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Mientras tantoDe mi Diario : Semana 6 / 2010

De mi Diario : Semana 6 / 2010


Weiß/Colonia, 7.2., día de san Ricardo, rey

«Hoy es mi santo», como decía yo de chico, cuando no se felicitaban los cumpleaños sino las onomásticas, y recuerdo aún que lo decía a ver si alguien de la familia me regalaba algo, como sabía que sí sucedía en otras casas. Pero en la nuestra el regalo era la mera supervivencia, cosa que yo no sabía entonces, claro está. Y hoy, después de más de un medio siglo más bien largo, entre los regalos sin que lo sepa el regalante, este mail de Jesús, desde Madrid:

«Me produce mala conciencia leer tu diario, porque siempre me pregunto ¿de dónde saca tiempo este cabrón para estar en el médico, darse comilonas, atender a nietos, escribir diarios y fandangos, mantener correspondencia con medio mundo y ver largos programas de televisión? Por añadidura, de cuando en cuando estás agotado y te pasas la tarde durmiendo ¡faltaría más!»

Koshina envidia la de Jesús, pero se la perdono, es uno de mis más fieles y serios lectores.

 

Weiß/Colonia, 7.2. (2)

Busco un dato que me sugiere la lectura de un mail de Ibsen [¡Ibsen Martínez, of course, no soy de los que comunican con los espíritus!] y descubro durante mi averiguación la lista de los cien libros que debemos leer antes de morir. La repaso y se me hace que las intenciones de esta lista son –a todas luces– lectoricidas. Y eso que todavía no está completa, va recién por el # 69 (¡que no es el Kamasutra!según hubiera podido esperarse).

 

Weiß/Colonia, 8.2.

Maniático como soy de la doble lectura (la buena escuela del New Yorker) le mandé un mail a Carlitos –que es coloniense ab ovo, no como yo, que lo soy ex novo– para que chequease si era conforme a la Lex Colonia lo que dije y traduje en mi entrada del día 5 sobre las relaciones del Carnaval de estos pagos con los nazis. Me contesta tres días después, hoy, diciéndome, acerca de «la Funke Mariechen (=La Chispa Mariquilla, la mascota del “regimiento” respectivo)», que los “Funken” eran los soldados regulares de la ciudad, y que el «Marieche»* era, entonces, «la muchacha de la compañía, probablemente para servicios varios, desde la cocina hasta lo que te imaginas». Y a propósito de mi traducción de la burla de Karl Küpper, entrando al escenario con el brazo alzado a lo nazi y diciendo en puro kölsch lo de «¡Así de alta está la inmundicia en el sótano!» Carlitos me propone, mejor, «”Así de alta se nos puso la mierda en el sótano”, no tanto por la mierda (Dreck) sino por la referencia a un “nosotros” (“bei uns” en el original). Debe haber sido alusión a alguna inundación de los sótanos de la ciudad tomada como pretexto para levantar el brazo en otro sentido». Y yo le contesto lo lógico, que “a buenas horas, mangas verdes”. Es como con otra de mis meteduras de pata de la semana pasada, en mi artículo sobre Herta Müller, uno de esos errores garrafales que no puedo perdonarme, aunque considere que también lo leyeron los cinco miembros de mi consejo asesor, antes de enviarlo a la redacción, y que en ella después también lo leyeron, y nadie se dio cuenta, ni parece que los lectores tampoco, hasta que lo ha advertido mi deuda estherna hoy, lunes 8, a las 24 horas de su publicación. Si Herta Müller nació el 17.8.1953 (por cierto, el mismo día que Diny, sólo que 14 años después), ¿cómo carajo fue que pronunció un discurso «en Sarrebruck a los jóvenes que concluyeron su bachillerato en 1961»?  Sabemos muchas cosas de ella, pero no que fuera una niña prodigio ni viviera fuera de Rumania a la tierna edad de ocho años. Ay Donde dice 1961 debería decir, claro está, 2001. Y pues asegura el tango «que veinte años no es nada», si en este caso me permití una doble porción, total, qué más daVivimos unos tiempos inflacionarios.

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* Funke Mariechen es alto alemán, Funke Marieche es kölsch.

 

Weiß/Colonia, 9.2.

