Frontera D cumple 3 años. Este blog nace dos años más tarde, pero sigue su estela con inquietud y curiosidad durante su último año, y no sólo eso, sino que gracias a Frontera D se ha despertado una gran pasión por la escritura, entre relatos vivenciales ‘austinitas’, ensayos sobre el periodismo, algunas reseñas de libros y hasta algún pinito en la prosa lírica…
Gracias por todo, Alfonso Armada, capitán de este barco de ideas y de letras, que navega por mares de tweets y mareas Facebookeras. Algo ha de permanecer, algo de este manantial fronterizo seguirá su curso en el mar de internet. Sin prisa pero sin pausa. Todo lo que se haga con el corazón, encontrará su espacio en muchos otros corazones y en este barco hay mucho corazón. Mi regalo por cumplir 3 añitos será la publicación de un capítulo de libro publicado en una obra colectiva titulada Narrativas Transmedia, entre teorías y prácticas. Gracias también a Denis Porto, profesor en la Universidad del Rosario (Colombia), a quien he conocido recientemente en persona, por dejarme republicarlo en Frontera D.
“It was the best of times, it was the worst of times, it was the age of wisdom, it was the age of foolishness, it was the epoch of belief, it was the epoch of incredulity, it was the season of Light, it was the season of Darkness, it was the spring of hope, it was the winter of despair, we had everything before us, we had nothing before us…”. Charles Dickens. A Tale of two cities.
La pregunta sigue hoy vigente: ¿en qué contexto nos ha tocado vivir? ¿Es el siglo XXI un reflejo de la época de la sabiduría o, más bien, un espejismo de la época de la estupidez? ¿Es el siglo de las luces de Facebook y de las sombras de Twitter? ¿Se debe seguir trasladando el paroxismo entre apocalípticos e integrados encerrado siempre ante el temor de las últimas innovaciones tecnológicas? Sin lugar a dudas, el impacto digital no da lugar a la indiferencia, especialmente entre los profesionales de la comunicación como son los periodistas, los expertos en marketing y anunciantes, los nuevos entrepreneurs (empresarios), que observan con atención la espectacular incidencia de Internet en los hábitos de una gran mayoría de jóvenes, y de muchos adultos, “enganchados” a la era de las multipantallas, a la de las tecnologías de la información y de la comunicación (TIC). Hasta las instituciones educativas parecen despertar de un largo letargo anclado en una pedagogía más tradicionalista. Como si no hubiera existido vida antes de la irrupción de Internet en nuestra sociedad, tal y como sucedió con la popularización de la televisión o de la radio en su momento. Se cumple la sentencia de Rosental (2011) en su conferencia inaugural de la XIII edición del Congreso de Periodismo Digital en Huesca: «la humanidad tuvo pocos cambios tan radicales como el paso de la era industrial a la era de la información»[1].
El cambio que produce internet es antropológico y afecta a lectores y a no lectores, escribe Suso de Toro en el artículo La nueva vida adicta, como antes lo hizo con los medios de comunicación preexistentes y como afecta a las relaciones personales, a la política y a la economía[2]. Muchos son los teóricos y académicos que no se cansan de subrayar, de que nuevas perspectivas están sacudiendo los paradigmas más antiguos de la comunicación colectiva.
Castells lo explica perfilando un nuevo concepto: el de audiencia creativa. Con internet en casa, el consumo audiovisual se especializa y diversifica evolucionando hacia un universo que es multimodal, multicanal y multiplataforma. Las nuevas tecnologías ofrecen mayor flexibilidad y movilidad, por lo que permiten la gestión de cualquier actividad en cualquier lugar. Con la difusión de herramientas que hacen posible la participación en los procesos de producción, edición y distribución de información y contenidos, el consumidor se convierte al mismo tiempo en creador activo con capacidad para contribuir y compartir múltiples visiones del mundo en el que vive (Castells, 2001: 187). “El despertar de las audiencias” (Edo, 2009), los webactores (Pisani, 2008), o audiencia creativa (Castells, 2009: 178), como fuente de la cultura de la remezcla que caracteriza el mundo de la autocomunicación de masas (Castells, 2009: 185). De hecho, uno de los estudios realizados por este investigador ha demostrado que cuanto más se usa Internet, más aumenta el nivel de autonomía del sujeto en los siguientes sentidos: individual, empresarial, profesional, comunicativa, sociopolítica y corporal (Castells, 2010: 181).
