Weiß/Colonia, 21.2.
A consecuencia de la caída de ayer, al querer devolver Buddenbrooks a su balda en la biblioteca del dormitorio, quedé con rozaduras en la pantorrilla y el codo derechos, pero también con un fuerte dolor en el hombro del mismo lado. Diny lo combate dándome friegas con un ungüento cuyo nombre es el de la planta básica para fabricarlo, una campanulácea que en alemán se conoce con el nombre de Teufelskrallen [literalmente “garras del diablo”, por la forma de sus flores] y cuyo nombre popular español no he logrado averiguar, ni siquiera con la desinteresada ayuda de Miss Hortensia Google. Lo cierto es que las friegas me alivian mucho y me permiten escribir y sostener en alto el libro que leo. Alabados sean el santísimo sacramento del altar, y Diny.
Llamada dominical a la Nena, en Huelva, y le pregunto por su hijo tocayo mío, que todavía vive con ella. Me entero de que su Ricardo es un apasionado lector de libros, «¡Cinco en lo que va de año!», me dice la Nena y le pido que me deje hablar con él, lo hago y resulta que lo que lee son novelas policiales. Así es que tenemos una breve plática intercambiándonos nombres como los niños cuando son chicos y coleccionan cromos y canjean entre ellos los que tienen repetidos.
Hay un par de amigas mías que después de leer mi diario, y sobre todo lo que escribí acerca de los premios Nobel, me han escrito asombrándose de mi memoria. A todas ellas les he contestado lo msimo: «El Nobel es un tema que me fascina desde siempre, como los Juegos Olímpicos o los Mundiales de Fútbol. Por otra parte, y debido a unas razones, imperativos más bien, de tipo profesional, todos los años al llegar octubre me tenía que ocupar del tema, así es que el otro día, cuando decidí ver si era capaz de agrupar los premiados por sus idiomas, no me asombré mucho cuando llegué a 112 nombres en 22 lenguas, sobre un total de 117 en 24, y los que me faltaban los conocía también, de hecho es imperdonable que olvidase a Agnon y F. Mistral siendo así que sí registré los de sus compañeros de premio compartido. // Mis amigos brasileños, y aún más los cariocas, se asombran cuando les digo que los nombres de las once playas de Río se pueden recitar como la alineación de un equipo de fútbol, y los recito: Flamingo; Botafogo, Urca, Da Fora; Vermelha, Leme; Copacabana, Arpoador, Ipanema, Leblón y Gávea. ¡Jamás lo habían pensado! Es más, hasta los cariocas no sabían a ciencia cierta cuántas playas tiene Río. Y yo me las aprendí con sólo ver un planito de la ciudad el día que nuestro trasatlántico hizo escala allá, en noviembre 1966, yendo nosotros de camino a Buenos Aires. El planito nos lo dio en el puerto uno de los repartidores de publicidad que aguardan a los turistas en la Estação Marítima, y era propaganda de una joyería. Después de mirarlo para ubicar dónde estábamos y qué podíamos visitar en las ocho horas de estadía en Río, de repente miré con atención el dibujo de esa costa carioca y mentalmente conté once playas y le dije a Diny: «Estos brasileños tienen el fútbol metido hasta en la geografía». Y desde entonces me sé esa «alineación» de memoria. Dicho sea de paso, aún conservo el planito como souvenir».
Weiß/Colonia, 22.2.
2:00 am : Acabo de ver There Will Be Blood [Pozos de ambición en español, ¿por qué no Correrá la sangre?], basada en una novela de Upton Sinclair que se titula ¡Petróleo! El diario inglés The Guardian considera que es la peli más importante filmada en lo que va de siglo. Y bueno, a mí me parece que es bastante buena, sobre todo la primera mitad, pero que Daniel Day Lewis sobreactúa sobre todo en la escena final, como también Paul Dano en el papel del predicador evangelical sin alcanzar la grandeza de Burt Lancaster en Elmer Gantry, basada en una novela de Sinclair Lewis. Confieso que de Upton Sinclair tan sólo he leído sus memorias, harto mediocres y donde lo que más le importa es presumir: recuerdo que cuando viajó a Inglaterra lo que le interesó destacar en sus memorias fue que tuvo un encuentro con Bernard Shaw. Coda: Me resultó simpático pero no muy congruente, o mejor: nada congruente con la peli el que esté dedicada a Robert Altman.
