Despair

Las calles de La Molina son lentas. No pasa nada en esos barrios tomados por el silencio.

Alguna vez, podrido de esperanza, les pregunté a los que se agolpaban al puesto de los diarios: ¿Cómo pueden votar por él?

«Es amigo de Japón. Japón nos va ayudar.»

Está de más decir que no los entendía. El país estaba destruido, arrasado por muchos años de desapego, saqueado desde todos los bandos. Era obvio que necesitábamos un hombre fuerte.

Pero yo así no lo veía. Creía en la democracia, en el talento, en la preparación y los planes de gobierno.

Tenía 18 años. Han pasado algunas décadas y acá me tienen otra vez. Las calles de este barrio en Nueva York son silenciosas también. Los problemas son distintos y esta gente que me rodea tampoco ve lo que yo veo:

Preparación, equipo, plan de gobierno ¿para qué?

Una mujer ¿para qué? No está preparada. La niegan.

¿Él sí? El hombre que vende espejismos.

El vendedor de aceite de culebra.

Compre casero, cura todos los males.

No le haga caso al matasanos, ni al periodista, ni al historiador, ni al juez que lo condenó por fraudulento, por mentiroso, por corrupto.

Ni al escritor.

Hágale caso a su corazón.

 

 

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