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Mientras tantoDe mi Diario: Semana 9 / 2013

De mi Diario: Semana 9 / 2013


 

Weiß/Colonia, 24.2.

Me escribe José Luis que Los tres entierros de Melquiades Estrada es su peli favorita entre las de Tommy Lee Jones y las que tratan el tema migraciones, me dice que es «valiente, original y exquisita». Le contesto: «En la misma línea no te olvidés de las pelis de John Sayles, que es el gringo que más intensamente se ha ocupado del problema de la migración y sus consecuencias en las relaciones humanas con el mundo chicano, y alguna de sus pelis están íntegramente en español». Rolando interviene en nuestro diálogo email para decirme: «Como sabes, TLJ es un tejano que vive no lejos al norte de Austin. Nada de Hollywood. Como quizás también sepas, se recibió por Harvard. ¿Su compañero de cuarto? Al Gore. Tuve la gran suerte ser invitado por el presidente de la Uni de Texas a una cena para cincuenta y pico; TLJ trajo a su amigo Rip Torn; a ése sí le conocí: le enseñé dos líneas en portugués de la comedia My Sister Eileen allá en los años 50. Esa noche andaba borracho y decidí que era mejor no era meneallo». Y le respondo: «TLJ es uno de los grandes. Aún no he visto su Lincoln, pero si hay un actor que lo pueda interpretar hoy con la dignidad que se merece, TLJ es el primero en la lista».

 

Weiß/Colonia, 25.2.

Me despierto tarde y me dice Diny que tenemos visita. Yo había escuchado voces durante la duermevela, a partir de las 8:00 y creí que era Montse, que después de llevar a Henri al Kinder pasó por casa a tomar un café, y que hablaban en voz baja pa no despertarme. Pero no, la visita es Vincent, que anda con fiebre, y papá y mamá tienen que trabajar, así es que lo han aparcado acá durante el día. Me pregunto una vez más cómo hizo Diny para sacar adelante a nuestros tres hijos, con los abuelos maternos en Holanda y los paternos en Troglodia: ni Montse ni Angie han tenido jamás el más mínimo problema de falta de abuelos en emergencias tipo Misión Imposible.

 

Como estoy citado con Julio para almorzar en el sardo de Karstadt a las 12:30, salgo de casa a las 11:30, por ver si tengo suerte y me encuentro a Montse con Henri después de buscarlo en el Kindergarten para llevarlo a casa. Mi gozo en un pozo. No. Pero llega el bus, y ¿quién baja del bus con el cochecito para buscar a su hijito en el Kinder?  Montse, claro está, y nos saludamos, «Hola y adiós», y ella parte rumbo al Kinder, caminando, y yo al centro, en el bus. La vida es una putada del tamaño del Everest visto con lupa de muchos aumentos.

 

En el sardo de Karstadt se nos une Andrea, una alumna de Alberto Salcedo que él me presentó ayer vía email al enterarse de que vino a vivir acá, y la he invitado a encontrarse con nosotros este mediodía; ya que Alberto quiere que conozca a gente interesante en Colonia, a nadie mejor que Julio, pensé. Y efectivamente, pegan la hebra desde el primer momento y yo me siento de lo más boy scout. ¿Cómo puede habérsele ocurrido a Alberto la peregrina idea de que una joven como Andrea pueda tener interés en contactar con un carcamal como yo?  Menos mal que aún no me falla el sentido crítico y todavía sé desfacer a tiempo los entuertos.

 

Si no lo veo no lo creo, pero he firmado una petición en el caso del BárcenasGate, a las 19.04, y lo curioso del caso es que la persona que firmó a continuación, a los 17″, se llama Jordi Pujol. ¿Si será el honorable enanito?

 

Ayer, todavía ayer, le estuve hablando a Rolando de Tommy Lee Jones convencido de que era el intérprete de Lincoln, y no me cabe otra explicación posible sino que creo que él «es» Lincoln. Recién ahora, al ver a Daniel Day–Lewis recibir el Oscar me avivé. Y me digo que qué raro, que habiendo tenido un TLJ a mano, buscasen un galés para interpretar a un hombre de Kentucky*. De todos modos me encantó el discurso con que recibió el Oscar de manos de Meryl Streep. Eso de que la primera opción de Spielberg para el papel de Lincoln era la propia Meryl, y que después de descartar convertir su Lincoln en un musical, y de que el propio DD–L renunciase a interpretar a la Thatcher (¡cuyo papel le valió el Oscar a Meryl el año pasado!), sólo entonces, se decidió Spielberg a ofrecerle el papel a él, ah, eso fue humor inglés de lo mejorcito, más Evelyn Waugh y Saki que P.C. Woodehouse; en fin, lo diré: casi, casi Borges.

[* Pensándolo bien, DD–L prosigue la tradición creada por Vivian Leigh, la inglesa que ganó sus dos Oscars interpretando a otras tantas damas sureñas: Scarlett O’Hara y Blanche Dubois].

