Weiß/Colonia, 20.5.
Después de recibir mi Doble Envío semanal, José Alias me escribe desde Madrid: «Leído el texto sobre Don Cristóbal y Mickey Mouse lo compartiré en Facebook. Por cierto, hay un Ricardo Bada por esos predios digitales, ¿seréis vos?» Le contesto a vuelta de correos: «Sé que mi hijo, Ricardo Bada Hansen, tiene una pared (creo que se llama así, en vez de paredón, que es como debiera llamarse) en Scarfacebook. Favor, pues, de no confundirnos. Es algo que no nos gustaría a ninguno de los dos, pese al afecto mutuo».
[Transcribí ambos emails y sonó el teléfono. Elemental, querido Guasón, era mi hijo].
Diny se fue al mediodía con las visitas para mostrarles el Museo de Käthe Kollwitz. Estaba en la duda de si llevarlas allá o al Wallraf–Richartz, y le dije que museos como el Wallraf–Richartz hay al menos una docena en Holanda, pero como el KK sólo dos, el de Berlín y el nuestro, y el nuestro es, de lejos, el mejor de los dos. Además, y ese fue mi argumento definitivo, después de haberme enterado ayer de la admiración que Judith siente por la obra de Paula Modersohn-Becker, adonde deben ir es al KK. Cuando regresan lo hacen conmovidas, Judith dice que estuvo a punto de llorar (le digo que una amiga mía, Susanita, lo hizo). Largas pláticas antes y después de la cena ̶ hoy vegetariana ̶ , donde hablamos de Rilke, de Böll y El honor perdido de Katharina Blum, el libro y la peli, si bien me olvido de citar que en el libro aparece «eine spanische Krankenschwester namens Huelva [una enfermera española llamada Huelva]»; y también hablamos de Prechtl y de Equipo Crónica, y de la obra fotográfica de Daniel Mordzinski; y les muestro algunos de mis tesoros, como mi ejemplar de Gavilla de fábulas sin amor, un libro completamente hecho a mano, incluso el papel de hilo (empleado por primera vez por la firma Guarro), de Camilo José Cela con graciosas ilustraciones de Picasso, a todo color; o la preciosa edición bilingüe de veinte de los sonetos de Góngora traducidos por mi inolvidable Fritz Vogelgsang, una edición de lujo con los veinte textos originales de los sonetos transcritos a mano por Picasso, e ilustraciones suyas en los bordes, amén de las ilustraciones a toda página, con el retrato de Góngora y 19 de mujeres aludidas en los sonetos.
Uso DeepL desde que apareció y casi estoy tentado de ir, poco a poco, traduciendo mis cuentos al alemán. Habrá que hacer correcciones, claro está, pero las máquinas son exactamente tan imperfectas como los humanos que las programan, así es que la tarea no es nueva, sino que tiene bastante pedrigrí. ¿Y qué tal leer bajo el nombre del autor «Traducido por ®DeepL»?
Weiß/Colonia, 21.5.
Me levanto inusualmente a las 8:30 am para desayunar con nuestras visitantes y despedirme de ellas, que deben salir de casa a las 9:50 para tomar el bus de las 9:59, visitar de nuevo la tienda de Montserrat (a pesar de que hoy es festivo acá, pero quieren comprar un par de cosas más y el negocio es el negocio, así es que Montse bien contenta) y partir a tiempo de alcanzar su tren, es decir, su primer tren, porque tienen que hacer tres transbordos antes de llegar cada una de ellas a su respectiva casa. El desayuno es copioso y variado, la despedida emotiva de más, con The Köln Concert, de Keith Jarrett, como música de fondo. No lo conocían, así es que se anotaron las coordenadas para buscarlo en Google. [De nada, querido Keith].
Desde Lima, Fernando me comunica lacónicamente: «Falleció Ramón Chao». Le contesto: «Requiescat in pace. Era un gran tipo. ¿Quién fue quien lo bautizó como «el jefe clochard»?»