Tengo extracción de sangre a las 9.30, así es que a las 8.40 me plantifico en la parada del bus –llena de gente– para tomar el 131 de las 8.42. Pero llega primero el 130, retrasado ocho minutos, y me quedo solo, todo el mundo anda con prisas, parece, y el trayecto hasta la parada de tranvías en Rodenkirchen es idéntico en ambas líneas. Dos minutos más tarde arriba el 131 vacío, y como el 130 ha ido barriendo las paradas por delante nuestra, viajo también solo hasta Hochkirchen, un lujo que no he gozado casi nunca en 41 años de vivir en Colonia. Y desde luego nunca mientras cae una nevada, la enésima del año. Luego, en la consulta, Frau Gerwin no me encuentra una sola vena punzable y aplazamos la extracción para el jueves, que estará el Dr. Ruppert. En el tranvía de regreso leo en el diario la crónica del corresponsal en Kiev sobre las elecciones en Ucrania, una crónica que arranca nada menos que de este modo:

«Cuando se cierran los recintos electorales y se abren  las urnas, entonces comienza el Misterio de la Democracia. Igual que en la iglesia el pan ázimo se transustancia en el Cuerpo de Cristo, así también, durante la noche de las elecciones, el papel inerte se convierte en poder vivo, basta con apilarlo correctamente. ¿Cómo es que ya no nos asombramos de ello, por qué no tememos que el milagro no se produzca alguna vez, y que el papel siga siendo papel?»

Leo también nuevas informaciones sobre la catástrofe de marzo pasado, cuando se desplomó el edificio del Archivo Histórico de Colonia. Hay un par de obreros que ya confesaron haber “desviado” parrillas de hierro destinadas a la infraestructura de apoyo de las paredes del Metro, justo debajo del Archivo Histórico. Joder, me digo, ya tienen un par de peces chicos a quienes cargarles el muerto. Es una miseria, verdaderamente, y lo “más pior” de todo es pensar que el derrumbamiento de la torre de Babel se debió probablemente a que el proveedor de mortero y argamasa le untó la mano al arquitecto para que este hiciera la vista gorda viendo llegar las cargas de arena del Eufrates. Aunque, claro, allí sí que parece que hubo un castigo: les cortaron los huevos a los dos y los vendieron como eunucos a algún marajá del Hindustán.

Es una explicación que me invento con el humor de patíbulo que me asalta en tales casos.

 

Weiß/Colonia, 10.2. (1)

Circulan por internet cientos de chistes acerca de dos presuntos (no sé si ciertos o inventados) modelos de auto japoneses, llamados Moco y Laputa. Inevitable el recuerdo del Mitsubishi Pajero, y le escribo a Rolando: «Nunca olvidaré el primero que vi. Caminaba con mi hijo (él tendría unos 14 años, fue a principios de los ochentas) por una calle de París, del Sena hacia l’Etoile, íbamos conversando y yo miraba de vez en cuando aquí y allá, y de repente me paré en seco, tanto que Chico se asombró al verme retroceder apresurado hacia un automóvil que habíamos dejado atrás y que me echaba a reír con todas mis fuerzas, como si me hubiera vuelto loco de repente. Tuve que explicarle de qué se trataba, y creo que es la primera vez que hablé con él acerca de la masturbación. Bien que nos reíamos, y ya le pronostiqué que ese carro se iba a vender con otro nombre en España y en América Latina». Y no me equivoqué.

 

Weiß/Colonia, 10.2. (2)

Mail de Sofía, la niña sabia, a quien es bastante probable que conozca a principios de mayo, y en él me dice: «Me resulta curioso que comentes todos los blogs de FronteraD y que siempre aciertes a pesar de lo diferentes que son (conmigo aciertas). Supongo que te has comido el dialecto raíz y por eso nos comprendes a todos». Eso de que me comí “el dialecto raíz”, es uno de los elogios más hermosos que me hayan hecho nunca. No sé ni cómo agradecérselo.

