 

Weiß/Colonia, 24.1.

Recuerdo el día de ayer como una montaña rusa de sentimientos, aunque lo mejor de todo es que en ningún momento cedí a la tentación del pánico, ni de la histeria. Pude rehacer el texto casi íntegro de mis entradas de la semana, por más que se quedaran algunas notas en el tintero virtual. Pero me consuela un sonoro verso de mi bienamado Mutis: «No se puede tener todo».

​Después de leer mi diario, sobre todo la entrada del sábado, me escribe Jaime desde Valencia: «Te copio lo que en un texto titulado «Los pintores» e incluido en su libro Clásicos y Modernos, dice Azorín sobre una experiencia distinta, claro, pero parecida: «El literato, o simplemente conversador, al relatar estas impresiones antiguas suele rellenar los vacíos existentes y restablecer, arbitrariamente, la jerarquía y valor de los detalles. Sin ese trabajo de arreglo y teatralidad –de coherencia, en suma–, casi no podría haber relato, puesto que sólo tendríamos un conjunto más o menos pintoresco de detalles incongruentes, sin valor muchos de ellos. Pero, ¿por qué no decir que contados así los recuerdos, a pesar de su incoherencia, tienen una fuerza, una plasticidad, una vida, un espíritu, que de la otra manera, correcta y lógica, no tienen?»» Y sí, este Azorín, como diría su amigo Pío Baroja, tiene mucha miga [cuarta acepción en EL Diccionario].

Pepe Oliver, tambièn después de leer mi diario, me escribe esto: «Don Ricardo, queridísimo ex–suegro. La frase que más me gusta porque inspira, es la siguiente«No conservo un solo recuerdo de lo que pasó este lunes“. Me voy a quedar con ella, y haré una “tarea de redacción“ partiendo de tu frase tan sorprendentemente clara y poética, para que los profesores que están “poetizando“ en mi Taller de poesía en la Casa de la Literatura en Stuttgart se inspiren imaginándose “el porqué del olvido» y escriban un texto sobre lo que podría haber pasado aquel lunes en Colonia». Le contesto sin demora: «Gracias, José querido, pero creo que al menos para ti esa frase y otra más que hay en mi diario de esa semana están explicadas de sobra en la última entrada. Hoy justamente, al levantarme y abrir el ventanal del dormitorio para orear el cuarto, me vi frente al espectáculo de la nieve y recordé que la semana pasada también nevó y esa fue una de las cosas que se me olvidaron por completo al hacer la reconstrucción de lo perdido».

Vino Oskar para tomarme el pelo y, como siempre que es él quien se autoanuncia para hacerlo, y no Diny quien se lo encarga, para volver a pedirme un préstamo a cuenta de su seguro de vida, que no tengo inconveniente en dárselo porque el dinero en realidad es suyo. Pero le advierto que de seguir a ese ritmo, de repente estará tocando techo. O mejor dicho, el techo del sótano.

Weiß/Colonia, 25.1.

2:00 am : Segundo episodio de la 21.ª temporada de Barnaby, segundo episodio de la reposición de la 1.ª temporada del joven Morse. Se salvó la noche del domingo.

Al terminar de leer mi diario en Fronterad, Manu me deja un comentario al pie: «Pues bendito sea. Gracias a la excelente memoria y a Fronterad, la cosa no fue tan “desesperada”. Y es que mientras se está vivo casi todo tiene remedio». Le contesto: «Gracias por leerme, Manu, y te cuento que cuando me pasa algo parecido (por dicha son pocas las veces) siempre imploro la protección celestial de la esposa de Tolstoi, quien tengo entendido que copió en limpio, ¡¡tres veces!!, el manuscrito de Guerra y paz. Y pienso en la flagrante injusticia de que la Iglesia Ortodoxa Rusa no la haya entronizado en sus altares». O en sus iconostasios, vale.

Weiß/Colonia, 26.1.

1:35 am : Pasaron Sicario y la volví a ver, porque es como releer a Mickey Spillane, el autor preferido de mi inolvidable Dieter. Recuerdo que al poco de conocernos, a principios de 1976, conversando una vez acerca de literatura policial, me dijo: «Tengo que confesarte algo que está a un nivel muy inferior de los autores que citas, pero mi predilecto es Mickey Spillane», y cuando le contesté que era uno de los mejores exponentes de la novela negra, ese fue uno de los primeros nudos en el tejido de nuestra amistad. El primero de todos fue la común devoción por Brecht.

