Weiß/Colonia, 10.2.
1:30 am : Todavía conmocionado por Homo Faber, que vi antes de la medianoche, y entretanto envié mi diario urbi et interneti y empecé a ver otra peli, que no conocía y que no me agarró, así es que cambié de canal para ver la segunda mitad de Taxi Driver. La diferencia que va de una obra maestra resultado natural de los elementos implicados en ella, como es la de Schlöndorff, a una que lo quiso ser –y muchos la ven como tal– aunque no sea más que eso, una obra que quiso ser maestra, y no basta con quererlo ser. Y lo digo a pesar de que soy harto Scorseséfilo.
Durante el desayuno veo en el diario una esquela con una cita de Buddenbrooks, de Thomas Mann (¿y de quién sino, tonto de capirote?), que traduzco altiro: «”¿Adónde se han ido? No los vemos más. ¡Ay, es tan duro y tan triste! Un reencuentro… Si así fuese…» Pero entonces Sesemi Weichbrodt se irguió de su asiento a la mesa: “¡Es así!”, dijo con todas sus fuerzas y mirando desafiante a todos». ¡Qué obra esta, Buddenbrooks! ¡Y pensar que Mann la escribió entre sus 21 y sus 25 años! Eso es genio y lo demás es caspa.
Christoph Waltz entrevistado a toda plana. Un tipo inteligente donde los haya. Al final de la entrevista el reportero le pregunta si puede someterlo al Lippton Questionnaire. Le pide Waltz que le explique en qué consiste, y el reportero le cuenta que James Lippton era el decano del Actors Studio Drama School y algunas veces entrevistó para sus alumnos a estrellas del cine, terminando siempre la entrevista con ese cuestionario. Waltz acepta y el reportero le pregunta en primer lugar: «¿Cuál es su palabra predilecta?» Waltz: «Actors Sudio». «¿Cuál es la palabra que menos le gusta?» «Actors Studio». «¿Qué es lo que más le inspira?» «(Tras una pausa:) ¡Esta es una sarta de tonterías, una tras otra! ¡Sólo puede haberse salido del Actors Studio! Ese es justamente el motivo por el que degenera el arte de la actuación. ¿Se ha dado cuenta de que los actores se ocupan cada vez más de sus propios estados de ánimo en vez de ocuparse de la historia a la que deberían servir? ¿Y sabe usted por qué es así? Porque hay alguna gente que se auto–mega–pavonea como gurú del trabajo actoral y produce cuestionarios tan idiotas como este». Un ¡Bravo! de luxe para Christoph Waltz, carajo.
Bien dijo Tolstoi que todas las familias felices se parecen unas a otras, lo que también puede aplicarse a los reencuentros felices, como el de nosotros, ayer y hoy, con Carla y David. Nos citamos para almorzar en La Modicana a la 1 pm, y cuando nuestro bus llegó a la parada del mercado de Sürth los vimos caminando hacia LM, y ellos también deben habernos visto porque se detuvieron a esperarnos. Y desde las 12:50 hasta hace un rato, pasadas las 6 pm, que se han ido, han sido cinco horas felices y como calcos de las que vivimos juntos hace un par de semanas. Todos somos conscientes, creo, de que ahora que David regresará al Brasil para defender su tesis de doctorado en Salvador de Bahía, habrá menos encuentros, pero como dijo aquél: que nos quiten lo bailao. De hoy me quedará el recuerdo emocionante de descubrirles la poesía de Machado, de quien les leí y hasta les recité media docena de poemas. Y el de hacerles oír a mi Jacques Brel cantando en flamenco, y descubrirle a Carla –¡tan inmersa en el latín!– esa delicia de canción que es “Rosa”, y cómo en un verso de la versión original, la francesa, de “Le plat pays”, hay una gabarra llamada Italia navegando río abajo por el Escalda. Y otro recuerdo emocionante, toda una epifanía, oírle recitar a Carla “L’infinito”, ese poema prodigioso de Leopardi, tan amado por Unamuno: creo que nomás le dije “¡Qué hermoso!”, pero no me refería al poema, que también lo es, sino al hecho de que me lo recitase. Eheu, fugaces! Sí, los días, los meses y los años se nos van, hay que gozar cada instante que se vive. Bien visto, cada instante pasado en compañía de unas afinidades selectivas como estas es una epifanía.