 

Weiß/Colonia, 11.2. (1)

Extracción de sangre en lo de Ruppert. Rápida e indolora. Me asombra su manera de descubrir al tacto una vena allá donde la Frau Gerwin sólo palpaba carne, músculo. En el camino de ida, y en el de vuelta, en el bus, en el tranvía, en la calle, el mundo vuelto del revés, hoy es el día de los días para la gente de espíritu carnavalero, hoy comienza la semana grande carnestoléndica, hoy es Weiberfastnacht, ese mismo que yo una vez, harto de verlo traducido –inocuamente– como “Carnaval de las Mujeres”, traduje como “Jueves de Comadres”, y la expresión se ha popularizado entre la colonia hispanohablante de acá, sin que ya nadie sepa de dónde provino. Mejor así, ésa es la verdadera fama.

 

Weiß/Colonia, 11.2. (2)

Carmen me cuenta que está en el D.F. atareada con el guión de una peli que van a producir allá, guión escrito por ella y protagonizado por unas paredes, unas paredes que oyen, tres episodios que suceden en 1810, 1910 y 2010. Y le digo que me encantan los relatos cuyo narrador es un objeto, aprovechando para revelarle, por si acaso no lo supiese, que la primera novela donde un objeto actuó de narrador fue una de un español, Eduardo Zamacois, la admirable Memorias de un vagón de ferrocarril. Tengo que releerla un día de estos.

 

Weiß/Colonia, 11.2. (3)

En el canal Arte un reportaje de 45’ sobre el takifugu (=pez globo) y su preparación para ser degustado por los  intrépidos japoneses, quienes lo consideran una Delikatesse de Champions League. Un leve fallo del cocinero limpiando las entrañas de ese pescado, y ya se pueden poner a cantar “E lucevan le stelle”, mientras todavía les funcionen las cuerdas vocales. La muerte es por asfixia, pero sin perder ni un solo minuto la consciencia. Me pregunto por qué Mishima, tan refinado, recurrió al sangriento haraquiri, en vez de envenenarse con un sushi de takifugu, e ir escribiendo sus impresiones mientras abandonaba este valle de lágrimas. Nos hubiera dejado un monumento imperecedero de la literatura, comparable quizás con el de la muerte de Sócrates.

 

Weiß/Colonia, 12.2. (1)

La precisión del periodismo alemán llega a extremos ridículos. Hoy, en el diario, la noticia de que el ex presidente Clinton fue operado del corazón, exitosamente, y la gacetilla termina con estas palabras: “Clinton es el esposo de la Secretaria de Estado de los EE.UU. Hillary Clinton”.

Debe de ser políticamente súper correcto pero yo me parto de la risa leyéndolo.

 

Weiß/Colonia, 12.2. (2)

He estado haciendo cálculos trigonométricos y fatigando la tabla de logaritmos, amén de consultar una bola de cristal para ver cómo pinta el futuro, y el estado de mi cuenta bancaria para saber cómo luce el presente, pero al final mandé al diablo todos los guarismos, agarré el  teléfono y marqué un número de Fráncfort para encargar un ejemplar de la edición limitada (diez ejemplares numerados y firmados por el autor) de una fotografía de Uwe Klos titulada “Antje”. Es uno de los desnudos más fascinantes y transgresores que he visto en mi vida. 120 cm² de belleza sin mácula. Arranca a medio muslo de la mujer y termina justo por encima de su cabeza: ella va completamente desnuda debajo de una especie de burka (sólo se le ven los ojos) que ha levantado hasta la altura de los senos, unos pechos pequeños, altos, de ápices redondos. Entre las ingles cerradas, el triángulo púbico semeja una antorcha de fuego negro. Es la foto “más mijor” que he visto desde la de Xiomara Palacios por Kike Patiño. Y como hace unos días vendí por 600 euros un Canogar que compré hace más de treinta años por 200 marcos (lo que significa que su valor se sextuplicó en ese tiempo), la reflexión final que me hice es que bien puedo invertir la tercera parte en este Klos. Un lindo programa de contraste con el otro desnudo inserto en un cubo de hielo, de Isabel Tallos, que ya cuelga en las paredes de esta casa.

