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De Reyes y Princesas

 

Hacía un montón de años que no veía el mensaje de Navidad del Rey Juan Carlos I (la verdad es que creo que lo único que vi, y me interesó de sus mensajes, fue el de la noche del 23-F) y decidí verlo ya que estaba por España de vacaciones.

Pero tenía que preparar la cena para la familia y me lo he tenido que ver en YouTube para enterarme. Tenía curiosidad por ver cómo salía del paso con los problemas que le están creando los yernos.

Primero fue mi paisano ‘hurgar nariz’ Marichalar, que bendito sea lo que quiera que se metiera por  las fosas nasales pero que no dejaba de ser una cuestión puramente personal y privada, por más que le diera un torozón que estuvo a punto de llevársenoslo.

Pero ahora el Urgardarín parece que lo que se metía entre pecho y espalda o, mejor dicho, entre cuentas corrientes y paraísos fiscales era la pasta que ha salido de nuestros bolsillos contribuyentes, o de grandes empresas que luego nos trasladarán esos pagos a los costes de lo que nos venderán.

Esto de las fundaciones es lo que tienen: mucho lío. O como diría el viejo refrán: “Hecha la Fundación, hecha la trampa”. No lo puedo evitar las únicas Fundaciones que me gustaron son las que le leí de joven a Assimov

 

Veremos a ver qué sorpresa nos depara la Súper Nuera, porque algo nos va a acabar deparando y si no, al tiempo.

Anoréxica ya parece, pero eso se queda como lo de las ingestas de narices de Marichalar, en el ámbito de los vicios y/o enfermedades privadas que no tienen por qué tener trascendencia en los Presupuestos de la Casa Real, ¿qué come menos? ¡pues ya cenará!, no problemo: se baja la partida de lectuce (lechuga) para Leticia y tan panchis.

 

En todo caso el Rey estuvo aceptable, hizo una faena de aliño, sin despreciar al morlaco pero sin arriesgar al casi inculpado, que para algo existe la presunción de inocencia, al menos entre los que somos de izquierdas, para todo el mundo, y entre los de derechas, para los suyos.

 

Le enseñé el Rey a Asséto, mi mujer, y se quedó escuchándole un poco, comprendiendo aún menos, mientras yo volvía a bregar con un chupe de camarones.

Ayer le expliqué la historia de las tribulaciones del Rey con la familia política y se mostró comprensiva, quiero decir que parecía entenderme. Y me contó, así de repente, sin preaviso, que ella es princesa por partida doble. Es decir por parte de padre y por parte de madre. Y yo sin saber nada de nada, te juro que en África la gente habla por los codos, de tontunas muchas veces, pero son muy reservados para lo suyo.

Picado, o picajoso, le dije que yo también era Príncipe de Beukelaer, principado al que accedes si presentas 100.000 códigos de barras de las conocidas galletas…

 

 

 

Puestos a reyes ni el de espadas, menos el de bastos. Con las copas nos puede quedar una monarquía dorada…

 

 

Así que mi Asséto es princesa. 

Su padre no es rey, que es cocinero (aunque esto no es impedimento, más bien condimento, que no hay dedicación exclusiva en los Naabás de Burkina), pero su abuelo era rey, Naabá. Su hermano, del rey, heredó la cheferie, jefatura. Y hace 2 años murió y su hijo fue aceptado como rey.

La última vez que Asséto fue a la aldea le dieron una pulsera que te señala como miembro de la familia real. Las mujeres se las ponen en la muñeca y las niñas en el tobillo. Lo de las pulseras es más práctico que las diademas o las coronas porque como aquí las mujeres cambian mucho de mechas, trenzas y pelucas lo mismo no les ajustaría bien en todos los casos. Y sale más barato una pulsera de cuentas de plástico. No tengo fotos de la pulsera porque se la deja en la aldea y sólo se la pone alli, lo que son los actos oficiales….

 

Por parte de la madre.

La familia materna vivía en una aldea que se llamaba Buurtinga, que ahora forma parte de Ouagadougou por el crecimiento de la capital.

El abuelo de mi suegra era Naabá de la aldea de Buurtinga. Su nombre de familia es Zida, con z, la s vino mucho después.

Cuando murió, el padre de mi suegra debía heredar la cheferie, pero estaba viviendo en Adbiján, Costa de Marfil, donde trabajaba de recadero de la Administración. Como no quiso volver, tenía un buen trabajo, mucho mejor que ser rey, que es más testimonial, pero no genera ingresos, la cheferie pasó a su hermano pequeño. Este rey murió también hace 10 años y su hijo accedió al trono. Es un hombre joven, unos 40 años, primo de Asséto.

Como veréis hay una especie de ley sálica y las mujeres están apartadas de las líneas de sucesión. Y esto es lo de menos porque para las demás cosas parece que haya una ley sádica contra las mujeres.

 

 

Hay príncipes que valemos tanto como los reyes, los típicos príncipes Torlato-Fabrini de La Condesa Descalza, al menos parecemos más reales…

 

 

El joven Naabá parece un hombre ‘sage’, sabio, habla poco y escucha mucho. Lo cual es un símbolo de sabiduría en África y parte del extranjero: “eres esclavo de tus palabras y dueño de tus silencios y de tu coche”

No os puedo decir su nombre, el del Naabá, yo tengo un Toyota, mi mujer lo ha olvidado a base de llamarle Naabá, rey, y tiene un Hyundai.

 

Así que el poder se desplazó de la cour de mi suegra a la cour de sus primos…

¿Poder? Más bien poco, algo de poder sobre las decisiones familiares, los matrimonios, divorcios, embarazos, repudios, protección familiar y un largo etcétera que no da dinero, ni trabajo, ni de comer, pero te condiciona la vida.

Asséto es Naabissé, hija de Naabá, o Niña del Reino.

 

Cuando Asséto, soltera, quedó embarazada hace 9 años, sus padres estaban en Gabón trabajando en la restauración (cocineros, que no hay museos o cosas parecidas por allí) y ella vivía en la cour familiar; su tío materno convocó a los viejos de la aldea (barrio de Ouagadougou) y a los tíos paternos de mi mujer y tuvieron un cónclave en el que decidieron por unanimidad, que no humanidad, expulsar a Asséto de la cour familiar, por puta.

Una reunión en la que sólo participaron hombres pero, los muy cobardes o tradicionales, llamaron a la tía de mi mujer para que se ocupara de que abandonara la cour.

La tía Habibou se lo pensó 2 veces y con buen criterio se fue a ver al Naabá y su madre a explicarles el caso.

El Naabá estaba un poco perdido, acababa de acceder a la jefatura e intentaba manipularle todo el mundo porque era muy joven, pero su madre tomó cartas en el asunto y le explicó a su hijo que no se podía echar de la cour familiar a una Niña del Reino, una Princesa.

Y así fue como pudo quedarse entre ellos, aunque no sé para qué con esa familia tan cariñosa.

 

Asséto cuenta orgullosa que cuando dio a luz fue la madre del Naabá la que lavó y ungió por primera vez a su hija Latifa.

 

Ni todos los gatos son cuatro, ni todos los Reyes son malos. A las pruebas me repito

 

 

 

Y puestos a Reinas, Cesaria Evora, reina de la morna, y que descanse en paz

 

 

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