Home Mientras tanto De mi Diario : Semana 8 / 2020

De mi Diario : Semana 8 / 2020

 

Weiß/Colonia, 16.2. 

1:25 am : Body of Evidence [El cuerpo del delito] era una peli que no me llamó la atención como para verla, ni en el cine ni cuando la pasaban por la tele. Hace semanas la pasaron de nuevo y creo que lo conté aquí, me enteré por el comentario de la revista con la programación quincenal de que tanto Madonna como Willem Dafoe renunciaron a los dobles de cuerpo en las escenas eróticas. A últimas horas de la noche descubrí que tengo en casa un DVD de la peli, seguramente de la época en que compraba esa revista, TV Movie, en la edición acompañada de un DVD, lo que suponía que el DVD sólo me costaba 1,60 €, luego lo dejé porque casi todos los DVD que venían eran de esa bazofia galáctica o de acción en que ha degenerado el arte de Hollywood. Me dispuse, pues, a verla, acabo de hacerlo y me voy a la ficha en www.imdb y descubro que ganó un pemio y fue nominada a otros cinco de los Golden Raspberry Awards: Madonna ganó el premio a la peor actriz, y las nominaciones fueron a la peor peli, el peor actor,  la peor actriz de reparto, el peor director y el peor guión. ¡Qué raro que no los ganase todos! O dicho de otro modo: ¡qué retequetepésima tiene que haber sido la que les arrebató esas preseas!

Todo el santo día (dizque el domingo es santo para los cristianos) viento y viento y más viento. Pero es lo que yo me digo, si ese cretino de Eolo sopla del Oeste y mueve a las nubes corriendo hacia el Este como acosadas por su caballería, por qué carajo tiene que ensordecernos los oídos con sus gemidos de loba parturienta. O en pleno orgasmo. Uuuuuuuuuuuu… Uuuuuuuuuuuu… Uuuuuuuuuuuula remilputa que lo remilparió.

Tuve que acudir a corregir una errata en mi entrega de la sexta semana, y descubro que me llegó un nuevo comentario, de un tal Doctor Golfín, diciendo: «Short cuts se tituló en español Vidas cruzadas. Para mi gusto, no alcanza a reflejar la aparente ligereza de los relatos de R. Carver». Mi pregunta quizás impertinente sería “¿Y quién carajo es R. Carver?” Que se dejen de joder con la preeminencia de la literatura sobre el cine; hay casos, como este, donde el Cine le dice de modo muy cortés «Adiós muy buenas, y con su pan se lo coma» a la Literatura. Lenin sabía de lo que hablaba cuando dijo que «De todas las artes, el cine es la más importante». Con permiso de la mùsica, claro está, tovarich Vladimir. La literatura alcanza si acaso para la medalla de bronce.

Weiß/Colonia, 17.2.

0:15 am : Primer capítulo de una nueva saga escandinava, en este caso la primera coproducción germano–finlandesa: Artic Circle. Si continúa en la misma tónica, promete ser una de las mejores series “escandinavas” desde El puente y Millenium. Ojalá que los cuatro capítulos que faltan no vayan a escupirnos el asado. Y después Cartagena, una peli seguramente menor, pero que amo por Sophie Marceau en un papel condenado a la inmovilidad. Por cierto que es la tercera peli francesa que en muy poco tiempo incide en el tema de un paciente casi 100% paralizado, pero rico, y que se permite el lujo de una asistencia sanitaria de luxe, incluida la limpieza del culo.

Reencuentro telefónico con Michi al cabo de los años mil. Literalmente. Creo que no nos vemos desde el milenio pasado, como suele decir Carlitos. Hablamos de tirios y troyanos y me anuncia el envío de un ejemplar de su libro Gelbe Schmetterlinge und die Herren Diktatoren [Mariposas amarillas y los señores dictadores], del que me dice que está prevista su aparición en español para el otoño de este bisiesto. Me espera un marzo de lecturas tupidas, con este libro de Michi, el de los diarios de Héctor y la correspondencia de Paul Celan. Laus Deo!

11:30 pm : Acabo de ver The Intruder [El intruso, la titularon en Argentina y México], de 1962, pero ¡ay! de una lancinante actualidad. Su protagonista es un tipo racista, sexista, manipulador, mendaz y hasta carismático (con el carisma que tienen los accidentes automovilísticos, según la feliz imagen de Jonathan Safran Foer), es decir, a hechura y semejanza de the fake president. De rodarse hoy una remake actualizada, harían bien titulándola The Intrumper.