Weiß/Colonia, 11.2.
Termino de pulir, limar y cincelar mi texto sobre la fatwa contra Salman Rushdie y lo envío a la redacción. Estoy muy satisfecho con el resultado, pero no quiero prejuiciarles con mi amor de padre por la criatura recién parida. Ojalá les guste.
Western Union [en español Espíritu de conquista]: Un viejo western, de 1941, basado en una novela de Zane Grey –¡a quien tanto leí en mi juventud!– y dirigida por nadie menos que Fritz Lang, con Randolph Scott en el papel protagonista. Gran peli, una alhaja de oro viejo.
En la revista quincenal con el programa de las cadenas de TV, hoy, destacado en portada el titular “Los 21 mejores films de la historia del cine”. El título es una variante de las fake news. Porque en realidad no se trata de una lista tan arbitraria como pueden ser por lo general todas estas listas generalistas. Se trata de que le han preguntado a 21 personalidades del cine, 20 de Hollywood + el chino Jet Li, cuál es su peli predilecta o la que estiman como la mejor de toda la historia del cine. No hay en la lista ninguna de Bergman, ni de Rossellini, ni de Jean Renoir, ni de Kurosawa, ni de Chaplin, ni de Orson Welles… y suma y sigue. Titular el resultado como lo hicieron son ganas de engañar al lector. ¡Qué recua de pendejos, maresita mía de mi arma!
Weiß/Colonia, 12.2.
Me escribe Teresa para preguntarme si le puedo ayudar a encontrar un DVD con la peli de Francesco Rosi Crónica de una muerte anunciada. Pero tiene que ser la versión española, para un curso de español avanzado, en Braunschweig. Llamo a Saturn, acá en Colonia, y nada. Llamo a El Corte Inglés, en Madrid, y nada: tienen el CD con la banda sonora, pero sin diálogos, sólo la música. Finalmente recurro a mi buena amiga Miss Hortensia Google y ella me descubre que hay numerosos ejemplares de ese DVD en Bogotá, en México y en Trumpatán (topónimo cuya etimología es evidente). Pero con seguridad todos ellos se rigen por la norma americana, no funcionan con la europea. Y al cabo se me prende la proverbial bombilla de los cómics; pruebo con Isabel, en el Centro Cervantes de Hamburgo, ¡y sí que la tienen, hosanna in excelsis! Al llamar a Teresa para darle la buena nueva, aprendo una nueva joya de la lengua paisa: me dice que recurrió a mí siguiendo el buen consejo que una vez le dio su padre, y es que siempre tenía que recurrir a quienes saben «donde pone la garza». Una expresión tan bella como el ámbar.
En La Modicana, con Carlitos, y me olvidé de llevar conmigo su regalo de cumple, que le tengo comprado desde antes de las fiestas de diciembre; compré tres ejemplares: uno para Angie en su cumpleaños (ya se lo entregué), otro para Carlitos (se lo entregaré el martes que viene), y el tercero para una servidora. Y hoy ha sido el día en que Carlitos, por primera vez en los muchos años que llevamos viniendo a La Modicana, le puso reparos a su comida, ravioles rellenos de ricotta. Pero se comió el plato entero, tal vez para hacer lo que, según Eugenio d’Ors, hace el Guillermo Tell de Schiller durante los cinco largos actos de su tragedia: cargarse de razón.
Un tema que saqué a relucir mientras esperábamos la comida en La Modi fue la desaparición de la palabra “americana” para nombrar a la chaqueta, lo que los latinoamericanos llaman “saco”. Al llegar a casa consulto el diccionario de la RALE y me encuentro con la siguiente definición de la americana: «Chaqueta de tela, con solapas y botones, que llega por debajo de la cadera». Busco luego chaqueta y encuentro esto: «Prenda exterior de vestir, con mangas y abierta por delante, que llega por debajo de la cadera». O sea, si lo entiendo bien, la chaqueta no tiene solapas ni botones, y a la americana le faltaban las mangas y era cerrada por delante. ¡Bendita sea la madre que parió a los humoristas de la Real Academia! Quienes registraron, además, que llaman “chaqueta” a la masturbación en México y Guatemala. Laus Deo!
Weiß/Colonia, 13.2.
