Weiß/Colonia, 19.12. (1)
Le escribo a Jordi, que fue lector en Oxford, acerca de algo que he descubierto leyendo esta semana una policial inglesa ambientada allá. Gracias a ella me entero de que los oxfordianos mencionan los días no por su ubicacíón en la cronología del almanaque sino por su posición dentro del calendario lectivo: así, por ejemplo, «el martes de la primera semana del semestre». Se me ocurre que si el pueblo inglés, tan excéntrico, logró convencer al mundo de que el jerez, tan factible de homologar como el emético por antonomasia, es una bebida exquisita, ¿por qué no podría disponer de sus propios cronogramas en algunos casos como el de Oxford
Weiß/Colonia, 19.12. (2)
Y nieva y nieva y nieva. Esta Petra (así han bautizado los meteorólogos a la zona de bajas presiones que nos mantiene como rehenes) diríase una diosa griega que se nos aparece en forma de nevada, como Zeus lo hiciera alguna vez en forma de lluvia, con fines eróticos. Me pregunto cuáles serían los de Petra y, si los hay, quién será el infeliz mortal que soporte su helado abrazo.
Weiß/Colonia, 19.12. (3)
A Andrés Sánchez Robayna lo conozco desde que Felipe y yo lo incluimos en nuestra antología de literatura española contemporánea, Ein Schiff aus Wasser, de 1981. Y Andrés, un maestro del idioma, es aficionado a mi diario, y después de leer en él la anotación del pasado lunes 13 sobre la expresión en dialecto de Dalarna/Suecia que aparece en una novela policial de Aino Trosell («A ân penningär då ligg ân vär sjölvan ân vill sa öjsn då ân låg dâi dikenä»), de 58 letras, y que yo traduje del alemán en 97 («Si se tiene dinero, maldita sea, se tiende uno donde le da la gana, dijo el campesino cuando estaba tendido en su tumba»), me envía seis recreaciones de la misma:
Si eres rico, joder, logras echarte donde quieras, dijo el campesino echado en su tumba [73 letras]
Si eres rico, joder, te echas donde quieres, dijo el campesino echado en su tumba [67 letras]
Joder, un rico se echa donde quiere, dijo el campesino echado en su tumba [60 letras]
Joder, un rico se echa donde quiere, dijo el labrador echado en su tumba [59 letras]
Amén de las siguientes variantes para Cataluña y Baleares:
Joder –dijo el payés echado en su tumba–, un rico se echa donde quiere [57 letras]
Joder, un rico se echa donde quiere, dijo el payés echado en su tumba [56 letras]
Y añade el tío: «Por supuesto, me permito hacerlo gracias a mi conocimiento de ese dialecto, que hablo desde mi más tierna infancia». Si será caradura… Pero bueno, la lección me la dejó dada, gracias a que es un indudable maestro. Chapeau!
Weiß/Colonia, 19.12. (4)
Yo mismo me asombro de que esta sea mi cuarta anotación de hoy en el diario, porque me he pasado el día sumergido en un horripilante papelerío, preparando de mi declaración de ingresos para Hacienda, del año pasado, que sólo me quedan 12 días para presentarla. Estoy citado el martes con mi asesor fiscal, para armarla concienzudamente. Y lo que pasa es que tuve que hacer varias pausas, porque las cifras ya bailaban algo así como el “Mr. Beveridge’s Maggot” en mi martirizado cerebro. Y en esas pausas he descansado contestando correspondencia y entrando a dejar un par de anotaciones en este diario. La escritura como terapia contra la aritmética.
Weiß/Colonia, 20.12.