Weiß/Colonia, 18.2.

Vamos a comer a la Rhein Terrassen, recordándole a Carlitos que se trata de 1 km menos a la ida y otro menos a la vuelta, y el precio de la gasolina. Carlitos se aviene porque entretanto creo que va reinando en la idea de mudar de lugar fijo para los almuerzos del martes. Pide una lasaña y no ha hecho más que probarla cuando ya me dice que está buenísima. También está muy buena la pizza con atún que yo encargué, pero de la que dejo la mitad porque ando inapetente. De lo que se alegra Carlitos, a quien le envuelven la mitad sobrante para cenársela esta tarde. El camarero, el dueño (según creo), que ya nos trata como parroquianos habituales, dice que se ha dado cuenta de que como poco, que la próxima vez que encargue una pizza me traerá, como excepción, la de diámetro inferior, que sólo suelen servir a los niños. Sólo falta que me recomiende unos pañales.

Ando descubriendo en mi videoteca DVDs de cuya existencia no sabía o me había olvidado. Ahora acabo de ver uno peruano que, con toda certeza, me lo tiene que haber regalado Julio en algún cumpleaños. Se titula Viejos amigos y me he divertido muchísimo con este road movie urbano, por las calles de El Callao, el estadio, el cementerio, el puerto. Lo tengo que volver a ver con Diny, apuesto doble contra sencillo a que lo va a disfrutar igual que yo acabo de hacerlo.

Weiß/Colonia, 19.2.

A propósito de la reciente polémica sobre Galdós, le cuento a Manu que, con independencia de lo que haya leído mio en este diario (hace poco, cuando releía Fortunata y Jacinta), «tengo además una relación muy fuerte con Jacinta. Desde allá por 1980 hasta el 2012, cada vez que Diny y yo íbamos a Madrid (una o dos veces al año) siempre nos alojábamos en esa casa señorial de la plaza de Pontejos n,º 1, donde residía la familia Santa Cruz y a la cual añadieron a fines del siglo pasado un piso de mansardas que no se ve desde la calle. Y una de ellas la compró nuestro amigo Javier, catedrático de la Universidad de Múnich, que viajaba mucho a Latinoamérica y siempre desde Barajas, así es que, como buen catalán, un buen día se dijo que no quería pagar más hoteles en Madrid, y compró esa mansarda, recién edificada, y cuyas claraboyas dan directamente al reloj de la Puerta del Sol. Hemos gozado en ella vacaciones inolvidables y han pasado por ella Mario Benedetti, Álvaro Mutis, Raúl Guerra Garrido, José María Vaz de Soto (el autor de ¡Arriba Hazaña!), Rolando Hinojosa, Esperanza Ortega (para mi gusto la mejor poetisa española  viva), qué sé yo cuanta gente más, además de nuestros hijos, claro está».

Me pide Violeta, desde Karakogrado, capital de Venezuelistán, que le recomiende novelistas alemanas dedicadas al género policial. Como leì su email de prisa y a la carrera lo contesté de una manera equivocada hasta que me di cuenta de mi metedura de pata: «Te recomiendo los que conozco: La saga del comisario Gereon Rath, por Volker Kutscher (ambientada en el Berlín de los años 30 y la llegada de los nazis al poder); la saga del inspector Frank Stave, por Cay Rademacher (ambientada en el Hamburgo de la inmediata posguerra, son tres novelas magníficas); la saga del Capitain Roger Blanc, también por Cay Rademacher (ambientada en la Provenza): la saga del Commisaire Dupin, de Jean–Luc Bannalec (ambientada en la Bretaña): la saga de Kimmo Joentaa, por Jan Costin Wagner (ambientada en Finlandia)pero recién me doy cuenta de que me preguntas por novelistas mujeres, y ahí solo puedo hablarte de Nele Neuhaus (Blancanieves tiene que morir es un clásico entre los Krimis alemanes), Ingrid Noll, Doris Gercke (cuya comisaria Bella Block es una de las más populares detectivAs en la tele alemana), Patricia Vohwinkel,  Anne Chaplet, y mi amiga Sabine Deitmer, de textos lterariamente tan refinados como los de sus novelas Besos fríos, Damas dominantes y Hasta las chicas buenas lo hacen: el mes pasado murió, a los 72 años. Nos conocimos en la Semana Negra, de Gijón, en 1994, y enseguida congeniamos. Era talentosa hasta decir basta, y feminista de las de antes de la guerra, como diría mi abuela Remedios. Hay bastantes más, pero sólo te menciono las que he leído y me han gustado».

