Home Mientras tanto De mi diario : Semana 52 / 2018

De mi diario : Semana 52 / 2018

 

Weiß/Colonia, 23.12.

Leyendo mis apuntes en este diario, antes de subirlos ayer noche a Fronterad, me di cuenta de cuánto me importa el cine, y cuánto la música, y es imperdonable que casi nunca hable de ella, cuando la verdad es que escribo o bien con los auriculares encasquetados y escuchando HJCK o bien con los auriculares sin encasquetar y llegándome el sonido desde el CD–Player del living, lo que  va dependiendo del ánimo. Porque no siempre necesito Satie para levantarme el ánimo, las más de las veces son Shostakowich, o Brückner en las fabulosas versiones de Celibidache. La Leningrado es mi sinfonía favorita junto a la 7.ª de Ludwig van + la Renana, de Schumann. La Leningrado en la versión de Mariss Jansonss (mi CD con la Sinfónica de la ciudad sitiada), la 7.ª de Ludwig van en la del grande Carlos Kleiber en el Concertgebouw de Ámsterdam, y la de Schumann en no importa qué versión, aunque prefiero la de Celibidache, si bien esa música está por encima de quienes la interpreten, siempre sonará bien incluso si suena menos bien que otras veces. No sé si me explico, pero sí sé que me entiendo. Y eso es el esencial. Y al que le pique, que se arrasque, según solía decir mi abuela Remedios, magistra summa cum laude en el despiojamiento de sus nietos.

 

Weiß/Colonia, 24.12.

Samuel, uno de mis más fieles lectores, me sorprende hoy con este trino en su cuenta Twitter:

 

 

Ipso fuckto le mando un email: «Este es un regalo de Navidá que no me esperaba. Gracias. Fíjate que yo pienso que si se hiciera una lista de los 100 mejores poetas de la Historia, en ella hasta podría caber Neruda. Si la lista se redujese a 50, es posible que Borges, o Lorca, o los dos, estuviesen en ella. Pero si la lista se reduce a 10, ay amigo, ahí, de nuestro idioma, sólo entran Quevedo, Juan Ramón y César Vallejo. Y no pierdas de vista la calidad de la prosa de JRJ, él ha sido con bastante seguridad el mejor prosista del idioma entre Cervantes y Borges».

 

 

Diny se ha pasado el día cocinando y organizando la mesa del comedor para mañana. Seremos 10 personas, y yo me pregunto, viendo lo cocinado por Diny, que si además cada uno de los tres hijos aporta algo (ensalada, entrada, postres, qué sé yo) quién carajo se va a comer todo eso. Tal vez infravaloro el hecho de que, al parecer, Paul y Oskar son versiones modernas de Gargamtúa y Pantagruel, pero ni siquiera en ese caso. Veremos, decía esperanzadamente Borges. En último término se pueden llevar de vuelta a casa lo que trajeron, pasado mañana también es fiesta.

 

 

 

En 3sat La Cenerentola, una versión especialmente concebida para la tele. Y sí, es Rossini, pero le tengo aversión al tema de la Cenicienta de los cuentos de Grimm y de Perrault. Vienen a ser la Summa Theologica de la moralina. Las Cenicientas que me van a mí son Liza Doolittle y Pretty Woman. Y en cierto sentido, también, Lizzy Bennet, e hilando muy fino, la Ninotschka de Lubitsch. Las cuatro más Cenicientas que Cendrillon, Aschenputtel, Cenerentola e tutti quanti.

 

 

 

Weiß/Colonia, 25.12.

 

1:05 am : Medio dopado por los medicamentos caseros con los que combato este que me parece el peor catarro sufrido en mi vida, y antes de irme al catre, abro la bandeja de entrada de mi buzón y me encuentro un email de Susanita que, desde mi Güeno Saire querido, me dice tan sólo esto: «​Lamento mucho lo de tu amigo Osvaldo». No necesita decirme más, siete palabras bastan para sentir en carne propia este nuevo tiro que cae tan cerca. Decido continuar bebiendo whisky como anestesia, hasta perder el sentido y que sea lo que los dioses quieran. Avanti! Pero antes de regresar a Escocia por el camino más corto posible, le escribo una línea a Susanita: «¿Cómo coño es posible que se mueran los inmortales?» Me cago en Dios, el de la mayúscula.

