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Universo eleganteFronteras de la cienciaDecidido. Una ciencia de la vida sin libre albedrío

Decidido. Una ciencia de la vida sin libre albedrío

Introducción a la indeterminación cuántica 

Realmente, no quiero escribir este capítulo ni el siguiente. De hecho, es algo que he estado temiendo. Cuando mis amigos me preguntan cómo va la escritura del libro, tuerzo el gesto y les digo: “Bueno, va bien, pero sigo posponiendo hacer los capítulos sobre la indeterminación”. ¿Por qué ese pavor? Para empezar, (a) el tema de los capítulos se basa en una ciencia profundamente extraña y contraintuitiva que (b) apenas comprendo y que (c) incluso la gente que uno pensaría que la comprende admite que no, pero con una incomprensión profunda, no con mi insignificante despiste, y (d) el tema ejerce una atracción irresistible sobre las ideas chifladas con tanta seguridad como una estatua sobre las palomas que defecan, tiene un tirón que constituye un extraño atractor del tipo “¿De qué están hablando?”. Pero, en fin, vamos allá.

Este capítulo examina algunos dominios fundacionales del universo en los que cosas extremadamente diminutas operan de formas que no son deterministas. En los que la imprevisibilidad no refleja las limitaciones de los humanos que abordan las matemáticas o la espera de una lupa aún más potente, sino que refleja formas que no vienen determinadas por el estado físico del universo. Y el próximo capítulo trata sobre cómo refrenar a los creyentes en el libre albedrío en este patio de recreo de la indeterminación.

Si me acobardara y pusiera fin a este par de capítulos aquí mismo, las conclusiones serían que, sí, el determinismo laplaciano realmente parece desmoronarse en el nivel subatómico; sin embargo, es muy poco probable que un indeterminismo tan insignificante influya en algo sobre el comportamiento. Incluso si lo hiciera, es aún más improbable que produjera algo parecido al libre albedrío; los intentos de los estudiosos de encontrar el libre albedrío en este ámbito revelan con frecuencia una credulidad extrema.

 

Aleatoriedad indeterminada 

¿Qué entendemos exactamente por aleatoriedad? Supongamos que tenemos una partícula que se mueve “al azar”. Para que esto fuera cierto, debería mostrar estas propiedades:

—Si en el tiempo 0 una partícula se encuentra en el punto X, el lugar más probable en el que se espera encontrar a esa partícula en movimiento aleatorio durante el resto del tiempo es de nuevo el punto X. Y si en algún momento después del tiempo 0, la partícula resulta estar en el punto Z, el lugar donde será más probable ahora que esté el resto del tiempo es el punto Z. El mejor predictor de dónde es más probable que esté una partícula que se mueve aleatoriamente es donde se encuentra en este momento.

—Toma cualquier unidad de tiempo; por ejemplo, un segundo. La cantidad de variabilidad en el movimiento de la partícula en el próximo segundo será la misma que durante un segundo dentro de un millón de años.

—El patrón de movimiento en el tiempo 0 tiene correlación 0 con el tiempo 1 o −1.

—Si parece que la partícula se ha movido en línea recta, agarra esa lupa, mira más de cerca y verás que en realidad no es una línea recta. En su lugar, la partícula zigzaguea, independientemente de la escala de aumento.

—Debido a ese zigzagueo, cuando se amplía infinitamente, una partícula se habrá desplazado una distancia infinitamente larga entre dos puntos cualesquiera.

Se trata de características estrictas para que una partícula pueda calificarse de indeterminada.[1] Estos requisitos, especialmente ese asunto de la esponja de Menger de que algo infinitamente largo cabe en un espacio finito, muestran en qué se diferencia la Aleatoriedad con A mayúscula de los cambios de canal descerebrados.

Entonces, ¿qué tiene que ver que una partícula sea aleatoria con que tú seas el capitán agentivo de tu destino?

 

Aleatoriedad barata: movimiento browniano 

Comencemos con la versión de barrio del indeterminismo, que rara vez se contempla en los retiros de meditación.

