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Desgaste vertiginoso de Peña Nieto

 

El plan de prestigiar en el mundo al presidente Enrique Peña Nieto mientras al interior del país el panorama se ensombrece, ofrece ya signos muy adversos. La campaña de propaganda e imagen en torno de Peña Nieto, sus frecuentes viajes a distintos países, sus imágenes a lado de gobernantes, prohombres y empresarios internacionales, da visos de agotamiento a sólo medio año de comenzar su gobierno.

 

El contenido de tal campaña resulta obvio: promover la inversión extranjera, vender la idea de un México moderno, pacífico y próspero, presentar a su presidente como un estadista superior, etcétera. El suma, el triunfo de un enfoque de superación personal llevado a la política, que se espera sea suficiente como para convencer a todos aunque las cosas persistan mal.

 

Un informe de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) divulga que el 72 por ciento de los mexicanos son pobres o vulnerables en su economía, y la Encuesta Global de Fraude de la firma Ernst & Young indica que México es el país de América Latina con mayor grado de corrupción y pago de sobornos entre empresas y gobierno cuando se trata de realizar negocios. 

 

Los datos son reveladores: un país cuyo gobierno continúa inmerso en la ineficacia, disfuncionalidad y corrupción y cuya sociedad se empobrece día tras y carece de viabilidad hacia el futuro.

 

Mientras la mayor parte de los medios masivos de comunicación en México encubren los contrastes entre una realidad difícil y la ilusión de proyectar mejoría por parte del gobierno mexicano, en España ninguno de los medios importantes suele presentar una lectura verídica de la circunstancia mexicana. La prensa española, por ejemplo, persiste en apoyar sin condiciones el supuesto éxito y logros, cada vez menos tangibles, de Peña Nieto.

 

Otro ejemplo de mala lectura de la realidad mexicana se encuentra en las declaraciones de Baltazar Garzón, que acaba de afirmar: “creo que en el cambio que  se ha producido con el nuevo gobierno todavía se ven claramente una serie de aspectos claramente diferenciados, es que está dando más valor a ese segundo paradigma de, seguridad sí, pero con garantías y respeto de derechos” (Mayolo López, ‘Ejército, último recurso’, Reforma, 13 de julio de 2013). Para decir lo anterior, Garzón se basa en los “buenos deseos” del gobierno de Peña Nieto, pero pasa por alto las graves violaciones a los derechos humanos en el Estado de México cuando éste fue gobernador, así como su ineficacia allá en el combate al crimen organizado.

 

La encuestadora GEA-ISA revela que, entre los mexicanos, la aceptación de Peña Nieto descendió del 55 al 44 por ciento, además de señalar que no perciben logros importantes en la gestión en los rubros más decisivos de seguridad, economía y combate a la corrupción.

 

La principal propuesta gubernamental (El Pacto México, un acuerdo de cúpulas partidarias para acelerar la aprobación vertical de reformas legislativas) permanece desconocida para la mayoría de la población, de acuerdo con dicha encuesta.

 

Más temprano que tarde, el gobierno de Peña Nieto descubre al escasez de su margen de acción, dependiente de reformas jurídicas cuyos beneficios sociales demorarán o podrían ser de alcance menor en relación con las expectativas, promesas y transformaciones publicitadas dentro y fuera del país. Días atrás, el Consejo Nacional de Población dio una noticia que termina por completar el cuadro: en México ya hay 118 millones de habitantes. Para 2020, habrá 127 millones y, en 2030, serán 137 millones.

 

En este contexto, la cifra optimista es la siguiente: el despacho de investigación WealthInsight detecta que, en los último cinco años, los millonarios y multimillonarios en México aumentaron en un 32 por ciento. Ahora se cuenta con 145 mil millonarios y 2,540 multimillonarios en el territorio nacional. Esto es lo que se llama tener una percepción positiva. El mito ultra-liberal que dice que primero hay que crear la riqueza para luego repartirla, es una pésima broma de la economía globalizada.

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