Acaban de pasar por el canal Arte Testről és Lélekről [En cuerpo y alma], una peli de la húngara  Ildikó Enyedi que se llevó el Oso de Oro en la Berlinale del 2017 y fue nominada al Oscar para la mejor peli en lengua no inglesa. Es extraordinaria como idea y como realización, y las secuencias oníricas son de una belleza y una delicadeza que sólo se encuentran en ciertas pelis japonesas, son algo así como haikus animados. Y su final es grandioso: Endre le pregunta a Mária «¿Qué fue lo que soñamos anoche? Realmente no puedo acordarme» Mária levanta la cabeza, piensa, parapadea y le responde: «Creo que no he soñado absolutamente nada». Y la cámara nos muestra de nuevo el bosque nevado, con el rumor cristalino del arroyo, pero ya sin el ciervo y la venadita. Me encantó además la información sobrepuesta a los títulos de crédito: «Durante el rodaje se sacrificaron reses, pero no expresamente para este film. Sólo quisimos documentar la rutina diaria en un matadero».

Weiß/Colonia, 20.2., Jueves de Comadres

Jueves de Comadres. Desmadre total de los aborígenes germanos de estas orillas del Rhin, hasta el Miércoles de Ceniza. La madre que los parió. Les he dedicado mi post de esta semana en EE.

​Manu me envía desde Madrid un nuevo aporte a la polémica que se ha trenzado sobre Galdós, y ahí leo esta cita de Juan Benet: «[Benito Pérez Galdós es] un escritor de segunda fila elevado (casi por razones de prestigio nacional) al rango de patriarca de las letras». Le escribo a Manu: «La frase de Benet podría yo parafrasearla diciendo que «Juan Benet es un escritor de segunda división (regional), elevado por razones de oscuridad total en su lectura, al rango de gurú de la crema de la intelectualidá». [La referencia a su mítica Región es una ampolla de cianuro potásico escondida entre paréntesis]. ¡Qué más hubiese querido Benet que escribir una obra comparable a Fortunata y Jacinta o a la tetralogía de Torquemada!» Era además un maleducado del copón. A mí me dejó plantado después de citarme en su casa porque le traía un par de consultas de su traductor al alemán. Estuve esperàndole más de ½ hora, menos mal que al parecer había dado órdenes de que me sirvieran de beber y como vi un Single Malt en la botillería de su biblioteca le pedía a la chica que me atendió que me sirviera un doble de lo mismo. A la pobre se la veía abochornada porque sabía que su «señorito» no iba a regresar hasta que yo me fuese. A la ½ hora le rogué que me pidiera un taxi y sin dejarle ningún recado a semejante patán me fui directamente a Atocha. Nunca quise saber más nada de él. Cuando vino a Alemania para el lanzamiento de la antología que hicimos Felipe y yo, y en la que figuraba él, brillé por mi ausencia en los actos donde fue programada su presencia.

Jan von Werth era un jornalero enamorado de Griet, una sirvienta, a quien se declara y ella lo rechaza porque espera mejorar de condición al casarse. Frustrado, Jan se alista en los tercios de Flandes y al final de la Guerra de los Treinta Años, ya convertido en un general glorioso y rico, regresa a Colonia haciendo su entrada triunfal por la Puerta de San Severino, al sur de la ciudad, donde hoy está la Chlodwigplatz. Alrededor de la Puerta hay un mercado callejero, y en él un puesto de venta de frutas, atendido por Griet. Al verla, Jan desmonta de su caballo, se dirige a ella y le dice: «Griet, ¿quién lo habría pensado?» A lo que ella le responde: «Jan, ¿quién podía saberlo?» Tras de lo cual Jan monta en su caballo y sigue su marcha triunfal por la Severinstraße, el mero corazón de Colonia. Este diálogo, que según Carlitos es el drama más breve en la historia del teatro mundial, se representa todos los años el Jueves de Comadres, en su escenario natural, muy cerca de donde vivimos nuestros primeros siete años en Colonia, y la escena se prolonga con un desfile por esa Severinstraße. Asistir a la escena y el desfile es como recibir el bautizo de coloniedad. Este año fue Rebeca con Uwe, su compañero, y desde el público apiñado en las aceras alguien gritó algo muy habitual en estos días carnestoléndicos, «Viva Colonia!», pero a continuación el grito de guerra nazi, «Sieg Heil!» Apenas oírlo, Uwe se acercó al interfecto y le espetó con absoluta derterminación: «Oiga usted, eso no se dice, y mucho menos en Colonia, y todavía menos en Carnaval, y ni siquiera en broma». El tipo –que estaba algo bebido– se la tragó doblada, pero al rato se acercó a Uwe para disculparse, parecía arrepentido. Ante una conducta como la de Uwe, que Rebeca nos ha contado por teléfono, al regresar a casa, no queda otra que sacarse el sombrero: Chapeau!