 

Weiß/Colonia, 26.2.

1:00 am: Termino de volver a ver Whatever Works y me pongo a pensar en la cantidad increíble de gente a quienes he leído y oído decir que Woody Allen se acabó, que a partir de un momento determinado dejó de ser el WA genial, bla bla bla, y me digo que sí, es posible que tengan razón todos esos imbéciles que a lo largo de sus remilputas vidas (y aunque lleguen a nonagenarios)  jamás serán capaces de plasmar en sus obras completas la vigésima parte del ingenio derrochado a manos llenas por WA en una sola de las más flojas de sus pelis. Cheers, Woody!

 

Comemos en La Modicana, el primer martes al cabo de un mes. Spaghetti frutti di mare que son una paradójica bendición del cielo. Se nos unió Diny, a quien le recomendamos los canelloni que ya probamos Carlitos y yo el viernes, y acepta y los encarga, y luego nos lo agradece. «Ezpaña y yo zomoz azí, zeñora», estuve a punto de contestarle, pero me contuve a tiempo recordando que es la respuesta de don Lope a su esposa neerlandesa, al final del acto II de En Flandes se ha puesto el sol, la obra de Marquina. No hay que llevar tan lejos los paralelos. Bada retro!

 

Weiß/Colonia, 27.2.

Hace un par de días, el tuitero @alercito subió a su cuenta un trino diciendo: «Maldito Bolívar, donde no nos hubiéramos independizado tendríamos fútbol decente y no necesitaríamos visa para ir a Europa». Hoy vuelve a quejarse, del poco eco que despertó ese tuit, y argumenta: «Por el trino de Bolivar me debieron haber dado un Nobel; o al menos meterme en el The Twitter’s Digest de Ricardo Bada». Caramba, me hace gracia, sí, pero diría que aumenta mi grado de responsabilidá por la selección que hago 3x en semana. Como éramos pocos y  la abuelita salió de noche, sólo faltaría que TTD pasara a ser algo así como el Almanaque Gotha de Twitter.

 

Fui con Ulli & Carlitos a Bonn, a ver la exposición sobre la historia del calzado, a partir de las botas del Ötzi hasta nuestros días. Quedamos fascinados. Es que no falta nada: ni el zapatito de Cenicienta, ni las botas del Gato con Botas, ni los tenis que calzaba Boris Becker cuando ganó su segundo Wimbledon, ni unas zapatillas de Anna Paulova, ni los zapatos azules de gamuza pa bailar el rock (¡oh manes de Elvis Presley!), nada falta en esta muestra, ni siquiera unos zapatos para espías de la RDA con teléfono implementado en la suela. Tampoco faltan unas zapatillas de María Antonieta, y al verlas tan sencillitas me resulta sorprendente pensar que gastaba 15.000 libras=150.000 a 225.000 € mensuales en su atrezzo personal. Hay también una golosina en el más genuino sentido de la palabra, un zapato de chocolate, junto al que un vídeo muestra cómo un fetichista se lo come del pie de la bella que lo calza. Y hay, por fin, un taller de reparación de calzado, que a mí, nieto de zapatero remendón e hijo de fabricante de zapatos, me trae lágrimas a los ojos a la vista de las leznas, los martillos, los clavos, las puntillas, las hormas, la lijadora, la fresadora, los sacabocados, todo eso me retrotrae a una infancia pasada entre pieles curtidas, tacones de madera, crepé y corcho, planchas de suela, bramante de coser suelas, ay diositoLo que me llama la atención es que no hay en toda la exposición un solo objeto de procedencia argentina, y bien saben los dioses lo que fue Alpargatas en la industria del calzado, una de las primeras plantas productoras del mundo. Sea como fuere, y como he venido precautoriamente munido de un bastón, no me canso nada (Ulli se inquieta por si acaso estamos castigando mis fuerzas recién recuperadas) y aprovechamos ya para recorrer el resto del museo, donde hay mucho, mucho que ver. Entre otras cosas las esculturas tamaño natural de renanos famosos, desde Marx y Engels, pasando por Heine y Max Ernst, hasta Böll, en las que Peter Nettesheim no se olvidó ni siquiera de la Agripina a quien fuera dedicada la fundación de Colonia. Carlitos me fotografía con Heine y Böll. Y la guinda del pastel es un objeto que me deja boquiabierto: la reproducción del pozo artesiano de madera de Erkelenz–Kückhoven, con el que hombres del Neolítico, 5.300 años a.C., aseguraban su suministro de agua. La suerte es que me lo muestra y me lo explica justamente Ulli, quien es uno de los mayores expertos en ese tema. Laus Deo!

 

Weiß/Colonia, 28.2.

Diny todo el día en Holanda, visitando a Annie. Yo todo el día despachando correspondencia, limpiando archivos, escribiendo una columna adelantada para El Espectador.

