Weiß/Colonia, 7.12.
Pasada la medianoche : Una nueva serie policial danesa, “Dicte”, el nombre de la protagonista, Dicte Svendsen, periodista recién divorciada y que regresa a su ciudad natal, Aarhus; es una convincente creación actoral de Iben Hjejle. Lo gracioso es que parece ser que la serie despierta mucha polémica en Dinamarca porque si bien transcurre en Aarhus, en la península de Jutlandia, todos los actores hablan con acento de Selandia, una provincia insular. Es como si en España la serie transcurriera en La Coruña y los personajes hablasen con acento mallorquín. Entiendo el rechazo y la controversia, conozco una experiencia parecida con el único radioteatro que escribió Jorge Amado, por encargo mío, y cuya acción pasaba en el Pelourinho, el centro vital de Salvador de Bahía, pero ninguna de las voces brasileñas que lo interpretaron eran bahianas.
Cuando salgo del cuarto del baño, tras el desayuno primero y el aseo matutino a continuación de la ducha de Diny, me encuentro sobre mi mesa una fichita de cartón de las antiguas, con líneas, en la que campean unos garabatos indescifrables. Al rato pasa Diny hacia el dormitorio, mira acá, ve la fichita, entra en mi cuarto, la toma y la lee como si ella fuese Champollion y la fichita una edición contemporánea de la piedra de Rosetta. Y lo que lee es esto: «Hola, abuelo. Te quiero mucho. Te prometo que sí haré lo que tú me digas. Henri». «¿De dónde sacas eso?», le pregunto. Me dice que Henri lo leía en voz alta mientras escribía en ella antes de venir a dejarla sobre mi mesa de trabajo. Esta fichita es un tesoro, la primera carta que me escribe Henri, no sé si reírme a carcajadas o echarme a llorar, pero sí sé que la conservaré como oro en paño.
Llega a mediodía Frank a buscar a Henri, y llega al mismo tiempo que Rebeca & Uwe, quienes vienen a buscar a Diny para ir a visitar juntos el mercado navideño en Sürth. Ninguna fuerza, ni humana ni divina, me haría perder el tiempo de esa manera. ¡Hasta los griegos que viven en las dos casas a la entrada de la callecita al cementerio, enfrente de la parada del bus, han puesto iluminación navideña en sus ventanas! «¡Qué iracundia de yel y sin sentido!», sí, Juan Ramón.
Weiß/Colonia, 8.12.
8:58 am : Me levanto 10’ después de que Diny se haya ido de compras con Montse al centro, por los regalos del International Gift Day para Vincent y Henri (Paul y Oskar los quieren cash), amén de aquellos que les corresponden en el sorteo del “amigo secreto”, y naturalmente todo lo que se les vaya ocurriendo cada que sacan la tarjeta de crédito, que es la inspiración en estado puro. Desayuno leyendo el diario y enterándome (¡no lo sabía!) de que el mundo fue y será una porquería, en el 2014 también. Y también me entero por el diario de que mañana se presentará en la Biblioteca Central una antología de textos de Heinrich Böll relacionados con Colonia; en el anuncio se dice que «apenas hay un escritor que esté tan vinculado a una ciudad como lo está Böll con Colonia». Sin negar ese vínculo, semejante afirmación demuestra una ignorancia del tamaño de las tres pirámides egipcias + la esfinge (y hasta puede que el canal de Suez). Quien la escribió se nota que desconoce la existencia de Balzac, Dickens y Galdós, eso para no hablar de Machado de Asís y de Joyce. Y que tenga que decirlo alguien que ama tanto a Böll como yo…
Voy al Banco, a la oficina postal con su larga fila de clientes todos cargados de paquetes para que lleguen a su destino antes del Día Internacional del Regalo y poderlos colocar bajo el puto árbol, clientes entre los que desentono con mis dos sobres comunes y silvestres, y del correo me voy al supermercado, compro nueces turcas para Diny, una botella de aguardiente de hierbas y la revista con la programación quincenal de la TV, y lo pago todo sin pasar por la caja, sino en el autoservicio de pago que hay al costado y que ya sé cómo funciona. Me siento un crack.
