Weiß/Colonia, 30.1., primeras horas de la noche
Concluyo la reseña del libro de Ingrid Betancourt: tengo la convicción, tal vez errónea, de que alguien (yo) se enfrentó al fin con este libro como tal, sin olvidarse de quien lo escribió pero sin olvidar tampoco que eso, a la postre, para quien no es familia del autor, si es que no el autor mismo, resulta totalmente irrelevante.
Weiß/Colonia, 30.1. (1)
Una nueva amistad que hago en la red, y exulta al enterarse de que en cierta ocasión fui huésped de mi amigo IBG: «¿Huésped de IBG? ¿Acaso leíste bien mi blog? ¡Es el amor de mi vida!» Le contesto enseguida: «Te felicito por la buenísima compañía en que te encuentras: debes de ser la ya–no–sé–más–cuánto–gésima mujer que conozco y para quien IBG es el amor de su vida».
Weiß/Colonia, 30.1. (2)
Hay dos Bettys irrenunciables: Betty la fea, pero en la versión de Tita Merello, y luego está Betty Blue, que en la Argentina estrenaron con el título El encanto de una mujer. Que es algo así como si a Don Quijote, al traducirlo al inglés, lo titularan The Folly of a Man. Esta noche, dentro de una serie dedicada al “amour fou”, pasarán Betty Blue en el canal 3sat, pero la versión de dos horas, la comercial, no el Director’s Cut. Este es un DVD cuya compra siempre se me olvida cuando voy a Saturn. Tendrá que ser la próxima vez. Es una serie muy interesante ésta de 3sat, donde ya han pasado hace cinco días, cómo no, la chilena En la cama, y está prevista para el jueves Coco Chanel e Igor Strawinsky. Para el viernes Lady Chatterley, que es una peli admirable, pero a mi juicio no de “amour fou”. El suyo no es un amor loco, por todos los dioses, no. Antes al contrario, uno de los más cuerdos y sensatos.
Weiß/Colonia, 31.1.
Las campanas de los críticos literarios alemanes se han puesto a repicar de contento por el nuevo libro de Hans Magnus Enzensberger, Meine Lieblings-Flops, gefolgt von einem Ideen-Magazin [Mis fracasos favoritos, seguidos de una revista de ideas], y no hablan sino que babean del puro entusiasmo ante el hecho de que uno de sus autores predilectos ha descubierto una mina inédita, ha inventado un quasi género nuevo. Yo me sonrío ante la evidente falta de información acerca de un libro de Raúl Guerra Garrido, Mis más bellas derrotas (Libertarias, Madrid 1994), anterior más de quince años al de Enzensberger. Es como aquello que creo recordar que dijo Unamuno –no logro encontrar la cita exacta– acerca de no me acuerdo cuál dramaturgo contemporáneo suyo, español: que era tan bueno como Hauptmann, pero que Hauptmann tenía detrás el apoyo de los cañones del Káiser. Por cierto que buscando la cita exacta, que no pude hallar, hallé esta: «Es mucho mejor pasarse la vida autobiografiándose que no pasarla murmurando del prójimo».
Weiß/Colonia, 1°.2., primeras horas del día
Acabo de ver en la tele un reportaje sobre la curiosa herencia dejada por Jeannine Vormant, en Dieppe, Francia. Una anciana sin familiares y que legó todos sus ahorros, unos 280.000 euros, a quienes se habían portado amablemente con ella: los conductores de autobús que la admitían fuera de la parada, los carteros, la vendedora de la carnicería, etc., hasta completar un grupo de más de 200 personas, cada una de cuales ha recibido un cheque por 1.200 euros. Para quien esta herencia no fue un regalo caído del cielo es para el notario y albacea del testamento, a quien le costó casi dos años encontrar a todos los derechohabientes del mismo. ¡Y pensar que al entierro de la vieja dama sólo acudió menos de una docena de conocidos suyos!
Weiß/Colonia, 1°.2. (1)
Béa, mi queridísima Béa, que es un amor de persona, y es tan inobjetable y tan poco dada a caer en estas trampas, me mandó hoy una circular con el ruego de difundirla, y en ella se pedía con carácter urgente un donante de sangre con un determinado factor Rhesus que es muy raro. Fue porque me lo mandó Béa, por eso lo difundí. Pero resulta que es uno de los llamados Hoax, que se inventan los hijueputas que no tienen nada mejor que hacer, en vez de serrucharse los huevos con un cortauñas mohoso. La remilputa que los remilparió a todos. Y aunque me digo que otra vez no seré tan cándido, la putada es que cuando se trate de un llamamiento auténtico, como buenos gatos escaldados huiremos del mismo. Yo diría que, en esa tesitura, casi más vale pecar de cándido que de falta de solidaridad por omisión. Pero es un tema que nos llevaría muy lejos. Y los hijueputas hoaxeros cuentan con ello, con la debilidad de nuestros buenos corazones.
