El caso de Sandra Bland podría ser la idea central de una novela de Kafka. ¿Cómo una infracción de tráfico nimia puede llevar a una afroamericana a morir ahorcada en el interior de un celda? Podríamos decir que la clave está en el crimen de ser afroamericano, pero no, la deriva en la conculcación de los derechos en Occidente nos ha enseñado que nos puede pasar a cualquiera. Podríamos decir que fue una sucesión de acontecimientos casuales con un final funesto, pero no. Los casos de Oscar Grant en Fruitvale, Oakland; de Freddie Gray en Baltimore, de Terrance Kellon en Detroit, y de tantos otros en tantas otras partes de Estados Unidos demuestran que hay una constante.
Según el informe oficial, Sandra Bland se suicidó durante la mañana del 13 de julio ahorcándose en el interior de una celda de la cárcel del condado de Waller, Texas. Incluso hay un vídeo difundido por las autoridades, y colgado en youtube por la BBC, en el que se puede ver la actividad en lo que se supone son los pasillos aledaños a la celda. “Denme los hechos”, exclamó el reverendo Maurice Hardwick, esperando comprender cómo el joven Kellon había podido acabar con diez balas en el cuerpo cuando estaba desarmado. “Denme los hechos”. ¿Cómo puede ahorcarse una persona en una cárcel cuando es privada de todo aquello que pueda utilizarse para tal fin, incluidos los cordones de sus zapatos? La familia niega que Sandra Bland se haya suicidado y, pese a haber sido oficialmente decretado el suicidio, algo debe oler tan mal que el fiscal del condado ya investiga la muerte como posible homicidio.
La pobreza, la inestabilidad y la discriminación son las inestables columnas sobre las que se están construyendo nuestras actuales sociedades. La conculcación sistemática de los derechos de los ciudadanos que caen en el saco de las poblaciones marginadas, hoy en día un gran porcentaje de la población, hacen que cualquier día tu vida pueda tornarse una terrible pesadilla. Lo advierten desde las organizaciones de derechos humanos. La corrupción de las administraciones –corrupción ética como fuente de todos los males posteriores–, lleva a un endurecimiento de las leyes penales, a la inequidad del sistema judicial y a la desafección de las fuerzas de seguridad. La justicia ya no es ciega, y mira por el rabillo del ojo a quien juzga, y las policías de todo tipo cada vez más son utilizadas como mecanismos coercitivos de control social.
Es como dejarse caer por la pendiente de un tobogán. Un día cualquiera, no diferente de cualquier otro, la rutina desaparece, los acontecimientos se precipitan, un par de malas decisiones, otro de respuestas equivocadas, un mal lugar, un mal momento y el guión kafkiano se desarrolla sin contar con tu voluntad, ni con tus derechos, ni contigo. Pero ¿a quién le importa? No tenías que haber estado allí. Aviso para navegantes.
Para Sandra Bland podía ser un día cualquiera dentro de la rutina de su vida. Los problemas cotidianos te ensimisman mientras conduces. Cambias de carril sin poner el intermitente. El coche del policía va detrás, siguiéndola. Mal momento, mal lugar, mala suerte. Bland aparca el coche en el margen derecho y el policía se acerca a la ventanilla para comenzar el diálogo kafkiano, cruel, que comienza con un “¿qué pasa?” por parte del agente Brian Encinia. La tensión dramática va subiendo debido al trato descortés y nada profesional por parte de Encinia, tal y como lo definió Steve McCraw, encargado de la investigación, director del Departamento de Seguridad de Texas. Bland se muestra en sus contestaciones firme pero respetuosa, como alguien que conoce sus derechos. Encinia le pide que apague el cigarro y Sandra se niega alegando que no tiene ningún derecho a pedírselo o a obligarla. Segundos más tarde el policía intenta sacarla violentamente del coche y la amenaza con “freírla”, ¡literalmente!, empuñando un arma de electrochoque, tazer, capaz de generar 50.000 voltios. El tazer según el Comité de la Naciones Unidas contra la Tortura, puede constituir una forma de esa práctica. Finalmente, Bland es detenida cuando está dentro de su coche, sin seguir ningún tipo de protocolo ni normativa. Cuando sale por su propio pie del coche, encañonada por el tazer, es ella quien pide que la lleven anta la justicia. Era obvio que allí no imperaba. Acto seguido acuden refuerzos para ayudar a detener a una mujer, educada y desarmada. Es arrojada al suelo y esposada mientas un agente se le arrodilla encima presionándola con todo su peso, aplastándole la cabeza contra la tierra. Como en el asesinato de Walter Scott en North Charleston, Carolina del Sur, todo comenzó con una insignificante infracción de tráfico, pero el guión kafkiano aun nos deparaba otra vuelta de tuerca. Conducir se está volviendo en una actividad de riesgo para los afroamericanos.
Tres días después de acontecer lo hechos relatados, encarcelada en la prisión del condado, Bland aparecía ahorcada en su celda. El informe oficial hablaba de suicidio, el fiscal de homicidio y la familia lloraba la injusticia. “Denme los hechos”.
Grabación del arresto de Sandra Bland
Grabación de la prisión del condado
Rafael Sánchez es periodista y blibliotecario. En 1991 comenzó a trabajar en la Fundación Sur, anteriormente CIDAF. Desde 2012 es subdirector general de África Fundación Sur. Dirige y produce dos programas de radio Africanía y La otra cara de África, que se emiten en más de treinta radios españolas e iberoamericanas, además de colaborar con Radio Exterior de España en el informativo África hoy. Ha coordinado la edición de las monografías: Patrimonio musical de los Wagogo: Contexto y sistemática; África ante el mito del desarrollo: La propuesta del NEPAD a la luz de la ética cristiana del desarrollo; Historia del Sudán Occidental; Crónicas de Burkina: Flashes de realidades y Culturas africanas y desarrollo: Intentos africanos de renovación. Es coautor del libro La espiral comunicativa, educativa y migratoria para África. Además, ha realizado el documental El batik paso a paso sobre la técnica del maestro tanzano Estomik S. Kirita. En Twitter: @Rafaelcidaf