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Democracia, aparta de mí este cáliz

 

Golpe de Estado en España

 

«Dicen que nadie hizo más por las universidades que los Kirchner», me dice ella mientras fuma un cigarro. «Y te hablo de gente que me lo ha contado que ni la conoce». «Macri, para eliminar la delincuencia en los parques lo que hizo como alcalde fue tapiarlos. Puso unas vallas para que nadie entrara», me dice y fuma. La llegada del verano se ve mejor que nunca desde la puerta de una librería del Soho. Es el penúltimo fin de semana de mayo.

 

Buenos Aires está muy lejos de esta tarde calurosa neoyorquina. Sin embargo, en nuestras conversaciones latinoamericanistas, se filtra el descontento ─enorme entre la gente relacionada con las letras y la cultura─ por lo que está haciendo el nuevo presidente de la Argentina.


Algo similar sucede al hablar de España. «A mí no me gusta nada Pablo Iglesias. Ese tío es malísimo»,  me dice la pintora mientras caminamos por una calle del Bronx. Dice que no entiende cómo pueden juntarse tantos políticos estúpidos en el Congreso español. Jura que la política ya no le interesa nada, pero que el líder de Podemos es un capullo.

 

Pienso en la dificultad para entender la política de un país desde afuera. Me sucede cada vez que escucho comentarios de amigos que sólo saben de lo que pasa en el Perú por los enlaces y mensajes que comparten sus amigos. «¿Cómo es posible?» me dicen al ver que Keiko Fujimori lidera las encuestas. Les respondo que puedo (más o menos) entender la lógica del fenómeno fujimorista pero que aquella es una pregunta que yo también me hago con cierta frecuencia. Y los mando a mirar el Facebook de mis amigos que contra viento y marea ─a pesar de la evidencia de la corrupción y el narcotráfico involucrado en su campaña─ van a votar por la primogénita de Alberto Fujimori.

 

Hace unos días, Martín Kohan publicó un comentario donde cuestiona el espectáculo decadente de Mario Vargas Llosa afirmando que se abre una nueva era de optimismo en la Argentina gracias a Macri. Una amiga porteña cuelga hoy en su Facebook un extracto del Diario de Emilio Renzi de Piglia en el que se nos recuerda que ─allá por los años verdes─ Vargas Llosa y Cortázar firmaban comunicados manifestándose a favor de la lucha armada. Todo tiene menos lógica cuando veo las fotos de MVLL apapuchándose con Isabel Presley. Creo que opinar sobre Vargas Llosa y su rol en la política ya no tiene sentido. Si quieren reírse con él ─y no de él─ mejor es que lean La tía Julia y el Escribidor y Pantaleón y las visitadoras. Son dos excelentes libros para llevarse a la playa al lado del Hola.


Desde Quito una amiga me da ejemplos del caótico estado del país administrado por el gobierno de Rafael Correa. Le digo sorprendido que «una estudiante muy inteligente me ha dicho que Correa es lo mejor que le ha podido suceder al Ecuador». Desde Quito, mi amiga cuestiona la inteligencia de mi estudiante.

 

En el caso venezolano parece haber más consenso. El estado de las cosas es tan malo que a Maduro se le coloca unánimemente en niveles de razonamiento intelectual a la par de Los Caquitos de Chespirito. De todos modos a veces me llegan las voces destempladas de quienes piden que recordemos «lo que hizo Chávez». Entre mis amistades venezolanas también parece haber consenso en que el mayor criminal venezolano ─el verdadero ladrón de siete suelas─ y el cerebro detrás de todo lo malo que le pasa a ese país no es Maduro sino Diosdado Cabello. Cuando los venezolanos mencionan a Cabello me hacen pensar en la misma cautela que teníamos los peruanos cuando no sabíamos cuánto poder tenía ese criminal en las sombras llamado Vladimiro Montesinos. Pareciera que muchos venezolanos solo podrán opinar con absoluta libertad sobre la política de su país cuando vean la cabeza─y el cabello─de Diosdado colgada de un poste.

 

Los pocos amigos peruanos que se fueron a Venezuela buscando algo, sé que ya partieron. Nueva York está llena de gente que huyó de Venezuela. Uno de mis amigos, un filósofo de primer orden con un crush por lo kitsch latinoamericano pero sobre todo por La tigresa del Oriente, describe el nivel del descalabro contándome un robo a la casa de su madre anciana. Me dice que para ganarse la vida tuvo que pelar pollos durante un año en un mercado de Caracas.


Acá en Newyópolis la situación también es de antología. Al menos para quienes considerábamos que la inteligencia era una virtud decisiva para escoger a los líderes. La inteligencia no va. La política perdió la brújula. Se puede ser un candidato tan imbécil como el señor Trump y aún encontrar a votantes que creen que su propuesta es digna de tomarse en cuenta.


Tal vez ya es hora de que alguien le copie el título a esa famosa colección de cuentos de Bryce Echenique─por lo de ladrón que roba a ladrón─ y ponga en el mercado un libro sobre lo que está sucediendo en el mundo libre: La democracia jajaja. Van a ver que Vladimir Putin, Kim Jong-un y Raúl Castro ─estoy seguro─se lo encargan por Amazon y lo mandan de lectura obligatoria en los colegios: negocio redondo.


 


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