Veo por enésima vez Little Lord Fauntleroy [El pequeño Lord], es mi manera de celebrar estas fechas. Antes, cuando nuestros hijos eran pequeños, y sobre todo durante las cinco navidades (1978 a 1982) que pasamos en Sylt, la peli que señalizaba nuestro festejo era We’re No Angels [No somos ángeles]. El perverso encanto que dimana de El pequeño Lord es el de un cuento de hadas contado por Dickens: acumula toda la carga de moralina de los Märchen, y de melodrama del creador de Oliver Twist, David Copperfield y la pequeña Dorrit…, algo que podría convertir a la peli en una telenovela victoriana, pero el trabajo de todos y cada uno de los actores la salva del desastre. Viéndola esta vez me he sorprendido preguntándome si Das Leben der Anderen [La vida de los otros] sería tan buena peli sin la actuación de Martina Gedeck, Sebastian Koch, Ulrich Tukur y, más que ninguno, de Ulrich Mühe. Y me digo que, con toda certeza, no.
Weiß/Colonia, 21.12. (1)
Me aventuré a ir hasta la ciudad nevada (no sin el bastón, por orden expresa de la sargento Hansen) y estuve una hora de palique con mi asesor fiscal. A la vista del papelerío que le entregué, se limitó a constatar que en el 2009 gané mil euros más que en el 2008, lo que no presagia nada bueno: en otras palabras, allá por febrero 2011 me llegará una notificación de Hacienda en la que se me exhortará a contribuir a su voracidad implacable con un suplemento de pago. Ay… Con todo, un lindo reencuentro con mi viejo asesor Reimann, quien me comunica con alegría inocultable que el año próximo piensa hacer el Camino de Santiago… en bici. Laus Deo! ¡Qué arraigado se encuentra el masoquismo en las mentes occidentales!
Weiß/Colonia, 21.12. (2)
La camarera de La Modicana, la del culo como panza de ánfora, se ríe con la deplorable risa boba de los virtuales: jejeje, que sólo de verla escrita me produce un sarpullido de pura alergia. Carlitos comenta lapidario: «Esa risa no le hace honor a semejante culo».
Weiß/Colonia, 21.12. (3)
Pasan en la tele una que no conozco de John Wayne, Blood Alley [Callejón sangriento], con Lauren Bacall, y al buscar en lo de Miss Google alguna información sobre la peli, me entero de que la iba a protagonizar Bogey, pero que al final desistió de ello. Me bastan sus primeros 20’ para desistir también yo de verla íntegra. I’m very sorry, Betty Joan.
Weiß/Colonia, 22.12. (1)
Una policial danesa, de Sara Blædel, donde me tropiezo con Günter Wallraff. Este escritor coloniense se especializó en los que yo llamaría reportajes intravenosos: acostumbra infiltrarse con una falsa personalidad en las fortalezas de las compañías de seguros, de los consorcios alemanes, de los Bancos, para estudiar, descubrir y revelar al público sus métodos a veces muy emparentados con los de la Mafia. Y en la policial danesa, la periodista Camilla Lind se acerca al barrio de las putas de Copenhague, en busca de ambiente para uno de sus reportajes, pero cambia su minifalda ajustada y sus zapatos de tacones altos por unos vaqueros y unos tenis, «porque no se había propuesto una investigación “a lo Wallraff”». Me gustaría saber cómo dirá en el original danés, puesto que entre tanto, y partiendo del apellido de este escritor, hay varios idiomas –entre ellos el sueco– donde ya existe el verbo “wallraffear”, consagrando su método de periodismo investigativo. Después de todo, hay un precedente creativo por el mismo estilo en el idioma de los daneses: sus dos mayores derrotas navales, cuando la Marina británica les destrozó y/o capturó en 1801 y 1807 la Armada surta en el puerto de la capital, dieron origen a un verbo bélico hoy en desuso: copenhaguear. ¡Qué pena que los españoles de esa época no inventaran “bailenear”, para consagrar la primera derrota sufrida por el ejército de Napeoleón!
