Rodenkirchen, 24.12., Nochebuena
Cenamos en el chino. Diny pidió la sopa pekinesa, un plato de carne de res con brotes de soja (del que dejó la mitad porque en verdad en verdad os digo que se trataba de una ración pantagruélica) y una copa de helado que merecía la paleta de un Monet. Yo reincidí en la sopa tailandesa de marisco, que a pesar de que la camarera me aseguró que no vendría tan picante como la vez anterior volvió a arrancarme unas lágrimas del tamaño de unos mejillones, y la logré controlar a base de buches de Chardonnay; rematé la cena con mis King Prawns rebozadas. Me entretuve pensando que es la primera vez en mi vida que no paso esta fecha con mi familia o con amistades. En el 63 la pasé en Bad Kripp con los Schmickler, en el 64 vine a Bad Kripp ex profeso desde Berlín para pasarla con ellos; y en el 1966 y en el 2001, en Buenos Aires, con la familia Durrieu. Y de pronto recordé que la de 1969 la pasé con Graciela y César en París, ¿o fue la entrada de 1970? Más bien creo que fue eso, la Nochevieja, que comimos con Renée y Asdrúbal en un griego enfrente del teatrito donde se representaba (no sé si todavía se sigue representando) La cantante calva, de Ionescu, en la peatonal Rue de la Huchette. O tempora, o Mariano Mores!
Rodenkirchen, 25.12., primer día festivo de la Navidad
Estuve viendo anoche dos pelis que no conocía. Primero Insider Can’t Take Money [Todo por el hijo, en alguna parte vi traducido así el título], de 1937, con Barbara Stanwyck y Joel McCrea, una estupenda pareja: lo de Todo por el hijo en vez de Todo por la hija no me extraña porque vi la versión subtitulada y los subtítulos eran como para ser denunciados al juzgado de guardia por atentado a mano armada contra una víctima indefensa. De segunda vi Johnny Apollo, con una Dorothy Lamour con su cara de caballo flipado y un Tyrone Power joven y más guapo imposible, es decir, una pareja de esas que no pegan ni con cola, no sé a quién echarle la culpa de un casting tan desastroso. O sea, que la noche de anoche fue una de cal y otra de arena.
Vino Rebeca y nos trajo regalos. Para Diny una baraja de cartas cuadrangulares con viejas fotos de nuestras dos familias, formateadas para que Diny pueda jugar Memory con ellas: Miss Hortensia Google me desasna en la materia diciéndome que el nombre español del juego es Memorama. Y mi regalo es una taza para el café, ilustrada con la familia Simpson vistiendo la camiseta del Recre, y en el fondo uno de ellos mostrando en alto la bufanda del Decano: adoro este regalo, y adoro a Rebeca por la riqueza de su imaginación y el amor que nos demuestra de manera palpable con estos dos regalos.
Fuimos a almorzar al Steep’s, que estaba hoy de bote en bote, menos mal que una mesa seguía libre y, sobre todo, menos mal que estaba Tom, él y Rebeca se tratan como viejos amigos. Diny pidió escalope de ternera a la vienesa, con pommes, y Rebeca y yo enrollado de carne de res, con puré de papa y cebolla caramelizada: Rebeca es una excelente cocinera de este plato, y comió el suyo con tal apetito que no necesitó encomiármelo. No quisieron postre y se fueron mientras yo me quedé un rato más, con mi Grauburgunder a medio beber, y no me gusta hacerlo ni de prisa ni sorbiendo con una caña. Cuando llegué a nuestro apartamento, las dos estaban jugando Memorama con el regalo de Rebeca y yo me tendí en la cama, cerré los ojos y los abrí dos horas más tarde, Rebeca ya se había ido, la llamé para disculparme, pero ella misma ya se había dado cuenta del déficit de sueño que arrastro y nos despedimos hasta el sábado, que quiere venir a pasarlo con nosotros y almorzar en el Bistro Verde.
Escribí mi Carta desde Alemania para el 7.1. en LJS, y se la dediqué al dizque relicario de los dizque Reyes Magos en la catedral de acá. Creo que me quedó poco menos que bordada, sobre todo por el remate final con una cita de Jardiel. Estoy segurísimo de que nadie se la espera. Y ya escucho sus carcajadas.