Weiß/Colonia, 1°.2. (2)
Una de las leyes no escritas de la composición de limericks es que la última palabra del primer verso debe de ser un topónimo, y cuanto más difícil de rimar sea, más meritorio el limerick. Así las cosas, y en este torneo que emprendimos Pereque, Héctor y yo, los limericks de los pueblos Carolina del Príncipe, Puerto Triunfo, Cáceres, San Pedro de los Milagros, Santa Bárbara y, sobre todo, Támesis, han sido desafíos como los de los alpinistas que se atreven con las cumbres por encima de los 8.000 m. Inesperadamente, Cortázar vino en mi ayuda en el de Támesis:
En gíglico hablaré del gunfio Támesis
donde Eva a Adán surbía en plena mámesis
mientras se extrajunaban,
y cuando intrayuxtaban,
garchía sobrehumítica su clámesis.
Weiß/Colonia, 2.2. (1)
He hecho un descubrimiento que sacudirá en sus raíces la hermenéutica veterotestamentaria. Diny fue, en una reencarnación anterior, la esposa de Jacob. Ello explica sin género de dudas por qué el bueno de Esaú le vendió a su hermano la primogenitura a cambio de un guisado de lentejas. ¡Eran tan exquisitas como las que Diny ha cocinado hoy! ¡Se delató sin querer! ¡Si seré imbécil! ¡tenía que haberlo adivinado cuando se empeñó en que nuestra hija se llamase Rebeca! Bueno, esto es pura mamadera de gallo. Yo no sé si Lea, la mujer de Jacob, se llevaba bien con su suegra; el Viejo Testamento, tan gárrulo en otros chismes, es bien parco en este terreno.
Weiß/Colonia, 2.2. (2)
Pasan en el canal Arte el tercero y ultimo trecho de un extraordinario reportaje sobre el conjunto ambiental del Amazonas, y el peligro de la deforestación salvaje para las especies animales, con los ejemplos tan bien escogidos del águila arpía (en el aire), el jaguar (en la tierra) y el manatí amazónico (en el agua). Y me sorprende una vez más la majestad del mayor pez de agua dulce del mundo, el piranambú, cuya pesca regulada y consensuada por pescadores y ecologistas, ha asegurado la continuidad de la especie. Me pregunto si los depredadores de maderas preciosas y los pirómanos al servicio de los intereses ganaderos no aprenderán nunca que sus prácticas no son otra cosa sino algo así como serruchar la rama del árbol donde se sientan. Y que lo malo no es eso, sino que en esa misma rama estamos sentados, además, todos los demás. Hijueputas.
Weiß/Colonia, 3.2., primeras horas del día
Los telediarios son una fuente inagotable de diversión. En el que recién he visto, en la primera cadena de derecho público (ARD), el comentarista del tema del día ha dicho que Mubarak es un viejo déspota que no entiende los signos de los tiempos, que debe de abandonar el poder no en septiembre, ni el viernes (=mañana) «sondern jetzt! [¡sino ahora!]», y se oye casi como una orden, “No joda más, Herr Mubarak, la TV alemana le dice que se vaya, así es que ¡váyase!”. Me recuerda un poco lo de aquel legendario comentarista de Radio Nacional de España en una provincia de la que entonces se llamaba Castilla la Vieja, y que alcanzó renombre, en la época más dura del franquismo, por frases como «Esta es la tercera y última vez que le advierto al señor Molotov [el canciller de Stalin]»… frases que hoy, no sé, casi me podrían parecer una especie de humorística
–e involuntaria– depreciación del dogma de la ultraseriedad fascista.
Weiß/Colonia, 4.2., primeras horas de la noche
No debí volver a ver Garage Olimpo. Si ahora mismo, por una varita mágica, me fuera dado el poder para ello, todos los torturadores de las dictaduras argentina, chilena, uruguaya, estarían a bordo de un avión desde donde los botaría –pero sin drogarlos antes– al mar. Lo jodido del caso es que se necesitaría toda una escuadrilla, y no sé si los Países Bajos volverían a cerrar los ojos ante el hecho de que esos aviones eran de fabricación neerlandesa. Uno, pase. Pero una escuadrilla… Y me detengo a reflexionar sobre el animal que me habita. Soy un convencido abolicionista irrestricto de la pena de muerte, pero de un modo irracional y que no sé controlar, sería capaz de retorcerle con mis propias manos el pescuezo a un Videla, a un Pinochet, sin sentir ni una sola pizca de remordimiento. No soy, pues, tan abolicionista como me creo. Es un puro autoengaño que se desguaza por sí solo en presencia de lo monstruoso. Sólo que monstruo por monstruo, me siento moralmente más tranquilo con mi propio frankenstein interior.
