Rodenkirchen, 10.12.
Volví a ver anoche Las tres noches de Eva, de 1941, una obra maestra (otra) de Preston Sturges, con una irresistible Barbara Stanwyck teniendo de nuevo como pareja a un joven Henry Fonda, a quien le roba el show sin dejarlo por eso en paños menores: es una característica de los genios, hacer que quien trabaja a su lado no pierda su individualidad específica. Me ha vuelto a gustar tanto que ya la tengo programada para verla de nuevo esta noche.
Mi Juan Carlos bogotano desconocía el hecho de que durante muchos años “Las Meninas» estaban expuestas a solas en un espacio especial del Prado. Le escribo: «Lo de «Las Meninas» en un cuarto especial fue poco menos que un casus belli cuando las sacaron de allí. El cuarto era en realidad una mise en scène, pero le confería al cuadro el factor diferencial que se perdió al sacarlo y situarlo entre los demás de don Diego. Tuve el privilegio, por cierto, de asistir a otra puesta en escena del cuadro, el final de la obra Las Meninas, de Buero Vallejo, en el Teatro Español: atronadora la ovación del público para premiar la reproducción en vivo del cuadro, perro incluido. Si no conoces la obra te recomiendo leerla, para que la próxima vez que vayas al Prado mires el cuadro con otros ojos, los de Buero Vallejo, quien empezó siendo pintor (es famoso su retrato de Miguel Hernández). Con un fuerte abrazo dominical te paso el enlace con una bastante buena versión de la obra debida a la RTVE».
Almorzamos en el chino porque mañana nos visita Rebeca y es bastante seguro que almorzaremos en el Steep’s, ya que Diny tiene sesión de ergoterapia a la 1:15 pm. Diny probó un plato nuevo, Pansit Goreng, que son unas empanadas crocantes rellenas de carne de pollo y con una salsa agridulce. Yo opté esta vez por una ½ docena de gambas grandes (King Prawn) asimismo empanadas y con salsa agridulce también. ¿Cuánto durará Jauja?
En mi doble envío de hoy domingo, mi frase de la semana la tomé del Talmud y dice así: «Es pecado engañar a cualquier hombre, aunque sea un infiel». Ulrike me escribe desde (creo) Barcelona: «En cuanto a la frase de la semana, ¡podrías llamarla la frase de [por] los siglos de los siglos!» Enter!
Rodenkirchen, 11.12.
Al comenzar Las tres noches de Eva, la jugadora profesional y tramposa (uno de los mejores papeles de Barbara Stanwyck) dice refiriéndose a Henry Fonda: «Ojalá sea rico y le guste jugar a las cartas». Lo que su padre (Charles Coburn en uno de sus mejores papeles) comenta diciendo: «De tus labios a los oídos de Dios». Sonrío porque tradujeron ad pedem litterae lo que sencillamente puede traducirse como «Que Dios te oiga».
Viene Rebecota y es una alegría para mí no sólo el que venga, sino también que se pueda llevar para despacharlos por Correos, dos abultados sobres conteniendo 62 facturas para el seguro de enfermedad y 29 para la subvención estatal, a la que nada más pueden mandarse 30 como máximo con cada solicitud; todavía esta semana les mandaré una segunda solicitud con 30 facturas de farmacias, ¡menudo peso me saco de encima! Y a las 12 vamos a almorzar a Steep’s, no sin antes haber llamado a Montse a la clínica para saber cómo sigue. Y sigue a la espera de los resultados del análisis de sangre porque la fiebre no remite a pesar de los antibióticos, así que no puede tratarse de bacterias sino de un virus. Me paso el almuerzo casi sin hablar, pensando en Montse, mi pobre niña, con tan pocas defensas tras su desempeño de todo un año ayudando a Diny, algo que Diny no puede agradecerle porque ni siquiera se da cuenta de ello. Porco Dio!
Como cada año, me llega la felicitación navideña de Carmen, esta vez en forma de tarjeta postal con el poema “Adviento”, de Juan Ramón, que termina así: «Luego, después del llanto sin querer, /el sueño, /que lo hunde a uno en las rejiones nobles /de la muerte o del cielo». Esta es una de las pocas veces que disiento de Juan Ramón: las rejiones nobles del cielo no me interesan en absoluto; sí, en cambio, las de la muerte, no acompaño a Hamlet en su por otra parte seria consideración de la muerte, la anhelo sin que me importe lo que haya más allá: peor que este infierno en el que vivo no podrá ser.
Rodenkirchen, 12.12.
Quienes me lean no se lo van a creer, pero si buscan en Google cómo lograr un enlace para ver Las tres noches de Eva encontrarán en Apple TV+ este gazapo del tamaño del Empire State (por lo menos): «El amor le muestra el camino a un apuesto estafador hacia el corazón de una millonaria, pero ingenua mujer». No se le podía dar la vuelta al calcetín de una manera más perfecta. O como sostenía mi abuela Remedios: «Al revés te lo digo para que me entiendas».