 

 

 

Por la mañana: Haciendo un nada pequeño esfuerzo de voluntad y, sobre todo, espoleado por el deseo de no ser un aguafiestas, me levanto, desayuno, me afeito, me ducho y, de repente, siento que me siento bien. Sé (es decir, temo) que el cuerpo me va a pasar factura luego, pero también sé que a mis 79 años nada bueno se nos da de balde, a no ser el sol, cuando se anima a salir.

 

 

 

El brunch contó con la presencia de la familia en pleno a excepción de Angie y Vincent, que se fueron a festejar donde los abuelos maternos. Chico vino con su nueva llama, Pia, y esta vez la he tenido a la derecha y la puedo observar con el rabillo del ojo (yo me siento a la cabecera de la mesa); me agrada su manera de estar en la escena y seguirla e intervenir cuando piensa que debe hacerlo. En cuanto a la comida, pasó lo que yo esperaba, que Diny hizo como para un regimiento siendo así que lo previsto era la llegada de una compañía. Como Pia y Chico lo hicieron tarde y ya habíamos empezado a comer, cuando la comida termina y empieza la desbandada, aprovecho para decirle a Pia que quisiera hacerle los honores de la casa, puesto que es la primera vez que viene a ella. Queda admirada por los más de 5.000 libros, el millar largo de LPs y CDs, el millar asimismo largo de VHS y DVDs, lo cual –a decir verdad– me sorprende, porque ello me indica que Chico debe haberle hablado muy poco de mi y de nuestra casa. Cuando termina la ronda por el apartamento la cierro diciéndola que ya sabe donde tiene una nueva casa. Es como decirle que ha sido admitida en el seno de la familia. Ella lo capta en el sentido que lo digo y se despide de mí con un abrazo y un beso cariñosos.

 

 

 

Cada vez que tengo que borrar algún nombre de mis directorios, sobre todo en casos como el de Osvaldo, una amistad entrañable desde hace más de cuarenta años, siento que se me rompe algo por dentro. Entretanto mi libreta de direcciones computadorizada, donde siempre antepongo el signo al nombre del amigo fallecido, se parece cada vez más a un cementerio. Repaso atento las páginas de la libreta, aquí en la pantalla, y encuentro el signo 182 veces. Ay.

 

 

 

Weiß/Colonia, 26.12.

 

2:05 am : Acaban de pasar seguidas Un Affair to Remember [Algo para recordar en español, y en alemán El mayor amor de mi vida] y The Hundred–Foot Journey [Un viaje de diez metros en español, y en alemán Madame Mallory y el aroma del curry]. La primera no la veía desde que la estrenaron en Huelva allá por el 1958 y la recordaba entre aquellas que descalificábamos despectivamente como “de las de llorar”, pero tenía interés en volverla a ver por lo mucho que se la cita en Sleepless in Seattle, hasta el punto de que actúa como Deus ex machina del final. No me ha defraudado, y desde luego las actuaciones de Deborah Kerr y Cary Grant, ambos en la cima de sus respectivas carreras, son formidables. Y la otra peli la quería ver porque no suelo perderme ninguna de Helen Mirren, y esta me la había perdido. Me gustó por el choque del Este y el Oeste, que aquí, a diferencia de lo que profetizaba Kipling, se llegan a entender, pese al hecho de que las que se enfrentan vicariamente son dos gastronomías irreconciliables, la sofisticadísina haute cuisine francesa (¡pleonasmo, Ricardito Bada!) y la rica en especias de aromas emanados de Las mil y una noches. Pero la historia en sí, digo la que se cuenta en la peli, resulta casi ofensivamente banal por lo predecible.

 

 

 

Mientras desayuno, Diny me dice que lo padezco es una especie de gripe, llamada al parecer “gripe masculina” y lo único que se me ocurre pensar es que, si es cierto, entonces la que me tiene mártir desde hace una semana es una con un elevado porcentaje de machismo. Me la paso expectorando los bronquios, los pulmones y no sé cuántos órganos más suceptibles de volverse flema. Mare mía de mi arma, cuantísima podre es capaz de generar y almacenar el jiúman bodi.