Rodenkirchen, 26.12., segundo día festivo de la Navidad
Vino Chico, quien se lleva a Diny a almorzar en alguno de los italianos de la zona, Rebeca opina que Diny necesita comer pasta, casi no lo hace cuando la llevo a almorzar, porque es raro que vayamos a un italiano: al Palladio le tengo echadas la cruz y la raya, en el Galestro no hay carta de restaurante, solo platos pequeños para picar, y en Linos Weinbar me echan atrás los precios y también la clientela, gente con la nariz apuntando al cielo: amén dello, los camareros son de un gritón que hacen buenos los prejuicios contra los italianos. Hay otros dos o tres italianos más en Rodenkirchen, pero aún no los he catado.
Llego a La Modicana a las 12:10’, como habíamos quedado el martes anterior, para almorzar con Gabi & Carlo, pero apenas me ve entrar, sale a recibirme la signora, me agarra por el codo y murmurando algo incomprensible me lleva de manera irresistible a una mesa cerca de la puerta de la calle, y con la chimenea entre esa mesa y aquella para sólo dos personas a la que alcancé entrever que se sentaban Gabi & Carlo, pero ahora, con la chimenea de por medio se ha creado un vacío visual mutuo. La signora me susurra que no se desea mi compañía en aquella mesa que, de todos modos, sólo brinda espacio para dos. Me deja confundido y apenado, no entiendo a qué se debe ese rechazo tan evidente. Y me pesa en uno de los dos bolsillos internos de la cazadora el regalo que traía para Cabi & Carlo. ¡Y pensar que estuve tentado de no acudir a esta cita para acompañar a Diny en su almuerzo con Chico! Deseché la idea porque no soy amigo de cancelar citas en el último momento y porque sé que Diny & Chico se alegran de estar juntos, sin necesitar mi presencia. Como mi sopa de pescado, pago y me voy sin mirar hacia el fondo de la sala, tengo la puerta de la calle a cuatro pasos de mi mesa. Elijo la parada del bus en la Plaza del Mercado porque si Gabi & Carlo tienen su auto aparcado en ella no van a poder verme sentado en el banco de la parada, la mampara hacia la Calle Mayor me oculta a quienes vengan por ella, por ejemplo desde La Modicana. 15’ más tarde me bajo del bus en la Maternuplatz del centro de Rodenkirchen, porque sospecho que Diny & Chico estarán en el Palladio, una sospecha que acierta, y regresamos los tres andando despacito al Maternus. Los dos se ponen a jugar con el Memorama que Rebeca le regaló a Diny. Cuando se fue Chico y Diny se echó a dormir una siestecita, llamé a Ulli y le expliqué con pelos y señales el incidente del almuerzo frustrado en La Modicana, y tampoco ella sale de su asombro, es una inconducta que no encaja con la imagen que los dos conocemos de esa pareja. Misterio, pues. Pero el próximo martes no pienso saludarles a menos que me den una explicación convincente.
Rodenkirchen, 27.12., 100 años de la muerte del constructor de la Torre Eiffel
Vi anoche dos pelis. Una fue The Strange Woman [La extraña mujer], de 1946, con Hedy Lamarr. La vi por ella, pero no se cuenta entre lo mejor que filmó, y me hace gracia una pifia que registra su ficha en www.imdb.com: «No se nos explica cómo el personaje de Hedy Lamarr, una joven que creció en Bangor, Maine, en el siglo XIX, adquirió ese acento austríaco». Su puntuación, 6,5, me parece excesiva, mucha manga ancha. Luego vi The Bigamist [El bígamo], de 1953 y dirigida por una pionera en el oficio, la estupenda actriz inglesa Ida Lupino. Este es ya otro cantar, y la puntuación, 6,8, no le hace honor a la peli, con actuaciones memorables de la propia IL, amén de Joan Fontaine, Edmond O’Brien y Edmund Gwenn (fabuloso en su papel de controlador de la adopción de niños). Eso para no hablar del tema con el que se atrevió la pionera, casi un tabú en un país medalla de oro de la doble moral. Ni tampoco del final abierto, de una grandísima valentía, dejando que sea el público quien resuelva por su cuenta el dilema. La veré de nuevo esta noche, en especial por el guion y ese póker de ases de los cuatro actores principales.
