Home Mientras tanto desde Iganuraba

desde Iganuraba

Me escribe que está en Iganuraba y lee

(dónde queda Iganuraba…)

(entre sillas y una mesa desvencijadas

junto al riachuelo tan ancho

a lo lejos, las líneas del mar y el cielo, tejados)

(quién es…)

me lee y escribe:

Recorro tus textos

y los temas se repiten: el amor, la naturaleza, la vida simple, el objeto cotidiano, la muerte, la literatura, la literatura y lo muerto.

Y también se repiten los procedimientos. El lenguaje transparente, el remate ingenioso y eficaz. En otros textos, en cambio, la escritura dialogada -elíptica y absurda- se sostiene únicamente en torno a una pulsión u obsesión con alta e ininterrumpida tensión.

los personajes, inacabados, parecen hechos con lo que queda de una vida, restos de una subjetividad. La voz que narra en ocasiones ya ni siquiera es humana, como en “inquieto”, donde el recuerdo cede paso al instinto, la sinrazón de un acto reflejo, un saber del cuerpo. Desde esa conciencia inquieta y prisionera de su relación inmediata con el ambiente, todos los datos que arrojan los sentidos se reducen a la cualidad más primaria: olor a comida, desde luego, pero también olor del frío, de la calle, de las luces…

Como en una escena de caza las palabras van cercando el deseo (deseo de escribir, de amar, de ser amado, de futuro) y guiados por las palabras nos aproximamos a él. Hasta que en ese claro que se abre cuando la escritura se detiene, en esos vacíos que completan tus textos, casi que podemos tocarlo.

como si el deseo de pronto se volviese concreto y estuviese al fin al alcance

.

.

también es la única recompensa de mi trabajo: sentir que lo que he escrito es como un lomo de gato bajo la caricia, con chispas y un arquearse cadencioso.

Rayuela, Cortázar

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