Weiß/Colonia, 6.2.
00:30 am : Me obligué a verla hasta el final, El secuestro de Daniel Rye [398 días prisionero del Estado Islámico se titula en alemán], una peli danesa sobre un caso real, el de un reportero danés secuestrado por sicarios del EI y de cuyo rescate no podía hacerse cargo el gobierno de Copenhague, cuya divisa en esta materia es inamovible: no negociar con terroristas. Fue la familia, a costa de grandes sacrificios, la que lo rescató. Pero lo que más se me queda en el disco duro es que el gobierno de Washington no actúa en materia de torturas y secuestros (aunque no los lleve a cabo por motivos económicos) de manera muy distinta que los fanáticos del EI. Que yo sepa, Guantánamo sigue siendo una cárcel ilegal, y en cuanto a los abusos y las atrocidades que los esbirros gringos cometieron en la lúgubremente célebre prisión de Abu Ghraib, peor es meneallo.
De los JJ.OO. de invierno la única competición que me interesa es la de patinaje artístico, y eso me lleva a buscar la máxima prestación que se conoce en este deporte, la de Jayne Torvill & Christopher Dean cuando conquistaron la medalla de oro en los JJ.OO. de Sarajevo 1984, y repitieron el milagro un mes después en el campeonato mundial de Ottawa. Pocas veces en la historia del Arte se producen epifanías como esta, uno enmudece de asombro y agradecimiento por el regalo de tanta belleza. A ver qué nos deparan estos JJ.OO. de ahora, que más parecen cuentos chinos.
Weiß/Colonia, 7.2., san Ricardo, rey
2:35 am : Estuve viendo el segundo episodio de la serie policial sueca Hjerson, que me atrae por lo atípico del protagonista, y me quedé haciendo tiempo porque para las 2:15 estaban anunciadas las pruebas de patinaje artístico por equipos; pero después de un ¼ de hora de aburrimiento soberano con ese dizque deporte llamado curling, seguro que inventado por barrenderos municipales en países con mucha nieve, comenzaron las pruebas de descenso femenino en slalom, que me interesan tanto como la composición química del pentafosfato de cadmio, si es que eso existe. Me voy al catre, pero antes he mirado en el cuarto de Diny: duerme de manera profunda y sosegada. Gloria in excelsis Deo!
Apareció ayer mi columna en LJS sobre la correspondencia de María Casares y Albert Camus, y me escribe Marina, desde Sevilla, diciéndome que desde que se enteró de su publicación en francés está pendiente de que salga la traducción española, pero nanay de la China. Cierto. Hasta ahora sólo se ha publicado en nuestro idioma la extraordinaria correspondencia entre Camus y René Char. Acá, le digo a Marina, no cabe sino recordar las palabras de Lord Bacon: «Quiera Dios que la muerte me llegue de España, porque así moriré más tarde».
Bille August en una entrevista que le hacen en elDiario.es a propósito del estreno en Madrid de su peli El pacto, comenta que tiene en proceso de montaje El beso, y la periodista añade que ese film está «basado en una de las novelas más sobrecogedoras de Stefan Zweig, Ungeduld des Herzens, que traducido del danés vendría a decir Cuidado con la compasión». Es evidente que la periodista ha oído campanas pero sin saber dónde: Ungeduld des Herzens es el título alemán original de la novela de Stefan Zweig, y significa Impaciencia del corazón, aunque en España se tradujo con un título más bello y más acertado, La piedad peligrosa. En cualquier caso, Cuidado con la compasión en danés sería Pas på medfølelse. Y no es que como Unamuno para leer a Kierkegaard en el original, yo haya aprendido danés, aunque bien que lo quise cuando en 1965 hice uno de mis primeros descubrimientos en alemán, y fueron los cuentos góticos de Karen Blixen. No, mi danés me lo proporciona gratis el mejor sistema de traducción automática del mundo, DeepL, que fue inventado acá en Colonia.
Weiß/Colonia, 8.2.
