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Dekasegi: inmigrantes de ningún sitio

 

 

La población japonesa envejece. Nacen pocos niños y la esperanza de vida de los japoneses no deja de aumentar. Al mismo tiempo, las restrictivas leyes migratorias del país impiden que la pirámide demográfica se refresque con jóvenes trabajadores que podrían invertir una tendencia que, de no revertirse, complicará el desarrollo social y económico del país.

 

Los únicos inmigrantes a los que resulta fácil conseguir una visa de trabajo en Japón son los descendientes de japoneses que salieron hace décadas del país rumbo, principalmente, hacia América Latina, Estados Unidos y Australia. Algunos descendientes de estos japoneses que salieron del país –muchos en la posguerra mundial, cuando se vivió en Japón un baby boom– comenzaron a regresar a Japón tras el inicio de la crisis económica. Muchos de ellos pertenecían a la tercera generación de japoneses  instalados en Brasil, Perú o Estados Unidos, conocidos como sansei. Aunque también se podían encontrar yonsei, miembros de la cuarta generación de japoneses nacidos fuera del país.

 

En América Latina se conoce como dekasegi a los descendientes de japoneses que decidieron regresar a Japón en los últimos años, en especial desde 2007. Las principales comunidades de japoneses en América Latina se localizan en Brasil y Perú. Para estos japoneses de tercera y cuarta generación no ha resultado fácil la adaptación al país de sus antepasados. Los adultos no siempre han tenido fácil conseguir un trabajo, aunque el desempleo en Japón es bajo, en torno al 4.5%, entre los años 2007 y 2009 se registraron en el país dificultades económicas que, además de aumentar la tasa de desempleo, no favorecían precisamente nuevas contrataciones. El gobierno japonés llegó a ofrecer considerables ayudas económicas a los dekasegi para que regresaran a sus países de nacimiento, incluyéndose una cláusula que les impedía volver a instalarse en Japón, ni siquiera después de la crisis.

 

La adaptación ha resultado particularmente difícil a los niños dekasegi: en muchos casos no hablaban japonés cuando llegaron al país, y el sistema educativo japonés no estaba preparado para asumir a estudiantes cuya lengua materna era el español o el portugués, complicando mucho el ritmo y la profundidad de su formación.

 

 

 

Entre los descendientes de japoneses emigrados a América Latina se podrían destacar a dos peruanos que han contribuido de manera muy distinta a la cultura y a  la sociedad de sus países de nacimiento. Uno, el ex presidente de Perú, Alberto Fujimori, que desde hace unos años se ocupa de su pequeño huerto en una cárcel peruana donde recibe un trato que muchos han calificado de excesivamente privilegiado. Otro descendiente de japoneses instalados en Perú es el poeta José Watanabe. Uno de los poetas más destacados de la poesía en castellano de las últimas décadas, en muchos poemas de Watanabe resulta obvia la influencia de la poesía japonesa. Por ejemplo, de la brevedad fulminante del haiku, como en uno de sus poemas más conocidos titulado ‘Orgasmo’:

 

¿Me dejará la muerte

gritar

como ahora?

 

Pensando en las dificultades de los dekasegi para integrarse en el país de sus antepasados, sin embargo, pocos haikus mejores que uno del poeta clásico japonés del siglo XVIII Kobayashi Issa –uno de los maestros del haiku junto a Basho y Buson- citado por Watanabe en uno de sus libros:

 

Regreso a mi pueblo

todo lo que encuentro y toco

se vuelve zarza

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