Weiß/Colonia, 22.12. (2)
Voy caminando (¿quién se atrevería en bici, con las calles medio intransitables por la nieve ya semifundida y el hielo en los lugares adonde no llega el tímido sol?), caminando, pues, hasta la farmacia y la oficina postal. En la farmacia, un anciano –esto es: alguien todavía más viejo que yo, y ya es decir– se obstina en pagar con la tarjeta de crédito y su código secreto, pero después que lo teclea, pulsa una tecla en falso y la operación queda invalidada; lo intenta de nuevo y teclea un número incorrecto; la manceba que lo atiende le aconseja que pague firmando en vez de con el código secreto, pero él se mantiene en sus trece y teclea de nuevo, mientras la dueña de la farmacia, Frau Hassel, con mi tarjeta de crédito en la mano, me envía con las cejas y la mirada un mensaje de paciencia y resignación, al que le respondo con mi sonrisa de convencida desesperanza acerca de la raza humana. Pero el anciano ha tecleado de nuevo en falso, y ya la manceba lo apercibe de que a la tercera vez el aparato se negará a leer la tarjeta y él tendrá que convalidarla de nuevo en el Banco, así es que finalmente el buen señor se resigna a pagar con su firma, y la manceba, Frau Hassel y un servidor respiramos con visible alivio. ¡Dioses míos todos, enviadme la pronta muerte antes de que termine despeñándome por un abismo semejante!
Weiß/Colonia, 23.12., primera hora del día
Gran peli The Madness of King George, formidable actuación la de Nigel Hawthorne (cuyo parecido con Fidel Castro cuando este interpreta su papel de Coma Andante es verdaderamente prodigioso), y todavía me pregunto cuántas reinas de Inglaterra serán las que ya cuenta Helen Mirren en su currículo. Al menos tres, amén de Titania, reina de las hadas. Estoy deseando que llegue Rolando, para ver Age of Consent, una peli suya de cuando mocita, 24 años, que ni él ni yo conocemos, yo la descubrí por casualidad y la estoy reservando para “estrenarla” juntos.
Weiß/Colonia, 23.12. (1)
En la ciudad para comer sopa de pescado con Julio y Carlitos en el Mar del Norte de la zona peatonal. Julio viene entusiasmado de su viaje al Ecuador y de la atención que se le dispensa a la música en Loja. Luego me devuelve el DVD y los libros que le tenía prestados, y me cuenta que la lectura del de Pilar Donoso le ha despertado las ganas de volver a leer a su padre, aunque recuerda que in illo tempore El obsceno pájaro de la noche se le cayó de las manos a las pocas páginas. Me lo explico porque esa novela, como Paradiso de Lezama Lima u otras por el estilo, sólo pueden gustarles a quienes no leen como lectores sino como profesionales de la literatura. Y puesto que a mí, en el fondo, la literatura me importa un reverendo carajo, excepto como ganapán, le aconsejo a Julio que no se le ocurra reincidir en El obsceno pájaro…, sino que lea El lugar sin límites, un relato de cuando Donoso todavía escribía, de antes de hacer literatura.
Weiß/Colonia, 23.12. (2)
Compré hace un par de días, en Anduronda, un paquete de media docena de tortas de aceite de Inés Rosales. Me conmueve verlas igualitas de presentación a las que tanto merendé cuando niño y de muchacho. Envueltas cada una en ese papel ¿satinado, parafinado? y transparente donde siguen estando impresas las palabras de antes y de siempre: «Las legítimas y acreditadas tortas de aceite de Inés Rosales, Calle Real 102, Castilleja de la Cuesta, Teléfono 30, Marca y distintivos registrados. Ingredientes: harina de trigo, aceite de oliva virgen (24%), azúcares, semillas y plantas aromáticas (matalahuga y ajonjolí), levadura, sal y esencia natural de anís. Peso neto 30 gr.» Y el domicilio social. Sólo de ver ese # de teléfono con nada más que dos dígitos vale por una lección de Historia. Meriendo una después de la siesta, con el café, mientras mis células grises escriben por su cuenta lo que estoy transcribiendo ahora.