Después de una suculenta comilona en La Modicana, Ulli me deja cerca del Commerzbank, donde tengo una cita con Herr Hurtz ahora que a mi buena Frau Schneider la han trasladado a Brühl, como ella quería, porque vive allí. Ella me recomendó, para sucederla en su trabajo de consejo en materia de inversiones y manejo de mi c/c, trabar conocimiento con Herr Hurtz. Y es lo que he hecho esta tarde, quedando muy contento del encuentro con este hombre de unos 30 y algo de años, al que se le nota que sabe de lo que habla y al que no es necesario contarle más de dos o tres pormenores para que capte el tema completo y tenga una respuesta a mis preguntas, urgidas por temores económicos. Lo que sí me temo es que una persona tan capaz no puede pasar desapercibida por sus jefes, y de repente lo suben de categoría y lo destinan a otra sucursal del Banco. Espero que eso no suceda en el poco tiempo que me queda ya. A esta altura de la vida duelen mucho las despedidas de gente a la que necesitamos y con la que hemos establecido una buena relación, y el día menos pensado nos dejan más solos que la una, una expresión que uso sin saber lo que realmente significa, suponiendo, eso sí, que signifique algo.
De lo contento que me dejó el encuentro con Herr Hurtz da fe el hecho de que al regresar al Maternus, espontáneamente invito a Diny a cenar en el chino, aunque yo me contenté, ya bien comido en La Modicana, con un entremés. Ella pidió un revuelto de carne de pollo con brotes de soja y huevos, del que dejó la mitad, no por desgana ni rechazo sino por la sencilla razón de que le sirvieron una porción para alemanes hambrientos, cuando ya con la porción para alemanes sin hambre hubiera bastado y hasta sobrado.
Después de leer mi Diario de esta semana, mi compadre José María me cuenta desde la orilla de su beatus ille a orillas del Cauca: «Para mí, tu diario ha sido un vehículo de conocimiento guiado por un conductor con el que voy a su lado y conversando, en un viaje hacia cualquier lado». Me encanta esa imagen de «un viaje hacia cualquier lado». Y si mi copiloto es José María, pues entonces qué decir… sino subproducto de la libación de las abejas encima del diminutivo despectivo femenino plural de una parte del árbol. U séase: miel sobre hojuelas.
Rodenkirchen, 13.12.
Estuve viendo anoche una peli de cuya existencia no tenía ni la más remota idea y de la que creo que es un buenísimo melodrama sobre los traumas que originó la 2.ª guerra mundial en la sociedad gringa. Es de 1947, se titula La culpa de Janet Ames y la interpretan Rosalind Russell y Melvyn Douglas, ambos espléndidos, en especial RR, encasillada como comedianta, pero que aquí dio su medida como dramática, lo que refrendaría ese mismo año encarnando a Lavinia Mannon en A Electra le sienta bien el luto, adaptación de la trilogía de O´Neill y en cuyo desempeño se ganó una nominación para el Oscar. Aunque la verdad de la milanesa es que siempre la recordaremos como Hildy Johnson, la vocacional periodista de la descacharrante Luna nueva. Pero la volveré a ver en La culpa de Janet Ames. Nota bene sobre esta peli: No quiero dejar de mencionar el lucido debut de la encantadora Betsy Blair, unos 10 años antes de sus formidables actuaciones en Marty y en Calle Mayor de Bardem, quien para convencerla de que viniese a España y aceptase interpretar el papel de la Isabel provinciana de su guion, le dijo que era una peli antifranquista.
Vamos a comer a Sleep’s, donde no vuelve a estar Tom sino el camarero calvo y muy eficiente que ya conocemos de una vez anterior, y Diny elige el menú del día (sopa de papa y tortellinis con espinacas) y yo mis Reibekuchen con salmón ahumado. Para mi tranquilidad, después de mi charla de ayer con Herr Hurtz en el Commerzbank, esta vez sí pude pagar con la tarjeta del Banco.