Me levanto a las 3 pm. Me levanto a las 3 pm porque desde las 11:30 am estuvieron en casa las amigas del grupo ecologista de Diny, a quien le tocaba este mes el turno de invitarlas a comer. Parapetado tras la puerta cerrada del dormitorio y bien arropado por las cobijas, el ruido de la cháchara ininterrumpida, sin una sola solución de continuidad, me llegaba como el de las olas en la bajamar. Me recordaba los versos de Ungaretti aproximados por mí a nuestro idioma. Lo que a su vez me recordaba que tengo pendiente la tarea de pulir el borrador de mi aproximación al español (hecha el lunes) del poema “L’infinito”, de Leopardi.
Cumpleaños de Carlitos, 74 años. Al llamarlo para felicitarle su cumplesantos (como dicen en el Perú y es menos agresivo que “cumpleaños”), me entero de que habló con Leonardo y por él se enteró de que se muda hoy a una residencia de ancianos en Rodenkirchen, así es que vamos a tenerle muy cerca. Llamo a Leonardo y lo alcanzo todavìa en su domicilio de la Händelstraße, donde ha vivido desde hace añares («desde el milenio anterior», diría Carlitos); me confirma que se muda hoy, pero no tiene a mano la documentación para decirme a qué residencia se va a vivir. Le encarezco mucho que no se olvide de comunicárnoslo. Ojalá lo haga, que es que en el término municipal de Rodenkirchen hay una veintena larga de tales residencias. Ufff.
Weiß/Colonia, 14.2.
0:45 am : Suburra, gran peli a fe mía. Algo así como El padrino, pero en Roma. Y lo mejor de todo es que los actores no son caras conocidas a nivel internacional, de manera que eso refuerza la sensación de estar viendo casi un docudrama. Yo recordaré siempre que mi primer contacto con el teatro italiano, exceptuando el de Pirandello, fue con la obra de Ugo Betti Corrupción en el Palacio de Justicia, es de 1951 y la leí en una publicación llamada Teatro, si no recuerdo mal (en cualquier caso no era Primer Acto). Además de por la misma obra, tan, pero tan ibseniana, me impactó sobre todo pensando que si su trama la desarrollara un español en España y no un italiano en Italia, la censura franquista no le habría dejado ni siquiera subir el telón.
MS anda en la pura desolación al pensar en el México lindo y jodido que le está tocando vivir con el nuevo presidente que se ha permitido el país. Antes, con el PRI, corría la anécdota de que el presidente preguntaba «¿Qué hora es?» y el lameculos más cercano respondía: «La que usted diga, señor presidente». Y el nuevo parece que quiere continuar la tradición. No en vano fue del PRI in illo tempore, y se diría que le quedó la querencia de las tablas.
Aparece en la página web de Nexos mi artículo sobre la fatwa contra Salman Rushdie. Justo al cumplirse hoy 30 años de la misma. «¡Qué iracundia de yel y sin sentido!», como dejó escrito Juan Ramón en un contexto muy distinto, pero que aquí viene como yelito al güisqui.
Weiß/Colonia, 15.2.
0:10 pm : Maggie’s Plan. Transcurre la mayor parte en Nueva York, es una historia de parejas que se encuentran y se desencuentran, en un ambiente universitario, hay niños de por medio que no hacen bueno el chiste de Hollywood («¡¡¡Joooohnny, tus hijos y mis hijos les están pegando a nuestros hijos!!!», antes al contrario, los tres niños lo pasan súper cuando están juntos), hay una inevitable escena en Central Park en modo pista de hielo y patinaje… Y de pronto una voz interior que pregunta: ¿Y quién de todos ellos es judío? Una asombrada voz le responde tras un titubeo: No, ninguno es judío. ¡Ah! (la primera voz), ¿entonces no es de Woody Allen? No, no lo es, pero también creo que WA, en algún momento de generosidad à la laissez faire, laissez passer. no tendría inconveniente a añadirla a su filmografía. Como huésped o como anfitrión. Además, incluye en sus diálogos una frase que me dejó turulato, casi agredido: «El “casi” es un condón léxico». Y yo, megausuario del “casi” como freno a toda generalización, no tengo más remedio que sacarme el sombrero ante esa lìnea dejada caer al buen tuntún en esta peli.