Siéntate en una habitación a oscuras pero por cuya ventana entre un rayo de luz y observa lo que está siendo iluminado en el trayecto por el rayo (es decir, no el punto de la pared que está siendo iluminado, sino el aire iluminado entre la ventana y la pared iluminada). Verás minúsculas partículas de polvo que están en constante movimiento, vibrando, sacudiéndose de un lado a otro. Comportándose de forma aleatoria.

La gente (por ejemplo, Robert Brown en 1827) había observado el fenómeno durante mucho tiempo, pero no fue hasta el siglo pasado cuando se identificó que el movimiento aleatorio (también conocido como “estocástico”) se producía entre partículas suspendidas en un fluido o gas.

Las partículas diminutas oscilan y vibran como resultado de ser golpeadas aleatoriamente por fotones de luz, que transfieren energía a la partícula, produciendo el fenómeno vibratorio de la energía cinética. Lo que hace que las partículas choquen entre sí aleatoriamente. Lo que provoca que choquen con otras partículas. Todo moviéndose al azar: la imprevisibilidad del problema de los tres cuerpos, pero con esteroides.[2]

Ojo, no se trata de la imprevisibilidad de los autómatas celulares, donde cada paso es determinista pero no determinable. En cambio, el estado de una partícula en un instante dado no depende de su estado un instante antes. Laplace vibra desconsoladamente en su tumba. Las características de dicha estocasticidad fueron formalizadas por Einstein en 1905, su annus mirabilis, cuando anunció al mundo que no iba a ser un examinador de patentes para siempre. Einstein exploró los factores que influyen en el alcance del movimiento browniano de las partículas en suspensión (nótese el plural en partículas: cualquier partícula dada es aleatoria, y la predictibilidad es probabilística solo en el nivel agregado de montones de partículas). Una cosa que aumenta el movimiento browniano es el calor, que incrementa la energía cinética de las partículas. Por el contrario, disminuye cuando el entorno del fluido o gas circundante es pegajoso o viscoso, o cuando la partícula es más grande. Piensa en esto último de esta manera: cuanto más grande es una partícula, cuanto más grande es la diana, más probabilidades hay de que choque con muchas otras partículas, por todos sus lados. Lo que aumenta las probabilidades de que todos esos choques se anulen entre sí y la partícula grande se quede quieta. Así, cuanto más pequeña es la partícula, más excitante es el movimiento browniano que muestra: aunque la Gran Pirámide de Guiza vibre, no lo hace demasiado.[3]

Eso es el movimiento browniano, partículas que chocan entre sí al azar. ¿Hasta qué punto está esto relacionado con la biología (un primer paso para ver su relevancia en el comportamiento)? Resulta que mucho. Un artículo explora cómo un tipo de movimiento browniano explica la distribución de las poblaciones de terminales de axones. Otro se refiere a cómo las copias del receptor del neurotransmisor acetilcolina se agregan aleatoriamente en grupos, algo importante para su función. Otro ejemplo se refiere a la anormalidad en el cerebro: algunos factores, en su mayoría misteriosos, aumentan la producción de un fragmento extrañamente plegado llamado péptido beta-amiloide. Si una copia de este fragmento choca al azar con otra, se pegan, y este grumo de mugre proteica agregada se hace más grande. Estos agregados amiloides solubles son los asesinos más probables de las neuronas en la enfermedad de Alzheimer. Y el movimiento browniano ayuda a explicar las probabilidades de que los fragmentos choquen entre sí.[4]

Me gusta mostrar un ejemplo del movimiento browniano, porque socava el mito de que los genes determinan todo lo interesan- te en los sistemas vivos. Tomemos un óvulo fecundado. Cuando se divide en dos, se produce una división browniana aleatoria de las cosas que flotan en su interior, como esos miles de generadores de energía para la célula que son las mitocondrias. Nunca es una división exacta 50/50, y mucho menos la misma división cada vez, lo que significa que esas dos células ya difieren en su capacidad de generación de energía. Lo mismo ocurre con un gran número de copias de proteínas llamadas factores de transcripción, que activan o desactivan los genes; la división desigual de los factores de transcripción cuando la célula se divide significa que las dos células diferirán en su regulación génica. Y con cada división celular posterior, el azar desempeña ese papel en la producción de todas esas células que finalmente te constituyen.[5], [6]

Ahora llegamos al momento de ampliar la escala y ver dónde interviene la aleatoriedad browniana en el comportamiento.

