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Devolver el abrazo

 

Charito y su familia

 

Como a otros niños les contaban cuentos que sucedían en reinos muy lejanos, a nosotros, a mis hermanos y a mí, mamá nos contaba las historias de Manabí. Tosagua, Calceta, Chone, eran sitios fantásticos que imaginábamos a través de sus palabras. Una abuela amplia, amorosa, cómplice. La comida más rica del mundo. El mar por todos los lados. Niñas y niños y niñas y niños en libertad.


Las vacaciones eran eso: mi abuelo, su camioneta, sus siete hijos y los amigos que cupieran. Todos a Manabí, el lugar de las anécdotas felices. Manabí, con sus playas, su gente vivísima, simpática, fraterna, su comida –ay– de locura, es una tierra de goce, de felicidad.

 

***

 

El 16 de abril de 2016 todo el mundo en Manabí estaba haciendo sus cosas, preparándose para merendar, viendo algo en la televisión, conversando con amigos en la esquina, leyendo una revista, cuando llegó el fin del mundo. Se vino todo abajo. Un minuto que transformó no sólo las ciudades, la provincia, sino el país entero.

 

El terremoto nos ha destruido a todos.

 

***

 

Charito es una maravillosa mujer manabita. Trabaja en mi casa desde hace más años de los que puedo recordar. Charito es como mi hermana. Nos hemos visto crecer la una a la otra. Hemos llorado y reído. Es mi casa, mi familia. Cuando llego a Ecuador, la busco entre mi gente porque es mi gente. Charito, para mí, es Manabí. Su familia, de Manta, lo ha perdido todo, todo, todo. Esa mujer hermosa, de sonrisa redonda y abrazos como fuerza de la naturaleza, no para de llorar. Llora el día entero pegada al teléfono. No encuentra a su abuelo. Le dicen que se ha caído todo. Que no hay casa, que no hay agua, que no hay comida. Que no hay, simplemente, que lo poco que había ya no hay y duermen en la calle, pegaditos a donde estaba la casa que ya no está. Porque, claro, como siempre, los que tenían poquito, ahora son los que tienen cero. Y recuerdo los esfuerzos de Mi Charito para tener una casa, el mismo de su familia en Manabí, de a poquito: cemento hoy, ladrillos mañana, varillas pasado, puertas en seis meses, poner el suelo primero un trozo, luego otro, legalizar el terreno el año que viene. Provisional. Todo con un esfuerzo gigantesco. Un baño. Tuberías. Techo de zinc.  

 

Se cayó todo. Menos de un minuto duró el terremoto. Y se cayó todo.

 

El titánico esfuerzo de mi Charito. Sus años de trabajo. Los de su familia. Miles de platos lavados. Miles de baños limpiados. Miles de camisas almidonadas. La casa. Adiós. Todos los años de trabajar para comer y luego guardar un poquitito. Los dólares apretados en el zapato para que no los vayan a robar en el bus. Adiós. Adiós.

 

¿Cómo empiezas de nuevo cuando nunca has podido ni empezar?

 

Mi Charito se llama Rosario, Rosario Virginia Cedeño Gómez, y es una mujer buena, una mujer que cuando tú lloras te abraza hasta que te sientes confortada, querida, acompañada.

 

Creo que es hora de abrazarla así a ella.

 

El correo de la ONG Descubre Latinoamérica, que gestionará la ayuda, es mrochapresno@gmail.com

 

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Lo que sea.

 

Lo que puedan darle.

 

Será enorme para su gente en Manabí.

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