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Del futuro y de Carla, tal como era

 

Últimamente me da por pensar que mi generación, la de la posguerra y la transición, tampoco ha sabido construir algo sólido para encontrar una salida a nuestros  problemas colectivos, que siempre reaparecen ahí, ancestrales y fatales. Suena muy retórico y tremendo, pero es una sensación, y Rilke le decía al `joven poeta´: «Déle usted siempre la razón a sus sentimientos».

 

Ahora, una antigua amiga ha perdido a su hija, a la que conocí de niña, en el accidente –no digo fatal accidente porque no lo fue– de Santiago. Pensando en ella, en Carla y sus luminosos 38 años, hago un repaso mental a nuestros hijos e hijas, y me consuela un poco constatar que en parte por ser como éramos y por hacer lo que hicimos (como pudimos), ellos y ellas son personas más libres, menos neuróticas y atormentadas que nosotros entonces (y quizás ahora).

 

Que han crecido y se han hecho hombres y mujeres en un país definitivamente menos cutre y lo han sabido aprovechar dando buenos mordiscos a la vida;

 

sin ese miedo al infierno, al pecado, al sexo (que ahora parece un cuento, pero no, y más para nosotras);

 

que son más sanos y menos sectarios que nosotros;

 

que nadie les ha obligado a pensar (o no pensar), a leer (o no leer);

 

que tienen la mente más abierta;

 

que estoy segura de que así era Carla;

 

y que por todo eso seguramente tenemos un futuro.

 

Esto lo escribo pensando en Yago, en Gonzalo y Guiomar, en Muriel y Andrés, en Mónica, Carla y Javier, en Nuria y Marta, en Quim, en Inés y Lucía, en Carlitos, en Payo, Antonio y Cristina, en Miguel, en Juanito, en Eva mayor y Eva pequeña, a quienes vi crecer, y a tantos otros hijos e hijas de amigos a quienes no vi crecer pero me consta que también son como ellos y como era Carla.

 

Por todos estos pensamientos hoy apenas tengo ganas de comentarles que no es igual que el maquinista de Santiago dijera entre otras exclamaciones, en sus primeros momentos «¡Qué voy a hacer!» (primera versión periodística) o: «¡Qué le voy a hacer!» (versión posterior). ¿A que no?

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