Me escribe EJ desde Atenas: «Tengo una deuda contigo, la de la publicación de tu cuento sobre Böll [“La oración fúnebre”]. La verdad es que no he tenido mucha suerte con los editores de revistas (también he hablado con un par de editores de libros). No tenían ni idea del centenario de Böll, tras enterarse me contestaron que no tenían nada programado y, los que me dieron una respuesta más o menos completa, me dijeron que les parece raro de todas formas publicar en una revista griega un cuento de un autor español sobre un autor alemán, que si fuera un ensayo todavía…» Le contesto que para nada está en deuda conmigo: «De sobra sé lo difícil que es colocar mercancía de esa clase en las revistas literarias actuales, con pocas excepciones. Ahora bien, si a la gente que has contactado les parece raro publicar en una revista griega un cuento de un autor español sobre un autor alemán, les tendría que parecer igualmente raro publicar en una revista griega un cuento de un autor argentino (Borges, Cortázar) sobre un autor francés («Pierre Menard, autor del Quijote») o sobre una actriz inglesa («Queremos tanto a Glenda»), y desde luego que para nada pretendo compararme con esos dos gigantes, sólo cuestiono el planteamiento del rechazo».
Weiß/Colonia, 22.5.
En La Modicana, con Diny. Es la primera vez que Carlitos encargó una pizza, una Imperiale, con carne molida y espárragos trigueros, y es también la primera vez que tiene que pedir un dog bag ya que no fue capaz de comer sino la ½. Esa ½ de la pizza no comida enrojeció de pura vergüenza cuando Carlitos le pidió el dog bag a la camarera. Lo juro por las barbas del profeta. O su afeitado a navaja. Quienes inventan religiones cuidan mucho la imagen. Y sus exégetas se ven en problemas cuando se trata de autenficar normas musulmanas en lugares que nunca lo han sido ni lo serán.
Weiß/Colonia, 23.5.
Murió Philip Roth. Casi puedo decir que me lo esperaba desde que se anunció que este año no se iba a conceder el Nobel, ni a él ni a nadie. Pero como el año 2019 se piensa conceder dos, sería hacerle justicia que uno de ellos fuera para él, por segunda vez a título póstumo en toda la historia del Nobel. Y en mi apesadumbrado corazón el recuerdo de una frase suya que no se me despinta de la memoria: «La vejez no es una batalla; la vejez es una masacre». So long, Philip!
Entre ayer y hoy he visto tres pelis que no conocía y que me han impactado las tres: una gringa, Challenger, otra alemana, El caso Fritz Bauer, y la tercera francesa Les deux amis. Sus tramas no tienen ni lejanos parecidos, pero en las tres late el mismo tema, la búsqueda de la verdad, ya sea de una catástrofe en la navegación espacial, o la impunidad en que podrìan haber quedado los responsables del genocidio cometido en Auschwitz, o simplemente la lealtad de un amigo. Ha sido una maratón verlas tan seguidas y tan sin respiro de la una a la otra, pero una vez más he de constatar que si no existiera el cine me resultaría muy difícil entender el mundo.
Weiß/Colonia, 24.5.
Relatos salvajes me ha gustado mucho, aunque creo, como Milan Paulovič, mi crítico predilecto, que le falta algo para redondearla. En cualquier caso, las historias que se cuentan me hacen recordar de nuevo lo que decía el malogrado Rafael Humberto Moreno Durán: que si Kafka hubiese sido colombiano (argentino en este caso), hoy lo consideraríamos un escritor costumbrista. Quién sabe si Martín Fierro no lo respetaría como un buen payador.
Weiß/Colonia, 25.5.
Ya va siendo costumbre (e incluso necesidad) que al salir de casa y coronar la rampa hasta la calle, me siente un minuto en el murito del jardín delantero del # 13, debajo del familiar magnolio. Hoy, al hacerlo, descubro a mis pies una, ¡dos!, ¡¡tres!! monedas de un céntimo. Encontrar una moneda de estas en el suelo es en Alemania una señal de buena suerte, de modo que las recojo con devoción, esta «ópera de los tres centavos» en formato acuñado en cobre.
