Oscuridad. Una sala pequeña y una única luz: un foco que ilumina un banco azul.
Hay una mujer sentada en el banco. Pelo rizado y corto. Un vestido amarillo y carmín en los labios. Se llama Mirta y es una aspirante a actriz de Cuenca que ha quedado con Ramón, un agente de talentos que le promete una gran oportunidad. Mirta llega pronto a la cita, nerviosa, porque su gran ocasión está por llegar. Va a decir adiós a esa vida de miserias, trabajos precarios y promesas que nunca tienen nada de realidad. Mirta sueña con un Oscar que brilla en su mesilla de noche. Con salir en las revistas, con los vestidos de las galas. O no. En realidad, Mirta sueña simplemente con tener una oportunidad.
Mirta en espera es una obra de teatro que trata sobre lo que ocurre mientras uno está sentado en un banco. O tirado en el sofá, al otro lado del auricular de un teléfono que comunica.
Le rogamos que se mantenga a la espera. En unos instantes atenderemos su llamada.
Con la vida puesta en ‘hold’, una melodía cansina nos recuerda que si no hacemos lo contrario, los días se marchan rápido. Los días, las ilusiones, la juventud. A Mirta le está pasando eso. Que se da cuenta, frente a un auditorio imaginario, el público, y sin ningún atisbo de dramatismo, que lleva tiempo sentada sola en un banco.
Hacía tiempo que no me reía tanto. No solo por el guion, escrito por la propia actriz, Ángela F Palacios, con el que ha logrado crear un personaje tierno, culto e irónico, sino por esa manera tan real de retratar el mundo de las profesiones precarias. Así, la obra es un retrato de las ilusiones perdidas, de lo que esperábamos que vendría pero que al final no vino.
And the Oscar goes to…
And the Oscar goes to…
Not you. Ha, ha, ha.
El Oscar no le ha llegado a Mirta. Tampoco el Nobel. Parece que por el momento, Mirta no tendrá que comprarse un vestido apto para no tropezarse en las escaleras de subida al pomposo escenario.
La espera tiene un gran valor artístico. Aunque aquí debería matizar: no solo artístico, sino vital. Porque la espera es un terreno que llama a la inacción. Si estás esperando no estás haciendo nada más que eso. Y muchos nos pasamos la vida en un banco imaginario, entreteniéndonos con otras cosas mientras llega aquello que esperamos que ha de ocurrir. Una cita, un milagro. Vale con todo.
Esperar sin desesperar, que siempre me decían de niña.
El sábado me vino a la cabeza La gran belleza de nuevo. Un hombre que se pasa la vida esperando que llegue el momento adecuado y nunca llega. Pues lo mismo. La historia de Mirta es la de todos. Porque tras las continuas risas del público se adivinaba la conversación que vendría después de la obra. La que tendría lugar frente a un vino, la de contar, ya con menos risas esta vez, en cuántos bancos nos hemos sentado y cuántos ramones no han llegado puntuales a nuestra cita. Si es que han llegado.