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Mientras tantoDe mi Diario : Semana 8 / 2010

De mi Diario : Semana 8 / 2010


Weiß/Colonia, 21.2. (1)

Se ha convertido en una tradición, que las dos veces del año que Osvaldo Bayer se encuentra en Alemania, vayamos a su casa de Linz del Rhin (no olvidar la referencia fluvial, porque si no las cartas van a parar primero a la Linz austríaca, recomienda siempre Marlies). Hoy fuimos Carlos y yo con Leonardo, que quería entregarle un ejemplar de su libro a los Bayer, y hemos tomado nuestro champagne de precepto y hemos regado con Mendoza y Cariñena los sabrosos ravioles de ricota y de salmón, amén de la entrada con palmitos y jamón cocido, y el postre con espuma de mango o algo parecido. Qué cenas las de Marlies. Y al regresar a casa, en la tele, ¿qué es lo que me encuentro?, El puente de Remagen, ante cuyos muñones hemos pasado en la ida y a la vuelta del viaje a Linz. Cuando escribo estas líneas, domingo de mañana, Osvaldo ya estará en el avión rumbo a España, donde debe de dar dos conferencias en Salamanca y creo recordar que tres en Barcelona, ¡qué energía este viejo incombustible! Energía que le sobra hasta para reclamar, como seguramente lo hará, que por qué le han enviado un ticket a nombre de Osbaldo con b de burro. Joder, tíos, esto no se hace con la crema de la intelectualidad argentina, coño.

 

Weiß/Colonia, 21.2. (2)

Después de leer el envío semanal de mi diario, y en él mi duelo dialéctico con Vicente, acerca de la frase «Muerte, ¿dónde está tu victoria, dónde está tu aguijón?», Rolando me pregunta si me acuerdo de Clifford Odets, uno de cuyos dramas, que no valía la pena, mereció que George S. Kaufman, crítico y también dramaturgo, comenzara su reseña inquiriéndole: «Odets : Where is thy sting?», y me aclara, dado mi analfabetismo en inglés, que “sting” significa aguijón.

Le contesto : «Claro que me acuerdo de Clifford Odets, pero ¿sabías tú que escribió los diálogos de las escenas de amor en Notorious, de Hitchcock? ¿y que escribió el guión de una peli de Elvis, Wild ín the Country?, y ya que estamos en ello, ¿que él fue además el autor de la pieza The Country Girl, que cuando la adaptaron al cine le valió su Oscar a doña Grace Kelly, de la buena sociedad de la Costa Este?, y ya que seguimos en ello, ¿sabías que estuvo casado con Luise Rainer, la primera actriz que ganó dos Oscars consecutivos, y eso antes de los 28 años, y que doña Luise hace un mes cumplió los cien en su apartamento de Londres, que es el que fue de Vivian Leigh?  Todo esto lo saco del desván de Miss Google, porque yo de Clifford Odets lo único que recuerdo es haber leído Esperando al zurdo, cuando estaba estudiando en Sevilla, o sea, que hace un par de décadas de eso. De todos modos, el título de la reseña de Kaufman me gusta. Aunque me hubiese gustado mucho más, claro, si Odets, en vez de llamarse así, se hubiera llamado Wasp, ¿no?: “Avispa, ¿dónde está tu aguijón?”»

 

Weiß/Colonia, 22.2. (1)

Suena el teléfono a las 8.00 a.m. y esa no puede ser otra que Montse, y es Montse. Que se sabe de memoria nuestro calendario de compromisos, y hoy lunes es el Día Vincent, de Diny, así es que yo estoy disponible. Que si puedo ir a hacerme cargo de Henri mientras ella va de compras y luego al médico con Oskar, para una desensibilización alérgica. Que cuente conmigo, le digo. Y así tengo de nuevo a Henri en mis brazos desde las dos a las cinco de la tarde, feliz y chocho de la vida con un regalo del cielo como es una criatura como esta.

