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Mientras tantoDiario de Buiza

Diario de Buiza


A Joaquín y Mariví

 

 

I.

La lluvia
incesante como la respiración
y la conciencia
me recuerda quién soy
y lo que debo hacer.

La lluvia
no habla con Dios
es.

La lluvia
permite escuchar
cómo era la infancia
qué podías esperar
el peso pluma de los sueños
la naturaleza de hierro de los padres
yedra
y un tiempo que parecía
y era
eterno.

La lluvia
habla de un dios
que la ciencia
trata de descifrar.

¿Con qué parte del cerebro escribes?

La lluvia
es mi amor de granito y agapantos
el duradero
el que me permite
pensar
que lo natural es fracasar.

La lluvia
le toma la medida
a los que creen
que la muerte
es una semilla.

La lluvia
le dice a las abejas
a los robles
a los castaños
cómo esperar
que la existencia
sea más
que una fórmula
física
química
y matemáticas.

La lluvia
es lo más parecido
al alma
y sus promesas.

La lluvia
que llueve tierra adentro
en los montes de León
es la que nos hace
niños invencibles.

 

II.

Los animales campan
entre arbustos, prados
haciendo sonar
sus esquilas
sus cencerros
para que Horacio venga a verles.

La lluvia nocturna
ha lavado la piel del mundo
barnizado las almas
los tejados
y los cerros.
Pero no nos ha hecho mejores.
La montaña
ha vuelto a aflorar intacta
como si la noche
fuera inocua
y mi sueño de muerte
tan veraz
no fuera más que eso.
La lluvia y el sueño
limpian la sangre
y la conciencia.
Pero la montaña
no es la misma.

Un poni nos sale al encuentro
nos llama la atención
y vuelve al prado del que salió al camino
donde un hermano gemelo
y un caballo viejo
con una herida atroz
en el lomo sucio
nos preguntan
si nos queda piedad.

Pero vamos
monte arriba
escombreras del progreso
tierra extraída de un túnel
largo como la mala conciencia
que sin embargo
nos permite vivir
entre sufrimiento
la herida de un caballo
los muertos de Gaza
como si nada.

Vendrá el viento
a despejar de nubes
el cielo
y peinar las canas
a los caballos
y a los muertos
y los árboles custodios
mi pequeño desaliento
y lo que oculto
para seguir viviendo.

Me digo
como si convidara
a ángeles concretos
capaces de guardar silencio
aunque sabes
que así no se salvan
ni nos salvan:

como la herida en carne viva
del caballo
fuera
como las manos de Rilke
como los que a fuerza
de volcar camiones
de escombro
cambiaran la faz del mundo
nuestro enjambre
la línea roja
entre el bien y el mal,
lluvia racheada.

Entre chopos
y hayas
el frío atiranta
las lentejuelas amarillas
del adiós
nightclub
otro invierno más.
Yo me acerco
como si el viento
rezara
dulce y feroz
entre las ramas.

 

III.

El lápiz de Cézanne
lo recoge
Goya
del suelo de la noche:
chupa la punta
de hulla y antracita
y las nubes pasan veloces
como si fueran
almas en pena,
nuestros sueños:
los desastres de la guerra.

 

IV.

Tendría que ser algo más

no basta con la intención

ni con la voluntad
de un buey antiguo
gris
que nos mira sin juzgarnos

hacer del paisaje
un índice
una razón de ser
y que tengamos tanta conciencia
como el río
los cipreses abriendo camino

pensar que un tren demasiado veloz
en vez de abrazar
aisla

pensar que un amor
puede calentarnos los mismos pies
con los que huimos
de la muerte
y que lo que arda sea
el corazón
el sexo
el palafito del alma
lleno de musgo
e incontinencia

esperar que el rumor
que el viento
le entrega al chopo
sea como un corresponsal de guerra
o un poeta del norte más remoto
capaz de salvar
a una niña
desollada por el napalm

pero para eso
tras tomar la foto
abrigarla
y llevarla en volandas
al hospital más cercano
y amenazar a los médicos
con la infamia
pase lo que pase.
Salvar a Phan Thị Kim Phúc
que es toda la humanidad.

 

V.

Ahora vuelve a llover aquí
mientras en la Franja de Gaza
la muerte es tan copiosa
porque la venganza no distingue
justos de pecadores
y las tumbas no serán nunca
lo bastante profundas
para que triunfe el olvido
y mucho menos el perdón.

Yo
que soy judío
me avergüenzo
como me avergoncé
porque soy árabe
de que se matara
en mi nombre
para liberar
de una opresión
que ya está en el velo
y en los gritos que proclaman
que Alá
Yavé
Dios
es grande.

Así no.

Llueve con rabia inusitada
la lluvia indexa el paisaje
que es memoria
de los mineros
y de lo que el cine
consigue arrancar
de una fotografía
en blanco y negro
de una fábrica de vidrios
portuguesa
a la que Víctor Erice
le toma la tensión
para que seres concretos
que no son mudos
que tienen biografía
frente al sismógrafo de la cámara
digan lo que recuerdan,
que es lo que saben:

ellos sí que eran
seres de carne y hueso
vidrios rotos
reales
no como ahora
mendigos de la identidad
sombras de sombras
a todo color
sin nada que se llame
verdaderamente trabajo
verdaderamente vida
verdaderamente dignidad:

Amandio Martins
Maria de Fátima
Rosa Gonçalves
Maria Ana Coutinho Serrão
Judite Araújo
Miguel Viana da Silva
o
Inês Ferreira Gomes:
“mientras estaba en la fábrica
fui casi una máquina.
Pronto tendré 77 años
y aún no sé lo que es
la felicidad.
Sé lo que es la alegría,
la alegría, sí.
Pero no la felicidad.
Cuando se acerca el final
todos nos reconocemos en nuestro trabajo
y queremos decir: he terminado.
Pero cuando todo termina
¿cómo nos sentimos?
Esta vida que viví,
esta alegría infeliz”.

Y no hay ningún acordeón
que dé cuenta
de las fotos en blanco y negro
que contienen la historia del mundo.

 

VI.

El Diario de Buiza
no pudo ser.

No tuve tiempo
solo de ser un burro
de alzar las orejas
de preguntar
qué vamos a hacer
para que el mundo no empeore
y dejemos de chapotear
no en la sangre
sino en la sumisión
a lo irremediable.

En la mesa que Tadanori Yamaguchi
puso en Cerezales del Condado
con mármol de Carrara
y agua que canta,
murmullo del tiempo,
las hojas muertas
son nuestro alimento.

 

[Las palabras de Inês Ferreira Gomes, y de su prima, proceden de Vidrios rotos. Pruebas para una película en Portugal, de Víctor Erice].

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