 

El jueves, estrenos de cine. Hoy, Hyde Park on Hudson. La añado a la lista de las, con ella, seis pelis que debo ver impepinablemente. La crítica no es favorable, pero Roosevelt (Franklin D., no Teddy) es uno de los héroes de mi infancia. Y Bill Murray uno de los ídolos de mi madurez.

[Esto último lo escribo riéndome de mi imbecilidad y del uso de un lugar común estúpido como pocos].

 

Diny regresa de Holanda sin buenas noticias, debemos estar preparados para lo peor.

 

Weiß/Colonia, 1°.3.

En el canal Arte un reportaje sobre los marjales, las ciénagas europeas, que se han reducido en ⅔ durante los últimos años, especialmente porque los tremedales ya no se usan más como fuente de producción de turba. Recapacito que las palabras españolas son muy plásticas para designar estos terrenos (a ellas hay que añadir pantanos y marismas, pero estas son orilleras de los mares, no de tierra adentro); en cambio la palabra alemana, Moor, es misteriosa y omnicomprensiva, no se siente el agua al pisarla con la lengua, es una palabra que embosca su significado, mientras que las españolas lo desnudan. El reportaje, como siempre, magnífico. Y la sorpresa de la fauna y la flora que encierran esos tremedales: la planta carnívora “rocío del sol”, que se alimenta de los incautos insectos que se acercan a ella; y la inocente obscenidad con que la grulla hembra, en celo, al sentir llegar al macho, se abre de alas, de par en par, y espera que la monten.

 

Henri, ay diosito de mi vida. Estuvo acá el 6 del mes pasado, pronto hará un mes que no lo veo, y que además no me lo han dejado ver. Cordón sanitario le llaman a eso.

 

Mi columna de hoy en El Espectador, sobre el canon femenino de Harold Bloom, trae larga cola de comentarios en el foro. Entre ellos dos de Sebastián Felipe (de quien alguien me aseguró una vez que es un seudónimo de Fernando Vallejo). Este buen Sebastián Felipe se ha empeñado en que yo escriba bien, y no entiendo su altruismo, entre otras muchas cosas porque yo no quiero escribir ni bien ni mal, sino que se me entienda, y las normas gramaticales y ortográficas las uso como papel higiénico cada vez que sea necesario. Como a su primer comentario le repliqué con una frase de Borges recogida por Bioy en sus diarios y que he visto hace poco reproducida en una cuenta Twitter («Qué tristeza, qué miseria, cuando la mayor virtud a que se aspira es la corrección gramatical»), Sebastián Felipe me responde que «Borges murió nostálgico, lleno de saudade por no haber recibido el Nobel de Literatura, que merecía, y ese perfil sicológico lo llevó a escribir varias pendejadas, como contrariar que es verdad averiguada que no existe el fondo sin la forma». Lo que me obligó a contestarle así: «Lo de que Borges se murió lleno de saudade porque no le habían dado el Nobel, bueno, usté lo sabrá, yo no lo sé, aunque más bien creo que el Nobel al final le importaba un bledo. Y qué bueno que diga lo de que Borges también escribía pendejadas, ya tenemos al menos algo en que parecernos a él, ¿no le parece?» Si efectivamente Sebastián Felipe fuese Fernando Vallejo, qué vergüenza, Dios mío, haberle dicho eso, con lo que yo lo admiro. Pero bueno, lo hecho, hecho está. Y a lo hecho, pecho.

 

Weiß/Colonia, 2.3.

NQ me escribe que le hicieron la oferta de recibir en su casa todo tipo de artilugios para masturbarse y correrse en pareja: «No piden que sea fiel, así que soy perfecta. A partir de ahora me pagarán por masturbarme, afición que cultivo gratis desde mis tres años. Y me cagaré de risa con cada orgasmo facturado». Este email suyo me hizo recordar un tuit leído hace unos días en @SexoFacto: «El 27% de las mujeres admite haber mandado fotos de desnudos por email». Y regreso con ello al tema de la exposición que se clausuró hace un par de semanas en Fráncfort, «Privat» (=Privacy): el presente estado de la cuestión en torno a esa entelequia que se llamó “la esfera privada”, ese lugar donde estabas a solas y eras tú mismo: tus cuatro paredes. Y de allí salto a admirar el desnudo de Hedy Kempny, «la muchacha de las trece almas», como la llamó Arthur Schnitzler, para quien ella, a instancias cada vez más apremiantes de su amante platónico (nunca llegaron a la cama), se hizo retratar calata, en natura, en un estudio de Viena. Su diario y su correspondencia con Schnitzler, 33 años mayor que Hedy, son una lectura apasionante. Debo volver a ella otra vez. A la sabiduría de Hedy: «Los hombres tienen en claro, sin la más mínima dificultad, lo que consiguen de nosotras; pero de lo que no consiguen, en la mayoría de los casos no tienen la más mínima idea». Wow! En cuanto a NQ, le contesto que me alegro de que haya conseguido empleo como conejita, no de PlayBoy sino de Indias.

 

***********FIN***********

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