Donde la neumóloga, para lo que tuve que madrugar, levantarme a las 7:00 am, yo que nunca lo hago antes del mediodía. Pero la cita era a las 8:45, ni modo, pues. La buena de la Dra. Dornaika me anuncia que mis valores volumétricos pulmonares han mejorado sensiblemente, por lo que me atiza una nueva tanda de diez sesiones en la Sala Torquemada del centro de fisiología. «Dele Dios mal galardón». ¡La progenitora que la dio a luz! Eso.
La serie Falco, tercera temporada. No cabe duda de que la serie es buena y tiene una dinámica interior que la sostiene sin desmayo. Y no obstante, hay algo en ella que no me convence sin que sepa decir qué. Con el resultado de que tendré que seguir viéndola hasta que lo averigüe. Si es que lo averiguo.
Weiß/Colonia, 26.5.
Me quedo sin acceso a mi cuenta alrededor de las 2:45 pm, y lo peor del caso es que no dispongo del soporte Word ni sé cómo implementarlo, la página de Microsoft te promete el oro y el moro gratuitamente, pero Arzola me tiene enseñado a desconfiar de tanta generosidad. Por lo demás, el galimatías cibernético debe ser de órdago a la grande porque el sistema no me permite abrir mi cuenta pero sí la de Diny, con la sorpresa de que, ya dentro de ella, al pulsar la barra del Session Manager, la que se abre es una programada por mí en mi propia cuenta y no en la de ella. Por supuesto que a caballo regalado no se le mira el diente, así es que a través de esa barra accedo a mi unidad de Google Drive, y ahí el despelote es digno del Guinness Book of Records. Hay archivos que se abren en su totalidad, hay otros que no se abren más allá de la primera página y se excusan de no poder seguir abriendo más [«¡Vaya! Ha habido un problema con la carga de más páginas»], hay archivos donde se puede copiar y trasladar lo copiado a otro soporte, los hay donde no se puede hacer… Lo dicho, un desbarajuste de órdago a la grande. Lo que me lleva a preguntarme si esta expresión se seguirá empleando en España, es más, me pregunto si las nuevas generaciones jugarán al mus. El Seco la recoge como en uso todavía, y lo documenta con una cita del Diario de un emigrante, de Delibes: «Tuve que echarle paciencia al asunto porque había una cola de órdago a la grande».
Weiß/Colonia, 27.5.
Arzola anda de viaje y no podrá venir hasta el lunes por la tarde, para remediar los males de mi comPUTAdora. Paciencia y barajar. (Los alemanes dicen «Paciencia y tomar té». ¡Tila!)
Paul en casa. Cuando llega a este cuarto donde trabajo casi llena el hueco de la puerta, es un gigante. Nos cuenta que le va muy bien en la Uni de Passau, pero que apenas haya terminado sus estudios, dentro de tres años, agarra el primer tren y se devuelve a Colonia. Al parecer en Passau, excepto en la Uni, no se habla más que el horripìlante dialecto bávaro. Me pregunto si el diploma de esa Uni vale la pena de automartirizarse tres años sufriendo a diario semejantes atentados al idioma de Heine y Rilke. Antes de despedirse me pregunta si puedo recomendarle algunas policiales que no sean de 400 páginas, como va siendo la norma. Le entrego las tres primeras de la saga de Jack Taylor. Lo hago con retranca, diría mi padre, porque Ken Bruen, el autor de la saga, encontró en Harry Rowohlt un traductor congenial, cuyo alemán se lee como si fuese champaña para los ojitos que se ha de comer la tierra. Que al menos así, leyendo estas novelas, no se le despinte a Paul que hay un alemán más allá de los gruñidos bávaros.
Weiß/Colonia, 28.5.
Viene Arzola y se enfrasca dos horas largas en la rehabilitación de mi compu. A mí me parece admirable esta summa casi teológica de conocimientos cibernéticos en un artista de la palabra. Cuando está a punto de irse nos llega Diny con dos tazones de sopa de espárragos trigueros, que es lo que ha cocinado para sus amigas del viejo grupo de amnisty international, a quienes tiene de visita (la rotatoria que le corresponde hoy a ella) desde hace una hora. Esta es una sopa de la que puede predicarse la calificación “Resucitamuertos”. Hhmmmmmmmmmmm…
Weiß/Colonia, 29.5.