Me levanté a las 7:15 am con una depresión matutina de órdago a la grande (pleonasmo detectado al repasar el texto: a las 7:15 am no puede ser vespertina). Me aseé, hice mi desayuno y Diny me mandó a la cama dándose cuenta del estado en que me encontraba. Me levanté a la hora canónica coloniense por excelencia, las 11:11, ya bastante aliviado de la depresión y nos fuimos a almorzar al Steep’s. Al vernos entrar, el camarero con quien me cabreé la semana pasada me saludó sonriendo y me dijo: «Pensé que no volvería nunca más por aquí». Cuando nos sentamos a “nuestra” mesa y nos trajo las bebidas sin que se las encargásemos, le dije en el mejor espíritu de concordia: «Lo de la semana pasada, borrón y cuenta nueva». Y él me alargó la mano, se la estreché y dimos por «terminado el incidente / de manera conveniente», como se dice al final de La del manojo de rosas. Diny encargó el menú del día (sopa de tomate y albóndigas caseras con papas asadas, que aquí las saben hacer como nos gustan) y yo mi salchicha al curry con pommes frites, que aquí las hacen pues como en Bélgica, es decir, bien.
En el Steep’s me fijé en el frasco de la pimienta negra, con fecha de caducidad el 7.12.2027. Reflexioné que una seña de identidad del homo sapiens es que no venimos al mundo con la fecha de caducidad tatuada en algún lugar del cuerpo, y eso me llevó a pensar que Rebeca se autorregaló para estas fechas un tatuaje muy decente y minimalístico en el antebrazo izquierdo, lo más cercano al corazón, con las fechas 1997, 1998, 2003 y 2010, los años en que nacieron sus sobrinos, a quienes quiere como una segunda madre, y ellos le corresponden pagándoselo con amor de hijos. Las fechas van enlazadas por el vuelo de un avión rizando el rizo, que testimonia cómo es que de joven su vocación era la de azafata aérea. La heredó de mi suegra, que cuando volamos a España en septiembre de 1972, para la boda de la Nena, al hacer transbordo en Barajas espontáneamente me dijo: «Ricardo, si vuelvo a nacer, seré azafata». Mi suegro, por el contrario, se pasó el vuelo rezando el rosario que desgranaba en su mano derecha, mientras con la izquierda se aferraba como un náufrago al brazo de su asiento.
Rodenkirchen, 28.12., la Degollación de los Santos Inocentes
Anoche, viendo El bígamo, anoté una frase del chófer del bus que recorre con turistas Beverly Hills, el barrio de Los Ángeles donde viven las estrellas, y hay un momento en el que dice que aquella a la derecha es «la casa de la maravillosa actriz Barbara Stanwyck».
En mi cuento “La mujer de tierra adentro“ recordé una historia familiar: «La noche de autos yo […] estaba llamando por teléfono a mi hermano porque era el 28 de diciembre y mi hermano cumplía años y aunque nuestro padre había muerto se tenían que seguir cumpliendo los ritos y uno de los ritos era decir «Mira tú qué inocente salió éste» o «Mira la inocentada que le gastó la cigüeña a tu pobre madre»».
Consulté a 35 de mis amistades, de quienes me consta que dominan el inglés: «Con seguridad, ustedes saben lo que dice Barbara Stanwyck al final de la peli Ball Of Fire, cuyo enlace es este. Adelanten con el cursor hasta 1h 49′ 52″ y escuchen lo que ella dice (y yo traduzco): “Acuérdate, Pottsy, «nada de mujeres a bordo», y ahora, cuando puedes elegir una mujer, vas y eliges a una […] como yo». Creo que dice algo así como ««dirty […]» pero no estoy seguro ni siquiera de ese adjetivo». La única en contestarme, por ahora, es mi querida Carmen Boullosa, citándome de un artículo del NYT: «El uso moderno en argot de dizzy para significar tonto a vuelapluma («dizzy dame») recupera el significado estándar original de la palabra: una versión sajona occidental del siglo IX de Mateo XXV, 1-3. dice de las 10 vírgenes que salieron al encuentro del novio: que cinco de ellas estaban mareadas… y tomaron lámparas, pero no llevaron aceite consigo»». Le respondo: «No tengo el oído especialmente ejercitado en la audición del idioma inglés, pero lo que me dices suena plausible. El problema que se presenta ahora es cómo traducir «dizzy dame». En la traducción protestante de la Biblia, a las vírgenes descuidadas se las llama «insensatas». En la católica «necias». En la versión subtitulada de la peli «tía tonta», y en la doblada «granuja». (O al revés, ahora no lo recuerdo bien). Veremos, como dijo Homero plagiando a Borges».