Como la semana pasada, vinieron Ulli & Carlitos, ella se quedó abajo en al auto, pero Diny no salió al balcón para saludarla porque estaba durmiendo una siesta temprana. Y esta vez Carlitos sí se enfundó la mascarilla para no tener que aguantar el enojo de la cajera quisquillosa de Aldi.

Mi deuda estherna ha leído el manuscrito de mi artículo sobre The Kid para La Jornada Semanal y quiere saber cómo llegué a conocer a Asta Nielsen. Le contesto: «Puedo contestar tu pregunta con todo lujo de detalles porque tuve la cautela de conservar un recorte de 1978 del mejor diario neerlandés, Volkskrant [=Diario del Pueblo], que leía durante mis vacaciones con Diny en Emmen, al NE de los Países Bajos, casi en la frontera con Alemania. Se trataba de una reseña que me llamó la atención por su título, «Schrijvende filmsterren [Estrellas de cine escritoras]», donde se hacía la crítica de las memorias de Liv Ullman, Lilli Palmer y Doris Day. Y en el último tercio de la reseña me encontré un párrafo que te traduzco a vuelapluma: “Pero el hasta ahora mejor libro escrito por una actriz es De zwijgende Muze [La musa silenciosa], de Asta Nielsen. Sólo que, ay, del danés nada más ha sido traducido al alemán. Ello sucedió en 1961. El editor de una traducción al neerlandés debería tratar de conseguir un subsidio de un Fondo especial que existe en Copenhague, creado allí para honrar la memoria de la gran actriz”, a lo cual sigue un largo párrafo donde describe el contenido de su libro y le atestigua una «atmósfera strindberguiana» (¡nada menos que Strindberg, uno de mis dioses escandinavos!) Como bien podés imaginar, mi primera providencia al regresar a Colonia fue buscar un ejemplar del libro. Cosa relativamente fácil porque aunque la publicación de 1961 se hizo en la RDA, entretanto el Carl Hanser Verlag había adquirido los derechos de difusión en Alemania Federal y lo reeditó en 1977. Debo, pues, al entusiasmo de uno de los más prestigiosos críticos de cine neerlandeses, B.J. Bertina, haber hecho el descubrimiento de un libro de a deveras prodigioso. And that’s all, folks!»

Weiß/Colonia, 27.1.

2:15 aam : Volvieron a pasar Sicario y esperé a ver una escena concreta, luego programé otra vez A Chorus Line para emborracharme de música y danza, mi tocayo Attenburough era un director de lo mejor que Inglaterra ha aportado a la historia del cine. Cheers!

Una clave de la relación epistolar con mi hermana del alma, TT, en mi Güeno Saire querido que ya no volveré a ver, es que nos tratamos de Susanita (ella) y Manolito, el de lalmacén [sic], yo. Es una de las primeras personas que leen mis manuscritos antes de partir rumbo a las redacciones y tiene un excelente tino como editora, me ha salvado de más de una metedura de pata. Esta vez, tras la lectura de mi texto dedicado a Cinecittà me señaló el uso de un “inconvincente” que para nada figura ni siquiera en el María Moliner. Acepté todas sus correciones, menos esta. Le dije: «Si existen vidente e invidente, consciente e inconsciente, etc., ¿qué habla en contra de que me saque un “inconvincente” de la manga? ¿La Real Macadamia? Que le vayan dando por donde amargan los pepinos, como decía la abuela Remedios, maestra del eufemismo». Luego, muy en mi papel de Manolito el de lalmacén, le colgué a mi mail esta posdata: «Tengo en lalmacén una partida de lejía, que según un famoso virólogo gringo es una poderosa vacuna contra el virus si te la inyectás intravenosa. Tiene fecha de caducidad en el 2005, pero todavía se la ve con buen aspecto, Te la dejaría a buen precio, porque sos como de la familia».