Vino Rebeca para ayudar a Diny en el zafarrrancho de limpieza de los diez ventanales del piso. El de este cuarto mío fue el primero. Según Diny, en el quicio del mismo había hasta telerañas que, de verlas crecer día a día, yo nunca les di carta de naturaleza.
En el octavo episodio de la saga de Petra Delicado registro una frase memorable: «Salió con la fastuosidad de una actriz aficionada interpretando a María Estuardo». A cambio hay otras que de lo infelices te dejan con la boca abierta: «Seguía impenetrable como una manzana colgada de un árbol». Y un operativo de veinte hombres (pg. 78) que se reducen a diez en la 138. Y el whisky degradado como licor (143). Y un mensaje que estaba sobre el pecho del primer cadáver (38) se traslada al lugar donde reposaba una momia que estudiaba ese primer difunto (146). Y servirse un bourbon y beberse a cambio un whisky (236), otra persona que no sabe distinguir el whisky del whiskey. Amén de escribir «estamos en la honda correcta», con una “h” que no pinta nada en ese entierro, y «la bendición urbi et orbe», en un latín transcrito de oídas. Y al menos tres lugares donde a todas luces faltan palabras en el texto. ¿Quién lee las pruebas de imprenta de estas publicaciones? Eso tan sólo en segunda instancia. En primera instancia: ¿son leídos en la editorial los manuscritos originales o los mandan derecho viejo a la imprenta? Ay.
Weiß/Colonia, 23.2.
Después de leer la antepenúltima entrada del domingo, en mi diario, Manu deja un comentario en el foro del mismo: «El canto de esos pequeños pájaros lo disfruto a diario. Han anidado en unos cipreses que tengo en el jardín y se pasan el día contestándose unos a otros. ¡Qué maravillosos son los pájaros cantores, y cuánta felicidad les debemos!» A mi vez le respondo con una sonrisa mientras lo escribo: «¡Y tú que lo digas, Manu! Oye, y cuánto te envidio que tengas un jardín con cipreses. ¿Sabes si son de los que creen en Dios, Manu, o son más bien agnósticos?»
Con Ulli & Carlitos la visita de costumbre al Aldi, donde descubro un anuncio en el “garaje” de los carritos de las compras: «Baumfällerkönig hat noch Termine frei [El rey de los leñadores tiene todavía fechas libres]», anuncio del que han arrancado todos los “flecos” donde constan la dirección email o el número de teléfono del regio leñador. Ulli comenta que no es extraño, ya que a causa de los temporales de las últimas semanas son muchos los árboles desarraigados, si es que no abatidos por el viento. Y no sé cómo se endereza la plática a mi diario y la entrada sobre el canto del pájaro dominical. Ulli quiere saber si además de lo chiquito se posaba en la rama con la cola enhiesta, le digo que sí y me desasna diciéndome que se trata de otro rey, ein Zaunkönig, “el rey de las vallas” en una traducción literal. Luego, en casa, consulto a Miss Hortensia Google y me entero de que se trata de un chochín, al que en Galicia y León llaman carriza. Se me ocurre pensar que una bandada dellos, como decimos los clásicos, vendría a ser una versión ornitológica de Wagner: Los maestros chochines de Nuremberg.
Weiß/Colonia, 24.2.
Veo en el KStAnz durante el desayuno una necrológica con un epígrafe que me da en la nariz que debe ser serbio o croata, así es que le escribo a Blancanieves, en Belgrado: «En el diario de Colonia al que estoy abonado aparece hoy una esquela fúnebre con un epígrafe que dice lo siguiente: Volim te zauvijek moj Šnupić. Tvoja Mihaela», y le pregunto si es una frase en serbio o croata, y en caso positivo, qué significa». La impagable Snežana me contesta casi a vuelta de correos: «Yo diría que en croata por un pequeño detalle: en la versión serbia del mismo texto diría «zauvek» y en la croata es «zauvijek». La tradución es: “Te quiero para siempre, mi Šnupić. Tu Mihaela”. “Šnupić” es un apelativo cariñoso del difunto, pero no sé a qué nombre correspondería ese apodo». Le agradezo y le explico: «Apenas lo vi en la esquela supe que era serbio o croata (puesto que nuestro vecino y ex compañero mío de trabajo en la emisora, el señor Perić, siempre me aseguraba que el serbio/croata no existía). En cuanto al “Šnupić”, sugiero dos posibilidades: a) una deformación cariñosa del apellido del marido, Schnaas, en especial por su sibilante inicial «Schn»; o bien b) ¿será el nombre croata del perro Snoopy en las tiras cómicas de Charlie Brown?» Se me olvidó contarle que cuando había mucho hielo en las calles yo no iba a la redacción en bici, resultaba muy peligroso, y acudía a la parada del bus, donde muchas veces me recogía en su auto el señor Perić, también de camino a la emisora. Y una vez, hablando de nuestro informativo para América Latina, que yo conducía y era, a la sazón, el programa más celebrado en nuestra Casa de la Radio, me peguntó si también teníamos corresponsal en Belgrado, le contesté que sí, que era Snežana Stanojević y el señor Perić se echó a reír y me explicó que Snežana en serbio significa “Blancanieves”, y desde entonces la he llamado y la sigo llamando así, pues nuestra amistad continuó y hasta se estrechó cuando me jubilé. Es más, ahora, al escribirle, lo hago como Presidente del Heptaenanato Mayor de Colonia.