 

 

 

En La Modicana nos encontramos con David solo, Carla avisó literalmente en el último instante que no podía venir. Es una pena, sobre todo porque la afecta un problema de salud y los riñones son una de las mayores fuentes de desdichas para la humanidad doliente. Platicando con David me dice si le puedo recomendar lecturas literarias sobre la ceguera y la sordera, y altiro le estoy recomendando tres dramas de Buero Vallejo: En la ardiente oscuridad, El concierto de san Ovidio y El sueño de la razón. Al llegar a casa para el café y el digestivo le entrego los tres volúmenes, más otro con textos sobre el teatro de Buero y las carencias de sus personajes: hay uno que requiere excepcionales dotes interpretativas de la actriz que lo asume y es la hermana voluntariamente muda de Las cartas boca abajo: la vi en su estreno en Sevilla, con Marina, Javier y don Paco, el padre de ambos, en un teatro que había en la calle Tetuán. Entretanto, en la larga sobremesa con David, llegó una llamada de mi deuda estherna, a quien, por cierto, ya que desde que leyó mi texto sobre Ovidio se refiere a Berlín como la Tracia, tengo decidido rebautizarla como Ovidia. Se ríe mucho con el nuevo apelativo. Y al rato, cuando David se va y ya debe estar llegando a la parada del bus, me acuerdo de The Light that Failed [En tinieblas], la novela de Kipling con el trágico destino del pintor que se va quedando paulatinamente ciego mientras pinta su obra maestra y queda ciego por completo una vez que la termina. Se adaptó al cine en el 39, el año en que nací, teniendo a Ronald Colman como protagonista. 

 

 

 

Weiß/Colonia, 27.12.

 

Todavía en la cama presiento que tengo fiebre y le pido a Diny que me traiga el termómetro. Para constatar que son sólo 37,6º lo que muestra el display del aparatico. No es fiebre, nada más temperatura, pero así y todo resuelvo tomar un Paracetamol sanalotodo, y cuando dos horas más tarde me levanto para desayunar, me siento bastante mejor, si bien empapado en sudor, me debo cambiar de ropa, todo. Lo ideal sería cambiar además de cuerpo, pero la ciencia no ha avanzado todavía lo suficiente para resolver problemas tan sencillos como ese.

 

 

 

Desayunando, leo en el diario la esquela de felicitación a un nonagenario, homenajeado por sus 9 hijos y respectivos cónyuges. sus 29 nietos y sus 7 bisnietos. Eso sí que es un patriarcado.

 

Comienzo la lectura de La Historia de Alemania en 100 objetos, un libro que cuenta esa historia desde las primeras jabalinas encontradas en el país y datadas entre 300.00 y 200.000 años atrás, hasta documentos de la más candente actualidad, relacionados con el fenómeno de la migración. Es lectura demorada pero que promete, según me convenció, para autorregalármelo por estas calendas, una ojeada a su índice. Capítulos dedicados al disco celeste de Nebra, el trono de Carlomagno en la catedral de Aquisgrán, el decreto de la pureza de la cerveza alemana, el yelmo protector que usaban los médicos durante una epidemia de peste, la tabaquera de Federico el Grande, la partitura original de la Novena de Beethoven, el casco de pincho del ejército prusiano, el Manifiesto Comunista, la primera patente de los motores Benz, la aspirina, la estrella de David que era obligatorio que los judíos llevaran prendida al pecho durante el apocalipsis nazi, el vagón de tren en Compiègne donde se firmaron el armisticio de 1918 y la rendición de Francia en 1940, la bandera soviética en el Reichstag, el banquillo de los acusados durante el proceso de Nuremberg, el balón del partido en el que Alemania se proclamó en 1954 por primera vez campeón del mundo de fútbol, un VolksWagen “escarabajo”, el traje del primer cosmonauta alemán, el cartel “Tu Cristo = Un judío” puesto en circulación hace poco, para enfrentar el creciente antisemitismo y así hasta llegar a cien, vaya banquete el que me espera. Ni las bodas de Camacho ni el festín de Baltasar se le comparan.