Una de las cosas que escribí la semana pasada y se me olvidaron en la reconstrucción después de la catástrofe con esta compu hija de perra, fue que logré coronar con éxito mi lucha contra el papelerío de la contabilidad doméstica y enjaretarlo todo como mandan las cánones para poder enviárselo a mi asesor fiscal. Este incordio de la contabilidad doméstica es una pesadilla anual, pero no hay manera de eludirlo. De Hacienda sólo te libra la Señora de la Guadaña.

Auschwitz. Liberada por el Ejército Rojo el 27.1.1945, hace hoy 76 años. Desde hace 25 es una tradición que el Bundestag recuerde en este día el Holocausto con una sesión solemne y a la que se suele invitar como orador a un superviviente del genocidio. Esta vez ha sido dos invitadas: la gran dama de la comunidad judía alemana, Charlotte Knobloch, de 88 años, superviviente de la tragedia escondida con nombre falso en un pueblito de Franconia, y Marina Weisband, judía ucraniana, de 33 años, que llegó de niña a Alemania, con su familia también superviviente (menos el abuelo), y que hace unos años, en el recién fundado partido juvenil Los Piratas, fue su mascarón de proa: nunca tan bien empleada la expresión. Ambas pronunciaron unas palabras emocionantes y admonitorias. No lo citaron, pero entre líneas se les podía oír la advertencia de Bertolt Brecht sobre la camada nazi: «Todavía es fértil el vientre que la parió». Y cómo, ay.

Weiß/Colonia, 28.1.

2:00 am : Vi casi en éxtasis Alceste à bicyclette [Molière en bicicleta], una maravilla (aunque con lunares) que me perdí en su día. Los dos actores principales, Fabrice Luchini y Lambert Wilson, mantienen un duelo dialéctico y humano durante cinco días, ensayando El misántropo, la obra quizá cumbre de Molière, con sus alejandrinos franceses de doce sílabas, no catorce, que me han hecho buscar el nombre del traductor del guion, porque la suya ha sido una tarea fenomenal: no lo encontré, che le vachaché, como dicen en el Río de la Plata. Es una peli para degustar como una buena sopa gratinada de cebolla, regada con un Chablis frío. O incluso con un champaña no necesariamente de la Viuda. Pero dije que es una peli con lunares. Lo es. La mejor manera de verla es comprar o rentar el DVD y hacer correr adelante el metraje en todas las escenas que no estèn a solas los dos actorazos que son Luchini y Wilson. El resto es desdeñable, prescindible.

Me levanto con unos dolores intensos en ambas piernas, por encima de las rodillas, se me hace difícil caminar. Estoico, siempre fue mi filosofía, decido no hacerle caso al dolor, que en verdad sólo me afecta cuando me pongo en pie y camino. Ay las falencias del cuerpo, Philip Roth de mij culpaj y pecao, cuánta razón tenías: «La vejez no es una batalla, es una masacre».

En @CasaQuerida, una cuenta española de Twitter, su autor descubre una minirreseña mía del año 2010, en Revista de Libros, y la recomienda a sus lectores. Después de releerla al cabo de diez años me parece que @CasaQuerida hizo una bastante buena recomendación. Ya lo dije años ha en un tuit que subió a la red en una de mis “cuentas madrinas”: «Aborrezco la petulancia, pero aún más la falsa modestia; nadie debe venderse por menos de lo que vale».

Weiß/Colonia, 29.1.

Prosiguen los dolores en las piernas, si bien me hago la ilusión de que no me duelen tanto como ayer. Diny, quien ha terminado por darse cuenta de lo que me cuesta caminar, me pregunta si no será una trombosis, y como no conozco la sintomatología no sé qué contestarle. Y no soy para nada hipocondríaco, así que no la indagaré ni en las enciclopedias ni chez Mademoiselle Hortensia Google.

Lo de la vacuna va para largo, my darling Clementine. El lunes abrieron la inscripción online y la telefónica, y tanto los teléfonos como el portal de Internet colapsaron al comenzar la tarde. Todavía están tratando de desfazer el entuerto, como decimos los clásicos. En cualquier caso (en el mejor de los casos quise decir) contamos con que nos vacunarán a fines de febrero o mediados de marzo, con alguna seguridad todavía en este año.  Menos mal que de la penosa tarea de la inscripción se encarga Montse, porque es Frank quien nos va a llevar en su auto al centro de vacunación, y Montse conoce la agenda de Frank, cosa que nosotros no. Por otra parte, leímos en el diario que las parejas no se pueden vacunar juntas, una disposición tan estúpida como carente de sentido. En fin, que sea lo que los dioses quieran.

