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De profesión, artista

 

Stacie_Collins

Profesión. El uso común del concepto tiene diferentes acepciones, entre ellas: empleo, facultad u oficio que cada uno tiene y ejerce públicamente. Las profesiones son ocupaciones que requieren de un conocimiento especializado, una capacitación educativa de alto nivel, control sobre el contenido del trabajo, organización propia, autorregulación, altruismo, espíritu de servicio a la comunidad y elevadas normas éticas.

Wikipedia

Como ya casi todos vivimos en el mundo 2.0, he preferido poner esta definición de Wikipedia, y no la de la Real Academia de la Lengua, porque tiene un sentido más colectivo de lo que para todos es una profesión y, por lo tanto, un profesional. No se trata sólo de tener unos conocimientos, sino de aplicarlos y desarrollar todas las facetas del trabajo en el que se desarrolla la profesión. En el caso de la música, que es lo que nos ocupa, estos pequeños matices determinan si eres sólo un aficionado o no, si sólo te gusta el cachondeo o eres consciente de que estás trabajando con todo lo que ello conlleva.

La noche del 18 de abril estuve en un concierto en La Boite, una pequeña sala madrileña en la zona de Gran Vía. La artista en cuestión era una armonicista madurita que se llama Stacie Collins. Desde Nashville, donde ella vive, gira habitualmente por Estados Unidos y Europa. Evidentemente, no es una artista de primera fila y lo sabe, lo que no es óbice para que la mujer se dejase el alma en aquel escenario la noche del 18 de abril.

Sinceramente, no me gustó el concierto. Todos los temas estaban cortados por el mismo patrón: Intro, estrofa, estribillo, estrofa, solo de armónica, solo de guitarra, estrofa, estribillo y final. Con algunas pequeñas variaciones, a veces había un puente para pasar de la estrofa al estribillo, esa era la tónica. Las versiones demasiado evidentes.

Además, la banda dejaba bastante que desear. El batería era sólo guaperas, pero podía haber elegido cualquier otra noble profesión. El bajista… bueno; correcto. El guitarrista repitió el mismo solo en cada uno de los temas. Ella se dejó la piel, cantó y tocó la armónica como si no fuese a volver a hacerlo nunca más, pero allí faltaba alma, mucha alma. A pesar de todo, hicieron tres bises.

El concierto terminó, pero no el trabajo de Stacie. La banda, no sólo no se quedó atrincherada en su camerino para que no les molestasen, sino que, antes de que nos diéramos cuenta, estaban allí, mezclados con la gente, repartiendo saludos y buen rollo. La artista, la que más curra, la que da la cara, la jefa, no el manager ni el promotor ni un empleado de la sala, no sólo salió, saludó y sonrió, sino que, como no se le caen los anillos, se instaló en una de las mesas del local, montó su tenderete y se puso a vender ejemplares del tercer disco que sacó a finales de 2010. Para mí, esto es ser consciente de que tienes una profesión y, si eres un profesional, tu trabajo no termina cuando bajas del escenario sino cuando el local se ha vaciado y has intentado agradecer su asistencia al público y vender tu producto a todo el mundo que has podido. Cuando vi que esta mujer que ya no es una jovenzuela, que está a miles de kilómetros de su casa de Nashville, después de haberlo dado todo en el escenario, por un caché medio o bajo o por una parte de la taquilla de aquella noche, que no sería mucho, se ponía ella misma a vender discos, me pregunté cuántos artistas españoles profesionales de la música había visto yo hacer lo mismo… ¿A cuántos habéis visto hacerlo?

@Estivigon

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