Noveno episodio de la saga de Petra Delicado, leído hoy de una sola tacada. Igual que en casi todos los episodios anteriores, mogollón de fallos narrativos. Personajes que se tutean desde la pg. 162, se tratan de usted a partir de la 175, y en la 188 uno de ellos pregunta: «¿Por qué no nos tratamos de tú de una maldita vez?» Una carta enviada a una tienda de ropa de diseño en Barcelona (278) y la recibe un personaje que vive en una dirección distinta (277 y 278), lo que se contradice con una pregunta en un interrogatorio posterior (286) al destinatario de la carta. Una frase de alquilar balcones: «–Bueno –monosilabeó»: ¿cómo será monosilabear con bisílabos? Otra del mismo jaez: «la felicidad de las noches solitarias, despanzurrados en su cueva como unos marajás»: ¿sabrá la autora el significado del verbo “despanzurrar”?, porque dificulto mucho que sean felices unos despanzurrados, aunque sean marajás. Como casi la mitad de la novela transcurre en Italia, pase que se llame Torino a la ciudad cuyo nombre español es Turín, pero en la misma página (354) contradicción entre la pertenencia o no de un personaje a la Camorra (363). Inexactitud de expresión al decir «Faltaba un cuarto de hora para la aparición o desaparición de Nuria Siguán»: donde dice “desaparición” debería decir “la no aparición”. Esatetera, esatetera, esatetera (© by creo recordar que Pepe Iglesias alias El Zorro). Las novelas son buenas, los personajes bien trazados, las tramas suelen ser intrigantes a más no poder. ¿Por qué y a santo de qué, pues, semejantes descuidos en los detalles, semejante desbarajuste en la información? Sigo mentalmente en Italia, así es que: Porca miseria!
Weiß/Colonia, 25.2.
Han pasado a la 1:45 pm Sorry, Wrong Number [Voces de muerte] basada en un gran radioteatro de Lucille Fletcher y cuyo Deus ex machina es un teléfono, fabuloso recurso auditivo en aquellos tiempos. La he vuelto a ver al cabo de los años porque en mi adolescencia y primera juventud, los años 50, Barbara Stanwyck era mi actriz predilecta, y Voces de muerte una de mis pelis favoritas entre las suyas. No ha perdido nada, sigue siendo impactante. Y por mi parte no puedo hablar ni escribir acerca de Barbara Stanwyck sin pensar en Rolando, quien también la contaba entre sus preferidas y con quien siempre que hablábamos de ella la llamábamos Ruby Stevens, su nombre en el Registro Civil de Brooklyn, donde nació. Rolando, ay, Rolando, dónde has ido a esconderte que nada sabemos de ti desde hace ya casi seis años…
Durante la siesta recurrí al mismo juego mnemotécnico de la semana pasada, y esta vez traté de memorizar los 46 premios Cervantes a partir de sus nacionalidades y a sabiendas de que habría la mitad o más de españoles, amén de que ese premio, desde que en 1979 lo dividieron entre Gerardo Diego y nadie menos que Borges, y posteriormente se lo adjudicaron a Dulce María Loynaz, García Nieto y francisco umbral [sic], sólo me interesó cuando galardonaron a dos grandes amigos entre los nuestros: Mutis y Rojas. Sea como fuere, y para mi sorpresa, conseguí enlistar 46 nombres, entre ellos cuatro errados (Aleixandre, Francisco Nieva, Claudio Rodríguez y Blanca Varela) mientras que me olvidé de cuatro premiados: Luis Rosales, Torrente Ballester, Sergio Pitol y Joan Margarit. No está nada mal, me digo, para tratarse de un premio que cada vez me ha ido interesando menos.