Me llegó por fin el paquete con las tres primeras novelas de la saga de Petra Delicado. Como me despaché en siete días cuatro artículos y hasta el lunes no tengo ningún compromiso, le hinco el diente a la primera entrega, Ritos de muerte. Me ha he jalado de un tirón. Tiene un par de lapsos de atención que podría haber corregido la editorial, pero el conjunto vale la pena y abre el apetito por seguir leyendo la serie. Anoté la frase: «Equivocarse es al fin y al cabo lo único que puede hacer el ser humano con cierta libertad». ¡Si lo sabré yo! Y me encantó la frase con que termina el episodio, que es un guiño cómplice al final de Casablanca: «Comprendí que aunque nunca llegáramos a tutearnos, habíamos sentado los cimientos de una larga y hermosa amistad». Pasado mañana le hinco el diente a la segunda entrega, Día de perros.

Weiß/Colonia, 30.1.

2:30 am : Después de jalarme de una sola tacada la novela de Alicia Giménez Bartlett, lo único que había interesante en la tele era French Connection [Contra el imperio de la droga], que es una gran peli, pero desde que ningunearon a Fernando Rey al nominar para el Oscar a Gene Hackman y a Roy Scheider como mejor actor principal y mejor actor de reparto, cualquiera de los dos a los que Fernando Rey hubiera podido optar con toda justicia, le eché la cruz y la raya, no la he vuelto ni la volveré a ver. ¡Qué manera tan vituperable de barrer pa dentro, mi puto Hollywood! De modo que programé el DVD de Cantando bajo la lluvia para reconciliarme con Hollywood. Y sí, creo firmemente que el cine se inventó para que se hicieran pelis como The Kid, Singing in the Rain, Citizen Kane, A bout de souffle, La nuit americaine, ¡Bienvenido, Mr. Marshall!, Roma, città aperta, Rocco y sus hermanos, C’era una volta il West, Rashomon, Ninotschka, El ángel azul, El tercer hombre, French Can Can, El honor perdido de Katharina Blum Es tarde, encamínome al catre. Buenas noches, mi querido diario, fiel amigo de mis horas y deshoras.

Me levanto y descubro casi al instante que ha desaprecido el dolor que sentía en las piernas. Alabado sea el santísimo sacramento del altar. Ya es bastante con tener suspendida de un hilo finísimo, sobre el cuello, la guillotina de Damocles como para que el puto cuerpo te venga a joder la marrana con las nanitas de la “viejez”, como la llama Diny y nunca se lo quise corregir. Me suena mejor, y casi no suena a nada viejo.

En el cuadernillo de esquelas fúnebres del KStAnz aparece hoy una en la que se apostrofa al finado como “Lebenskünstler”. Es una palabra que me fascina desde que la conozco y que tengo por intraducible. Mi diccionario alemán, el Wahrig, la define así: «Alguien que sabe sacarle el mejor partido a su vida, alguien que sabe hacerla bella y alegre, en especial con las pequeñas cosas». Literalmente se puede traducir como “artista de la vida”, pero ¡no es eso, no es eso!, como gritaría don Unamuno, el papiroflexiólogo por antonomasia. ¿Y acaso no se cuentan los avioncitos, los barquitos y las pajaritas de papel entre las pequeñas cosas de la vida?

Acabo de releer las entradas de la semana, antes de subir toda la remesa a Fronterad y de pronto me di cuenta de que en la primera de estas entradas cité a Mutis y lo cité mal. Él no escribió «No se puede tener todo» sino «No se puede saber todo». Busqué en los dominios de Miss Hortensia Google si había una grabación de ese poema, “Sonata”, y la había. Acabo de oírla con el mismo placer que se la escuché recitar un día otoñal de 1986, en Hamburgo, el segundo día después de conocernos. Fue durante un evento en el que también recitaron Zoé Valdés, Pedro Shimose, Toño Cisneros y Gonzalo Rojas, una hora gloriosa para la poesía latinoamericana. O témpora, o Mariano Mores!

*******************THE END*******************

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