2:00 am : Vuelvo a ver al cabo de los años milyuno Pépé le Moko. ¡Qué pedazo de director era Julien Duvivier, y qué actorazo Jean Gabin a sus 33 años! Una cosa curiosa en relación con esta peli es que antes de verla vi los dos remakes que se hicieron de ella, Argel, con la súper bella Hedy Lamarr y el súper francés Charles Boyer, y Casbah, un musical con Yvonne de Carlo y Tony Martin, pero sobre todo un insuperable Peter Lorre, el mejor inspector Slimane de las tres versiones. Pépé le Moko acabé viéndola muchos años después en una retrospectiva del cine francés, y en la TV, como esta noche. Y al hacer este repaso, caigo en la cuenta de que, en realidad, vi el Hamlet de Laurence Olivier antes de leer la obra del Bardo, aunque ya me sabía de memoria el monólogo famoso por mi Libro de Lecturas en el bachillerato. «Sorpresas te da la vida», como suele argumentar un filósofo panameño.
En La Modicana, bastante poblada de comensales (circunstancia que le hace fruncir el ceño a Carlos), Ulli encargó un guiso de ñoquis que casi provocaba llamar a los bomberos, Diny y Carlitos una pasta de la que nunca logro retener su nombre, con salsa de tocino frito, y yo unos espaguetis alla piscatore, con salmón, pulpitos y un glorioso langostino que aparto para zampármelo como postre. Me quejo a la persianita, cuando viene a retirar los platos, porque Carlitos se comió casi todo el pan del cestillo y no me dejó ni un miserable mendrugo per fare la scarpetta, rebañar, una tarea que tanto me gusta.
Cuando asistes al apagamiento, a la consunción física de una persona amada, te duele, te duele mucho pero lo pones a la cuenta de la finitud del ser humano: somos finitos y un día tenemos que morimos, y ya. Pero cuando asistes al apagamiento, a la consunción síquica de la persona amada, el sufrimiento es indeciblemente mayor y la impotencia más amarga. Nadie lo expresó mejor que César Vallejo, aun siendo en otro contexto: hay golpes tan fuertes en la vida que son como del odio de Dios.
Weiß/Colonia, 9.2., Día Mundial del Periodista
Me pregunta mi Kathyushka del alma que si pienso escribir algo acerca de Steinbeck, de quien pronto se cumplirán los 120 años de su nacimiento. Y recuerdo que sí, que escribí algo acerca de él cuando su centenario, en el 2002, para mis crónicas de la HJCK. En rigor no se trata de texto inédito, pero sí es uno que no existe en soporte papel, sino si acaso en el banco de datos de la HJCK y en la memoria de esta compu. Lo he buscado y leído, y comprobado, con la misma sorpresa de siempre, que se puede publicar hoy con tan sólo cambiar dos palabras. Le he añadido un par de detalles, después de repasar mi ejemplar de Dulce jueves, la primera de las novelas de Steinbeck que entró en mi biblioteca. Recordé al jovencito Ricardo Bada que subrayó al leerla por primera vez esta frase del protagonista: «Me he estado desmontando como un Ford T en un patio interior. He extendido todas las piezas en el suelo. Pero aún sigo sin saber por qué no funciona. Ni siquiera sé si seré capaz de montarlas de nuevo». Dejo el texto dormir hasta mañana, y mañana, con la conciencia muy tranquila, se lo enviaré a mi pequeña Phoebe. Alabado sea el santísimo sacramento del altar.
Weiß/Colonia, 10.2.
1:30 am : Acabo de ver Héraðið [Oro blanco], una peli islandesa sobre un carácter de mujer fuerte y que le planta cara a los poderosos corruptos y a los intereses creados en torno a una cooperativa local de granjas lecheras, el oro blanco del título español. Una mujer de la misma estirpe que la Norma Rae de Sally Field, o la Rita O’Grady de Sally Hawkins en Made in Dagenham [Pago justo], y también la Mildred de Frances McDormand en Three Billboards Outside Ebbing, Missouri [Tres carteles en las afueras]. Contribuye a darle fuerza, veracidad y convicción a su personaje el hecho de que a Arndís Hrönn Egilsdóttir, la actriz islandesa que la interpreta, pues no la conocemos de nada, es una perfecta desconocida, de manera que tal parece como si interpretara el biopic de su propia vida.
