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Mientras tantoDesde el otro lado

Desde el otro lado


 

Cuando llegué a la Huerta del Retiro, por los primeros que pregunté fueron por Mariano José de Larra y Federico García Lorca. Cierta empatía me hizo ir a buscarlos antes que a nadie; como si fuesen de la familia. Tanto articulito con cierta mala uva publicado en prensa, y ciertos delirios católico homoeróticos, ocultos por un espeso ramaje moruno de poesía, me unían con ambos respectivamente. Morimos los tres antes de tiempo. Cuánto nos quedaba por vivir y escribir, si no nos hubiesen dado el pistoletazo de entrada en este otro mundo; el café mucho café con tres tiros en el culo; y aquel infarto de miocardio provocado por tantas presiones como en un ahorcamiento.

 

Y como aunque yo soy el más viejo del trío, también soy el más moderno, mira por donde, me ha conseguido un buen e influyente amigo vivo, una especie de salvoconducto para descender –vía Internet- mis colaboraciones, después de muerto. Les informo –para su conocimiento- que  Federico y Mariano José están que trinan. Desde que saben de mi blog en el ciberespacio fronterizo, y que además puede ser leído por los vivos… ¡Huy!, éstos se mueren otra vez, pero de envidia. Andan todo el día con el reconcome de, yo también quiero, yo también quiero.

 

Aunque aquí la edad de la muerte y la fecha de entrada del pasaporte interestelar se tienen muy en cuenta. Y eso que pensábamos que al morirnos, íbamos a librarnos de la burocracia. ¡Ja! Ésa sí que es eterna. Ningún fallecido puede renunciar a su siglo. Es una suerte de nacionalidad temporal, de la que no se puede uno desprender ni después de muerto. O lo que es lo mismo: aunque quisiera prestarles mi máquina de fotos digital a Leonardo, Pacogoya, o el más tozudo de todos, Alberto Durero, que mira que me la piden con insistencia, no podrían usarla. No la conocieron  en vida, y por tanto,  en su esfera no pueden alcanzarla.

 

En lo único que coincidimos los de todas las épocas, es en que todos podemos ver la televisión. Si supieran cuanta televisión se ve en el cielo. Mucha más que en La Tierra. Como todo el tiempo es eterno… Ahora, tengo que decirles que lo que más me ha conmovido de todo, ha sido ver cómo se les saltan las lágrimas a los hombres de Cro-Magnon cuando ven por la tele documentales sobre su civilización. Se sienten tan agradecidos de seguir siendo recordados en su planeta. Aunque también se descojonan de risa, cada vez que se filtra una hipótesis errónea sobre ellos. Les gustan las películas de Charlot y de los Hermanos Marx a los hombres primitivos; el que más, Harpo, claro. Aunque no se crean que no se emocionan también viendo Memorias de África.

 

Ah, por cierto, una advertencia, no se deslomen tanto estudiando inglés, no tiene futuro. Aquí el idioma más práctico es el latín. Por ser una lengua muerta, se ha adoptado como lengua oficial de la Huerta del Retiro. Y después de todo, la mayoría de la gente interesante entiende o habla lengua española.

 

Lo bueno de esta feraz y paradisíaca huerta del Retiro es que te encuentras paseando por los jardines a gente muy importante de todas las épocas. Homero y Borges han decidido compartir el mismo pabellón, junto a un jardín de piedras secas. Se entienden bien los dos ciegos sin decirse una palabra. Igual les pasa a J. M. Synge y a W. B. Yeats, que van siempre empujando sendas bicicletas, y preguntándole a todo aquél con el que se cruzan, dónde pueden arreglar un pinchazo –por otra parte, fingido- de las ruedas; sólo lo hacen por entablar conversación más fácilmente. Si vieran Dante Alighieri, lo bien que se lleva con los difuntos de Herri Batasuna. Maquiavelo y Quevedo también andan mucho con ellos. Se pasan todo el día en cualquier sideral taberna conspirando.

 

Residir en la Huerta del Retiro es relajante. Como por fin ha desaparecido el miedo a la muerte… A los japoneses de aquí les gusta nombrar nuestra Huerta como Rioanji, el templo donde hasta un dragón se serena.

 

En otra entrega bloguera les hablaré del infierno. Se trata sencillamente de un club de ambiente, que tiene de portero a un tal Federico Yostick. Un buen amigo y amante mío, que tomará aquí la palabra próximamente, para darnos todos los detalles del Retiro del Infierno.

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