El 18 de julio de 1782, Luise Mejer le escribe a su amiga la señora von Pestel acerca de un libro de Sophie La Roche, la primera escritora profesional alemana con independencia económica, así como editora de Pomona, la primera revista femenina en alemán: «Tienes razón sobre Rosaliens Briefe [Las cartas de Rosalía]. Serían más bonitas si la autora no las hubiese pensado para la imprenta, pero se les nota demasiado». Es justo lo que pienso de los diarios que ahora pululan en Internet y me parecen, casi sin excepción, escritos para que los editen. Y no es que estén mal, es que no son diarios, son simples trampantojos. Yo sé bien de lo que hablo. A la vista está.

Weiß/Colonia, 21.2.

1:40 am : Estuve viendo The Door [Tras la puerta, en Argentina, México y Venezuela: en Chile sencillamente La puerta]. Es un duelo de actrices como pocos en los últimos tiempos: Helen Mirren y Martina Gedeck, ¡qué lujo de cabecera de reparto!  Pero además me ha hecho recordar nuestros dos viajes a Budapest, donde fuimos huéspedes de Lillian y Lizando en la residencia de la embajada nicaragüense, que era un edificio muy parecido al que habita Martina Gedeck con su marido, y en una calle muy parecida. ¡Tantos recuerdos hermosos nos trajimos de Budapest! Tengo que decirle a Lillian que busque la peli en Internet y, si es preciso, la sirfrancisdrakeé.

Almorzamos con Rebeca en el Bistro Verde. Y menos mal que reservé una mesa, pero aún así tuvimos que esperar más de ¼ de hora a que quedase una vacante. De haber ido con Carlitos no hubiese aguantado ni 5’ el ruido ambiente: parecía que estuviésemos en Madrid, la ciudad en la que según las leyes de la Lógica, aplicadas por Corpus Barga, se inventó el ruido.

A las cinco nos traen a Henri, que se quedará en casa hasta mañana al mediodía, cuando sus carnavalescos padres pasen a buscarlo. Es curiosa la evolución que ha hecho Henri en su relación conmigo: viene a besarme, se deja abrazarAntes era bastante huraño y sólo se dejaba abrazar por la abuela. Pero en algún momento debe haberse dado cuenta de que tengo con él la misma relación que Diny, aunque ella lo vea y lo trate tres o cuatro veces más que yo. Hoy hacía ya más de un mes que no lo veía, desde que vino con sus padres a recoger su regalo de cumpleaños, el 5 de enero. Hace un mes y 16 días, para ser más exacto. Diosito mìo, cómo corre el tiempo, parece como si quisiera batir el récord mundial de la relatividá.

Weiß/Colonia, 22,2,

2:00 am : Estuve viendo, al cabo de los años, Wild River [Río salvaje]. Yo creo honestamente que su cine redimió a Elia Kazan de su vergonzoso comportamiento ante el comité del funesto senador McCarthy. Él mismo lo dijo en cierta ocasión: «El esfuerzo por dignificarse es el tema de fondo de toda mi obra». Aparte de ello, y como siempre, su mano de maestro para dirigir actores. ¡Y qué actores! Una Lee Remick comestible a besos, que ilumina la pantalla cada vez que la capta la cámara, una Jo van Fleet como paradigma de dignidad inquebrantable, y aquel genio frágil y quebradizo que fue Montgomery Clift, mi actor favorito por esos años.

En el Kölner Stadt Anzeiger, en su cuaderno de esquelas fúnebres, aparece hoy la de una mujer de triple nombre, Rosemarie Julie Friederike, con un preñado epígrafe –diría Unamuno– del gran damaturgo austríaco Franz Grillparzer, conocedor y entusiasta del teatro español del Siglo de Oro : «Dios no podía estar en todas partes, por eso creó a las madres».

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