Despistado como soy, tardé en darme cuenta de una aventura a la que nos invita la dirección de EE: «Invitamos a nuestros columnistas a contarnos de las ideas que defendieron y que, ahora, perciben de manera diferente». He repasado las de los autores que conozco personalmente y me ha impresionado de manera muy favorable la de Santiago Gamboa, “Cambié de opinión… sobre Cela”. De Cela se dicen atrocidades… como persona. Casi toda son ciertas y tal parece como si eso fuese excusa suficiente para no leerlo. Pero si lo leen puede muy fácilmente pasarles lo que a Gamboa. Yo, de Cela, no puedo hablar sino bien. Me trató siempre con afecto y hasta me dedicó una generosa columna en Diario16. Y eso aunque no me debía nada y que poco o nada era lo que yo podría ayudarle en cualquier cosa. Así es que lo recuerdo, pues, con agradecimiento. En cuanto a su obra, hago mías las palabras que le oí decir en cierta ocasión al gran Chus Visor: «Nunca se quedó cómodamente arrellanado en un género, todas y cada una de sus novelas son de un género distinto, no hay un solo autor español con tanta versatilidad». A mí lo que más me gusta de su obra son los golpes verbales inesperados, como este de Mazurca para dos muertos: dice un personaje: «Las costumbres cambian mucho», y le contesta otro: «Es cosa de la aviación». Y su Viaje a la Alcarria es un clásico entrañable, no superado hasta hoy por nadie. Conozco al dedillo su obra como caminante por los caminos de España porque compuse un libro con fragmentos de sus cinco libros de peregrinaje por esos caminos, y que se puede leer como una novela on the road. Por desgracia es imposible editarlo en España, ya que los derechos se hallan repartidos entre varias editoriales, pero se ha publicado ya en alemán, neerlandés y portugués.
Le escribo a la Promotora Cultural de una revista a la cual estaba suscrito y cuya suscripción se cancela en estos días: «Si se toma la molestia de chequear las veces que he usado de mi derecho de suscriptor para abrir la página web de esa revista, verá que no han sido ni siquiera ½ docena en todo un año. Dicho sea con otras palabras. mis prioridades son otras porque ya cuento 84 años de edad y veo la luz eterna al final del túnel, aunque ignoro el trecho que aún me separa della, como decimos los clásicos. Pero en cualquier caso, antes de llegar allá tengo que dejar mi casa en estado de revista (como se dice en el léxico militar), es decir, de punta en blanco. Comprenderá, pues, por qué no renuevo mi suscripción, a pesar de lo mucho que admiro la revista desde mayo de 1998, cuando la descubrí en la casa de Gloria Valencia y el Dr. Castaño Castillo, donde me alojaba».
Rodenkirchen, 14.12.
En La culpa de Janet Ames, que volvì a ver y me confirmó mi opinión de que es un melodrama nada desdeñable, se habla mucho de Peter Ibbetson, eso hizo que me interesara por el personaje y me llevó a consultar a mi dilecta amiga, Miss Hortensia Google, encontrándome con una sorpresa. En otros tiempos habría buscado inmediatamente la novela de George du Maurier, abuelo de doña Daphne, la autora de Rebeca, La posada de Jamaica y el cuento Los pájaros, todos ellos títulos filmados por Hitchcock. Ahora me he vuelto más tranquilo, me bastará con ver la peli, Sueño de amor eterno, donde Gary Cooper encarna la figura del legendario Peter Ibbetson. Vamos a ver si la encuentro en la red, en una copia gratuita.
Vamos a almorzar a Steep’s, esta vez con Tom, quien le recomienda a Diny el menú del día (sopa de espinacas y riñones de ternera salteados, o sea sofritos, no asaltados ni robados), mientras yo reincido en la salchicha al curry con pommes. Hago la observación de que cuando sirve Tom me siento como en casa, mientras que cuando él no está me siento visitante en una casa ajena, aunque, eso sí, muy agradable, si no no la visitaríamos tanto.
Tenía que tomar el bus de la línea 134 a las 14:44 para acudir a las 15:00 a la cita con mi cardiólogo, el Dr. Stäblein, pero al regresar al Maternus tras almorzar, me eché un rato en la cama y me quedé tan profundamente dormido que recién desperté casi a las 16:00. De inmediato intenté telefonear al consultorio pero siempre me salía la cinta sinfín alegando que todas las líneas están ocupadas; tengo la impresión de que la conectaron al comenzar la jornada hace meses, y no la desconectaron luego, para evitarse el trabajo de conectarla al día siguiente y los sucesivos, hasta hoy. Así es que les mandé un email para que me llamen ellos y concertemos una nueva cita. Lo harán mañana, supongo. Ojalá.
Imagino que a estas horas, las 7 pm, debe estar por comenzar en Huelva la función estrenando el primer film sobre la vida de Juan Ramón Jiménez. Ojalá lo saquen pronto en DVD, para comprarlo y verlo a la orilla del Rhin, geográficamente tan lejos de las orillas del Tinto y el Odiel, cordialmente tan cerca.
Rodenkirchen, 15.12.