Consideremos un organismo –por ejemplo, un pez– en busca de alimento. ¿Cómo encuentra la comida de la forma más eficiente? Si la comida es abundante, el pez busca en pequeñas incursiones alrededor de ese lugar donde es fácil alimentarse.[7] Pero si la comida es difusa y escasa, la forma más eficiente de toparse con algo es cambiar a un patrón de búsqueda aleatorio y browniano llamado “paseo de Levy”. Así que si tú eres lo único que vale la pena comer en medio del océano, el depredador que te agarre probablemente habrá llegado hasta allí mediante un paseo de Levy. Y lógicamente, muchas especies de presas se mueven de forma aleatoria e impredecible para evadir a los depredadores. La misma matemática describe otro tipo de depredador a la caza de presas: un glóbulo blanco en busca de patógenos que engullir. Si la célula se encuentra en medio de un grupo de patógenos, realiza el mismo tipo de incursiones caseras que una orca dándose un festín en medio de un montón de focas. Pero cuando los patógenos son escasos, los glóbulos blancos cambian a una estrategia de caza aleatoria de paseo de Levy, al igual que la orca. La biología mola.[8]

Para resumir, el mundo está lleno de instancias de movimiento browniano indeterminista, con varios fenómenos biológicos que han evolucionado para explotar de forma óptima versiones de esta aleatoriedad. ¿Estamos hablando aquí de libre albedrío?[9] Antes de responder a esta cuestión, es hora de enfrentarse a lo inevitable y abordar la madre de todas las teorías.[10]

 

Indeterminación cuántica 

Allá vamos. La imagen física clásica de cómo funciona el universo, atribuida invariablemente a Newton, se vino abajo a principios del siglo xx con la revolución de la indeterminación cuántica, y nada ha sido igual desde entonces. El mundo subatómico resulta ser profundamente extraño, y sigue sin poder explicarse del todo. Resumiré aquí los hallazgos más pertinentes para los creyentes en el libre albedrío.

 

Dualidad partícula-onda 

El inicio de la rareza más fundacional fue el experimento de la doble rendija –un hito inconmensurablemente genial–, realizado por primera vez por Thomas Young en 1801 (otro de esos polímatas que, cuando no estaban ocupados con la física o esbozando la biología del funcionamiento de la visión del color, ayudaron a traducir la piedra Rosetta). Dispara un haz de luz hacia una barrera que tiene dos rendijas verticales. Detrás de ella hay una pared que puede detectar dónde incide la luz. Se demuestra que la luz viaja a través de las dos rendijas en forma de ondas. ¿Cómo se demuestra esto? Si hubiera una onda emanando de cada rendija, las dos ondas acabarían solapándose. Y existe una firma característica cuando un par de ondas hace esto: cuando los picos de dos ondas convergen, se obtiene una señal inmensamente fuerte; cuando los valles de las dos convergen, lo contrario; cuando un pico y un valle se encuentran, se anulan mutuamente. Los surfistas entenderán esto.

Así que la luz viaja como una onda (conocimiento clásico). Dispara un chorro de electrones a la barrera de la doble rendija y obtendrás la misma conclusión: una función de onda. Ahora, dispara un solo electrón cada vez, registra dónde choca con la pared del detector, y el electrón individual, la partícula individual, pasa como una onda. Sí, el electrón individual pasa por ambas rendijas simultáneamente. Está en dos lugares a la vez.

Resulta que se trata de algo más que dos lugares. La ubicación exacta del electrón es indeterminista, distribuida probabilísticamente en una nube de lugares a la vez, algo denominado superposición.

Cuando se habla de esto, se suele decir algo así como “Ahora las cosas se ponen raras”. Como si el hecho de que una sola partícula esté en varios lugares a la vez no fuera raro. Ahora las cosas se ponen más raras. Construye un dispositivo de registro en la pared de la doble rendija para documentar el paso de cada electrón. Ya sabes lo que ocurrirá: cada electrón individual pasa por ambas rendijas a la vez, como una onda. Pero no: cada electrón pasa ahora por una rendija o por la otra, aleatoriamente. El mero proceso de medir, de documentar lo que ocurre en la pared de la doble rendija, hace que los electrones (y, de hecho, los flujos de luz, formados por fotones) dejen de actuar como ondas. La función de onda “colapsa” y cada electrón atraviesa la pared de la doble rendija como una partícula singular.

