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Mientras tantoDe mi Diario: Semana 6 / 2013

De mi Diario: Semana 6 / 2013


 

Weiß/Colonia, 3.2. [continuación]

Todo el día perdido en llamadas infructuosas para que me restauren al menos mi estafeta virtual. Cero resultados. Lo único positivo son las horas con Henri en su casa, cuando fui para poder subir mi diario al blog de Fronterad. Y la noticia de que Montse mejora lentamente, pero mejora, Diny estuvo con ella esta mañana mientras Frank se llevó a Henri a pasear al bosque cerca de la clínica, y luego a casa, para ver si allá dormía mejor que acá. Pero no hay caso, cuando llegué allí casi me intimaron a andar de puntillas y hablar en susurro, sólo que apenas me puse a trabajar en la compu de Montse lo escuché exactamente un piso debajo de donde yo estaba, llamando a la abuela, y allá bajé corriendo a ver si lo dormía, y no, tuvo que ir Frank, y tampoco. Seguro que ya está sintiendo (y lo evidencia a través de su insomnio) la falta de la madre. Pobrecito mío.

 

El concierto para piano en sol mayor, de Ravel, retransmitido en directo por Arte desde Nantes, del Festival La Folle Journée: y cierro los ojos y me parece estar escuchando, en determinados pasajes, una obra de Gershwin. No es tan raro pensando en lo que Ravel, a quien considero el músico más inteligente de todos los tiempos, dijo cuando pasó por Nueva York: «No sé por qué los compositores estadounidenses no meten más jazz en sus partituras». Gershwin parece haber tomado buena nota de esa observación. Y al concierto de Ravel sigue en Nantes su “Bolero”, en una de las mejores versiones que recuerdo, pareja a la de Bernstein y sólo por detrás de la de Celibidache. Grandiosa, en verdad. Y así también el cierre del concierto, con Lucero Tena y sus castañuelas magistrales en el intermedio de El baile de Luis Alonso. Le cuento a Diny cómo fue que la oí por primera vez, siendo ella una jovencita, y yo un adolescente, cuando se reveló como solista y virtuosa en la compañía de Carmen Amaya, que pasó de gira por Huelva; ¿1953?

 

Weiß/Colonia, 4.2.

1:55 am : Termino de ver, creo que por tercera o cuarta vez, la versión BBC 1979 de Pride & Prejudice y debo confesar que cada vez me gusta más, pienso que es la mejor, y a una distancia grande del resto, de todas las demás, con excepción de la de 1995, que quedará como modelo. Pero esta vez, por ejemplo, me ha vuelto a fascinar el guión de Kay Weldon, superior en algunas partes al de la versión de 1995. Por ejemplo en este solo detalle: Mr. Bennet está jugando con Lizzy al back gammon (diría yo que es back gammon , pero entiendo muy poco de juegos), y le pregunta si realmente Mr. Darcy es tan malo como se dice, y ella le contesta que sí, y él, con una mirada inquisitiva: «¿Casi tan malo como Bonaparte?»  Con lo cual Fay Weldon, sin parecer darle más importancia que la anecdótica, enmarca la acción en una cronología determinada y la saca del vacío histórico en que transcurre, el único punto débil del original de Jane Austen.

 

Llama Arcebelle desde Caracas, igual que Berta ayer desde Valenciennes, y Luis Fayad ayer, y mi deuda estherna, hace un rato, desde Berlín. Como le dije a Isabel, en Hamburgo, con quien también he telefoneado esta mañana para organizar una nueva entrega de libros a la biblioteca del Cervantes, me temo que mi única salida va a ser no morirme. Dejaría demasiados huérfanos postales y eso sería un pecado de a deveras imperdonable.