 

Weiß/Colonia, 22.2. (2)

Tradicional llamada a Joselito, en Huelva, en el día de su cumpleaños, y cuando se despide, una frase de doble vía: «¡Que me llames muchos años!»  Ojalá, Joselito, no por mí, que me importa un carajo morirme mañana, sino por ti, que mereces vivir hasta ser tan centenario como algunos de los brandies de tu bar.

 

Weiß/Colonia, 22.2. (3)

Leo en el blog de Dulce que habla del ojo del huracán como un lugar donde uno se encuentra expuesto a todos los dardos que le quieran tirar, y le escribo un mail diciéndole que el ojo del huracán es justamente el único sitio tranquilo dentro del mismo. Me contesta que el suyo es el uso de la expresión en América Latina, y que no sabía que en Europa fuese otro. Le contesto:

«No es exactamente así que en Europa le demos otro significado, sino que los meteorólogos de todo el mundo definen taxativamente el ojo del huracán como el punto central del mismo donde todo está en calma (relativa, considerando el resto del huracán). Lo que sospecho es que alguien que no tenía las ideas muy claras en materia de meteorología, alguna vez se propasó en su verborragia y llamó “estar en el ojo del huracán” a ser el centro de la atención y, por lo tanto, lo más expuesto, cuando es justamente todo lo contrario, pero ya sabemos cómo las gastan los periodistas sensacionalistas y las misses Panamá (o Venezuela), convirtiendo al buen Confucio en el inventor de la confusión y del confusionismo».

 

Weiß/Colonia, 23.2.

En materia de escritura y, en general, artística, menos es más, punto primero. Y punto segundo: Si el texto te sale obeso, que sea como el cerdo, que no tenga desperdicio, que todo él se pueda aprovechar.

 

Weiß/Colonia, 24.2. (1)

Medio día haciendo gestiones: fotocopias, correo, Banco, asesor fiscal, regalo de cumpleaños de Frank [mi yerno], así es que tuve que viajar a Colonia, al centro, y aproveché para almorzar en el Nordsee, su formidable sopa de pescado con pincho de langostinos. El servicio en este Mar del Norte es buenísimo: atentos, cordiales, siempre lista la respuesta simpática, me encanta comer aquí también por eso. Con todo, y paradójicamente, estaría dispuesto a apostar cualquiera de las joyas gráficas que cuelgan en las paredes de mi casa, a que ni uno solo de ellos podría explicarme la diferencia entre un bacalao y una merluza, y que si saben lo que es un pincho de langostinos, jamás serían capaces de distinguirlos de gambas y camarones. Cuando termino de comer la sopa y aún tengo medio llena la copa de Chardonnay, le digo que ya puede llevarse mi bandeja a la camarera que pasa con el carrito recogiéndolas: «Wird’s gemacht, junger Mann! (=¡Así lo haré, joven!)», me contesta, y yo: «No sabe cuánto le agradezco ese “joven”», y ella enarca las cejas, es una pregunta muda, y yo: «Es que ya paso de los 70», y ella: «Pues nadie lo diría». Lo dicho: estos camareros del Nordsee son capaces hasta de hacerte sentir joven. Ay…

 

Weiß/Colonia, 24.2. (2)

Mi buen amigo Juan Carlos Bada me escribe desde Asturias, solar de todos los Bada que en el mundo han sido (exceptuando aquellos andaluces de La Carlota, La Carolina, La Luisiana, cuyo apellido se formó españolizando el apellido suabo Bader), y quiere saber cómo anda mi peso, si ya he perdido algún kilo. Y termina aconsejándome con un refrán inédito para mí: «menos plato y más zapato». No es mal consejo para alguien cuyo tercer apellido es Zapata.

 

Weiß/Colonia, 25.2. (1)

Llamo al 0221.2026.2143 y descuelga en la oficina fiscal Colonia Sur la simpatiquísima Frau Klinkhammer, dueña y señora de mis impuestos. Le deseo buenos días y le recito mi número de identificación: 5219 5012 etc.

«Ah, Herr Bada Díaz –me contesta, apenas ve mi nombre en su pantalla–, ya le envié el certificado de doble imposición que necesitaba para España».

