(Sí. Ocurrió ayer tarde y a la vez en cinco ciudades diferentes de la geografía española –Madrid, Barcelona, Santiago de Compostela, Éibar y Antequera–, generándose una respuesta conjunta de toda la ciudadanía, solidaria hasta el tuétano. Se conformaron manifestaciones generosas en afluencia a lo largo y ancho del país donde, aparte de pancartas alusivas por las desapariciones de los libreros, se enarbolaron banderas rojigualdas y regionales además de pañuelos blancos. El jefe del Estado, Felipe de Borbón, sentenció que “cuando la libertad está en juego todos saltamos al campo a comernos al rival”, en un símil futbolístico sospechoso por la cercanía de los mundiales. Por otro lado, Mariano Rajoy, presidente en funciones, reclamó “la urgente puesta en libertad de todos los libreros” cuando los rumores indican que las desapariciones, en realidad, podrían ser secuestros. Y las razones, las de siempre: publican y venden obras contrarias a lo que desean los poderes facticos. Editoriales como Planeta, Pre-Textos, Renacimiento, Baile del Sol y Espasa, entre otras muchas, han cerrado sus oficinas y almacenes en señal de protesta; además de que no pocas imprentas relacionadas con el mundo de la literatura, en solidaridad evidente, han echado el cierre, aunque sea por unas horas. Y como final a esta crónica negra y agónica contra la cultura y las libertades, decir que la RAE ha emitido una nota de prensa donde no sólo pide la liberación de los libreros sino mano dura contra los que han usurpado sus libertades. A última hora nos llegan noticias del primer suicidio por culpa de estas desapariciones, según informa Manu del Álamo, desde nuestra redacción en Palencia, el librero Ramón de Paz, dueño de la Librería Sílaba, ha ingerido esporas de ántrax tras dejar una nota definitoria escrita de su puño y letra: “Si faltan injustamente cinco libreros justamente aquí se apunta el sexto”).
La nota anterior, que no hace falta reconocer que es falsa, quiere incidir en un asunto que llevo intentado transmitir desde hace una década –exactamente el tiempo que vago por Asia–: China va a acabar con el mundo y nadie, absolutamente nadie, es capaz de comentar nada al respecto; siquiera rechistar.
Decir que, en realidad, los cinco libreros de Hong Kong desaparecidos, y evidentemente secuestrados por las autoridades chinas, siguen pernoctando lejos de sus hogares sin que Occidente haya abierto la boca: o por medio de sus rastreros diplomáticos a los que se llenan la boca hablando de democracia, libertades y derechos humanos, o a través de sus miedosos periodistas, a los que querría ver yo tratar esta misma noticia –repito: ¡cinco editores/libreros de Hong Kong han sido secuestrados por el gobierno chino!– en suelo español, donde algunos harían contorsionismo, al límite de atrofiarse sus médulas, frente a la sede del PP, mientras otros se quemarían a lo bonzo a las puertas del palacio de la Moncloa. ¿Y qué dirá de todo esto Pablo Iglesias, si es que conoce la noticia? ¿Y las madres de los hijos que sí salen a la calle a manifestarse por asuntos mucho menos intensos?
China, drásticamente y de una manera tan pública y notoria por la que parece no avergonzarse y ni mucho menos ocultarse, ha pisado el acelerador del mal contra la extinta colonia británica de Hong Kong, hoy convertida en otra de las numerosas eras de una China que masacra a los suyos desde tierra, mar y aire, y que además ejerce una presión humanitaria sin precedentes contra su propia población, avanzadilla de lo que harán con el resto, o sea, con todos nosotros. No olviden que los chinos respiran diariamente aire putrefacto, beben de aguas residuales, y consumen alimentos envenenados, entre otros progresos. Algunos, como engullen champagne a la carrera hacen pasar por alto una realidad inaguantable. Los medios españoles, repito y recalco –ya sean corresponsales en suelo chino o parias licenciados a lo largo y ancho de la redacciones que pueblan la singular y triste península ibérica– hacen mutis por el foro tratando el tema de manera cuanto menos peculiar: como si en vez de cinco libreros de Hong Kong hubieran desaparecido cinco libros de la biblioteca municipal de Parla; o de Olot. Que no está la cosa como para resaltar sólo a Madrid. Madriz. La capital del reino. O de la república, al paso que vamos.
En España, país de paletos sin solución –paletos castellanos, andaluces, catalanes, extremeños, vascos… recalco–, las gentes se manifiestan para que no le quiten el paro –algunos lo hacen desde el sofá de sus pisos VPO mientras visionan un interesantísimo Leganés-Mallorca–, además de para que no descienda administrativamente su equipo de fútbol o para que su región sea si no galaxia al menos país. Sin embargo, son pocos los que salen a la calle a pedir explicaciones por los cientos de muertos que cada año llegan en ataúd descapotable a nuestras costas –ahora hablo de España– o por estos libreros/editores hongkoneses que hoy son noticia de segundo plano, qué digo, ¡si es que no dan ni para un breve!
Para intentar explicar que China, como la metástasis, se expande sin solución a lo largo y ancho de este mundo, decir que dos de los libreros secuestrados poseen pasaportes sueco y británico –¿acaso ambos gobiernos democráticos han comenzado a bombardear Pekín con napalm?–, además de que uno de ellos desapareció en Tailandia mientras estaba de vacaciones –también comenté hace tiempo que en cada país tercermundista donde China hinca sus dientes la justicia local pasa a ser parte de sus beneficios; España es un buen ejemplo, y si no pregúntenle al juez Fernando Andreu o al actual gobierno de Rajoy– y el otro en Hong Kong, donde hasta donde yo sé es el primer caso que se da de ciudadano desaparecido gracias a la obra social del Partido Comunista chino a la que sólo falta que el comité noruego le conceda el Nobel de la Paz. Que a su vez se tomen manga ancha en países que no tienen nada que ver con ellos –Tailandia, repito– avisa de lleno de sus intenciones, entre malévolas y terroristas. Y ya puesto, aviso de nuevo; por enésima vez: queda un día menos para que ciudadanos españoles, o noruegos, o islandeses, o chipriotas, desaparezcan de sus hogares o negocios por realizar asuntos que no gustan al gobierno chino. Y a los hechos me remito.
Porque sin Tercera Guerra Mundial el mundo no será habitable.
“No todos los días desaparece de la escena un revolucionario, un rompedor, una leyenda, alguien que forma parte de la biografía sentimental de millones y millones de personas”, Carles Francino (Cadena Ser). Por supuesto, no hablaba de alguno de los libreros, sino de Bowie. Porque el mundo sigue poniendo la atención con extremo estrabismo donde en realidad habría que poner la correa, el cinto, como decían nuestro abuelos cuando alguien se pasaba por alto la cordura necesaria para seguir habitando este penoso mundo.
Joaquín Campos, 11/01/16, Phnom Penh.