 

Aprovecho el tiempo libre (y es mucho, no disponiendo de la estafeta ni de internet) para ver todas las filmaciones basadas en obras de Jane Austen. Aunque a veces me dan tales ataques de rabia que casi lo lamento. Por ejemplo, en una adaptación tan buena y tan bien ejecutada como la de Mansfield Park, ¿por qué le encargaron la banda sonora a una persona que debe tener una descompensación auditiva digna de ser tratada por el mejor otorrino del Reino Unido? ¡Ay por todos los dioses, qué asquito de sound track! Cuando los personajes dialogan hay que poner el volumen a tope para poderlos entender, pero cuando suena la música en las transiciones hay que reducir el volumen a la mitá, so pena de que los vecinos se quejen a la policía, y con razón –que es lo peor de todo–, por alterar la paz nocturna del noble pueblo de Weiß. ¡Mierda!

 

Weiß/Colonia, 5.2.

La conductora del bus es una mujer joven y que sería muy bonita a no ser por su nariz picuda, si bien el adjetivo “picuda” es en verdad más feo que el apéndice nasal de la joven. Dado el caso de que viajo en el asiento inmediato a la puerta de acceso delantera, puedo contemplarla a gusto y de repente leo en mi pantalla interior una frase que parece haberse ido formulando por sí sola durante la contemplación: Conduce con esa seguridad con que lo hacen las mujeres que poseen el carnet de 1ª especial, y al lado de la cual la seguridad, ¡la fe!, con que Ratzinger cree en la existencia de Dios va seguida de un signo de interrogación del tamaño del Vaticano.

 

Al llegar a Rodenkirchen y bajar del autobús nos sorprende una granizada violenta y malparida, que pareciera enviada a Colonia por FedEx desde el mismísimo Polo Norte. Dura tres minutos escasos, pero combinada con el viento helado y desagradable se diría que fue un cuarto de hora. He aquí una nueva prueba del principio de la relatividá.

 

Llego requetepuntualísimo donde Ute mientras dan las doce del mediodía las campanas de la iglesia de San Severino (inevitable el recuerdo de Böll y su estampa autobiográfica “La tos de mi padre”), y partimos de inmediato en su auto rumbo a la clínica. Adoro a Ute, la mejor amiga de Montse. Se conocieron un día que andaban las dos de compras en una tienda turca (Ute está casada con Kadir, turco, director de cine), cuando Paul tenía unos seis meses, y Levin, el hijo de Ute y Kadir, creo que recién nacido. No hay fiesta familiar en lo de Montse sin la presencia de Ute; Ute “es” de la familia. Y ahora, durante el internamiento de Montse en la clínica, Ute la ha visitado todos los días. Yo voy hoy por primera vez. Y menos mal que lo hice, porque Montse regresará mañana a casa, alabado sea por siempre el santísimo sacramento del altar.

 

En el tranvía de vuelta a casa (Ute me llevó hasta Chlodwigplatz en su auto) la chica sentada frente a mí lee abismada un libro de un autor cuyo nombre no me dice nada, Kahraman Tazeoğlu, con seguridad que es turco; la novela (supongo que será una novela) se titula Başka. Si tuviera internet en casa podría consultar a mi amiga Miss Hortensia Google, pero mi buen Arzola, que llegó sobre las 4:00 pm para resolverme el problema, arrojó la toalla poquito antes de las 6:00. Ha  chequeado punto por punto todas las conexiones y además ha recauchutado, por así decirlo, los datos de acceso al Router, pero la lamparita naranja que te indica que estás conectado a internet, la hija de la recontrarremilputa, se niega a prenderse. Tendré que ir mañana con el Router a una tienda de Telecom, a ver qué coño le pasa a este miserable aparato. Tres días desde las 7:30 pm del sábado, sin acceso a la red ni la estafeta. Tiemblo al pensar lo que seguirá acumulándose allí.

 

Weiß/Colonia, 6.2.

Nevó durante la noche y la previsión meteorológica es frío, lluvia, viento y nieve hasta el lunes, y puesto que mañana empieza la semana del carnaval, el diario recomienda para estos días, como mejor disfraz, el de oso polar, que le otorga credibilidad a la coartada de ir bien arropado.

 

Henri señalándome uno de sus juguetes, cuando le pregunto qué es: «Eine Lokotive». Intento que pronuncie “Lo–ko–mo–ti–ve [=locomotora]”, pero él insiste en el apócope. Me recuerda mucho a Paul, quien de chiquito decía “telofieren” por “telefonieren [=telefonear]”. Aunque de Paul lo más lindo era oírle decir “Uniservatät” en  vez de “Universität [=Universidad]”.