Así pues, los electrones y los fotones muestran la dualidad partícula-onda, ya que el proceso de medición convierte las ondas en partículas. Ahora mide las propiedades del electrón después de que pase por las rendijas, pero antes de que golpee la pared del detector, y como resultado, cada electrón pasa por una de las rendijas como una única partícula. “Sabe” que va a ser medido en un instante, lo que colapsa su función de onda. La razón por la que la medición colapsa las funciones de onda –el “problema de la medición”– sigue siendo un misterio.[11]

(Para adelantarnos un momento, se puede adivinar que las cosas se van a poner muy new age si asumimos que el mundo macroscópico –cosas grandes como, por ejemplo, tú– también funciona así. Puedes estar en múltiples lugares a la vez; no eres más que potencial. El mero hecho de observar algo puede cambiarlo;[12] tu mente puede alterar la realidad que te rodea. Tu mente puede determinar tu futuro. Diablos, tu mente puede cambiar tu pasado. Más locuras por venir).

La dualidad partícula-onda tiene una implicación clave. Cuando un electrón pasa por un punto como una onda, puedes conocer su momento, pero obviamente no puedes conocer su ubicación exacta, ya que está indeterminadamente en todas partes. Y una vez que la función de onda colapsa, se puede medir dónde está ahora esa partícula, pero no se puede conocer su momento, ya que el proceso de medición lo cambia todo sobre ella. Sí, es el principio de incertidumbre de Heisenberg.[13]

La incapacidad de conocer tanto la ubicación como el momento, el hecho de la superposición y de que las cosas estén en varios lugares a la vez, la imposibilidad de saber por qué rendija pasará un electrón una vez que una onda se ha convertido en partícula, todo ello introduce un indeterminismo fundamental en el universo. Einstein, a pesar de poner patas arriba el mundo reductivo y determinista de la física newtoniana, odiaba este tipo de indeterminismo, declarando célebremente: “Dios no juega a los dados con el universo”. Esto inició una industria casera de físicos que intentaban colar alguna forma de determinismo por la puerta de atrás. La versión de Einstein es que el sistema en realidad es determinista, gracias a algún factor o factores aún por descubrir, y que las cosas volverán a tener sentido una vez que se identifique esta “variable oculta”. Otro intento por la puerta trasera es la idea muy opaca de los “muchos mundos”,[14] que postula que las ondas no colapsan realmente en una singularidad; en lugar de ello, su ondulación continúa en un número infinito de universos, dando lugar a un/os mundo/s completamente determinista/s, y solo parece singular si se mira desde un solo universo a la vez. Creo. Tengo la sensación de que la argucia de las variables ocultas es la favorita de la mayoría de los escépticos. Sin embargo, la mayoría de los físicos aceptan la imagen indeterminista de la mecánica cuántica, conocida como interpretación de Copenhague, por haber sido defendida por Niels Bohr. En sus palabras, “aquellos que no se escandalizan cuando se encuentran por primera vez con la teoría cuántica no pueden haberla comprendido”.[15]

 

Entrelazamiento y no localidad 

Siguiente rareza.[16] Dos partículas (por ejemplo, dos electrones en diferentes envolturas de un átomo) pueden llegar a estar “entrelazadas”, donde sus propiedades (como la dirección de su espín) están unidas y perfectamente correlacionadas. La correlación es siempre negativa: si un electrón gira en una dirección, su compañero acoplado gira en sentido contrario. Fred Astaire da un paso adelante con la pierna izquierda; Ginger Rogers da un paso atrás con la derecha.