Antes de enviar mi texto sobre Steinbeck a Kathyushka me entró una duda acerca de las conservas de Tejero, que eran famosas en España, y estaban establecidas en Torre Arenillas, cerca de la Rábida, y sobre todo en Isla Cristina. Así es que mi corto ni perezoso llamo a Bernardo en Huelva y después de los saludos de rigor le pregunto por las dichosas conservas y me imparte una lección en el tema. Si se trata de temas gastronómicos amén de relacionados con Troglodia, no consulto con Miss Hortensia Google sino con don Bernardo Romero: «En eso reconozco a mis Pappenheimer» dice el Wallenstein de Schiller, y los alemanes lo usan en el sentido del castizo español “Yo sé quiénes son los míos”.
La lucha contra la Cibernética: en la noche del 8 al 9 se produjo un tsunami en el interior de mi computadora, y llevo batallando tres días con denuedo para salvar mis archivos y la mayoría de ellos reformatearlos, porque la hideputa de la compu me puso patas arriba los parámetros de colores, alineaciones, ordenamiento, en fin, la rehostia en bicicleta, como dicen los castizos, o más bien en mountainbike, como conjeturo yo. He descubierto que ya sé más de computadoras que de cualquier otro género de actividad relacionado con la técnica, y siempre que me falla el sistema empiezo por repetirme como un mantra que la Cibernética no es una ciencia exacta y que es cuestión de paciencia, e ir poco a poco rescatando lo perdido. Claro está que con una inversión de tiempo y energía que estaría mucho mejor aplicada en otras tareas. Por ejemplo: no sé cuantificar en horas el tiempo que tengo invertido en hacer visible el logo (inspirado por un gancho de oficina) que permite anexar toda clase de archivos a un email. El muy cabrón está oculto al lado de la tecla ENVIAR y sólo se da el gustazo de hacerse ver cuando le sale de sus algorítmicos cojones… con todo lo que ello conlleva de pérdida de tiempo en los envíos de mis textos a las redacciones. En el caso de Pepe, quien me pidió desde Punta Umbría que le pasara mi poema de amor a Diny, porque lo había extraviado en su compu, al final tuve que optar por copiarlo y pegarlo en el propio email en vez de adjuntarlo como anexo.
Weiß/Colonia, 11.2.
1:45 am : Estuve viendo un precioso documental sobre las Halligen. Escribo “las Halligen” y me doy cuenta de que las nombro como si fueran islas, lo que no son (aunque así las describe Wikipedia): se trata de unas elevaciones del terreno de la marisma, que son las únicas que quedan sobre las aguas en las horas de la pleamar. Según viejas leyendas, este “archipiélago” contó antaño con un asentamiento rico y poderoso, llamado Rungholt, en la “isla” de Strand, que fue devorada por el Mar del Norte, al igual que la Atlántida de que nos habla Platón. De siempre me ha interesado este mundo donde además he despedido cinco años, entre 1979 y 1983, en la isla, ésta sí, de Sylt. Dejé constancia de ello en mi cuento “La mujer de tierra adentro”. Y después del documental pasaron los tres episodios finales de la miniserie dramática francesa Sacha, de la que vi los tres primeros el jueves pasado. A mi juicio, no responde a las expectativas que despierta, y el guion no es un dechado de claridad. Merde alors! Uno comprende la desesperada búsqueda del tiempo perdido por Proust, y eso que en sus días aún no se conocía la TV. De haberla habido, su saga duraría un mínimo de veinte volúmenes.
Anotota lee que digo «mi tejido nervioso deshilachado» y le parece una descripción perfecta de cómo debo sentirme. Le explico: «Y sí, lo de mi tejido nervioso deshilachado, con todo y dolerme el hecho, es una frase feliz, y en realidad se la debo al idioma alemán, en el cual el término anatómico para designar al tejido nervioso es «Nervengewebe», siendo «Gewebe» un sustantivo tanto textil como biológico, igual que en nuestro idioma; pero en el lenguaje popular y hasta en el culto, para expresar que uno anda con los nervios a la miseria, se emplea (al menos desde que vivo en Alemania) el término «Nervenkostüm», donde «Kostüm» es un sustantivo casi sólo sartorial; en el mundo de Talía significa «vestuario» («Maskenprobe» es eso que los faranduleros de nuestro idioma llaman «ensayo con vestuario», por ejemplo); pero además, como pieza separada, un «Kostüm» significa «traje sastre» o simplemente «traje», y también «disfraz» (un «baile de disfraces» es un «Kostümball»), mientras que «kostümieren» es el verbo que designa el disfrazarse y asimismo el vestirse si no de gala, al menos comm’il faut. Todo lo cual me lleva a hablar de mi tejido nervioso deshilachado, que tan poético no es como “ausgefranstes Nervenkostüm”, pero sí lo que más se le aproxima».
