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Despistes

Sestear absorto y pálido   el blog de Jose de Montfort

 

1.

 

Es un día raro, piensa. Le dicen. Siente.

El miércoles.

Ese mismo distraimiento de la mañana al olvidar una cita médica. El lapsus de una reunión que no recordaba. La desorientación misma que le ha traído, al caer de la tarde, al taburete de este bar.

Todo el día ha venido deambulando a tontas y a locas. Como con mil manos zumbándole bofetadas. Así, el aturdimiento es máximo.

Es de madrugada. La Vila de Gràcia.

El día termina en una noche que es un torbellino de besos y un rumor confuso en la cabeza.

 

 

2.

 

Lee unos versos de Juan Cobos Wilkins que dicen así: “Imagina la melancolía / como el saco de entrenar de un boxeador, / y golpea”.

Pero él ve las cosas hoy (el día después) más a la manera de Pau Vadell i Vallbona, “amb el cervell a la mà”.

O sea que todo se calma.

Y es que, así las cosas, esta vez son los otros los que se despistan y le cancelan o casi olvidan las citas.

Nota así el reverso del mundo, la oblonga curvatura del espejo.

Un (casi) cierto equilibrio que se torna en neblina al llegar al sábado.

 

 

3.

 

Baja del tren en una ciudad costera. Es de noche.

Hay una fiesta.

En un momento de la madrugada piensa “no tengo forma de volver a casa”.

Pero es que esa casa -la suya- está dejando de ser un hogar; se está descomponiendo, irremediablemente.

Piensa en el “plor de sords” de un poema de Vadell i Vallbona, ya la única manera de retornar a la infancia. Quizá el único espacio que nos quedé aun habitable (aunque sea a través de persona interpuesta).

Duerme en el suelo. En un colchón. Igual que hace tres años, piensa. Justo cuando se marchó de la otra casa, donde andaba desorientado, fingiéndose capitán de un buque familiar a la deriva.

Y cierra los ojos, para distraerse con algunos sueños bonitos.

Sabe que comienza una nueva etapa en su vida.

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