«Sí, ya lo he recibido, gracias, pero si la llamo es porque acabo de ver que en mi liquidación del año 2008 se me pide que transfiera inmediatamente 1 euro, y hasta el 22 de marzo los 1.022.09 restantes, sólo que luego he leído la letra pequeña y ahí dice que las cantidades inferiores a 3 euros pueden sumarse a la siguiente transferencia, y quería cerciorarme de que eso vale también en este caso».

«Sí, eso vale también en su caso, pero siempre es mejor preguntar, hizo muy bien en llamar».

«Gracias, Frau Klinkhammer».

«A usted, Herr Bada Díaz, y que tenga una buena jornada».

«Lo mismo le deseo, Frau Klinkhammer, adiós».

«Adiós, Herr Bada Díaz».

Una vez fresca, juvenil, y semejante derroche de bonhomía y educación, ¿no es un milagro tratándose de un funcionario público?  La humanidad sigue sorprendiéndome casi cada día.

 

Weiß/Colonia, 25.2. (2)

Me he sentido raro desde que me levanté, y decidí medirme la presión: 123 / 61, es muy baja, se conoce que me afecta este súbito cambio del tiempo, hemos pasado de –0 a los 10° de ayer. No he ido, pues, al concierto gratuito en la Philarmonie. Pero sí que acudí al almuerzo de los jueves, con Carlitos y hoy por primera vez Cecilia, Julio no pudo venir a última hora. Y ahora me siento mucho más que cansado porque no pude dormir mi siesta diaria, tuvimos visita del agente de seguros de la Zürich, para regular y poner al día una serie de pólizas que nos cubran determinados riesgos que se incrementan conforme nos volvemos cada vez más viejos, cada vez más frágiles. Y a mi estado de ánimo no le añade farolillos de fiesta la hinchazón de mis piernas, que me mueve a llamar al doctor Ruppert y dejarle un mensaje para que me contacte mañana, tenemos que decidir algo en materia de cambio de medicamentos, me estoy hartando de tanto efecto secundario que me entorpece el cuerpo y me vuelve bilis el alma.

 

Weiß/Colonia, 26.2. (1)

La Niña Sofía se sacó del sombrero hoy, en su blog de fronterad, otra de sus deslumbrantes intuiciones (digo yo que tienen que ser intuiciones, porque lo suyo son 16 años): «los cielos, donde más que nunca Dios necesitaría traductores para comprender las obras de los hombres».  

Waw!, como dijo sabiamente Julia Roberts en Pretty Woman.

 

Weiß/Colonia, 26.2. (2)

Desde Huelva, mi prima Pili Guijarro me envía el enlace con lo que, por paráfrasis de Tomás de Aquino, llamaré la Summa Nostálgica. Me he dado un baño por inmersión pero no, ¡qué baño de inmersión ni qué niño muerto!, como diría la abuela Remedios; no, nada de eso, sino un buceo de profundidades abisales, de buscador de perlas y corales, en el mundo de mi niñez y de mi adolescencia. Y al final me he sentido irremisiblemente viejo, caducado.

 

Weiß/Colonia, 26.2. (3)

Charla telefónica con el Dr. Ruppert. Me autoriza a que elimine el tratamiento con Amlodipín, pero debo controlarme la presión todos los días, y si sobrepaso los 160/90 tendré que llamarlo para buscar alguna otra solución hasta que mi cardiólogo regrese de sus vacaciones. Cómo odio esta carcasa que me ha tocado en suerte.