 

Weiß/Colonia, 28.12., Día de los Santos Inocentes

1:00 am : Pasaron esta noche North by Northwest [Con la muerte en los talones, ¡ay qué título el español!], más Hitchcock y más tren. La filmó después de Vértigo y antes de Psycho, y ya con esa trilogía nada más tendría asegurado un puesto en el Olimpo del cine.

 

En La Modicana, con Ulli & Carlitos amén de Diny. Ensalada polivitamínica para Ulli, lasaña para Diny, espaguettis con mantequilla y parmesano para Carlitos y yo. Y aunque visiblemente mi porción es menor que la de Carlitos, dejo un tercio sin comer y Carlitos arrambla con él. Luego, a la hora de pagar, Ulli hace cuestión de honor ser ella quien pague, y le agradecemos como está mandao. A mí me descolocan mucho esas invitaciones inesperadas, pero si me paro a pensarlo, yo mismo me la paso descolocando a los amigos, exceptuando a Carlitos, con quien es de rigor que cuando almorzamos los dos solos, uno paga esta vez y el otro la siguiente, Y aquí debo decir que Carlitos tiene la suerte de que el turno lo controlo yo y soy una persona honrada. ¡Cuántas veces no me habrá preguntado que a quién le toca pagar esa vez, sencillamente porque su despiste natural le impide recordar que fue él quien pagó la vez pasada!

 

Como tantas otras veces, he tenido que reclamar, y de nuevo lo he conseguido, que mi columna suba a la página web de EE en la fecha debida, y mucho más en este caso: se trata de un texto escrito exprofesamente (como diría el Dr. Guillermet) para esta precisa fecha.

 

Temo una recaída y Diny intenta ponerle coto desde el vamos dándome friegas de un bálsamo alcanforado, al cabo de las cuales huelo a puta fenicia. «Quedeshim Quedeshoth!», ¡ay ayayay mi Gonzalo querido, cómo acudes a la pantalla de mi memoria cada vez que escribo “fenicia»!

 

 

 

 

 

Weiß/Colonia, 29.12. 

 

Al filo de la medianoche : Operation Petticoat la llevo vista al menos ½ docena de veces, sin que deje de divertirme tanto como, y hasta quizás más que la primera vez. Pero esta noche es la primera vez que se me ocurre buscar su ficha en www.imdb para ver cómo se tituló en España. Y me quedo turulato. ¡La titularon Operación Pacífico! Cuando salgo de mi estupor pienso que se estrenó en España en 1960 y a los pudibundos señores de la censura les debió parecer poco menos si no directamente escandaloso el título Operación Enaguas, que hasta podría sugerir un contenido algo así como sicalíptico, adjetivo tan usado entonces. Sea como fuere, creo que es en esta peli donde Blake Edwards empieza ya a contar con el estilo y la sintaxis que acabarán cuajando en obras maestras del calibre de La pantera rosa, The Party y Victor Victoria.

 

 

 

Cuando Babette me escribió hace un mes que del 26 al 30 estaría en Colonia y le hacía ilusión reencontrarnos, de manera espontánea, y hasta sin consultárselo a Diny, la invité a almorzar con nosotros, hoy, en el Bistro Verde de Rodenkirchen. Luego se añadió Katya, en cuya casa está pernoctando Babette. La hermana recién divorciada donde la hermana casi recién casada. A las que rebauticé como Jeannette y Saskia en mi cuento “El nudo Windsor”. Pero sea como fuere, las tres –Diny, Babette y Katya– se han reunido para almorzar sin mi. No fui, me siento tan mal después de una noche toledana de tosedera sin pausa, que no quiero arriesgar una nueva salida a la calle, como el miércoles y ayer. Y pienso que llevo expectorado tanto en estos últimos diez días, que hasta es posible que me haya quedado sin bronquios. ¡Y quién sabe qué cosas más! Soy un auténtico saco de miserias. Lo mío se está convirtiendo en una supervivencia superflua, y es eso lo que más me enferma, que no siendo ya sino poco menos que un estorbo, puro pecio del naufragio de la vida, sin embargo tenga que sufrir tanto este cuerpo («medulas que han gloriosamente ardido»). ¿A qué viene este castigo? ¿Qué dios hijueputa me hace purgar qué?

 

 

 

*****************THE END*****************

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