Roger Ebert, el primer crítico de cine que obtuvo el Premio Pulitzer, escribió acerca de Las tres noches de Eva: «Si me pidieran que nombrara una única escena de toda la comedia romántica más sexy y divertida al mismo tiempo, aconsejaría empezar a los 20’06” de The Lady Eve, de Preston Sturges, y ver cómo Barbara Stanwyck juguetea con el pelo de Henry Fonda en un plano sin cortes que dura 3’51”». Leerlo me hizo volver a ver anoche la versión original de The Lady Eve, y aunque los tiempos no coinciden, la duración sí. ¡Qué peli tan genial! ¡Qué grandes Preston Sturges y Bárbara Stanwyck! Grandioso usar la melodía del coro de peregrinos de Lohengrin subrayando la escena de la noche de bodas en la cabina de un coche–camas, cuando Jean [=la Stanwyck], para cumplir a cabalidad su venganza contra Charles [=Henry Fonda], le cuenta la nómina de sus presuntos amoríos pramatrimoniales… encabezada por un Hermann inequívocamente alemán. Esta secuencia es una golosina verbal y musical como muy pocas en la historia del cine.
Estuve más que puntual en mi cita con el neumólogo, que era a las 12:45 y a su consultorio llegué a las 12:25, pero tuve mala suerte, fue un dìa con dos o tres emergencias inesperadas y me tocó ser el último paciente. Resultó positivo en el sentido de que mi buen Dr. Dornaika tenía cola de paja conmigo y me dedicó, ya sin apuros de recibir a un paciente más, mucho más tiempo que de costumbre. Entre otras cosas me felicitó por tener los hijos y nietos que tengo, me contó de pacientes suyos que están literalmente solos, a pesar de sus hijos y nietos, que nada quieren saber de ellos. Y me dio cita para dentro de seis meses, con opción de alargar el plazo hasta un año si me siento bien y sin problemas.
Regresé al Maternus y descansé hasta las 5 pm, me levanté y aseé, y nos fuimos a cenar al chino. No sin una bronca con Diny, que me andaba apremiando desde las 4 a pesar de que antes de ir donde el neumólogo ya le había dicho que puesto que no podíamos ir a almorzar allá, como es nuestra costumbre los días viernes, lo haríamos a cenar entre las 5 y las 6. Demostrativamente, abrió el andador y lo colocó delante de la puerta del apartamento, y vestida para salir a la calle se fue a sentar en el escabel que hay en el recibidor, una clara maniobra de la guerra sicológica que tiene declarada en secreto contra mi noción del tiempo, diferente de la suya en todo: lleva por ejemplo una semana dándome la lata con que le pase el celular para felicitar por su cumpleaños a Netty, gran amiga nuestra, neerlandesa…, cuyo aniversario es el 23. Inútil que se lo repita, lo olvida de un día para el otro y mis nervios no son de acero. Entretanto creo que son de papel de seda. En el mejor de los casos.
Rodenkirchen, 16.12.
Estuve viendo Lady of Burlesque [La estrella del Variedades] de 1943, sólo dos años después de Las tres caras de Eva… pero un milenio de distancia en cuanto a calidad, y si no fuera porque la estrella del cartel es Barbara Stanwyck, uno dejaría de verla al rato de comenzar. Con todo, fue nominada por su música para un Oscar, y Barbara está soberbia en su número de cante y baile (5’31” a 7’59”), no se le olvidó la buena escuela que tuvo como corista de las chicas Ziegfeld, a sus 16 años, allá en el lejano Broadway. “La Ruby”, como la llamaba Rolando, ay, qué falta me está haciendo Rolando en estas sesiones de las últimas noches, me hacen falta sus comentarios, sus risas, su sabiduría.
Fuimos a comer al Bistro Verde. Lo que no sabía es que hoy tenían música en el salón, no afuera, en la terraza. Y el salón estaba a tope. Le dije a Diny que es lo más parecido a Madrid que he oído al norte de los Pirineos, si lo hubiese sabido no habríamos venido. De todos modos valió la pena por la pareja que nos tocó a mi izquierda, una pareja anodina y en la que él parecía un pasante en un bufete de abogado de putas pobres y ella una estrella retirada del Variedades… pero que de repente me sorprenden sirviéndose de entrada ½ docena de ostras, y para seguir dos platos de pavo al horno. Seguro que se sirvieron postre, pero ya no lo vimos, habíamos huido tan pronto dimos buena cuenta, Diny de su sopa de papa con salchicha fresca, yo de mis gambas a la parrilla con alioli. Nunca más me van a ver en el BV en una de estas ceremonias de la confusión.
En la mesa de la recepción del Maternus encontré el prospecto en technicolor de una empresa rotulada Das FriedhofsMobil, esto es, un automóvil que te recoje en tu domicilio y te lleva al cementerio donde están enterrados tus deudos, deja que deposites tus flores y reces tus oraciones y te trae de vuelta a casa, todo ello por un módico precio y en vehículos que se ven muy bien. Pensando en quien se haya percatado del negocio que había en ello, me digo para mi capote –y nunca tan bien empleada la expresión–: «Debe tratarse de alguien que encontró un nicho en el mercado».
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