Weiß/Colonia, 4.2. (1)
FB recibió ya, anoche mismo, la anotación anterior. Al levantarme encuentro un mail suyo en mi estafeta: «NO PUDE ver Garage Olimpo. Estoy como los gauchos de principios del siglo XX cuando iban a ver el teatro popular y en el medio de la función subían al escenario para batirse con el «malo». Quiero decir que ya no puedo diferenciar realidad de ficción. Y cuando B** [su hija] quiso ver la peli conmigo me desarmé. No pude. Ya no puedo. Estoy “fallada”, como dice uno de los personajes de Nostalgia de la luz. Me saco el sombrero por Marco Bechis, que pudo elaborar así su propio horror». Y me escribe TT desde Buenos Aires para decirme que también ella conoce ese mismo monstruo interior que a veces descubro en mí; me cuenta el caso de su empleada doméstica, a la que violaron en un descampado cuando todavía amamantaba a una beba de tres meses, y de cómo sintió impulsos homicidas en ese momento. [Le escribo a TT pidiéndole permiso para citar esa experiencia y me contesta: «Me gustaría que agregaras que también me adhiero a tus deseos de tirar al río a esos genocidas sin anestesia; no se trata de dar rienda suelta al monstruo interno solamente cuando se trata de seres queridos. Estoy sufriendo por los egipcios de la plaza, por los presos de Guantánamo, por los mapuches desterrados, y por tantos otros»]. Transcribiendo todo lo anterior pienso que sería muy fácil salirse por la tangente y constatar cínicamente que tenemos el mundo que nos merecemos, pero no quiero salirme por la tangente, quiero seguir dentro del círculo, por más dantesco que sea.
Weiß/Colonia, 4.2. (2)
El miércoles, en la sección semanal dedicada a los viajes, el diario traía un reportaje acerca de los “lugares de Wallander”, que también son ya objeto de peregrinaje, igual que el 36 Quai des Orfèvres en París o el 221B de Baker Street en Londres. Como esta noche pasan un nuevo episodio de la saga Wallander, con Kenneth Branagh, me interesó leer el estado de la promoción turística en torno al estoico comisario, y me hizo mucha gracia el final: el reportero encuentra delante de una pizzería un radiopatrulla de la policía y les pregunta a los agentes si hay alguna novedad digna de mención. «Muy poca cosa, un accidente de tráfico, una pelea en el puerto». ¿Ningún asesinato?» «El último asesinato en Ystad fue hace veinte años». Ay, Wallander, Wallander, ¿de qué y de cuándo entonces tanto crimen resuelto por sumercé en ese tiempo?
Weiß/Colonia, 4.2. (3)
Hoy unas rachas de un viento jodido, cortante como un cuchillo. Antier, nevó. Tres día antes Diny trajo a casa el primer ramo de flores del año, unas amarilis todavía cerradas como un puño de la Pachamama simulando un truco de prestidigitación: nada por aquí, nada por allá… pero ahora me abro y enseguida van a ver qué linda soy… Y ahí están en un florero sobre el secretaire eduardiano de Diny, casi como un fragante desafío a la estrafalaria meteorología del exterior.
Weiß/Colonia, 5.2. (1)
Los jueces han condenado por el delito de terrorismo al somalí que penetró con un hacha en la mano en la casa de Westergaard, el humorista danés cuyas caricaturas de Mahoma despertaron la ira de los ayatolas y de los creyentes. (Sutil distinción ésta que hago, porque a mí me parece que en el Islam tiene que pasar lo mismo que en el catolicismo, que al menos a partir del nivel cardenal, y ni qué decir si llegas a sumo pontífice, ya no se puede ser creyente en los dogmas). Los jueces han aceptado, pues, la argumentación del fiscal, en el sentido de que no se trata tan sólo de un delito de homicidio fallido, sino un acto de terrorismo, porque en el momento de ser atacado Kurt Westergaard no era simplemente el ciudadano de ese nombre: además, encarnaba como símbolo a la libertad de expresión, y por consecuencia a las libertades ciudadanas. Bravo por los jueces daneses, que hablan un lenguaje tan claro. A ver si lo entienden aquellos cobardes cernícalos en España, que se cagan las patas abajo porque un maestro menciona el jamón en una escuela donde hay niños de religión musulmana, y sus padres protestan.
Weiß/Colonia, 5.2. (2)
Estuve en Saturn para tratar de comprar el DVD de Betty Blue, pero está agotado, y además la edición que había no era la del Director’s Cut. Paciencia. Compré a cambio un CD de la Palast Orchester, con Max Raabe. Me encanta esa música pícara, doblesentidista (¡qué neologismo, madre mía!), de las canciones de los años 20, cuplés las llaman en España: «¿Sabe qué puede hacer? [Pausa cargada de intención] Venga a verme a las 8. ¿Y sabe para qué? [Nueva pausa cargada de intención] Para un té con bizcocho». De los españoles de aquella época uno de los que más me gustan es con letra y música de Álvaro Retana, donde se cuenta la historia de la invasión de Polonia por los bolcheviques y el miedo de una hermosa y joven aristócrata polaca a que los revolucionarios la violen. Pero los bolcheviques se instalan en el palacio de su padre, y el altivo jefe se marcha sin tocarla, así es que la joven noble le reza, “colmada de pena”, a la santa a quien se canta en estos casos:
Santa Rita, Santa Rita,
lo que se da no se quita.
Si un bolchevique has mandado
¿para qué me lo has quitado?
Santa Rita, Santa Rita,
te lo pido por favor:
haz que vuelva un bolchevique,
y si vienen tres, mejor.
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