Pero es más extraño que eso. Para empezar, los dos electrones no tienen por qué estar en el mismo átomo. Pueden estar separados por varios átomos. De acuerdo. O resulta que pueden estar aún más separados. El récord actual son partículas separadas por casi mil quinientos kilómetros, en dos estaciones terrestres unidas por un satélite cuántico.[17] Además, si se altera la propiedad de una partícula, la otra también cambia, lo que implica una causalidad que no es local. No existe un límite teórico para la distancia a la que pueden estar las partículas entrelazadas. Un electrón de la nebulosa del Cangrejo, en la constelación de Tauro, puede estar enredado con un electrón del trozo de brócoli que tienes clavado entre los incisivos. Y como característica más extraña, cuando se altera el estado de una partícula, el cambio complementario en la otra se produce instantáneamente,[18] lo que significa que el brócoli y la nebulosa del Cangrejo se influyen mutuamente más rápido que la velocidad de la luz.[19]

A Einstein no le hizo ninguna gracia (y calificó el fenómeno con un sarcástico equivalente alemán de espeluznante).[20] En 1935, él y dos colaboradores publicaron un artículo que cuestionaba la posibilidad de este entrelazamiento instantáneo, planteando de nuevo variables ocultas que explicaban las cosas sin invocar la característica de una velocidad superior a la de la luz. En la década de 1960, el físico irlandés John Stewart Bell demostró que había algo que no cuadraba en las matemáticas de ese artículo de Einstein. Y en las décadas posteriores, experimentos extraordinariamente difíciles (como el de ese satélite) han confirmado que Bell tenía razón cuando dijo que Einstein se equivocaba al decir que la interpretación del entrelazamiento era errónea. En otras palabras, el fenómeno es real, aunque sigue estando básicamente sin explicar, a pesar de generar predicciones muy precisas.[21]

Desde entonces, los científicos han explorado el potencial de utilizar el entrelazamiento cuántico en la computación (con la gente de Apple aparentemente haciendo progresos significativos), en los sistemas de comunicación, tal vez incluso en la recepción automática de un widget de Amazon en el instante en que usted piensa que será más feliz poseyendo uno. Y la rareza no se detendrá: el entrelazamiento a distancias suficientemente largas también puede mostrar no localidad con el tiempo. Supón que tienes dos electrones entrelazados a un año luz de distancia; altera uno de ellos y la otra partícula se alterará en el mismo instante… hace un año. Los científicos también han demostrado el entrelazamiento cuántico en sistemas vivos, entre un fotón y la maquinaria fotosintética de las bacterias.[22] Puedes apostar que nos esperan especulaciones sobre el libre albedrío que invoquen los viajes en el tiempo, el entrelazamiento entre neuronas del mismo cerebro y, ya que estamos, entre cerebros.[23]

 

Tunelamiento cuántico 

Después de toda la extrañeza precedente, esto es pan comido, al menos conceptualmente. Dispara un chorro de electrones contra una pared. Como sabemos, cada uno viaja como una onda, y la superposición dicta que, hasta que midas su ubicación, cada electrón estará probabilísticamente en numerosos lugares a la vez. Incluyendo el resultado muy improbable, pero teóricamente posible, de que uno de esos numerosos lugares esté al otro lado de la pared porque el electrón ha hecho un túnel a través de ella. Resulta que eso puede ocurrir.

Esto es todo, por lo que respecta a este penoso recorrido por la mecánica cuántica. Para nuestros propósitos, los puntos principales son que, en opinión de la mayoría de los sabios, el universo subatómico funciona a un nivel que es fundamentalmente indeterminista tanto a nivel óntico como epistémico. Las partículas pueden estar en varios lugares a la vez, pueden comunicarse entre sí a través de enormes distancias más rápido que la velocidad de la luz –lo que hace que tanto el espacio como el tiempo sean fundamentalmente sospechosos– y pueden atravesar objetos sólidos. Como ahora veremos, eso es suficiente para que la gente se desboque al proclamar el libre albedrío.

 

Notas:

[1] En este caso, una “partícula” es cualquier cosa, desde partículas subatómicas hasta átomos, moléculas y cosas macroscópicas como motas de polvo.