Viene Ulli hoy a almorzar con nosotros en La Modicana y es tanto el calor que hace que ella y yo optamos por platos fríos, ella una ensalada con tutti y yo un carpaccio de carne de res con trufa y paramesano rallados. Carlitos, que debe poseer una especie de defensa natural contra la canícula (no en vano es medio canario), arrea con el primero de los menús del día, entrada con ensalada y luego ravioles. Y no engorda, qué envidia. Luego, a la hora de pagar, resulta que Ulli nos invita. Viva el lujo y quien lo trujo.
Me trae el correo quelonio un ejemplar del libro dedicado a Silvina Ocampo con una tarjeta de visita de Jorge donde me escribe a mano: «Recién aterrizado, primer ejemplar». Con Jorge estoy en una deuda tan grande que el día menos pensado me van a llamar la atención desde el Pozo Sin Fondo Monetario Internacional.
El impenitente cachondo mental que me habita se sintió tentado de gastar una broma a sus amigos y les envió este email colectivo: «Querida gente amiga, periódicamente les informo a través de correos electrónicos colectivos, por el sistema de copia oculta, acerca de docenas de temas que creo que les pueden interesar, y entre los que ladinamente deslizo mis propios textos, en la esperanza de conseguir así un público lector. Ahora bien, como saben (y si no lo saben yo les cuento), a partir del 25 de mayo de 2018 entró en vigor la nueva legislación de la Unión Europea sobre protección de datos personales (DSGVO). Por esta razón les contacto para saber si desean seguir recibiendo mis correos colectivos. Les aseguro que sus direcciones electrónicas no serán reveladas a terceros. Eso con independencia de que desde luego las conozcan la NSA, los hackers profesionales chinos, rusos y un largo etcétera, amén del Servicio Secreto del Principado de Andorra. En caso que no desearan recibir más información, les ruego me respondan a este correo electrónico rotulando el asunto: Cancelar suscripción. ¡Muchísimas gracias!» ¡Y pensar que yo creía que mis amigos conocen ya de sobra mi sentido del humor! La mera mención del servicio secreto andorrano tendría que haberles hecho darse cuenta de que se trataba de puro cachondeo, pura mamadera de gallo. Pero no, muchos que se lo han tomado en serio y me escriben rogándome que no se me ocurra dejar de enviarles mis emails colectivos.
Weiß/Colonia, 30.5.
Continúan llegando reacciones a mi email colectivo de ayer acerca de la entrada en vigor de la nueva legislación de la Unión Europea sobre protección de datos personales, y todos como ayer insistiendo en que no quieren dejar de recibir mis envíos. Les contesto a todos dándoles las más expresivas gracias y constatando que soy un humorista fracasado. Llorar me toca.
Weiß/Colonia, 31.5.
Fronleichnam [=Corpus Christi], festivo en Alemania, y en el diario una esquela fúnebre con un epígrafe luminoso en correctísimo castellano: «Tú eras y siempre serás nuestro sol». Qué cosa tan sencilla y tan bella, en vez de una empiringotada cita del Libro de los Reyes, o todavía peor, de la Epístola a los Efesios, ¡por Dios! (hubiese dicho Mutis).