Me anuncia Diny que murió Marie Marcks, la mejor caricaturista del país, la mujer que dijo «yo he sido mi propio movimiento de emancipación femenina». In illo tempore, cuando viajábamos muy seguido a Heidelberg, compramos tres grabados suyos en el Museo Municipal; ella vivía en la ciudad y apoyaba con sus obras al Museo, que las vendía, entonces, a precios muy asequibles. Cada uno de esos grabados, firmados y numerados, menos uno de ellos que es una “P[rueba de] A[rtista]”, vale hoy por lo menos diez veces más. El Arte es la única inversión que vale la pena.
A las 8:15 pm, en el canal Arte, pasan Robin Hood y la vuelvo a ver por enésima vez. Le hago así honor a mi respuesta a la primera pregunta de Milagros Socorro en el cuestionario al que me sometió: «¿Qué estrella de cine persiste en su admiración desde su infancia?» Y le contesté de un modo veraz… aunque no sin un arañazo de nostalgia cauterizado por la ironía: «Retroceder a la Prehistoria es adentrarse en el túnel del tiempo, pero algo que siempre resucita en mí cuando la contemplo de nuevo es una admiración rendida ante la energía animal de Errol Flynn».
Weiß/Colonia, 9.12.
Cuando Carlitos y yo llegamos hoy a La Modicana, se nos saludó con la pregunta–reproche que dónde fue que almorzamos el martes de la semana pasada. Tan sólo la explicación de que Diny y yo habíamos viajado a un hipotético lugar llamado España, donde di una hipotética charla acerca de un hipotético autor de hipotético apellido vasco, logró calmar los ánimos.
Acudimos en la Biblioteca Central a la presentación del nuevo libro de Böll, esto es, de una selección de textos suyos sobre la ciudad donde nació, una antología hecha por René y que se titula Köln gibt’s schon, aber es ist ein Traum, lo que tal vez pudiera traducirse como Sí que existe Colonia, pero es un sueño. Además de con René y Carmen Alicia nos reencontramos con muchos rostros conocidos, casi no hay gente joven (en realidad sólo Samay, la primera nieta, a quien Böll le dedicó un poema muy hermoso, que yo traduje en 1994 al castellano). A Markus, que ahora dirige el Archivo Böll, le pregunto si necesita por escrito la donación de mi ejemplar del primer libro de HB publicado en español, El tren llegó puntual, editado por Guillermo Kraft –¡un apellido alemán!– en Buenos Aires; me dice que no es necesario, pero que sabiendo ahora que se trata de una donación y no de un préstamo por tiempo indefinido, ya puede ponerle el cuño del Archivo en las páginas de guarda. Durante la presentación, luego, y sin dejar de prestar atención a ella, voy hojeando y ojeando el libro página a página, y muchas veces se me escapa la vista a la derecha, donde tras un cristal que va del techo al suelo se ha reconstruido el amplio cuarto de trabajo de don Enrique (así lo llamé siempre). Qué lugar tan hermoso, cuánto lamenté no habérselo podido mostrar a Laetitia cuando nos visitó este verano.
Ulli & Carlitos también estaban en la presentación, y de allí, como habíamos acordado antes, nos fuimos a tapear a La Esquina, que ellos todavía no conocían. Y hasta La Esquina seguimos en la compañía de Böll. Exactamente enfrente se encuentra la iglesia de San Severino, escenario de uno de sus más memorables textos autobiográficos, “La tos de mi padre”, también traducido por mí en 1994, para Don Enrique, la única antología integral de la obra de Böll que se ha hecho en español. Rolando lo recuerda siempre que viene a Colonia, «¡Esa tos del padre durante la misa, ah, eso es otra cosa!», como dicen los chicanos parafraseando burlonamente a los gringos.
Weiß/Colonia, 10.12.
