Rodenkirchen, 29.1.
Anoche vi The Woman in the Window [La mujer del cuadro], un maravilloso film noir, con un final más negro que el carbón. Me despertó las ganas de volver a ver Brigada 21 y Laura, ojalá que sean gratis. Pero ya he hecho la prueba con Brigada 21, y que si quieres arroz, Catalina.
Rebeca vino a traernos ropa limpia y arreglar los elásticos de los pantalones de dos pijamas míos que se me caen cuando los uso, por lo visto estoy adelgazando. Mi buena Rebeca venía exhausta: resulta que los tres días pasados, que fueron de intensos fríos, colapsó la calefacción del edificio donde vive, una prueba poco menos que insufrible para la salud de alguien que trabaja tan duro como ella lo hace, pobrecita mía. De aquí marchó a Weiß para recoger del piso viejo las cosas que ha apartado para ella: tres libros grandes acerca de varios aspectos de Huelva, donde vino al mundo; todas las publicaciones que había sobre Frida Kahlo en mi biblioteca; un par de grabados, no recuerdo qué más. Poca cosa, es la más sobria de mis hijos.
Me llamó Montse para pedirme que, por favor, esté mañana a las 11:00 en Weiß, para ser su «apoyo moral» (así lo calificó) en el encuentro con los expertos que van a decidir cómo y cuándo despejarán el piso hasta dejarlo mondo y lirondo; y también estará el señor Hanf, y Montse es partidaria de que no le entreguemos las llaves del mismo, para que pueda renovarlo, si me obliga a seguir pagando el alquiler hasta marzo incluido, según el contrato de arrendamiento; en tal caso le devolveríamos las llaves el 31.3., y recién entonces podría comenzar la renovación. Estamos todos hartos del tema y lo que mayormente deseamos es sacárnoslo de encima de una reputísima vez.
Veo con Diny, en el canal 3sat, la Sabrina buena, la de Sydney Pollack, y la asistenta que viene todos los días a sacarle a Diny las medias de compresión se da inocentemente maña para llegar hoy justo al regresar Sabrina a París, cuando frente al 13 de la rue des Beaux Arts la espera Linus. Más anticlímax imposible.
Rodenkirchen, 30.1.
Estruve en el viejo piso con Montse cuando llegaron los evaluadores del seguro, para cubicar las dimensiones del desastre y establecer el plan del desguace. Fue todo muy positivo, porque además, de acuerdo con los planes del seguro, nos sscamos de encima la rémora del señor Hanf, el propietario del edificio: a partir de ahora no tenemos que tratar más con él, sino él con el seguro. Tuve una larga charla con el señor Ströcker, que fue quien me vendió la póliza (amén de unos fondos de inversión que han resultado muy sólidos), en el curso de la cual le dije que si entre los miembros del equipo que estaba evaluando el desastre se encontrase alguien que tuviese una relación con Nicaragua le regalaría un grabado de una vieja iglesia de Granada, a la orilla del Gran Lago, y que nos dedicó personalmente Fernando. Me dijo que él tenía un cliente brasileño casado con una nicaragüense y le regalé para ella el grabado, y para su marido un trabajo tallado en madera polícroma (con los cuatro evangelistas), de artesanía brasileña, que compré en un mercado de pulgas de São Paulo 1988, y el LP de A Ópera do Malandro, versión carioca de La ópera de los tres peniques por Chico Buarque de Holanda.
Después de un desencuentro telefónico nos reunimos con el enano canario (mide 2 m cumplidos) en el Bistro Verde, cenamos juntos, hora y media de sabrosa charla y afectuoso reencuentro: no nos veíamos desde el 9.12.2001 en Las Palmas de Gran Canaria, la última escala europea del Venezuela, el carguero de contenedores que nos llevaba a Buenos Aires. Escribí entonces en mi diario de viaje: «Javier es una de las personas más agradables, sencillas y receptivas que he encontrado en los últimos tiempos, o en mucho tiempo: concilia esa impagable, inimitable bonhomía canaria, con una lucidez y una honestidad intelectuales muy grandes para defender sus puntos de vista sin herir a quien a su lado sostiene algo diferente. Rara avis entre españoles…peninsulares. Le he regalado un ejemplar de Amos y perros dedicado a él y a su compañera canadiense Michelle, a quien aún no conocemos». Hace un rato nos hemos despedido con un cálido, entrañable abrazo.
Llamo a la Nena , como lo hago cada dos lunes, y me dice que Mónica le pasó copia de mi diario, que lo ha leído y me aconseja que no pase tantas horas en la cama. Y a mí que me parecen pocas…Todo es según del cristal con que se mira.