Me escribe EB diciéndome que viaja a Madrid a la feria del libro y que le recomiende algunas cosas que ver en mis madriles. Le contesto: «Supongamos que sí te gusta visitar museos. En tal caso el Prado es de rigor, y una vez dentro de él “Las Meninas”, “La familia de Carlos IV” (Esperando a Godoy, lo llamo yo) y las dos majas, la “otra” Gioconda (que siempre dije que me gustaba más que la de París, y mira cómo el tiempo me dio la razón), y “El Jardín de las Delicias”, son inexcusables. Y muchos más, pero al menos esa media docena como mínimo. En el Reina Sofía hay que entrar aunque sólo sea para admirar la arquitectura y decir que se vio el “Guernica”. Y el Thyssen-Bornemisza, desde luego. Pero una hora diaria en cada uno, en tres días, y tienes cubierto ese capítulo. Hay muchos otros museos lindos en Madrid, el Arqueológico es una gozada. O el Sorolla, en la casa–quinta donde vivía el pintor. Y el Lázaro Galdeano, en la casa donde vivió ese millonario con gustos artísticos tan refinados (¡hasta un Bosco poseía!), y que donó a Madrid como museo. Pero tal vez el tiempo que estás en Madrid sea muy breve para todos ellos, y quién sabe si por un excesivo sentimiento del deber pierdes lo mejor de ese tiempo en la feria del libro, que es intercambiable con la de cualquier otro lugar del mundo: vista una, vistas todas». Luego le doy recomendaciones de lugares para bien comer, pero lo esencial es el venenito que le inyecté en vena con la frase «quién sabe si por un excesivo sentimiento del deber pierdes lo mejor de ese tiempo en la feria del libro, que es intercambiable con la de cualquier otro lugar del mundo». En verdad en verdad os digo que viajar a Madrid para visitar la feria del libro es como visitar Venecia para admirar las mareas en la playa del Lido. Tiempo despilfarrado. Claro que EB es joven, pero aún así.
Le escribo a Arzola ya mediada la tarde: «Trabajo a destajo tratando de recuperar el tiempo, los dos días y medio perdidos en el fin de semana pasado, pero lucho contra molinos de viento que son en verdad gigantes, tenía razón don Alonso Quijano. a) El tipo de letra de los archivos se ha reducido bastante en comparación con el usual antes del black out. Hay casos en que puedo agrandarlo con el procedimiento que tú me enseñaste (mantener apretada la tecla de Control y teclear en la del signo «+»), y otros en que no, pero sí con el Zoom a la derecha abajo de la pantalla. Y hay casos en que de ninguna de las dos maneras. Estoy seguro de que debe de haber un lugar donde regular esto de manera uniforme para todos los archivos y carpetas. b) Los archivos y carpetas se abren todos, TODOS, en modo Seitenlayout (pantalla partida por gala [o por joder] en dos), lo que me obliga a convertirlos todas las veces en el modo Entwurf (Borrador) que es el único en que me gusta trabajar. Como en el caso anterior, estoy seguro de que esto también es arreglable para uniformar las aperturas. Y c) En la barra de tareas, abajo, las ventanas abiertas aparecen en forma de minipantallazos de la ventana correspondiente y no como nombres en una lista, lo que significa un continuo despelote al tratar de abrir cualquiera de ellas sin que se abra la del al lado. Y como en los dos casos anteriores, estoy seguro de que etc. etc. etc. No es nada grave, pero si entorpecedor del trabajo ya que, además, me obliga a revisar continuamente mi modus operandi (como decimos los clásicos), con la consiguiente pérdida de tiempo».
Weiß/Colonia, 1.6.
Gracias a la asistencia de Arzola, telefónica y vía email, resuelvo dos de los problemas que me traían por la Bitterkeitstrasse [=calle de la Amargura]. En el relativo a la aparición de los textos en pantalla en modo Seitenlayout, o sea, en dos columnas, en formato como para imprimir un libro, me explica Arzola que se ha resuelto automáticamente al agrandar el tamaño de la letra que ahora uso: «Es un poco difícil de explicar –me dice–, pero tienes que imaginar que el texto es un líquido, y cuando haces clic para abrirlo, se expande por la pantalla dependiendo de dos factores, el tamaño de ella y el de su propia letra, de manera que si la pantalla es grande y el de la letra es pequeño, se esparce como si fuera en vasos comunicantes». O dicho de otro modo: De la Cibernética como la más acomodaticia de las ciencias exactas. Se diría que es andaluza. Pero sea como fuere, encuentro algo poético en eso de que un texto sea una especie de líquido que mana del hontanar de los algoritmos. Sólo que a diferencia del arroyo de Heráclito, aquí sí que puede uno bañarse todas las veces que quiera en las mismas aguas.