Weiß/Colonia, 12.2.
2:15 am : Dos pelis esta noche, el telefilm francés Chevrotine [Perdigonada, o Perdigones, que poco o nada tienen que ver con el desarrollo de la trama] y una coproducción multinacional europea con una contribución gringa, Brimstone [La hija del predicador], que es un western sombrío, rodado en Hungría, ni siquiera en Almería, donde hay luz de sobra. Chevrotine podría haber sido una gran peli de amor, pero la directora quiso hacer literatura, y eso se paga en el cine. La hija del predicador, por el contrario, es un gran western, con una estructura en cuatro capítulos (Revelación, Éxodo, Génesis, Retribución), en que los tres primeros se narran a contrapelo del tiempo, yendo hacia las raíces, como en un cuento de Alejo Carpentier que leí el milenio pasado. La peli no es una obra maestra pero sí es una obra mayor, de las que no se conforman con la narrativa épica de vaqueros, ganaderos y gente de gatillo fácil, sino que levanta el velo sobre la cara sombría de la colonización del Far West y la furia religiosa como su correlato en cuanto que motor de la historia. No se nos ahorra nada, ya eso es uno de los grandes méritos de este metraje, y su reivindicación del papel de la mujer, que deja de ser el florero en la casa del colonizador, en esa compleja historia de la conquista del Oeste Lejano.
En el KStAnz, entre las esquelas fúnebres, encuentro una con un sentido epígrafe en italiano, lo transcribo respetando su redacción tan irregular: «L’amore che ci ha donato in vita resterá per sempre nel nostri cuori. Il tuo sorriso splenderá ancora nel nostri occhi… Arrivederci Toni, perché é solo un arrivederci. [El amor que nos dio en vida permanecerá en nuestros corazones para siempre. Tu sonrisa seguirá brillando en nuestros ojos… Hasta la vista, Toni, porque sólo es un Hasta la vista]» En el mismo cuaderno de las esquelas fúnebres hay un espacio menor dedicado a felicitaciones, y una de ellas es con motivo de los 70 años que cumple alguien a quien se le recuerda que todavía es joven, porque el 1. FC Colonia le aventaja en 4 años de edad, y los Rolling Stones en 7 (sacando el promedio de las edades de sus componentes). La enhorabuena va ilustrada con un oso pardo que lleva en su zarpa derecha un globo rojo atado a un hilo, y al enhorabueneado le llaman “Oberschrumpfgermane”, lo que sin conocer a esa persona es difícil de traducir, y con seguridad se trata de un chiste familiar, pero si quisiera traducirlo me saldría algo así como “Superchaparrogermano”.
Al repasar estas anotaciones antes de subirlas a la página de Fronterad, advierto que el martes, en La Modicana, mientras esperábamos la comida, de repente me enteré por Diny, que se lo contaba a Ulli y Carlitos, de que Vincent se fue con un amigo a pasar un par de semanas en Egipto. ¡En Egipto, por el amor de los dioses todos, y en especial de Isis!, ¡qué carajo se le ha perdido a Vincent en Egipto! Lo dicho: como éramos pocos y la abuelita salió de noche… Ya empiezo a contar los días hasta saberlo de vuelta, incólume. ¡Egipto! Yo lo más que me acercaría a Egipto sería viendo La corte del Faraón. Que, por cierto, la he visto acá en Colonia, junio 1994, cuando en la Cinemateca dieron una semana de cine español y vinieron Mario Camus, Carlos Saura y José Luis García Sánchez, con quienes nos íbamos a una de las cervecerías cerca de la catedral, a almorzar, o a tomar copas, y el día que pasaron La corte de Faraón la vi sentado al lado de José Luis. Fue una semana inolvidable.
No me ha costado ningún trabajo programar mi frase de la semana, con la que envío el archivo de mi diario a mis amistades en Europa, las tres Américas, el Caribe, el Cercano Oriente y hasta Oceanía. Es una frase que me persigue desde que en 1972 leí las Cartas a Theo, de Van Gogh, y en una de ellas –si la memoria no me falla– la descubrí: «Es inútil, la tristeza durará toda la vida». Cuánta verdad.
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