Larga plática con José Luis, casi una hora al teléfono, me llamó a las 10 pm, son casi las 11 ya. Me escribió antes que a causa de la dedicatoria de la última entrada en mi blog de EE, lo van a motejar de «chupacirios, engullehostias y mascullajaculatorias, como dice Unamuno en La tía Tula».
Rodenkirchen, 31.1.
Estuve viendo anoche Laura (1944), otra de las maravillas del film noir por la que no pasa el tiempo, y una vez más el deslumbramiento ante la belleza y el talento interpretativo de Gene Tierney, amén de dos purasangres en la cabecera del cartel: Clifton Webb, inimitable, y Dana Andrews, poco menos que siempre con un cigarrillo entre los labios. Hoy en día se lo prohibiría el guion.
Montse llamó a las 8 am para darme la buena noticia de que la bolsa negra con los poderes notariales para Rebeca está en su casa, junto con otra dos bolsas, una de las cuales contiene dos botellas de alto porcentaje (la de whiskey que me regaló José Luis y la de bagaçeira que me regaló Pepe Baena). Así pues, bien comienza el día.
Regresamos a nuestros martes en La Modicana y nos reciben con júbilo. Gaby y Carlo estan sentados a su mesa de costumbre, la signora corre a saludarnos, Minou también. El 22.11. anoté en este diario: «El martes próximo traigo mi ejemplar [del libro con los mejores chistes sobre músicos del que Carlo es coautor] para que Carlo lo enriquezca con su autógrafo» dedicándoselo a Oskar, el músico de la familia, pero el martes siguiente fue el 29, un día después de nuestra desgracia. Hoy le entrego ese ejemplar a Carlo y se lo dedica cariñosamente a Oskar. A la pareja asimétrica y a la signora, para La Modicana, les regalo sendos ejemplares del calendario de Paul. Y luego Ulli encarga su ensalada de costumbre, Claudia (que llegó entretanto) su lasaña de costumbre, y Diny, Carlitos y yo una pasta con ragú de ciervo. Hice la observación de que a mí me habían servido más ragú que espaguetis, de modo que a Carlitos le dejé una buena porción para su cena.
Ulli y Carlitos se llevaron a Diny para dejarla en el Maternus y yo fui con Claudia en su carro al piso de Weiß. Eligió varios libros, pero lo que más le gustó fueron los vinilos, y en especial los álbumes de Carmen que le fui regalando durante años a Diny por su cumpleaños, se los llevó todos y quiere regresar mañana y seleccionar CD de jazz para Javier, a quien le manda a Londres fotos de los lomos de los CD para que él haga la selección.
Leo en Huelva Red: «Consternación por la muerte de tres universitarios en el incendio de un piso de estudiantes en Isla Chica», y que el Ayuntamiento ha declarado tres días de luto oficial en ciudad, en señal de duelo por esas muertes, así como en la Universidad se las honrará mañana con un minuto de silencio. Noticias como esta, que antes ojeaba de paso, ahora las leo con algo muy semejante a una paradójica congoja por el hecho de seguir vivo. Estoy cierto de que sumadas las edades de esos tres estudiantes no alcanzan a los 83 de la mía. Otra prueba de la no existencia del Dios de los cristianos.
Rodenkirchen, 1.2.
Descubrí anoche el portal gratuito www.pelisencastellano.net donde estuve viendo Siete novias para siete hermanos, un musical que en su día gocé una docena de veces y desde entonces nunca más. Volvió a fascinarme su coreografía. Stanley Donen era todo un maestro del género, aunque nunca pudo superar la altísima cota de su cuarta peli, esa genialidad impar que es Cantando bajo la lluvia, una de las más bienamadas maravillas en mi cine–club personal.