 

Weiß/Colonia, 12.2. (3)

A las 20.40 pasaban por el canal Arte la versión restaurada y completa de Metrópolis, el clásico de Fritz Lang, de cuya versión integral, que contaba como desaparecida, se encontró una copia en Buenos Aires. Tenía programado verla, pero a las 18.45 llegó sorpresivamente Oskar, que se quedará a dormir en casa esta noche, para mañana asistir al desfile de carnaval del pueblo, con la abuela (sabe de sobra que el abuelo no acude jamás a semejantes espectáculos). Y claro está, las prioridades cinéfilas y televisivas de Oskar no pasan por el meridiano de Fritz Lang, así es que estuve telefoneando a no menos de una docena de amigos, a ver si alguno podía grabarme una copia en DVD, pero no, todos tenían reproductoras, no grabadoras de DVD. Mi gozo en un pozo, como decía mi abuela Remedios. Y a esperar que salga pronto la versión comercial.

 

Weiß/Colonia, 12.2. (4)

Mi artículo sobre el contestador automático de llamadas de Cortázar, con el inserto sonoro de la grabación de mi nota necrológica, transmitida el 12.2.1984, hace hoy 26 años, por la Deutsche Welle, me ha deparado el mayor aluvión de mails que ha habido en mi estafeta desde el dizque infarto que no lo fue, a fines del 2007. Y sí, creo que es un documento de un valor inapreciable, por esa fantasmagórica aparición de la voz de Julio diciendo que no se encuentra en casa y que le dejemos un mensaje después de oír la señal sonora. Brrrrrrr, todavía hoy se me pone la carne de gallina al oírlo.

 

Weiß/Colonia, 12.2. (5)

Rolando me escribe que este fin de semana se va al Valle, a su Valle, a Mercedes, donde nació, y su cementerio y a ver si cruza a Ciudad Mier, Tamaulipas, donde quiere ver la capilla de los Hinojosa y lo que queda del primer cementerio que quemaron y salaron como Cartago, debido a la fiebre amarilla. Los mierenses decían que la fiebre dorada se debía al vaho de los muertos: «El nuevo está testo de Hinojosas. Como me dijo el guardián, «Usted sí es Hinojosa, se le ve en los ojos borrados. Como ve, aquí hay muchos, pero hay otros que no lo son, se ponen Hinojosa pero esos se lo pegan con la baba”».

Le escribo: «Lo de que se te ve el Hinojosa en los ojos borrados, mientras que otros se pegan el Hinojosa con la baba, eso merece ser de Rulfo, viejo. O de Hinojosa, sin ir más lejos».

Me corrige: «O del guardián, qué caray».

Le replico: «Sólo que el guardián no lo registraría por escrito como obra de arte. Y ahí está el detalle, según diría el eminente filósofo mexicano Mario Moreno».

 

Weiß/Colonia, 13.2. (1)

Mañana es San Valentín. El diario (edición del fin de semana) trae dos páginas completas con esquelas amorosas. Mensajes fatigantes por lo repetitivo de los “Te quiero” y de los emoticones en forma de corazoncitos o de labios besantes, y la previsibilidad de los apelativos cariñosos: “tesorito, ratoncito, gatita, diablillo, princesa, osita, amore mio, sweetie”. Refrescante, pues, encontrar entre tantísimos desparramos de miel una anagnórisis tan euripidiana como esta: «Estúpido mío, te quiero. Tu estúpida». Le digo a Oskar que echo de menos una esquela suya dedicada a su amiga, o viceversa. Y el buen Oskar me asegura, estoicamente, que no tiene amiga, pero que Pauli sí, que se llama Lena. Ay, nos hacemos viejos; mi buen Pauli, doce años y ya pololeando, como dicen en Chile.

 

Weiß/Colonia, 13.2. (2)

Sobre las dos de la tarde llamo a Sofía. Está todavía en la cama, ha pasado una semana cansina, por los exámenes, y se desquita el sábado holgazaneando. Recién cuando la escucho (hoy es la primera vez que conversamos por hilo acústico directo) me doy cuenta de que inició su blog cuando acababa de cumplir 16 años, y que le queda más de medio por delante antes de apagar las velitas de su 17° pastel de aniversario. Si lo suyo no es precocidad Talló en el último post del blog Futuro de Indicativo una frase que no desmerecería en un texto de Borges: «Algunos osaron incluso llamar eternidad al infinitivo, diciendo que todos los tiempos surgen de él».

 

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