 

Weiß/Colonia, 26.2. (4)

En la tele un reportaje de 45’ sobre la catástrofe del Archivo Histórico de Colonia, de la que el miércoles se cumplirá un año. Los autores no han focalizado su trabajo en las responsabilidades criminales que se siguen investigando, en una pesquisa donde cada vez salen más trapos sucios a relucir, tanto que nos parece milagro que la catedral siga en pie. No, el documental se centra en el valor del Archivo, que estaba considerado como el más importante de Europa, al norte de los Alpes. Gracias a un trabajo denodado y en su mayor parte llevado a cabo por voluntarios, incluso del extranjero, se ha logrado rescatar un 85% de los fondos sepultados en esa montaña de escombros de 10 m de altura. Pero una cosa es rescatar, y otra restaurar, ya que gran parte de los documentos se encuentran en condiciones que da pena verlos. Un solo dato para calibrar la magnitud del daño: 200 restauradores profesionales trabajando full time, necesitarán de 20 a 30 años para devolverle a esas reliquias un aspecto presentable. Y todo ello a causa de una línea de Metro que, en el fondo, y considerando la red actual de transportes, no sirve absolutamente para nada. Esto se llama hacer política municipal con el culo y la mano abierta a la espalda.

 

Weiß/Colonia, 26.2. (5)

El cine francés posee una endiablada habilidad para vender mentiras como si fuesen baguettes repartidas gratis en Bangla Desh después de unas inundaciones arrasadoras. Pienso en esta peli que acabo de ver (Confidences trop intimes), y que parte de un malentendido : Una mujer que acude a una cita con un siquiatra, se equivoca de puerta y llama al timbre de un asesor fiscal, a quien no le da tiempo de explicarle «Madame, se equivocó de puerta» porque ella ya le está contando todas las dificultades que padece en su relación conyugal. Basta conocer a una media docena de franceses para saber que esta es una peli de ciencia ficción, pero ellos te la venden como nouvelle vague à la page. Joder que son inteligentes. Hasta nos han vendido la mentira de que ganaron la 2ª guerra mundial, tan sólo porque los tres grandes se apiadaron de Francia y la auparon al carro de la victoria. Chapeau!

 

Weiß/Colonia, 27.2.

Despierto de la siesta a las 3.33 p.m. cuando suena el timbre de la puerta, es Chico trayendo a Vincent, que quiere pasar el fin de semana con nosotros. Mientras yo dormía, Diny telefoneó con Willy, y por él, en Ámsterdam, y yo con ella ahora por Chico, que llega con la noticia a flor de labios, nos enteramos del terremoto de Chile. Mi primer pensamiento es para Gonzalo, casi en el epicentro, en Chillán, en su Torreón  del Renegado, pero mientras más noticias ojeo en la pantalla, mi preocupación se amplía a José Miguel, Carlos, La Piara, en Santiago, y luego a Cristián en Valparaíso, y a Marcela Ximena en Osorno. Es inútil tratar de comunicarme con ellos, los teléfonos no funcionan. Les envío un mail colectivo, rogándoles que apenas puedan reconectar sus computadoras, nos escriban unas líneas diciéndonos que están indemnes y a salvo. Ahora, lo que nos toca es paciencia y barajar.

[A las 7.25 p.m., tengo en pantalla la primera señal de vida que recibo directamente de Chile, es Marcela Ximena, desde Osorno:

«El sismo fue desde Antofagasta, llegó hasta Puerto Montt con grado 6. En Osorno se sintió muy fuerte y fue prolongado, se temía y se teme un efecto de sunami. Toda mi familia está en Concepción y no sé nada de ellos, hubo muchos derrumbes y las imágenes por tv son dantescas. No funcionan los cajeros automáticos, no tienen energía eléctrica, tampoco líneas telefónicas, se esperan réplicas màs fuertes. Estamos muy afectados, lo peor es que no sabemos de nuestras familias. La lista de los muertos aumenta…»

La primera noticia que tuve fue indirectamente, por el hijo de Gonzalo, acá en Alemania, ya que Gonzalo, a sus 93 años, vive solo en su «Chillán de Chile», como él lo nombra, y por eso llamé de inmediato a Rodrigo, apenas me enteré. Gonzalo está bien. Su casa, como si la hubieran sacudido un par de gigantes energúmenos, miles de libros por los suelos, ni un cuadro colgando de las paredes, muebles y vajilla a la miseria, pero él milagrosamente sin un solo rasguño: lo ha protegido el ángel de la guarda de la Poesía].

 

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