Weiß/Colonia, 24.12.
La previsión meteorológica para este fin de semana es del orden de los –16°. Van a ser las navidades más frías desde hace 100 años y con más nieve desde hace 24. Ahora me gustaría ver qué coño dicen los alemanes que llevan al menos dos décadas quejándose por estas fechas de que las navidades ya no eran como antes, de que ya no había más navidades blancas. Joder, me parece que con estas se van a quedar curados de nostalgia por lo menos para un siglo. Miro por la ventana y constato que la nevada que se reanudó a las 10.05 a.m. (es entretanto la 1.50 p.m. cuando escribo estas líneas) continúa cayendo impertérrita. No es una nevada de las de grandes copos sino más bien una a lo sirimiri, a lo calabobos. O sea, todavía peor. Hija de puta.
Weiß/Colonia, 25.12. (2)
Ayer una nochebuena, tranquila, familiar, en la casa de Montse. Uno de los añosos y grandes árboles de su jardín adornado con una guirnalda de lucecitas y brillando al otro lado de la ventana del comedor, enmedio de la nieve y la nevada, que seguía. Y un fuego de leños en la chimenea. Sobre la mesa, los dos cazos con sus hornillos, para una buena fondue borgoñona; la carne, los champiñones, la ensalada, las cuatro salsas a cual más sabrosa, el pan (que comí frito todo el tiempo: pinchaba un trozo y lo sumergía en la fondue más próxima, provocando las risas de mis hijas, que se referían de joda al “gene Bada”); un Marqués del Riscal blanco para Diny, y un Viña Albali gran reserva, tinto, para Rebeca y para mí, Montse y Frank preferían su kölsch, la cerveza de Colonia, y Paul y Oskar perseveraban en la etapa prealcohólica, mientras Henri roía entusiasmado una corteza de pan. [El resto de la familia, Chico, Angie y Vincent, como todos los años pares, pasa las fiestas en el sur, en casa de los padres de Angie, adonde no había mucha seguridad de que este año pudieran ir, porque la nieve y el hielo tienen paralizado a medio país, pero les sonrió la suerte y hasta llegaron más rápido que nunca… claro, patinando, les dije yo, así lo consigue cualquiera]. Regalos no hubo. Ha sido decisión unánime de la familia, la de sólo regalar a los niños, y luego los adultos entre sí lo que quisieran. Diny quiere regalarme un celular, pero intento que le entre en la mollera que ni lo quiero ni lo necesito. Yo le regalaré a ella una compu portátil con todos los chiches (y cuya factura podré descontar además de mis ingresos a la hora de declararlos a la puta Hacienda). Ojalá Jorge Luis se la deje instalada mientras Diny se encuentra en Ámsterdam, hasta el 2 de enero.
Weiß/Colonia, 25.12. (3)
No he logrado convencer a Diny para que vayamos a Colonia a ver Nostalgia de la luz, la peli de Patricio Guzmán, que la dan en original con subtítulos en idioma aborigen, en la Filmpalette, un cine como de bolsillo, muy majo, en el barrio turco de la ciudad. Pero tiene razón: la aventura de un viaje al centro, con las calles taponadas de nieve y los buses y tranvías circulando de manera aún más caótica que de costumbre (y esta vez además con el justificante del hielo en contra), es un albur total. Nos quedamos en casa y veremos en la tele Mamma mía! Como dice Paulović, mi crítico predilecto, «Meryl Streep y sus amigas hacen que las damas de Sex and the City no parezcan sino ratones grises, […] Pierce Brosnan merece una Medalla al Valor porque, a pesar de tener –demostrablemente– un oído enfrente del otro, logra tararagruñir dos dúos, y Colin Firth consigue mantener su dignidad hasta con un collar de perro».
Y ahora, antes de cerrar este post, gracias a todos por leerme y
¡¡¡Feliz Día Internacional del Regalo!!!
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