En los casi tres días de inactividad forzada por mor de la compu (¡la recontrarremilputa que la requetecontrarremilparió!), adelanté mucho en la lectura “a pequeñas diócesis” del epistolario de Flaubert. Me fascinaron las trece páginas de una carta a Sainte–Beuve, en defensa de su Salammbô, y las diez de la dirigida a un tal Froehner, redactor de la Revue Contemporaine, que al parecer se las daba de erudito en temas orientales e hizo una reseña prepotente de Salammbô, y encontró en Flaubert la horma de su zapato, porque le rebatió punto por punto la reseña, y le demostró, de paso, que hablaba de oídas, mientras Flaubert había invertido años de su vida en la búsqueda de materiales para su novela, incluyendo en el proceso de creación incluso un viaje a Cartago. Al pobre Froehner lo dejó poco menos que en calzoncillos en medio de los Campos Elíseos. Por lo demás he hecho acopio de muchos momentos brillantes de la correspondencia, como por ejemplo la carta donde invita a los hermanos Goncourt a una lectura de lo que llevaba escrito de su Salammbô, y la carta dice: «Mañana tiene lugar la ceremonia. Con gripe o sin ella. ¡Mierda! Discúlpenme que les haya hecho esperar tanto. Aquí el programa: 1.º) Empezaré a rugir a las 4, así es que lleguen a las 3; 2.º) A las 7, cena oriental. Se servirá carne humana y sesos de burgués, además de clítoris de tigresas rehogados en manteca de rinoceronte; 3.º) Después del café reanudación de los rugidos púnicos hasta el agotamiento de los oyentes. ¿Les gusta? Suyo. P.S.: ¡Puntualidad y secreto!» Me recuerda un poco las barrabasadas que imaginábamos Javier y yo en Huelva, a fines de los 50, en las horas calcinantes del verano.
En el # de este mes de Nexos, en soporte papel, mi memoria de Severo. Es un texto que creo que trasunta el cariño y la admiración que le tenía. Sería caer en el lugar común parafrasear a Lorca y decir que tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace, un cubano tan claro, tan rico en aventura. Pero es que es verdad, carajo, es la pura verdad.
Weiß/Colonia, 2.6.
2:15 pm Quiero despedirme de UQ, que regresa mañana a Caracas, la llamo al teléfono de Alcorcón donde siempre platicamos cuando viene a España, pero hoy, cada vez que lo hago, me sale una voz (de esas automatizadas) que me dice «Teclee su número», Las primeras veces pensé que era que había marcado mal el número. Pero a la tercera vez, y viendo en el display que era el número correcto, obedecí y tecleé el número, con lo que conseguí que reapareciese la voz diciéndome «Teclee su contraseña». Entretanto he llamado a Montse, aquí en Colonia, y a la Nena, en Huelva, para comprobar que mi línea está en orden. Y ahora, desde que hablé con la Nena llevo media hora intentándolo de nuevo con Alcorcón y está constantemente ocupado.
3:00 pm : Por fin conseguí hablar con UQ y despedirme de ella, si bien con un fondo de voces infantiles empeñadas en una guerra verbal implacable, de la que sólo pude entender que una de las fuerzas en combate había perdido un diente. «Más se perdió en la guerra de Cuba», hubiese comentado mi abuela Remedios, la bella y sabia.
Dejo un comentario al pie de la columna sabatina de mi taruguita querida en sinembargo.mx, hoy dedicada al Quijote: «El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha es uno de mis tres libros de cabecera (los otros dos son Orgullo y prejuicio, de Jane Austen, y Platero y yo, de mi paisano Juan Ramón). Y una de las cosas que más me gustan del Quijote es el corte de mangas que don Miguel le dedica a la censura y a la Inquisición, sin palabras, por medio de la pura elipsis. Como para muestra basta con un botón, fíjate en este curioso dato que descubrió aquel periodista insigne y lúcido socialista vasco que fue Luis Araquistain: “La singularidad que más ha llamado mi atención en el Quijote, y que no veo mencionada en ninguno de sus innumerables comentarios, es que en los 106 días que duraron las aventuras del Ingenioso Hidalgo, ni él ni Sancho Panza fueron nunca a misa”. ¡Genial don Miguel! Chapeau!»
***************THE END***************