Voy a Saturn a hacer las compras para mi “amigo secreto”. En la lista que circula en la familia con los deseos de regalos de todos y cada uno de nosotros, consignó tres CDs y una teleserie en Blu-ray, la segunda temporada. Pero esa segunda temporada no estará a la venta hasta entrado el 2015, y de los tres CDs sólo hay asequible uno. De todas maneras, y aunque quería regalarle los tres, cumplo con comprar este solo, ya que en realidad se trata de una lista de alternativas. Eso además de que se trata de un CD doble; algo es algo, dijo un calvo al encontrarse un pelo.
Sesión de pedicura a las 3:00 pm. Perdí tanto tiempo en el centro que sólo alcancé a almorzar un par de bocadillos con jamón de York, acompañados de un café, en la panadería de la parada de Rodenkirchen. Y de allí salir camino de Sürth en el 131 de las 2:40 para llegar puntual. Esto de la puntualidad es en mí una especie de segunda naturaleza, y me doy cuenta de que justamente por ello entiendo tan mal, y casi nunca disculpo, a quienes se retrasan.
Voy por el noveno episodio de la saga de Maria Kallio y están en camino los tres últimos de los doce publicados hasta la fecha. He decidido leerlos de corrido, aprovechando el impulso que llevo, y esperar a terminar la saga para emprender nuevas lecturas en paralelo, como hice en los meses pasados. Ya tengo elegidos qué libros serán esta vez. La oceánica biografía de B. Traven por Karl S. Guthke (más de 800 páginas), la autobiografía de Sybille Bedford, y la biografía de Machado por Ian Gibson, Ligero de equipaje, cuya lectura ya inicié en Colonia y proseguí en las dos noches de San Sebastián, y que me atosiga, e incluso me hastía un poco, porque es una orgía de futuribles, suposiciones y construcciones mentales; lo más positivo de ella es que incluye gran cantidad de poemas de don Antonio, siempre dignos de una y otra relectura.
Weiß/Colonia, 11.12.
Terminé el noveno episodio de Maria Kallio y como siguen en camino los tres últimos le meto mano (sabiendo que es lectura de un solo día) a Contra el viento del Norte. No suelo leer sino en su original los libros escritos en alemán, pero este quise leerlo en español, es decir, releerlo, para saber a qué se debía la mutilación del título en nuestro idioma; en la edición original se titula Gut gegen Nordwind [Bueno contra el viento del Norte], lo que Emmi le dice a Leo hacia el final del sexto capítulo, y es mucho más personal, más íntimo, que el amputado título español. Bien es verdad que en alemán son sólo tres palabras, y en español, pese a la mutilación, ya son cinco, pero ¿era necesaria la mutilación? Para nada. Viene a ser algo así como si Sei personaggi in cerca d’autore la hubieran traducido al español como Personajes en busca de un autor. Ay. Sea lo que fuere, la traducción, de Macarena González, le ha dado alegría al cuerpo del libro.
Weiß/Colonia, 12.12.
Le pedí a Pepe Baena un poema suyo para inagurar mis envíos El Poema del Sábado con alguien amigo. Me mandó un soneto, muy bueno, y ello me dio la idea de dedicar los 52 envíos del año que viene a esa forma suprema. Dicho y hecho, empiezo a hacer una lista de poetas cultivadores del soneto y acabo de contarlos y son ya 72, eso sin haberme empleado a fondo. ¿Será que le dedicaré dos años al tema? Lo platico con mi deuda externa, que me llama justo mientras ando metido en la tarea, y ella me aporta el # 73, Martín Adán, así es que creo que sí, que El Poema del Sábado va a ser soneto tras soneto hasta completar los 100.
Me puse luego a buscar citas para acompañar mis envíos dominicales con el diario, y releyendo diagonalmente Blanca Olmedo, la extraordinaria y casi desconocida novela de la hondureña Lucila Gamero de Medina, un texto anticlerical tan sólo comparable con los mejores de Galdós, encuentro en ella una demasiado larga para mi fin, pero quiero dejarla registrarla acá: «En estos paisecitos los monos y los renacuajos son los que más logran; los primeros, porque no hay rama por donde no suban; y los segundos, porque no hay charco en el cual no griten».