Weiß/Colonia, 26.2.
Escribo un breve texto para el homenaje que Claribelita, la nieta de Claribel y Bud, quiere rendirle con aportes de todos sus amigos, que eran muchos en Europa y América, a nuestra querida Maya, su madre, prematuramente fallecida,. La familia (el clan, podría decirse) de los Flakoll Alegría es uno de los puntos fijos de referencia en nuestra historia como pareja. Y entre tantos recuerdos comunes que nos convocan, inolvidable es aquella semana que pasamos juntos Claribel y Bud, Diny y yo, en la casa que tenían en Deyá, vecinos de Robert Graves, a quien Claribel tradujo al español. Y ese recuerdo, como las cerezas, acarrea otros, y es que empezamos a relacionarnos gracias a Cortázar, padrino de sus mellizas. Managua, Madrid, París, un pueblito de la Selva Negra, Berlín, Rotterdam, Ámsterdam, Deyá… ¡tantas epifanías inefables!
El cartero me trajo un ejemplar del Diccionario de anglicismos del deporte, editado por Jesús Castañón, quien me lo envía desde Valladolid. Jesús es infatigable y admirable, a lo largo de los ya muchos años que nos conocemos le he ido dedicando varios espacios en mis programas para la Deutsche Welle y más de una entrada en mis blogs, y hasta un largo artículo en Nexos. Se merece todo eso y mucho más, incluido un sillón en la Real Academia, con más méritos que un par de gilipuertas que se sientan allí. Ya me las prometo felices cuando pienso en las horas de lectura que voy a dedicarle a su nuevo Diccionario.
Me jalo de un solo envite el décimo episodio de la saga de Petra Delicado. Registro esta frase: «La verdad es puro veneno para el equilibrio mental». Y también registro esta otra, «Nunca me había sentido tan perdida en ninguna investigación a lo largo de mi carrera. Jamás me había enfrentado con un caso tan endiablado», y si la registro es por la sencilla razón de que esa misma o parecidísima formulación ha ido apareciendo con la regularidad de un metrónomo en los nueve episodios anteriores. Por lo demás, algún error de bulto, como que Marcos se refiera a su primera esposa diciendo que es la segunda (pg. 34); el hecho de que Garzón pague unas consumiciones a las que fueron invitados por el mosso de escuadra Roberto Fraile (207), que colabora con Petra & Garzón en este caso; algún que otro pleonasmo («carámbanos de hielo», 254); un “porqué” que debiera ser “por qué” (317); la alusión de Garzón a un Mundial de fútbol ¡ganado por Portugal!… Creo que ya tan sólo leeré, de la saga, el volumen de cuentos Crímenes que no olvidaré, porque la undécima novela, según sé, no es policial, en ella se cuenta cómo Petra se retira a un convento para poner algo de orden en su vida, y eso me importa un bledo, como diría Rhett Butler. Ya el mero título, Sin muertos, es tan antipolicial que uno la mira de reojo. Tuentibus hircis…
Weiß/Colonia, 27.2.
En el cuaderno de necrológicas del KStAnz de hoy, una con un epígrafe de Matthias Claudius (cuya balada “La muerte y la doncella” inspiró el grandioso cuarteto homónimo de Schubert): «Así como una hoja cae del árbol / un ser humano vase de este mundo / y los pájaros siguen cantando». Su eco resuena en Juan Ramón, un siglo después: «…Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros / cantando».
Ayer apareció en Nexos mi artículo dedicado a Buddenbrooks, la inmensa novela de Thomas Mann, en el 120.º aniversario de su publicación. Hoy me escribe Pepe Prats, desde Aventura, el barrio de Miami donde vive, y me habla de cómo recorrió Lübeck siguiendo el rastro de esa novela y comió allí el mejor mazapán del mundo. Nunca he estado en Lübeck, y ahora ya es muy tarde para saldar esa asignatura pendiente. Las ciudades que he recorrido siguiendo una novela son sólo dos: Dublín, tras las huellas del Ulises, y Madrid, tras los pasos de Fortunata y Jacinta: y hasta me he alojado durante años –una o dos veces cada año– en la casa de Pontejos n.º 1 donde vivía Jacinta, de quien sigo enamorado en secreto. O témpora, o Mariano Mores!
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