Con Luciano y su pequeño José al piso viejo de Weiß. Posiblemente se trata de la última vez, ojalá. Mañana vendrán los del seguro con sus contenedores y dejarán el piso vacío. Hoy he rescatado libros en neerlandés para Diny: Multatuli, Couperus, Simon Vestdijk, W.F. Hermans, Mulisch, Louis Paul Boon, Heijermans, los diez tomitos de poesía antologada de manera temática, los 25 tomos pocket del «Espectro de la literatura neerlandesa» (una obra magna, que abarca desde la Edad Media hasta los comienzos del siglo XX), Tereza Batista cansada de guerra (traducida como Tereza Batista, de hoer van Bahia, es decir, Tereza Batista, la puta de Bahía) del autor latinoamericano favorito de Diny, quien posee un ejemplar de Gabriela Cravo e Canela dedicado a ella personalmente por Jorge… Por su parte, Luciano decidió llevarse dos de mis tres Enciclopedias, para que la Biblioteca Ricardo Bada sea lo más completa posible respecto del original. Estando en esas llegó Montse, quien se divirtió mucho con José, tanto como él con ella. Vino entonces la criba de los CD que restaban: aparté dos de John Coltrane, otros dos de Frank Sinatra, uno de Dizzie Gillespie y tres de Keith Jarrett para Javier, en Londres; uno de Sarita Montiel para Claudia (jamás hubiera supuesto que a Claudia le gustase SM); un álbum de Lucero Tena para Luciano; y varios para mí, entre ellos el muy preciado con canciones de Purcell que me regalara una vez Lillian, en Budapest, amén de los de Chabela Vargas, Diana Damrau, uno con cuatro cantaores clásicos del fandango de Huelva; los únicos que eché de menos son los de Jacques Brel, pero tengo todos sus principales temas filmados, y además creo que se los llevó mi vecino Schäfer sin darse cuenta de que estaban aparte. Y por último vino el momento de despedirme de ese apartamento en el que vivimos 46 años, 11 meses y 6 días (este es un cómputo mejorando el que hice un par de días atrás). No hubo pathos de ninguna especie. Me despedí con un beso de Montse, a quien le entregué mi llavero de ese piso, y al llegar abajo, para meter en el coche el resto de lo salvado, Luciano quiso hacerme una foto al pie de ese resto, en una bolsa de retazos que cosió Diny cuando le dio por el patchwork. Enderecé el cuerpo, acomodé mi bufanda de Cambridge y alcé la barbilla, creo que mi mirada era desafiante. No me quise ir del lugar de mi desgracia dando la imagen de alguien vencido por ella:
Gracias al portal pelisencastellano.com, anoche estuve viendo The Killing [Atraco perfecto; Casta de malditos al otro lado del charco grande], con la que Stanley Kubrik atrajo sobre su persona y su obra a todos los cinéfilos del mundo. Es una obra maestra del film noir.
Hoy se celebra el Día de la Marmota en Punxsutawny, vamos a ver si consigo gratis la peli con Andie MacDowell y Bill Murray en algún portal, ojalá no me equivoque.
Montserrat me reporta por teléfono que el señor Brodesser, encargado del desguace del piso viejo, llegó con un equipo de cinco joviales y forzudos turcos y vaciaron la vivienda. Todo lo que todavía era útil (vajilla, cristalería, una gran pila de CD) lo empaquetó el equipo para entregárselo a una institución benéfica que puede venderlo y aplicar lo ganado a sus fines sociales, de lo cual, como es lógico, me alegro. Montse me dice también que la extraordinaria caja con 10 CD que contiene la obra discográfica completa de Jacques Brel la tiene ella, no nuestro vecino, me la traerá cuando volvamos a vernos. Son dos alegrías, pues. En especial la segunda, si recuerdo que cuando me preguntaban qué poeta estimaba más de la lengua francesa, solía responder que Brel, seguido por Georges Brassens, y no lo decía en broma ni como chiste, sino convencido dello.
Me manda Juan Carlos, desde sus Asturias, una entrevista del pasquín de Prisa con Vargas Llosa, cuyo titular reza que el buen Mario no se arrepiente de nada. Le acuso recibo con una única línea: «No arrepentirse de nada es un síntoma inconfundible de irresponsabilidad, querido Juan Carlos».
Rodenkirchen, 3.2.
Volví a ver Atraco perfecto, pero en la versión original, y después de The Killing la pantalla misma me ofreció Killing Them Softly [Mátalos suavemente], que no conocía y me atrajo: es una muy buena peli, con grandes actores secundarios que casi le roban el show a Brad Pitt. También volveré a verla una de estas noches. Atrapado en el tiempo la dejé para ésta.
Le escribo un email al gerente del Maternus: «Nos mudamos a este apartamento el 30.12. y esta es la cuarta vez en 36 días que debo reportar un salidero de agua en la cañería de desagüe del fregadero de la cocina. Esta mañana, a las 6:30, al ir al baño, descubrí que el suelo de la cocina estaba inundado y el cubo debajo de la cañería lleno a rebosar. Esa cañería debe ser reparada de manera fundamental y no provisoria que nos obligue a reclamar cada nueve días. Después de todo no estamos en Venecia con marea alta. Espero que tome las medidas necesarias para que la avería no se vuelva a producir. Gracias por anticipado. Con cordiales saludos y el deseo de un feliz fin de semana». Dos horas más tarde llegó Pablo, el factótum fueguino, quien tuvo que llamar a su jefe porque no daba con la causa del salidero. Diny y yo nos fuimos a almorzar, y al regresar seguían ahí los dos pero al parecer ya habían localizado la causa y estaban en plena faena, amén de que entretanto Pablo lubricó la puerta del cuaro de baño, ya no chirría ni al abrirse ni al cerrarse. Alabado sea el santísimo sacramento del altar.