Almorzamos en el Bistro Verde con Sirio e intercambiamos regalos. Le entregué un ejemplar de la traducción alemana de Niebla, la novela de Unamuno, y él me entregó una botella del mejor Valpolicella, un Amarone del 2015. Al final, ya de sobremesa, noté que una mujer muy pequeña (tanto que la tomé por un niño) se desmayó en una mesa cerca de los servicios, y cuando Sirio regresó de ellos le dije que le había escuchado a quienes estaban con aquella mujer la palabra “ambulancia”, así es que Sirio acudió a preguntar en qué podía ayudarles, y al parecer la van a llevar a su consultorio. De vivir el teniente general Baden Powell y ser yo un boy scout, estoy seguro de que me habría mencionado en la orden del día. Por cierto, Heather Grace, la primera de las dos hijas que tuvo el teniente general, nació un 10 de junio, como yo. A lo mejor es por eso que Álvaro me llamaba Baden Powell, chi lo sa!
Rodenkirchen, 29.12.
Estuve viendo anoche Scarlet Street [título que no sé qué mente perversa tradujo en España como Perversidad], de 1945, dirigida por Fritz Lang un año después de La mujer del cuadro, con Joan Bennett, Edward G. Robinson y Dan Duryea, un trío imbatible para sus respectivos papeles. Pero no alcanza la profundidad de su predecesora, aunque creo que el 7,7 que le anota www.imbd.com tiene más que ver con el nombre de Fritz Lang que con el valor del film.
Carmen me sugiere, para traducir “dizzy dame”, en primer lugar “cabeza de chorlito”, aunque prefiere un título de Lope: “dama boba”. Costanza [sic], en cambio, desde Boston, confirma lo de “·dizzy dame” pero lo que me sugiere es algo así como “chica despistada” o “alocada”. Yo, luego de pensármelo mucho, prefiero “tarambana”. “Cabeza de chorlito” son siete sílabas, casi el doble del original. Una “dama boba” está lastrada de literatura –y de la mejor–, aparte de que en realidad Finea no es boba, sino que se hace la panoli (¿se seguirá usando “panoli” en el habla de hoy en España?) Si me inclino por “tarambana” es por incluir una nota de vida sesgada. Incluso en el aspecto sexual: el personaje que interpreta BD era la «novia» de un capo de la mafia en Nueva York. Añado acá que Costanza me cuenta que su padre escribió en Buenos Aires un libro que se titula también La generación del 39, como el mío, pero naturalmente se trata de otra generación, la de un tal Borges y a la oriyyya del Río de la Plata, no la del Odiel, ¡qué’speranza, che!
Almorzamos en el chino, Diny una pechuga de pollo al curry, que le recomendé y le gustó mucho, y yo mi menú 19 del mediodía (sopa pekinesa y pescaíto frito à la manera de “En la Esquinita te espero”). Decido in petto que nuestro primer almuerzo del 2024 vamos a hacerlo también aquí, siempre en el buen supuesto de que abran, creo y espero que sí.
Rodenkirchen, 30.12.
Como todos los años, excepto el anterior, aunque no estoy seguro (tendría que consultar mi Diario de la Desgracia, que sigue manuscrito y me da pereza volver a sus páginas), he estado viendo en la pantalla de esta compu El pequeño Lord, la versión de 1980, una de las tres pelis canónicas en los días postreros del año, en la TV alemana; las otras son ¡Qué bello es vivir!, el único film de Capra que no me gusta por lo que peca de empalagoso y lacrimógeno (o así me lo parece a mí), y Dinner for One, que todos los diciembres consigue la proeza de hacerme reír como si la viese por primera vez, y eso sin casi saber inglés, lo que en este caso para nada se necesita. Ya veremos mañana, porque más que navideña es añovejestoria.
Almorzamos en el Bistro Verde con Rebeca, que llegó retrasada (porque estuvo visitando a Montse, quien sigue recuperándose de sus males) y luego se fue con Diny de compras, mientras yo me quedé saboreando una copa de Lugana para despedirme del BV hasta el año que viene, que es bisiesto.
Una cosa que me sorprendió mucho en mis primeros tiempos en Alemania es que siempre me preguntasen por la fecha de mi nacimiento. Un amorío que tuve allá por 1965, y al que debo el conocimiento de la obra de Gottfried Benn, me lo explicó. Es muy raro que en un consultorio médico, p.ej., cuya clientela de ambos sexos llegue a los 500 pacientes, haya coincidencia de fecha natal y sexo en más de dos personas. Ignoro si la explicación es la correcta, pero pienso que en mi directorio tengo consignadas 1.124 amistades y conocimientos, y que yo sepa, sólo una de esas 1.124 personas nació un 29 de febrero, en el 2024 voy a tener la ocasión de volver a felicitar, al cabo de cuatro años, a mi querido rusito, como llamamos cariñosamente sus amistades al gran Daniel Mordzinski.
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E imagen en la taza para el café que me regaló Rebeca: