1966
(…)
[23 DE OCTUBRE] Yerre le Chatel. Puiseaux, la iglesia y su caperuza torneada. Le Gisant, esplendor rosado y azul, en el atardecer. Compra de Doña Leonor.
[25 DE OCTUBRE] El cuadro de Braque (negro y la [ilegible ]; largo) que llevaba bajo el brazo para compararlo con cualquier otro suyo para saber si era “bueno”, en el baño de A. M. en La Lanterne, colgado sobre la bañera.
De Braque. “Ce qui m’a toujours sauvé c’est que je n’ai jamais su ce que je voulais faire”.[1]
OK para las cosas menores. Tal vez Braque sea un pintor menor (menor que Picasso desde luego), no en un sentido peyorativo. Además no cuenta para los encargos: por ejemplo, Las lanzas, digamos.
[27 DE OCTUBRE] Malraux, solo.
Torres Bodet,[2] en el Georges V. Mis dudas acerca de la Revolución:[3] la verdad o miento. — Mienta, usted. Sin duda alguna. Torres Bodet, cansado, en pijama, abatido. Me acompaña a la puerta. Despedida normal. Me vuelve a llamar: — Abráceme usted, Max. Como si fuese una despedida última. Me impresiona el presentimiento de su muerte cercana.[4]
[29 DE OCTUBRE] Exposición Picasso, con Mimín: poder tocar los objetos, los juguetes.
[30 DE OCTUBRE] Versalles, con Mimín. Comida con Malraux en Le Coq Hardi. Torres Bodet y Josefina, atracándose, como si nada. La Lanterne: el Braque en el cuarto de baño. Los gatos.
[4 DE NOVIEMBRE] París, Roma –tormenta–, subida hacia Milán, Florencia bajo el diluvio, a las dos aterrizaje… en Niza. Llegada a Tel Aviv a las dos de la mañana, en vez de a las cuatro de la tarde. Irene y Aarón Shasher, Carlos Ramos Gil.[5] Jerusalén. Tiempo espléndido. Soledad del Sábbat.
Nos esperan en el aeropuerto un joven profesor de español, una peruana simpática y su marido reciente, israelí de origen alemán, con barba. Entre todos, mi edad.
De hecho no es el 4 sino el 5: las dos de la mañana; diez horas de retraso. Florencia, anegada. Imposibilidad de la escala romana, intento de aterrizaje en Milán, comida en Niza. Evidentemente, somos de los pocos –y no escogidos– que vimos, como Dios, el desastre. La tormenta, negra, abajo, y los rayos que la surcaban feroces.
A lo lejos –¡tan cerca!–, Jordania. Luz –no demasiada–. Nadie por las calles. La casa, tranquila, limpia, nueva: Chapultepec-Morales.[6] Calor (en Tel Aviv, 35° ), aquí debe andar por los 30 °. Ventanas abiertas. Sión, enfrente. Sobre la última colina visible ahora las luces, las rojas del palacio, ocupado ahora por la comisión de la ONU.
La peruanita, orgullosa de tener marido. El pobrecito español –doctor en lenguas orientales– lleva aquí diez años: su ideal es irse a vivir a Alemania.
[5 DE NOVIEMBRE] Ciudad de piedra, hecha para durar, sin contar que hoy las artes de la destrucción son tales que lo mismo dura hormigón, piedra o paja. Curiosa mezcolanza: orientalismo de las tiendas, idénticas a las de la avenida de la Ópera o a las de turismo de cualquier otro sitio. Aspecto “pequeño” de la gente. Las “chaparras”, culonas, se entrecruzan. ¡Qué alemanes me resultan, tamaño aparte, así, a primera vista, todas estas víctimas de los nazis! No dudo que las ciencias anden aquí más allá de lo común, lo que reserva un hermoso futuro a los habitantes; en cuanto al arte popular… Venir a trabajar como desesperados en un país donde el calor es lo que el frío en los países protestantes me parece una provocación hacia los que, por estas tierras, siempre hicieron lo menos posible, en espera del maná. Y éstos lo quieren fabricar…
La frontera, a dos pasos. El sol saliendo por Jordania. El molino y el monte Sión. Primer paseo, primera excursión: todo centrado en la frontera. La universidad, de lejos, elegante;[7] el Knesset, discutible.[8]
[6 DE NOVIEMBRE] De cómo un idioma hace un país. Aquí, de Marruecos, de Argelia, Túnez, Turquía, Jordania, Alemania, Francia, Rusia, Polonia se sienten unos, un pueblo de veras, exclusivamente por el idioma. La religión llega a lo lejos, en muy segundo término.
En cambio, países que parecían hechos, como Bélgica o España, pueden reventar en cualquier momento, por la lengua.
La palabra lo es todo. El idioma en la que está dicha, forma un eslabón más fuerte que ningún otro. Por eso los países americanos de habla española quieren ser cada día menos parecidos; más en sí, más ellos mismos y cada año se parecen y entienden menos. A los lectores de novelas –mexicanas, argentinas, ecuatorianas, etcétera– se les dificulta cada día más el idioma en que están escritas. El monte Sión, de noche. En su contrafalda, sefardíes amontonados, con su español cantarín y bastardo, tan auténtico.
A lo lejos, Jordania: Almería. Más cerca, Granada: albahaca, jazmines, hierbabuena…
— Si disparan, nos metemos dentro de la casa. Pero en diecisiete años que llevamos aquí no ha pasado nada.
Hablan hebreo, de peor a mejor: la abuela, setenta años, hace dos que va a clase.
Única manera de crear un pueblo. ¿Vale la pena? ¡Quién sabe! Un país edificado, como México, tiembla sobre su lecho de arena: las lenguas indígenas, todavía presentes: — Son las nuestras, dicen Novo y compañía. Terrible equivocación: no lo son. No se ve la posibilidad de que los mexicanos –los capitalinos– se pongan ahora a hablar náhuatl.
De ahí el malestar de las actuales generaciones (las anteriores ni lo sospechaban), de ahí que Darío sólo pudiera salir de un país como Nicaragua, sin antecedentes lingüísticos autóctonos. México solo: mestizo. Porque el Perú, que le podía acompañar en eso, no es mestizo; todavía los blancos, blancos, y los indios, indios. Unicidad de México.
El pobrecito profesor de español, perdido aquí desde hace diez años, añorando Alemania, donde estuvo seis meses…
Mis clases, lamentables; no por mí, por la calidad y la indiferencia de los alumnos. Se divierten, por lo menos no se aburren –lo procuran–, pero México les tiene sin cuidado. A ver si por lo menos uno o dos…
Mi sorpresa: la mayoría son sudamericanos. Lo que explica, en parte, su indiferencia. Había preparado mis lecciones explicando la situación geográfica, histórica de México, suponiendo que tendría que habérmelas con europeos o israelíes que no tendrían idea del país o totalmente equivocada. Me encuentro con que el noventa por ciento de los alumnos son argentinos, chilenos, peruanos, centroamericanos y hasta dos mexicanos; todos hijos de centroeuropeos refugiados en América por las persecuciones hitlerianas. Saben perfectamente dónde está y qué representa México. Mi trabajo va a ser interesarles en el desarrollo del país.
[7 DE NOVIEMBRE] ¡Monte Sión! ¡Monte Sión! El lugar de la Última Cena encima de la tumba del Rey David. Mezcolanza fenomenal. Mal gusto a prorrateo. El Memorial, las velitas, el humo, la horrenda Iglesia de la Dormición, presidida por el Kaiser. Y, arriba, los sacos terreros y los vigías. Las paredes, heridas de balas por todas partes. Jerusalén, curiosos recuerdos: postales, cruces, pero la colección de postales que compro al azar no tiene una sola que se refiera –¡en el monte Sión!– al catolicismo. Odian a los árabes, pero más a los católicos. Si, desde el punto de vista histórico, el odio es una medida de tiempo, tienen razón; y por algunas otras cosillas, también.
[8 DE NOVIEMBRE] Algunos novelistas de la Revolución mexicana (Martín Luis Guzmán, Vasconcelos) han modificado los textos de sus “novelas” a medida de las reediciones por la sencilla razón de que no eran novelistas y tuvieron que atemperarse a los vaivenes de la política. No sucedió igual con Azuela, primero porque era novelista y luego porque era una persona decente: murió pobre.
Martín Luis quitó lo dicho acerca de Vasconcelos, Vasconcelos acerca de todos. Vasconcelos se justificó con la poca vergüenza que le caracteriza; Martín Luis no dijo ni pío.[9]
[10 DE NOVIEMBRE] Cena con otros profesores invitados. Coñac vernáculo, y no del todo malo, antes de comer, a la mexicana. Comida del país, en lo que cabe, excelente. Largo paseo nocturno por el barrio judío ortodoxo. Ghetto. Es decir, que aun viviendo en un país judío, rodeados de judíos, puede más la tradición, encerrados en sí, con la religión por delante y la seguridad que les da el estar en manada, juntos y apretados. Lo que explica por qué fueron a la muerte, sin rebelarse, los unos por los otros. Israel es otra cosa: un quiste puesto por Inglaterra para intentar quitarse de encima los muchos problemas que les planteaban los países árabes. Mejor dicho, lo fue. Ahora, es otra cosa: enredo del que nadie sabe cómo salir. Sólo el tiempo o la fuerza.
La escuela donde un centenar de muchachos estudian el Talmud. La Edad Media rediviva. Estudian salmodiando toda la noche del jueves, estirando sus aladares, balanceándose continuamente de atrás adelante y viceversa. Huele a sucio, a rancio. Las maderas de bancos y atriles, carcomidas. Las voces visibles, cada quien en lo suyo; algunos hablan en grupo, otros entran y salen. Las levitas largas y sucias, todas viejas, y las guedejas rizadas a fuerza de pasar los dedos por ellas y estirárselas.
Los patios, las escaleras estrechas, las calles limpias, las guaridas inverosímiles, la soledad de la noche, una sinagoga en cada esquina, y un cierto aire de teatro, de escenario, de decorado, en todo el barrio alumbrado por bombillas lejanas. Vecindades: todas las puertas abiertas. A cien metros, el muro que les separa de su Jerusalén.
A lo lejos, Jordania. El cielo limpio, las estrellas, todos en sus mostradores, en sus fábricas, presurosos, con su cartera en la mano…
La mezquita de Omar se lo lleva todo por delante, reconstruida con gusto. Y su piedra, de tanta historia como el Calvario.
¿Qué pensarán, los que creen de verdad en la divinidad de Jesucristo, de tan horrendo cromo a que han venido de hecho –de hechos– los Santos Lugares?
[11 DE NOVIEMBRE] Tel Aviv. No sé porque me figuraba Veracruz. No se parecen nada. Mucha gente por las calles anchas. Marsella, Valencia. Ningún carácter. Hablan a gritos. Puestos callejeros de todo. No tenemos tiempo de ver nada: comida en casa del embajador.[10] Cuenta cómo intentó aprender hebreo, cómo el maestro, cuando no acertaba con la pronunciación correcta, le pegaba con una vara –como a todos–, no sin rectificar enseguida: — Perdone Su Excelencia.
Lo dejó estar.
Periódicos de México. Sí, sin duda alguna: México no está nada mal, aun viniendo, como vengo, de Londres y de París.
[12 DE NOVIEMBRE] La tercera época de la novela de la revolución, que domina Vasconcelos, ve el reverdecer de lo barroco en el estilo. Las descripciones tienen otra vez la frondosidad del naturalismo que la Revolución (la verdadera) había barrido. Vasconcelos la vivió pero empezó a escribir muy tarde, el treinta y tantos,[11] y a los hechos se les sobreponen los recuerdos y los quiere dejar tal como fueron, cayendo en inútiles prolijidades al no contar más que recuerdos personales.
La novela de la Revolución mexicana tiene tres estilos:
- a) El de Azuela, que la vio sin más amor que el que le despertaba el prójimo. Y es un escritor seco. Corren los años diez.
- b) El de Martín Luis Guzmán, de los años veinte, en que la política se lo lleva todo por delante, pero con un respeto total hacia la forma. Es el más clásico.
- c) La de Vasconcelos, donde la añoranza y el rencor le llevan de la mano al barroquismo.
Con lo que tenemos, en nada (¿qué son treinta años?), 1916, 1928, 1934, el nacimiento, vida y muerte de una literatura que merece este nombre.[12]
Ramón Díaz y Loles. El “padre” Díaz.[13] ¿Dónde, cómo colgó los hábitos? ¿Desde cuándo vive con esa hija del presidente de la Audiencia de Logroño? Tal vez me lo dirían, pero no se lo puedo preguntar. Jóvenes, simpáticos, extraños. ¿Vivirán juntos en todos los sentidos de la palabra? Es lo más probable, por su edad. Pero, por otra parte, son tan extraños que sería posible que no.
[13 DE NOVIEMBRE] Paseo por la noche, a lo largo de la frontera. Muros, alambradas. Subimos sobre la cúpula de la supuesta tumba de Ruth, para divisar lo más que se pueda de ese zigzag absurdo que divide ambos países. Grandes gritos de soldados (¡cuán gritan…!),[14] total para nada: tierra prohibida de noche, etcétera. El profesor que nos acompaña y guía no se amilana: está en su país y ningún letrero dice que no se pueda pasar. Pesan los muertos de ayer y de mañana.
Los Ross,[15] agradables, “cultivados”, católicos a ultranza en este país que ignora el Nuevo Testamento. El hermano Marcel, dominico. Todos conocen a fondo el Medio Oriente: tapices, miniaturas, libros, el padre de Vaux. Las niñas, el joven Olivier, todos tan excelentemente educados. Él, inglés; ella, francesa. Influencia de los organismos internacionales: igual que en Jerusalén, podríamos estar en Nueva Delhi o en Tokio.
Nunca dije tan mal: para contestar a las provocaciones hubo intervención, en Jordania, de dar y correr de los israelíes. Muertos, heridos.
— Antes, vivíamos aquí en santa paz árabes y judíos sin que nadie se metiera con nadie. Luego vinieron los rusos y los norteamericanos, los unos sosteniendo a unos, los otros a los otros. No les conviene que haya paz ni combatir directamente unos contra otros, sino poner a unos contra otros, como nosotros contra los árabes o al revés. ¿Qué les hemos hecho? Pero así es la vida.
La vieja calla, en su español tan viejo como ella. No se indigna: se da cuenta de que las cosas son así y que no hay nada que hacer, que ellos no tienen nada que hacer más que obedecer y morir. Ni siquiera se preguntan hasta cuándo.
Sí: las noches orientales. El cielo cuajado de estrellas, aquí más titilante. Se comprende mejor a Chateaubriand, a los románticos, a los barrocos. Comprendo mejor su existencia, las ganas de describir, de llenar, de no dejar espacio libre: los signos, los puntos, los gritos de los arabescos. Pero siguen sin llenarme. No soy de ellos. Algo me separa de ese arte. Posiblemente, hace siglos, más pobres en todo, se alegraban con tanta greca.
[14 DE NOVIEMBRE] Todos esos que quieren sacar consecuencias del “lenguaje” y toman como base lo escrito… ¡Como si fuera lo mismo! ¡Como si pudiese uno decir lo que piensa y –aún más– escribirlo!
[15 DE NOVIEMBRE] — Ahí dicen que nació San Juan Bautista.
— Ahí dicen que vino la Virgen a visitar a su prima, ya embarazada…
No les importan nada. Desprecio absoluto. Pero no deja de ser impresionante. ¡Estos cipreses, estos pinos plantados ayer!
Mi ignorancia de la Historia Sagrada me molesta como un forúnculo que me estuviera saliendo.
[16 DE NOVIEMBRE] Jordania. Paso del muro, recuerdo del de Berlín. Fácil y molesto por el hecho en sí.
Del otro lado. ¡Claro que son muros! Pero también tabiques donde se puede dibujar y decir lo que se quiera contra quien sea, como estos letreros de la Jerusalén árabe.
Tiempo de muros, inmaduros. Tiempos nuevos. Partida y partidas. Partidos no por los partidos sino por otras naciones, nunca tan fuertes. Un banquete de muros. ¡Guerra! ¡Guerra! Ametralladoras, de postre, para buscar o esperar marcianos, a menos que nosotros lo seamos: que los árabes lo sean para los israelíes y al revés.
— A poco que se descuiden, aun sin quererlo… El muro de Berlín (Renau, llorando).[16] El muro de Jerusalén da risa, porque el verdadero es el de las Lamentaciones, allí donde ya nadie se lamenta: el muro de Jerusalén, el que divide, aquí, ahora, Europa de Asia; y no el de Berlín, que no divide nada, que sólo parte por el eje la ciudad que fue cabeza del Eje. Aquí: de aquel lado, los ricos, orgullosos, los limpios (los higiénicos); aquí los sucios, los pobres, los amontonados; el muro de la guerra de clases… Los campos de refugiados, desiertos. Algún viejo, alguna vieja, dos niños allí al fondo. Barracones.
— Se fueron a trabajar al petróleo…
Y los hijos, los que están aquí, de limpiabotas.
— Se fueron a trabajar al petróleo.
Voy a morir. Nada tengo que dejar a nadie. Esto que le digo –esto que escribo– no sirve ni servirá. A lo sumo ahí queda un muro, una pared en la que hay, pintados de cualquier manera, los lugares comunes de la historia; para mí: UHP,[17] ¡No pasarán![18] Que se me borren ahora con los anuncios, azules y ocres, en árabe, de una peluquería…
Este joven de veinte años que nunca ha estado “del otro lado”.[19] De aquí, de Jerusalén, y no ha ido nunca “al otro lado”: a cien metros. El muro:
— Vean, señoras y señores: el muro que divide… (¿Berlín, Corea, Chipre, el Vietnam, Palestina?).
— Aquí nosotros, allá los invasores.
— Aquello está en la región ocupada. Ocupados, ocupadas, como las putas.
¿Qué tienen que ver estos muertos? ¿Qué miran? Todo lo que pueden: ¿los rusos, los norteamericanos, los romanos, Alejandro, Tamerlán? ¿Qué ven? ¿Los gladiadores en la arena? Apostando al blanco o al colorado. Lo mismo les daría cambiar de campeones. Estos muertos, la muralla; esta misma que se apretuja, amable, afable, en el Zoco.
De Jesús y su tiempo, como es sabido, nada queda; de su espíritu tampoco. Todo es guerra, soldados con fusiles, camiones blindados. Abigarramiento del Oriente, mal olor, mala cocina. Griterío, mendigos y, manga por hombro, ciegos (dos ciegos negros, enormes, majestuosos a más no poder); las mujeres, más o menos, más bien menos, veladas, hieden con sus largos trajes que recuerdan a las tehuanas. De todo, hermoso, bueno y malo en el mercado. La vida, mucho más barata que en el lado judío, mucho más viva, sucia, cochina y animada. Los niños no van de dos en dos al salir de la escuela: gritan, corren con una algarabía de todos los diablos.
Los que se quieren residuos de la vida de Jesús, arreglados con el peor gusto de fines del XIX. El bazar, zoco, como es natural en sinónimos. Jerusalén, partido, es mucho más distinto que Berlín sajado. Jordania es ya Oriente, Israel es todavía Inglaterra y Alemania. Se hacen la guerra al fin y al cabo porque no les disgusta. Pegar tiros, siendo del ejército, es un deporte.
Las calles, llenas de limpiabotas –en el otro Jerusalén, ni uno–. Aquí debe de ser fácil hallar, tener criadas; allá, de hecho, imposible.
Aquí, gritan, toman el sol, vagan. Muchos cafés, llenos. Allí, todos en sus mostradores, en sus fábricas, presurosos, con su cartera en la mano…
La mezquita de Omar se lo lleva todo por delante, reconstruida con gusto. Y su piedra, de tanta historia como el Calvario.
¿Qué pensarán los que creen de verdad en la divinidad de Jesucristo, de tan horrendo cromo a que han reunido de hecho –de hechos– los Santos Lugares?
Alfonso Reyes: lo mató la afición. Jamás se entregó del todo, siempre con reservas, a menos que se tratara de tiempos muy pasados –Homero, Góngora–, donde no le podían echar nada en cara. Pero jamás convirtió en sí la materia: ni en sus memorias, ni en sus notas, ni en su poesía. Le faltó esa entrega total que hace a los grandes escritores (estilo aparte). No es cuestión de inteligencia; hasta diría que le fue nefasta. Goethe, su ídolo, fue excepción. Sólo el que decide no callar nada habla (no me refiero a Gide, que calló tanto). Los demás –como Alfonso– señalan caminos, pero no los recorren. “Con todo y todo”, lo mejor su poesía cuando no pasa de juego malabar o esa Ifigenia cruel [20] que le tenía tan a pecho, por lo escondido de su verdad; allí sí dio parte auténtica de sí, pero sólo en trozos, como espejo roto. En general calló su sentir por escrito. Ahora debe sentirlo. ¡Si hubiera dado a la pluma lo que a la lengua! Tal vez su epistolario íntimo, si alguna vez se publica…
Hizo buena letra, no mintió, pero hacía mutis a cada momento. Fue “gente de pluma” –como dice Gracián (que es buena traducción para homme de lettres con que suelen abrumarle). Saber y callar tal vez es valedero para la buena vida, no para sobrevivir.
[17 DE NOVIEMBRE] Té en casa de Claude Vigée.[21] Su pasión herida.
Si tuviera que escoger entre unos y otros –para luchar–, al decidirme por los judíos me daría la impresión de estar en nuestra guerra peleando en favor de Franco, guardadas todas las proporciones. Los problemas los plantean “los de allá”, los árabes. Por los judíos, cualquiera podría pasar.
En la universidad: ¿por qué abandonar el estudio del ladino? Habría que estudiarlo igual que el español, igual que las diferencias latinoamericanas. Tres ramas unidas por el tronco de los romances.
No sé qué le dice P. a Mrs. B. acerca de la comida.
— No –exclama ésta–, si aquí todos comemos cerdo…
Es cierto; hasta cierto punto. No les va ni les viene la religión más que como base de su nacionalismo (hasta que lo reemplacen totalmente por el idioma). Sólo los ortodoxos, y son tan pocos como los curas por las calles de cualquier otro pueblo (curas, pastores).
Este desequilibrio molesta.
[18 DE NOVIEMBRE] Samuel Agnón, premio Nobel.
— Yo no hablo más que hebreo y “germany”.
Su furia por compartir el galardón con la Sachs.[22] En los periódicos, ocho columnas para él, una notita para ella.
Sartre, el hombre más inteligente que dice más tonterías: esta semana, en Le Nouvel Observateur, acerca del apartheid, “ese cáncer que puede generalizarse”, la superioridad del blanco, etcétera, que según él necesita mano de obra barata. ¡Bah! Los aztecas no hilaban tan delgado: lo mismo les daba el color de la piel, ni a los chinos (posiblemente no los actuales). No, Sartre, el apartheid no es racismo, considerado a lo nazi,[23] es otra cosa. Nazis, éstos donde no se puede tocar música de Wagner[24] (por mí, ¡qué bien!, pero por otras razones), ni citar a Nietzsche. No, el apartheid es un feudalismo y el feudalismo no era fascismo: el mundo estaba preñado de santos. Los blancos sudafricanos se sienten superiores por su cultura (lo es), disfrutan de mejor nivel de vida. Los nazis eran lo contrario, en general. No defiendo, de ninguna manera, el apartheid; la que me parece absurda es la posición de Sartre, tan fácil. Sin contar que tarde o temprano, más bien temprano, el apartheid morirá de mano violenta y morirá del todo, mientras que el antisemitismo seguirá latente por el sentido de superioridad que nos roe –y digo nos–, aunque si alguna vez lo pude sentir, como Heine, venir aquí –y ver– me lo hubiese quitado.
Claude Vigée, tan parecido a J. L. Barrault y a Arreola; amigo de Malraux; huido de Europa en 1942, en el viaje siguiente del Serpa Pinto que, según me dice, hundieron poco después los alemanes.[25] Fino, inteligente –el único, con Ross, hasta ahora, inteligente, a la francesa, a la inglesa, no a la alemana o a la rusa, como los demás inteligentes con quienes he hablado.
Parecen hacer una heroicidad al vivir aquí, por unos cuantos tiros. Le cuento que lo único que podría hacer ahora Malraux (como ministro de Estado y representante de De Gaulle), para acercar los árabes a los judíos, sería abrir el camino directo a Belén (el papa tuvo que tomar el camino trazado por el Apocalipsis) y facilitar a los estudiantes de Arqueología israelíes el pasar a Jordania a estudiar en el otro museo, y viceversa.
[19 DE NOVIEMBRE] Con los Díaz. ¡Qué pareja de novela! Vamos al kibbutz [26] donde trabajaron a unos veinte kilómetros de Jerusalén. Es uno de los más antiguos, debió de fundarse hace cincuenta personas más mil niños. Llegamos en el momento en que iban a cenar: viernes, luna creciente, chateaubrianesca, cantan, dan gracias a Dios, todos ateos, leen un trozo de la Biblia, cantan, uno lee un poema, cantan. Impresión profunda. Imborrable. Esta es la Jerusalén que buscaba.
La cena, excelente; las casas donde nos llevan luego, suficientes y puestas con extraordinario buen gusto. La verdad es que ambas dueñas de casa son finlandesas –maridos españoles–. No importa: las demás que medio vemos o adivinamos son iguales.
Larga charla con un argentino que lleva aquí años y años y ha hecho parte de todo esto con sus propias manos (como los muebles de estilo finlandés de la casa del malagueño). Los árboles han crecido, todo da fruto, el kibbutz se industrializa. Han sido años de labor admirable. Ahora bien: ¿qué va a suceder? No me refiero a los jordanos, a los libaneses, a los sirios, enemigos eventuales, resultado de la guerra fría (o caliente como en los egipcios) y que acabará cuando nada tengan que dirimir aquí o allá los Estados Unidos y la URSS. No: ¿qué va a suceder? Los niños van a buenas escuelas, a aprender hebreo e inglés, a olvidar sus idiomas maternos, hasta los trece años. ¿Y luego? ¿De dónde sacar dinero para que acaben el bachillerato? Lo sacan, de donde sea, más las becas. Pero luego, ¿la universidad? Y, ahí, los ricos (a pesar de las becas). Y los jóvenes de los kibbutzim, muertos de envidia; ellos, cuyos padres hicieron el país. Vivir, trabajar –a gusto–, sacrificarse (lo que no es siempre desagradable), para que se aprovechen los hijos de los comerciantes e industriales de Tel Aviv o de Haifa…
— Nos ayudan mucho los Estados Unidos. Sin ellos no podríamos vivir.
Anteayer, en Jordania.
— Nos ayudan mucho los Estados Unidos. Sin ellos no podríamos vivir.
Es decir, que si los Estados Unidos quisieran, la guerrita se acabaría en ocho días.
La URSS ayuda ahora a Siria. Si la URSS y los Estados Unidos se ponen de acuerdo, se acaba la guerrita.
Pero, por de pronto, todos estos países pobres –algunos miserables– se gastan todo el dinero que tienen comprando armas a los Estados Unidos y a la URSS.
Se gastan el dinero trayéndome para dar cursos acerca de México cuando hay trescientos mil sefardíes agonizando con su español. Trescientos mil marroquíes, argelinos, tunecinos, griegos, turcos que no pueden ir a la universidad porque pertenecen, como la mayoría de los sefardíes recién llegados, a la clase más pobre.
Van a hacer un departamento de español –latinoamericano– en la universidad, donde no pueden ir los que saben español de raíz; en la universidad, donde existe un raquítico departamento de español con tres profesores y medio que, como de costumbre, se odian entre sí, con alumnos que no sirven para nada, con tres o cuatro excepciones.
Habría que formar bibliotecas públicas de libros españoles, traer profesores de primera enseñanza –y luego de segunda– y fundar colegios españoles. ¿Dónde los misioneros? No lo van a hacer los mexicanos o bolivianos, que los necesitan para ellos, ni los españoles de Franco. Lo podrían hacer los judíos latinoamericanos –tan ricos–; en vez de un Deportivo Israelita, tan insultante con sus mármoles para la pobreza de México y de Israel y la muerte rápida –asfixiada– del idioma español, que les ha dado vida nueva en América.
¿De qué se trata? ¿De dar a conocer América Latina a los treinta que acuden a mi clase (no caben más)? Resulta que son o fueron latinoamericanos. Saben, más o menos, lo que es México y saben, más o menos –más bien menos– español. ¿Entonces? ¿Copiar las universidades inglesas, norteamericanas? Daría risa si no fuera trágico, y no es serio más que para las ciencias.
Pongamos por caso que aprenden español. ¿Qué van a leer? Estudiar no pueden: no tienen con qué, a menos de marcharse, aunque sea a… Alemania. ¿Enseñar? ¿A quién? Hay tres profesores y medio (aunque fuesen siete, ocho o diez). Pura vanagloria, pura facilidad para agregar una materia a su currículum y sacar cuanto antes su título. Y, mientras tanto, trescientos mil que saben español lo olvidan, lo pisotean, lo ahogan.
¿Qué hace España? Grita: “¡Gibraltar! ¡Gibraltar!”. Y los españoles –franquistas, monárquicos, republicanos, socialistas, comunistas– gritan: “¡Gibraltar! ¡Gibraltar!”. Imbéciles. ¿Por qué no: “¡Portugal!?”. Todavía, si lo ocuparan… Ridículos. Como dice Le Nouvel Observateur, es igual que si en Francia hubiera manifestaciones para ocupar Mónaco –o, digo: los italianos, San Marino–. Mejor: “¡Rosellón!”, o Andorra.
Y los republicanos… dándole cuerda a Franco, cuando lo que había que hacer es salir de Gibraltar y reconquistar España. No sería la primera vez. Los españoles son desagradecidos y no se acuerdan de Wellington.[27] ¡Todo lo hicimos nosotros! ¿Qué hubiese sido de Cádiz –y de sus Cortes– sin Gibraltar? Sí, destruyeron la flota pero dejaron la semilla del liberalismo.
Comida con el importante señor Tzur, ex-embajador en París y en Buenos Aires, director de la Asociación Ibero-Judío-Latinoamericana –o algo así.
— Muy importante –me dicen.
Primero me cita en La Góndola, el restaurante más caro de la ciudad.
Segundo, a los quince minutos me hace saber que el almuerzo será en la escuela X… No digo nada, algo habrá que lo justifique. Nada: rebajar la categoría.
Empieza: — Está usted aquí gracias a nosotros…
Ganas de levantarme e irme. ¿Embajador? Si hubiera dicho: — Le damos las gracias por estar aquí –hubiese sido lo justo.
Total: quiere que reúna a los embajadores hispanoamericanos y los regañe porque no le hacen caso a la Asociación y cada quien tira por su lado y no hacen nada.
A todo digo que sí, divertido, como si fuese mi papel el engañar a embajadores. (¿Embajador, este señor?) Luego, al hablarle P. del bosque de León Felipe, caigo en la cuenta:
— ¡Qué bien! –dice–. Estoy encargado de los bosques.
“El guardabosque” le llamaré. Dejando aparte su total ignorancia de quién soy (lo que no es pecado más que de sus informantes), no tiene la menor idea de que santa Teresa o Luis Vives fueran de origen judío, lo que me parece un poco demasiado para una persona de tanto relieve, aunque ahora sea guardabosques. El que lo sabe es un experto (Beinert, erudito de primera cepa). Profesor hurgalibros, muy al tanto de lo suyo.
Hablo de Emilio García Gómez, de su importancia. El guardabosque se vuelve al profesor:
— ¿Es verdad?
— Sí.
Me quedo helado. El señor Tzur dice que no ha leído a Castro. (¡Cómo se pondría don Américo!).[28]
Les echo en cara el ladino y empiezo a entender. Quieren acabar con él y con el yiddish. Políticamente tienen razón. Todo se me ilumina: el anfitrión es un político. Un político, guardabosque, un político “radical socialista”, a lo francés, a pesar de su odio hacia lo francés, el Líbano, Siria, etcétera.
Después de la comida, raquítica, rápida, nos acompaña el profesor Beinert. Hablamos del libro de Caro Baroja acerca de los judíos españoles,[29] totalmente desconocido aquí: la única nota que se publicó acerca de él fue precisamente de Beinert y la publicó en España, juzgándolo muy desfavorablemente. Para él lo único que le interesa de los judíos españoles son los documentos de las juderías…
Cena en el kibbutz, con los Díaz. Esa es la vida que vinieron a crear. La crearon pero luego se hicieron ricos y tuvieron que echar a sus hijos del paraíso. Mejor dicho, les salieron pródigos. ¿Cómo ya médicos, ingenieros, iban a imitar a sus padres y ponerse a ordeñar vacas o a recolectar naranjas? ¡Al Canadá!
Té, Ross.
[20 DE NOVIEMBRE] Café, Vigée.
[21 DE NOVIEMBRE] El rector: hágame un memorándum.[30]
[22 DE NOVIEMBRE] La tumba de Herzl,[31] el cementerio militar, impresionante –tan cerca del valle de Josafat–, las tumbas llenan toda la ladera de la montaña. Imponente sobriedad. El romero, los pinos, los cipreses, los cedros, los montes desnudos de Jordania, al fondo, todavía recién plantados los árboles –verdes, tiernos–, los de aquí. Todas las tumbas iguales, antes marcos de piedra, los nombres, la edad de los muertos, todos alrededor de los veinte años. Las piedrecillas puestas sobre ellas, de sus familiares.
Nos acompañan dos jóvenes estudiantes, nacionalistas hasta morir, sin saberlo. Al regreso, equivocándonos de camino, pasamos por un pueblo:
— Aquí dicen que Juan Bautista… que la Virgen y su hermana…
No se quieren detener. Al hablar de la Biblia no admiten que se incluya en ella, de ninguna manera, el Nuevo Testamento. Conocen perfectamente el Antiguo y son, con toda naturalidad, ateos.
— Le enseñaron kibbutzim y vacas, etcétera. Estuvo contento. Se fue enseguida. Como se iba enseguida a dormir:
— Tengo que dormir mi siesta.
Lo recibió el rector, como a uno más, pero nada de honores ni de honoris causa, ni entrevistas, ni de hablar por la radio. No, no saben nada de lo español. No les importa. Su pasado pesa demasiado. La historia judía pesa mucho. No les interesa lo demás. Son lo contrario de los pueblos semidesarrollados –como México–, que se mueve por inventarse una independencia. No les importa el pasado como el futuro. También ahí la gran diferencia:
Si me han de matar mañana…
No, aquí no; vivir, como sea. México reinventa su historia precortesiana, idealiza los héroes liberales, falsea la revolución con tal de tener en qué apoyar firmes los pies. Aquí echan a la basura todo su pasado cultural español, el más esplendoroso que tuvieron después del bíblico. El profesor español, que a su vez protesta:
— No dejan de tener razón, aquello no es judío sino español; no es árabe sino español. Español de verdad.
Mejor, españoles de verdad: él y la teoría.
Referente a esto, los askenazis[32] vigilan: no se van a dejar arrebatar la dirección del país de sus manos, y no les conviene, de ninguna manera, que el viejo pasado ilustre de los sefardíes salga a la luz.
Comen “los españoles” en casa. No se van hasta las dos de la mañana. Felices: beben.
[26 DE NOVIEMBRE] Vigée.
[27 DE NOVIEMBRE] Werblowsky, el decano.[33] Simpático, sin idea alguna de los problemas que le planteo. — Ya hablaremos.
[28 DE NOVIEMBRE] Jerusalén, Jordania. La algarabía esperada. Todo pequeño ante la mezquita de Omar, lo mismo el muro de las Lamentaciones que el Vía Crucis. Todo, bazar. Aquí no se engaña a nadie: éste es el Medio Oriente. Su desprecio por los judíos:
— En la parte ocupada… Pero lo aceptan, como están acostumbrados a darlo todo por bueno. Yogourt, dulces, cordero, dulces, dulces, dulces, leche agria, anís. Dulce suciedad promiscua. Gente, gente, gente. Y el cristianismo: — Con un poco de imaginación…
Belén, íd. El mayor vendedor de folklorismo: de Monterrey.
Y el desierto. Los dromedarios, pero sobre todo, como ejemplo, el que está al lado de la casa de Lázaro, que bebe Coca-Cola.
Único lazo con los vecinos: su admiración por Norteamérica.
Vigée y el hermano Marcel. Este último cuenta la visita del papa,[34] de cómo se las arregló para no pronunciar ni una sola vez la palabra Israel; de cómo, hasta el último momento, cuando le puso un telegrama de agradecimiento al jefe del gobierno, se lo dirigió a Tel Aviv y no a Jerusalén: “Fulano de tal, Tel Aviv”. De cómo, en vez de hacer del viaje un asunto religioso (habla un dominico), lo transformó en político hasta el punto de hablar ¡de Hochhuth![35] en la puerta Mandelbaun. Fue a última hora y estuvo estudiando sus speech, en el coche, mientras iba de monte Sión a la puerta. De cómo estaban aquí muertos de miedo por un posible atentado (era al mes y medio del asesinato de Kennedy), de cómo –siempre monte Sión– sólo le vieron policías y aún sacaron a los monjes de su convento y de cómo se oyó, por descuido de la radio –ya de regreso el papa en Jordania–, una voz que decía: — ¡Gracias a Dios que esto ha terminado! De cómo el gran Rabino no quiso ir a verle, asegurando que le recibiría con mayor gusto en el Rabinato. Según el fraile debió de haberse preparado mejor el viaje como algo puramente religioso y ser recibido en el aeropuerto precisamente por el gran Rabino y no por el jefe del gobierno.
Como se quejara –él, el hermano– a su superior, éste le contestó:
— No. Las cosas son así y así las ha visto. Es mejor.
Ya me había extrañado que “del otro lado” le diera el guía tanta y tanta importancia al viaje de Pablo VI y aquí nadie, hasta ahora, le hubiese hecho la menor referencia al hecho.
Torn Curtain de Hitchcock.[36] Hitchcock puro, sobre el filo de la navaja, pero, ¡oh, cambios del mundo!, filmada en los dos Berlines, seguramente con la aquiescencia de ambos gobiernos, es decir, la URSS y los Estados Unidos… Sin pies ni cabeza, arte puro, del malo, hecha para el solo interés momentáneo, pero arte al fin y al cabo. Arte de ganar dinero, pero arte al fin y al cabo.
Israel, esta Cuba de Occidente… (rodeada de mar, de tiburones por todas partes menos por una).
Veinte por ciento de antisemitas declarados, en Francia; quince por ciento de nazis en Baviera. Normal. Nadie aprende nada; se nace sabiendo o todo va tan poco a poco que no vale la pena a lo largo de una vida humana; lo mejor, inventar –soñar, que decía el otro.
La automatización será la venganza del mundo contra los alemanes y los norteamericanos. Cuando ya no tengan que trabajar (por gusto) y nada que hacer y vayan al Mediterráneo o al Caribe a perder decididamente el tiempo, como lo descubrieron hace siglos los harapientos que, allí y aquí, habitan sus riberas: ¡Gloria a la suciedad! ¡Gloria a la haraganería…! Todos éstos, que no creyeron en el Pecado Original, en el Paraíso, en el Trabajo como castigo…
Cuando se llega aquí se entra en el mundo de los gatos y se abandona el de los perros. Posiblemente en los otros no hay ni unos ni otros: pudo más el hambre…
Conversación con dos alumnas –una mexicana, otra argentina– de veinticinco años más o menos.
— ¿Por qué no nos dice algo de la guerra de España, de la del 37? ¿Fue una revolución?
Rectifico fecha, procuro ser claro. ¿Cómo, no saben nada? No tienen la menor idea de lo sucedido. No les suena ningún nombre. Son judías y lo que les importa son los problemas judíos: el antisemitismo, las crisis actuales. ¿España? Lo que han oído en clase. La una ha estudiado a San Juan de la Cruz y no sabe nada de Herrera o de Garcilaso; la otra a García Lorca y no conoce a Bécquer. Que les hable de la guerra de España… Veo claro, por vez primera, que lo que suponía incomunicación humana –imposibilidad de comunicarse– no pasa de ser ignorancia. Y que la ignorancia podrá siempre más que el saber porque, en general, a la gente no le interesa ni importa enterarse más que de lo que les ha de servir. Cuando, a veces, mandan los que algo saben, ¿qué tardan en acabar con ellos los ignorantes? A veces, no. En eso Francia e Inglaterra han tenido suerte por su buena enseñanza primaria. ¿Habrá que volver a eso? ¿Serviría de algo? La Institución,[37] con todos sus hombres en el exilio. Y España, sola.