 

Vino un instalador de Telecom y estoy de vuelta en el mundo virtual, internet e email. 229,94 € me ha costado la fiesta; una cifra que decido descontar del “fondo de reptiles”. Aparte de que la descuente el año próximo en mi declaración de gastos e ingresos durante el 2013.

 

Weiß/Colonia, 7.2., san Ricardo, rey.

00:30 am : Veo el DVD de Mes chères études, un telefilm francés del 2010, cuyo título juega con la doble acepción del adjetivo “caro”. El tema es harto espinoso: Los estudios son caros en Francia, y no son pocos los estudiantes, sobre todo del sexo femenino, que se prostituyen para podérselos pagar. Es una peli muy bien realizada e interpretada, y no deja resquicio a ninguna ilusión redentora de tan triste realidad. Por muy caros [=queridos] que le sean sus estudios a una joven que ambiciona ser profesora –¡de español!–, ¿debe pagar un precio tan alto, uno que casi destruye su autoestima y dejará una cicatriz perdurable en su alma?  Déborah François, la actriz valona, de Lieja, que ya dio la talla de su capacidad histriónica en La tourneuse de pages (es la Mélanie que le pasa las páginas a la pianista), compone aquí con altísima dignidad el personaje de la protagonista, sus 23 años le permiten caracterizar a su Laura, de sólo 19, con una hondura y una desarmante inocencia que agarran al espectador desde que aparece en la pantalla.

 

Ahora que ya tengo instalado el Router nuevo, vino Arzola para actualizar el programa en la compu de Diny, que está puenteada –de la manera más pirata imaginable– con la mía. Y el buen Arzola descubrió que había allí mogollón de chatarra (videojuegos de Paul y Oskar) y hubo que extirparla como un cáncer, pues era eso lo que hacía que esta pobre compu trabajase como una cafetera del año de Maricastaña. En las largas pausas a que obliga el proceso de limpieza del sistema, hablamos de Borges, y en un momento determinado me dice Arzola: «A mí me gusta muchísimo Borges». Y yo: «¡Joder!, llamándote Jorge Luis ¿qué otra te queda?»

 

El mejor índice que tengo de lo que está pasando en España y en Europa es mi querido repórter Tribulete que en todas partes se mete. Su email de hoy no tiene desperdicio: «Si Álvaro, Plinio Apuleyo y Carlos Alberto escribieron El idiota latinoamericano, imagínate qué no podríamos escribir en Europa. En España tendríamos El idiota liberal, y otros liberticidas; o El catalanista: el pasado es imprevisible; o División del trabajo: PNV señala, ETA mata, Monseñor Setién bendice. Como manual de consejos para evitar la política de nombramientos típica del PSOE, podríamos escribir un opúsculo: No es conveniente nombrar cargos sólo porque tengan que pagar la hipoteca. La de los nombramientos del PP se resume en una frase de uno de ellos: Estoy en política para forrarme (hermoso título, también). Angela [Merkel] podría tratar de darnos consejos en una obrita titulada: ”Las Meninas”, ¿pueden ustedes permitírselas? ¿Imaginas el contenido de El idiota meapilas y otros austríacos bienpensantes? ¿O Húngaros y rumanos o La memoria histórica como olvido persistente? O acaso: Gran Bretaña: por qué lo llaman euroescepticismo si es euromezquindad. Podría escribir los manuales más disparatados esta noche, y decir, por ejemplo: “Yo lo sabía (en buena parte) pero no quise pasar por aguafiestas”. En Francia sonríen cada vez que hay una desdicha al otro lado de alguna de sus fronteras: estos españoles, estos belgas Sciascia tenía razón: es la sicilianización de Italia, y después de Europa. Francia también da para mucho: gente dramáticamente autosatisfecha que podría firmar un libro colectivo titulado Somos autosuficientes y guapos, no es culpa nuestra. El continente da para mucho, hay material donde elegir. Italia siempre ha sido un filón, por eso la menciono menos. Recuerdo Le mani sulla cità, de Francesco Rossi: la corrupción urbanística como obra de un partido con tintes mafiosos, la Democracia Cristiana, claro. Hoy habría que hacer una ampliación: la corrupción como fenómeno de toda una sociedad, en la que no se salva ni Dios (y menos el del Vaticano): Le nostre mani sulla città. El caso, querido Ricardo, es que la Europa de ahora pinta lo contrario de lo que anhelábamos de jóvenes, ¿no te parece? En fin, como digo a menudo en los últimos tiempos: siempre nos quedará la cicuta. Además del alma. Y el alma sólo es de Dios». Teniendo en cuenta la altísima inteligencia de Tribulete, es como para ir pensando en emigrar aAy coño, ¿adónde?

 

Weiß/Colonia, 8.2.

Ayer, un tuitero a quien no conozco para nada, ni siquiera de nombre, subió a su cuenta T este tuit: «Ricardo Bada me donó un montón de tuits. Ninguno pasó mi prueba de calidad». A lo cual repliqué por medio de una circular a todos quienes siguen The Twitter’s Digest: «Sólo para que quede cristalinamente claro: a) jamás le he donado un solo tuit a este señor; y b) este tuit suyo es el # 3.774 de su TL. En los 4.320 que he publicado hasta hoy en TTD, ni uno solo suyo pasó mi prueba de calidad. Vale». No han tardado en llegarme los ecos a esa circular, y parece que todos conocen al tuitero en cuestión, porque el espectro de los comentarios abarca desde el «Hay mucho bobo mendigando su cuarto de hora de fama», pasando por quien me dice «Leo tu contestación a un «berebere» que cuestiona tu calidad. No pierdas nunca la correspondiente dosis de mala uva para esta gente», hasta alguien que concreta bastante más: «Una vez estuve en la fiesta del cumpleaños de un amigo, y estaba ese tuitero consumiendo montañas de cocaína. No tengo nada contra quien quiera envenenarse así, allá ellos. Pero digo que su actitud ante la vida dependerá mucho de las neuronas que pierden por culpa del vicio». Ecco!

 

Estaba viendo la tele, el reportaje de las 7:30 pm cuando de repente me entró una tiritera, me dio un ataque de tos y me sentí con fiebre, toda la remilputísima parafernalia. El termómetro, sin embargo, no marca más que 38,6°, un par de décimas. De todos modos me iré a la cama con dos Paracetamol disueltos en leche caliente y whisky (en la receta de mi abuela Remedios eran otros ingredientes: aspirinas y el llamado coñac español), y espero sudar la gota gorda hasta mañana, y con ella este fementido arrechucho. Me duelen todos los güesos de mi probe jiúman bodi.

 

Weiß/Colonia, 9.2.

No he pegado ojo en toda la noche, sin parar de toser, y eso no es nada comparado con la mala conciencia por la mala noche que le he dado a Diny. Me levanté finalmente, pero para echarme en el sofá, envuelto en la bata de invierno, de tejido grueso, y arropado con una cobija roja que me harán sudar hasta la primera papilla. Diny va a la farmacia antes de que comience el desfile del carnaval acá en Weiß, y vuelve con ingentes cantidades de té de tomillo, un jarabe para la tos e Ibuprofén 400 (que se despacha sin receta). Me someto a la terapia, qué remedio. Y luego, alrededor de las 2:30 pm, se me mete el carnaval por el oído; desde la calle principal, a un tiro de piedra de la casa, y aunque atenuada por las ventanas de cristal doble, llega la algarabía de la gente pidiendo a voz en cuello que desde las carrozas les arrojen caramelos y ramitos de flores («Kamelle, Strüüschen!») y el monótono pamparapam pamparapam de los redoblantes y el pom pom pompompom de los bombos, ay Aunque lo peor de todo es que Henri no ha venido hoy acá para ver el desfile, él está malito y el abuelo también. Qué plomo ser viejo, carajo.

 

***********FIN***********

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