Durante la temporada de Carnaval, del 11.11. al Miércoles de Ceniza, el Kölner Stadt Anzeiger dedica una página entera de la sección local a las fiestas de las agrupaciones carnestoléndicas, fiestas de las que no falta un día en que no haya al menos tres o cuatro. Todas con sus oradores satíricos, o simplemente cómicos (rara vez humorísticos, predomina la sal gruesa). El KStAnz premia día a día el mejor chiste del anterior publicándolo en un recuadro especial. De los que van hasta la fecha tan sólo salvo el que cuenta que en un entierro desfilan ante la tumba abierta los asistentes al sepelio, y cada uno de ellos arroja una rosa sobre el ataúd. Menos uno que en vez de una rosa arroja un extintor de incendios. Asombrado, el cura le pregunta: «¿Y eso por qué?» Y el hombre le contesta: «Allá donde se ha ido… le va a hacer mucha falta».
“L’infinito”, de Leopardi, un poema que me tiene obsesionado. De momento, mi aproximación es esta, que no considero definitiva pero casi (¡casi, vide supra!): «Siempre caro me fue este cerro yermo / y este seto que tanta parte excluye / del último horizonte a la mirada. / Mas sentado y mirando interminables / espacios de allá lejos, sobrehumanos / silencios, y su hondísima quietud, / de absorto que me quedo, por un rato / el corazón no teme. Y como escucho / soplar al viento entre esas plantas, voy / comparando ese infinito silencio / con esta voz: y pienso yo en lo eterno, / las muertas estaciones, la presente / y viva, y su sonido. Y así entre esta / inmensidad se anega el pensar mío; / y el naufragar me es dulce en este mar». ¡Qué grande, don Giacomo!
Weiß/Colonia, 16.2.
Henri en casa. Los padres le ofrecieron acompañarlos a Hamburgo, adonde viajarán este fin de semana a la fiesta del 50.º cumpleaños de uno de sus amigos, que tiene un hijo de la misma edad suya (la de Henri, por supuesto). Pero le dieron la opción de venir donde los abuelos, y Henri decidió que preferìa quedarse con la abuela. Amén de enseñarle al abuelo sus últimas notas de la escuela, a ver qué le parecen. Olfato mercantil, se llama esa figura. Desde el jueves sé por Diny que son puros doses (la segunda mejor nota), o sea, quiere comercializarlos de manera contante y sonante. «En eso reconozco a mis Pappenheimer», dice el Wallenstein de Schiller, y los alemanes lo usan en el sentido del castizo español “Yo sé quiénes [o cómo] son los míos”.
Me levanto, saludo a Henri y abro la estafeta de mi compu para encontrarme seis palabras como seis alfileres: «Víctor Canicio ha emprès el vol». Otro que ha emprendido el vuelo, otra † en mi libreta de direcciones. Bien es verdad que hace años dejamos de vernos y que nuestra relación se había dañado a causa de una faena que me hizo y que todavía me subleva al recordarla. Pero también le debo a él muchas horas de compañía y aventuras felices. Mejor recordarle por ellas y no por lo otro. Hace un par de meses le rindieron un homenaje en San Carles de la Rápita, uno de los dos polos de su vida pendular (el otro era Heidelberg). Me pidieron que colaborase en el libro que iban a entregarle, con testimonios de sus amigos pasados y presentes. Estuve a punto de negarme, pero me pudo la vergüenza torera, en recuerdo de tantas momentos buenos que le debía y que fui refiriendo del mismo modo que se pasan las cuentas de un rosario. Y terminé diciendo que en cuanto al otro platillo de la balanza, esa es otra historia, como diría Rudyard Kipling. Ahora me alegro de haberle enviado ese mensaje subliminal de reconciliación. Descanse en paz.
Diny fue con Henri al parque de juegos infantiles, como siempre atravesando el cementerio, es el camino más corto. Y de repente le preguntó qué pasaría si yendo los dos juntos ella se cayera desmayada al suelo. «¡Ay abuela, eso lo sé desde que tenía dos años! Hay que llamar al 112». ¡Cráneo prilegiado!, como dijo don Ramón el de las barbas de chivo. Y me recuerda un tuit alemán que traduje hace poco: «Hoy es el Día Europeo del 112 (Teléfono para Emergencias). El 112 son estos autos que siempre te tapan la vista cuando quieres filmar un accidente con tu celular».
*****************THE END*****************