Llegaron los (por ahora) tres últimos episodios de la saga de Maria Kallio, y en el décimo vengo a enterarme de la existencia de otra secta cristiana escandinava que desconocía: los Smithianos o Amigos de Smith. La verdad es que cada vez entiendo mejor por qué se emborrachan tanto estos pueblos nórdicos, de alguna manera tienen que olvidarse de tanta religión.
Weiß/Colonia, 13.12.
0:30 am : En las revistas quincenales con la programación de la TV, cuando pasan un telefilm basado en un relato de Håkan Nesser, uno de los latiguillos que utilizan para resumir el juicio crítico dice así: «Bueno, mejor, Nesser». Justificadísimamente. Doy fe.
Milady me pregunta capciosamente desde Bogotá: «¿Este año te vas a suicidar otra vez con motivo de la Navidad?» Le contesto: «Tengo 9 razones para no suicidarme : 1) Diny; 2 a 4) Rebeca, Ricardo hijo y Montserrat; 5 a 8) Paul, Oskar, Vincent y Henri; y 9) no he perdido la esperanza de que alguna vez nos encamemos juntos». Estoy segurísimo de que sus carcajadas al leer mi email serán tan estruendosas que las escucharemos acá en Weiß.
Los conozco, a su esposa y a él, desde hace años, desde la primera de las muchísimas veces que he sido cliente de ellos en su tiendecita de la calle principal de Rodenkirchen, en la siguiente cuadra a la parada del bus delante del ayuntamiento distrital. Es un local chiquito especializado en pequeños implementos eléctricos, electrónicos y mecánicos de todas clases. Ella y él son de una afabilidad exquisita y tienen siempre una solución al problema con que uno les cae encima, aunque a veces –pocas– esa solución sea recomendarnos otra tienda que sí va a tener aquello que andamos buscando. Jamás hubiera sospechado que esas vidas grises, monótonas, domésticas, fuesen la punta de un iceberg tan rico en aventura, tan moraleja de la sinrazón de la Historia Universal. Ahora, gracias a un reportaje en la sección local del diario, me entero de que Reza Chatrrus (así se llama él) era en el Irán, hace treinta años, escritor, director de cine y, a pesar de su juventud, también director de una estación de TV, donde su esposa, Sudabek, producía un programa infantil. Y de la noche a la mañana tuvieron que abandonar el país, con nada más que lo puesto, y ella embarazada, huyendo del fundamentalismo de los ayatolas. El reportaje viene a cuento porque él acaba de publicar una novela autobiográfica, Cuando ríen las hienas, que le pienso comprar el lunes en su tiendecita pidiéndole una dedicatoria para Diny, la pondré debajo del puto árbol en el Día Internacional del Regalo.
Vamos a lo de Montse para el cumpleaños de Oskar, quince años ya. Sólo faltan Paul (que se ha ido a Gelsenkirchen para torçer por el 1. FC Köln contra el Schalke 04) y Rebeca, la madrina de Oskar, que no puede tomar libre en la boutique tan luego hoy, penúltimo sábado antes del Día Internacional del Regalo. Oskar me da una alegría al decirme que se ha decidido en la escuela, como idioma alternativo, por el español. Con el café hay torta de chocolate horneada por Frank dizque con la colaboración de Henri. Y Henri, sentado a mi derecha, en una de las cabeceras de la mesa, juega conmigo todo el tiempo: su juego consiste en fruncir el ceño, mirarme con multa mala lactae, mostrarme los dientes y alzar las manos en dirección a mí con los dedos arqueados como garras de un animal de presa, que además ruge. Yo le respondo de la misma manera y nos divertimos como lo que somos, dos niños. Dos niños separados por setenta años de edad.
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