[2] Observa el juego de despiste, en el que un enigma se resuelve aparentemente con solo arrojarlo en el regazo de otra cosa: ¿por qué las partículas de polvo se mueven al azar? Porque los fotones se mueven al azar…

[3] Los factores que influyen en el movimiento browniano se formalizan en la ecuación de Stokes-Einstein (llamada así por sir George Stokes, un sabio de la viscosidad que murió poco antes de que Einstein irrumpiera en escena). El numerador de la ecuación se refiere a la fuerza principal que aumenta el movimiento, a saber, la temperatura; el denominador se refiere a las fuerzas que contrarrestan las partículas, a saber, la alta viscosidad del entorno y el tamaño medio de las partículas.

[4] S. Janusonis et al., «Serotonergic Axons as Fractional Brownian Motion Paths: Insights into the Self-Organization of Regional Densities», Frontiers in Computational Neuroscience 14 2020, doi.org/10.3389/fncom.2020.00056; H. Zhang y H. Peng, «Mechanism of Acetylcholine Receptor Cluster Formation Induced by DC Electric Field», PLoS One 6 (2011): e26805; M. Vestergaard et al., «Detection of Alzheimer’s Amyloid Beta Aggregation by Capturing Molecular Trails of Individual Assemblies», Biochemistry and Biophysics Research Communications 377 (2008): 725.

[5] Esta es la razón por la que los gemelos idénticos, con genes idénticos, no tienen células idénticas aunque cada gemelo esté formado solo por dos células, con las diferencias magnificándose a partir de ahí. En parte, es por esto por lo que los gemelos idénticos no son personas idénticas con cerebros supuestamente esculpidos de forma idéntica por sus genes idénticos.

[6] C. Finch y T. Kirkwood, Chance, Development, and Aging, Oxford University Press, 2000.

[7] Con el patrón de movimiento mostrando una distribución de ley de potencia. Volviendo al capítulo 7, alrededor del 80 % de las incursiones de forrajeo se producen dentro del 20 % de la distancia máxima de forrajeo.

[8] B. Brembs, «Towards a Scientific Concept of Free Will as a Biological Trait: Spontaneous Actions and Decision-Making in Invertebrates», Proceedings of the Royal Society B: Biological Sciences 278 (2011): 930; A. Nimmerjahn, F. Kirschhoff y F. Helmchen, «Resting Microglial Cells are Highly Dynamic Surveillants of Brain Parenchyma in Vivo», Science 308 (2005): 1314.

[9] En la categoría de mundo pequeño, uno de los que contribuyen a este tema, favoreciendo una postura de libre albedrío tanto para los humanos como para otros animales, es el neurobiólogo Martin Heisenberg. Sí, hijo de Werner Heisenberg. Al parecer, el palo desea libremente que la astilla se le parezca.

[10] M. Heisenberg, «The Origin of Freedom in Animal Behavior» en Is Science Compatible with Free Will? Exploring Free Will and Consciousness in the Light of Quantum Physics and Neuroscience, ed. de A. Suarez y P. Adams, Springer, 2013.

[11] T. Hellmuth et al., «Delayed-Choice Experiments in Quantum Interference», Physics Reviews A 35 (1987): 2532.

[12] Y observa aquí cómo la interpretación new age acaba de saltar de considerar las consecuencias del proceso formal de “medición” al proceso altamente personal de “observación”.

[13]  Lo que no solo ha captado la imaginación del público, sino que también ha generado un sinfín de chistes sobre la incertidumbre de Heisenberg (Heisenberg, circulando a toda velocidad por la autopista, es detenido por un policía. “¿Sabe a qué velocidad iba?”, le pregunta el policía. “No, pero sé dónde estoy”, responde Heisenberg. “Usted conducía a ciento cuarenta kilómetros por hora”, dice el policía. “Genial –dice Heisenberg–, ahora ya no sé dónde estoy”).

[14]  A. Ananthaswamy, Through Two Doors at Once: The Elegant Experiment That Captures the Enigma of Our Quantum Reality, Dutton, 2018; para una introducción al concepto de muchos mundos, véase Y. Nomura, «The Quantum Multiverse», Scientific American, mayo de 2017.

[15]  Bohr también aportó una de mis citas favoritas sobre la empresa científica: “Lo contrario de un hecho es la falsedad, pero lo contrario de una verdad profunda puede muy bien ser otra verdad profunda”.