Larga plática telefónica con José Luis. Leyó finalmente “La bufanda de Cambridge” y se siente que ese cuento mío le hizo tilín. Le hablo de “La mujer de tierra adentro”, que con “La bufanda…” es el dúo de los míos que más amo, y se lo envío luego por email, junto con las versiones de Claudina y Alberto Gambino de canciones de Brassens, en especial “La buena Margot”. Se me olvidó preguntarle si ya le llegó el ejemplar de Revolución, pero seguramente no, él mismo me lo habría dicho: espero que esté en su poder antes de que se cumpla el plazo de su beca. Oremus. [P.S. hoy sábado: Le acaba de llegar el ejemplar. Laus Deo!]
Rodenkirchen, 4.2.
A Diny le molesta que duerma con las cortinas descorridas, pero, a) no tengo nada que ocultar; y b) si me desvelo me gusta ver amanecer desde la cama. Hoy, el cielo de Colonia me ha recompensado con unos jirones de nubes que me hicieron recordar a «Aurora, la de los rosados dedos», esa bellísima metáfora de nuestro padre Homero.
Por enésima vez vi anoche Groundhog Day [Atrapado en el tiempo], y siempre lo hago a la caza de un error en el guion. Todavía no lo descubrí, pero no desespero de descubrirlo algún día. Pudiera ser, por ejemplo, en la persecución del auto por la policía, cuando Phil se suicida por primera vez: el error consistiría en que no se ve nieve por ninguna parte. Pero lo descarto como error. El portal imdb.com registra esta pifia: «El amanecer a principios de febrero en Punxsutawney, Pensilvania, no es hasta alrededor de las 7:25 de la mañana, por lo que a las 6 todavía estaría completamente oscuro». Pero lo que yo busco es un error de contenido, y no meteorológico.
Me escribe Juan Carlos desde sus Asturias: «Publica La Vanguardia, que un alumno francés, en una traducción, se inventó la palabra NARRATRIZ, sustituyendo a NARRADORA. Es una curiosidad». Le contesto: «No tanto. La desinencia «triz» no es extraña en castellano: piensa en institutriz, actriz, meretriz, emperatriz, cantatriz, fregatriz, encueratriz (como llaman en México a las profesionales del estriptís)… para sólo mencionar las que recuerdo ahora en relación con la mujer. Y existe además el nombre propio Beatriz. Eso no quita que «narratriz» me parezca un neologismo al santo botón si tengo en cuenta la existencia de «narradora», que es harto más natural».
Uno de los libros que salvé del desguace del piso viejo es una antología de la revista literaria alemana más prestigiosa del período de entreguerras, Der Querschnitt [=El corte transversal], con reproducción facsímil de textos, fotos y dibujos aparecidos en ella desde 1921 a 1936, en que fue prohibida por los nazis. En ella colaboraron Mayakovsky, Gottfried Benn, Else Lasker–Schüler, Marcel Proust, Ezra Pound, James Joyce, Ramón Gómez de la Serna (uno de los textos de Senos), y esta tarde, ojeándolo, recordé haber leído alguna vez que Hemingway publicó en esta revista unos poemas eróticos. Busqué en el índice onomástico el nombre de don Ernesto El Barbas y encontré un breve poema (puede que publicase más, pero esta es una antología) y ese breve poema dice lo que sigue: «I know monks masturbate at night / That pet cats screw / That some girls bite / And Yet / What can I do / To set things right? [Sé que los monjes se masturban de noche / que los gatos domésticos follan / que algunas chicas muerden / y sin embargo / ¿qué puedo hacer / para arreglar las cosas?]» No me parecen nada del otro mundo, pero quizás en la redacción lo que deseaban era tener en su palmarés el nombre de Hemingway. En cualquier caso, también publicaron la traducción de su cuento “El hombre del sombrero tirolés”, del libro Las verdes colinas de África.
De qué manera me ha conmovido leer en EE la columna de Juan Carlos Botero sobre las bibliotecas. Ahora, al pasar de 114 m² a sólo 47, sólo he salvado para mí casi todos los libros que me dedicaron los autores (y los que no irán al Centro Machado, bajo llave, a los estantes acristalados que también les regalé) pero me hacen una compañía más próxima que en el apartamento anterior: los tengo todos a la vista, y siento las miradas de Lizzy Bennet, Platero y don Alonso Quijano, de Matías Pascal, Max Havelaar y Clawdia Chauchat, de Constance Chatterley, Nora Hellmer y Henri Higgins, y tantas más, asomándose por encima de mi hombro para leer lo que escribo.
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