Pisani (2008) denomina webactores a los usuarios, precisamente, por esta capacidad creativa de generar contenidos. Uno de los libros clásicos sobre periodismo norteamericano, The Elements of Journalism, publicado en el año 2001, destaca la figura del consumidor como “pro-sumer”: “En una era cuando cualquiera puede ser un reportero o comentarista en la web, “te diriges hacia un periodismo con dos direcciones”. El periodista se convierte en un “forum leader”, o en un mediador más que en un profesor. La audiencia no es sólo consumidora, sino que “pro-sumer”, un híbrido entre consumidor y productor” (Kovach y Rosenstiel, 2001: 24). Es la bidireccionalidad o la multiplicación de mensajes de muchos-a-muchos, que más que convertirse en la nueva panacea del siglo XXI, se transforma en una fuente poderosa de distribución de contenidos, conocimiento y mensajes. Aunque para Gillmor, este forma de periodismo personal no es un invento nuevo[3].
“Don’t be an idiot”, aconseja vía Skype desde la Universidad de New York, Jeff Jarvis a los alumnos de Rosental de Entrepreunarial Journalism, de la Universidad de Texas en Austin, cuando es preguntado por una alumna sobre si todas sus publicaciones en Facebook pueden repercutirle negativamente en su futuro profesional. El filósofo español, José Antonio Marina, afirmó en una ocasión que un “mono delante del ordenador sigue siendo un mono”. Una idea curiosa transmite la curiosa viñeta, publicada en la revista New Yorker, el 5 de julio de 1993, “on the Internet, nobody knows you are a dog”.
Internet sigue estipulándose como la gran incógnita a causa de su espectacular evolución y su intensa influencia en nuestras vidas. En el año 1995, Sherry Turkle (1995: 9), profesora en el MIT (Massachusetts Institute of Technology), avanzaba algunas conjeturas, patentadas con fuerza en la última década, “un rápido sistema de redes, conocido colectivamente como internet, une a millones de personas en nuevos espacios que están cambiando la manera de pensar, la naturaleza de nuestra sexualidad, la forma de nuestras comunidades, nuestras identidades”. Además, la investigadora adelantaba que el ordenador se ha convertido en una herramienta y en un espejo. “Estamos aprendiendo a vivir en mundos virtuales. Nos encontramos a nosotros mismos solos cuando navegamos por océanos virtuales, desenmarañamos misterios virtuales y fraguamos rascacielos virtuales” (Turkle, 1995: 9). Incluso, este universo en línea puede estar cambiando nuestros modos de sentir porque, de alguna manera, puede modular nuestros pensamientos gracias a una miríada de sinergias generadas por los nuevos formatos digitales. García Canclini (2007) señala que las redes virtuales cambian los modos de ver y de leer, las formas de reunirse, de hablar y de escribir, de amar y de saberse amados, o acaso imaginarlo (Aparici, 2010: 22).
*Este capítulo de libro consta de 3 entregas más.
[1] Información disponible en el siguiente enlace de la página oficial del Congreso de Periodismo Digital de Huesca: http://www.congresoperiodismo.com/noticias_detalle.asp?idNoticia=55&portada=1
[2] Toro, S. (2012): La nueva vida adicta, La Vanguardia, 13 de febrero, disponible en el blog Reggio’s; http://elcomentario.tv/reggio/la-nueva-vida-adicta-de-suso-de-toro-en-la-vanguardia/13/02/2012/.
[3] “Personal journalism is also not a new invention. People have been stirring the post since before the nation’s founding; one of the most prominent in America’s early history was Ben Franklin, whose Pennsylvania Gazette was civic-minded and occasionally controversial”, en Gillmor, D. (2004): We the media. Grassroots Journalism by the people, for the people. O’Reilly Media. USA.