[16]  Doy las gracias al físico Sean Carroll, de la Universidad Johns Hopkins, por guiarme en gran parte de este proceso. Por cierto, la investigación sobre el entrelazamiento fue la base del Premio Nobel de Física de 2022, concedido a John Clauser, Alain Aspect y Anton Zeilinger.

[17]  Esto lleva implícito que se puede inducir experimentalmente el entrelazamiento en dos partículas, lo que parece ser que requiere apuntar a las cosas con un láser.

[18]  O al menos mucho más rápido que los límites experimentales de la resolución temporal, en la escala de las cuatrillonésimas de segundo. Lo que es al menos nueve órdenes de magnitud más rápido que la velocidad de la luz. Por cierto, si entiendo las cosas correctamente, se puede pensar que la superposición de una sola partícula se puede considerar como un entrelazamiento: un electrón se entrelaza consigo mismo al pasar por dos rendijas al mismo tiempo.

[19]  J. Yin et al., «Satellite-Based Entanglement Distribution over 1200 Kilometers», Science 356 (2017): 1140; J. Ren et al., «Ground-to-Satellite Quantum Telepor- tation», Nature 549 (2017): 70; G. Popkin, «China’s Quantum Satellite Achieves ‘Spooky Action’ at R cord Distance», Science, 15 de junio de 2017.

[20] En 1905, Einstein era el revolucionario más glamuroso y deslumbrante desde el Che (si el tiempo corre hacia atrás). Sin embargo, a medida que envejecía, Einstein protagonizó algunas reacciones de retaguardia contra las revoluciones físicas posteriores. Se trata de un patrón familiar en muchos pensadores revolucionarios. El psicólogo Dean Simonton ha demostrado que esta cerrazón a las ideas novedosas es una función no tanto de la edad cronológica de alguien como de su edad disciplinaria: ser aclamado en un campo concreto durante mucho tiempo (al fin y al cabo, lo único que puede hacer cualquier cosa nueva y revolucionaria es desbancarte a ti y a tus colegas de los libros de texto). Hace años, realicé un estudio cuasi científico (publicado en esa estimada revista técnica que es The New Yorker), en el que mostraba el modo en que la mayoría de las personas, pensadores aclamados o no, se cierran a las novedades en música, comida y moda a medida que envejecen. Enterarnos de que Einstein era un contrarrevolucionario envejecido nos decepcionó a todos los que teníamos el póster obligatorio de él sacando la lengua en las paredes de nuestros dormitorios.

[21] D. Simonton, Creativity in Science: Chance, Logic, Genius and Zeitgeist, Cambridge University Press, 2004; R. Sapolsky, «Open Season», New Yorker, 30 de marzo de 1998.

[22] Sin embargo, el estudio es controvertido, ya que algunos científicos sugieren mecanismos de no enredo como explicación. En el estudio participaron bacterias que se colocaron entre dos espejos separados por menos de la anchura de un cabello. Y el fenómeno se demostró en seis bacterias individuales. Uno está acostumbrado a cosas como “se realizaron neuroimágenes en seis adultos portadores de la mutación” o “se realizaron encuestas epidemiológicas en seis países”. Un estudio con seis bacterias parece encantador y acorde con toda esta rareza. Pero, dado este minúsculo número de bacterias, uno tiene que hacerse preguntas como qué había comido cada una esa mañana; si sus madres se sometían a controles regulares de bienestar cuando ellas eran fetos, o en qué tipo de cultura crecieron los antepasados de estas bacterias.

[23] C. Marletto et al., «Entanglement between Living Bacteria and Quantized Light Witnessed by Rabi Splitting», Journal of Physics: Communications 2 (2018): 101001; P. Jedlicka, «Revisiting the Quantum Brain Hypothesis: Toward Quantum (Neuro)biology?», Frontiers in Molecular Neuroscience 10 (2017): 366.
O’Callaghan, «‘Schrödinger’s Bacterium’ Could Be a Quantum Biology Miles- tone», Scientific American, 29 de octubre de 2018.

Este fragmento pertenece al libro del mismo título que, con traducción de Mariano Guirao, ha publicado Capitán Swing.

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