— No ha tenido suerte.
— No.
Es verdad. España es un país que no ha tenido suerte. Lo prueban entre otras cosas estas estudiantes con su Buenos Aires y su México City a cuestas: no tengo idea alguna de lo que es, de lo que fue.
[29 DE NOVIEMBRE] Recepción rector. Igual que todas, sin alcohol, como era de esperar: café o refrescos.
Como final: morir en Jerusalén por una bomba rusa tirada por los aviadores de Nasser, no estaría del todo mal…
En esta tierra de pura piedra, ¿cómo no habrían de creer en Dios? En un Dios duro, como la piedra; en un Dios inmisericorde como la tierra. Aquí, ¿como un San Francisco? ¿Aquí como la Virgen?
Otra vez Sión: David, la última Cena, la Mezquita, todo bajo Égida de Guillermo II. Si hay guerra y arrasan con todo, bueno; sus razones habría; acabar con todos estos errores y encargar a un arquitecto de genio la reconstrucción de Los templos.
[30 DE NOVIEMBRE] Café. Drapkin.[38] Alcohol, medido, pero bueno. Dulces, café. ¿Y la cena prometida?
[1 DE DICIEMBRE] Reunión y café –excelente– en casa de Drapkin: el embajador de Uruguay, Beinert, un cura español.
Sin duda, el arte surge del lujo –cuando el lujo se convierte en arte, cuando el país empieza a desgajarse. ¿Por qué el lujo viene a arte? ¿Cómo fermenta y principia con la hegemonía y por qué al empezar a descomponerse el país surge el arte más esplendoroso? (No hablo de los primitivos, de los precursores, cuando el arte es todavía artesanía, búsqueda, pura utilidad, folklor).
Según el uruguayo, al principio España buscó el reconocimiento de Israel, sin conseguirlo. (Israel votó contra España en la ONU a la primera ocasión). Ahora que Israel quisiera, España se niega por su amistad con los países árabes. ¿Qué ganan?
Parece que el general en jefe del ejército israelí se pasó de lo previsto, aquí, en las represalias del otro día. Pero no sucederá nada serio.
[2 DE DICIEMBRE] Cesarea. Daliat. El Tiberiades. La luna, el árbol, el prodigio.
Genozar, Genezareth.
Cesarea. Siempre que se superponen varias civilizaciones, y se ve, el efecto es extraordinario. Romanos, más cruzados, más turcos, es buen cóctel.
Las dos estatuas, la una de Porfirio, rosa; la otra de Porfirio, negra, enfrentadas. Las columnas, los arcos, las paredes de piedra. Templo, sinagoga, mezquita. El mar, frenético, a través de las troneras y puertas. Lo romano permanece. Supieron, más que nadie, que la piedra casi es eterna.
Metula. El kibbutz. La paz. Los niños. Los trabajadores. El entusiasmo sobre el montículo hecho poco a poco, a través de siete civilizaciones desaparecidas. ¿Qué dirán del trabajo y de la paz?
Tiberiades. El mar de Galilea. La luna sobre Genezareth. El árbol a través de la ligera neblina, que no se me olvidará nunca. La luna rielando, el ruido manso de las olas. Enfrente, los cirios. Aquí anduvo Jesús y sus discípulos pescadores y él sobre las aguas. La hermosura y la historia. El árbol negro sobre el cielo claro recortando sus hojas y sus ramas barroquísimas. El romanticismo tal y como la historia nos lo da hoy. El silencio. Las estrellas, todas. Allá atrás, el monte Tabor, centro del mundo. Y ese río al que se le llama Alejandro. Y corriendo, entre las aguas del lago, las del Jordán. No se puede uno sentir más ni menos.
[3 DE DICIEMBRE] Genezareth, el monte de las Beatitudes. Nazaret, Acco, Haifa, Tel Aviv. (Algún kibbutz, de paso).
Veraut.
El amanecer, los pájaros, el lago, las piedrecillas de la orilla.
Cafarnaún, las ruinas, la sinagoga, los signos, los mosaicos, el Tiberiades color acero y azul; los turcos. Las tristes postales y los israelíes queriéndolo olvidar todo, como no sea su kibbutz y su agradable hotel, como si fuese de Cuernavaca.
Nazaret. La misma cochinería que en la ciudad vieja de Jerusalén. ¿Qué hacen aquí los judíos, esos alemanes que se pasean por la noche en Tel Aviv, que han hecho de Haifa una ciudad tan limpia enfrente de San Juan de Acre, árabe y sucia? ¿Qué tiene que ver? ¡A Europa de vuelta! Es lo que hacen y es la gran tragedia del país. Los mejores técnicos jóvenes regresan a sus países de origen o, sobre todo, se van a Canadá o a los Estados Unidos.
¡Qué mezcolanza! Los kibbutzim son ejemplo y éxito, ¿por qué no dejan a los árabes dónde y como están los askenazis –que han rehecho su vida y construido las ciudades–? ¿Qué van a hacer? ¿Qué van a hacer sus hijos? ¿Qué harán sus nietos una vez que este estrecho país esté ya industrializado? ¿Qué van a hacer los hijos y los nietos de los que araron los campos? ¿Obedecer a los rabinos de Jerusalén? No lo creo. Los que se quedarán serán los árabes sucios, entendiéndose con sus carneros abiertos en canal, colgados, llenos de moscas. Y el mito mundial de la Tierra Santa, el turismo de las viejas sudamericanas que vienen a comprar sus rosarios y sus botellitas con agua del Jordán.
Pero no irán por la noche a ver la luna en Genezareth.
La pobreza de los judíos, la pobreza de los árabes, la pobreza de los cristianos, la riqueza de los protestantes. Este templo de la Dormición, ostentoso, horrendo, berlinés, hanseático, rico, dorado, gordo, orgulloso sobre el cemento sucio del de los Salmos. El falso bizantinismo del templo, el albayalde del miraba. ¡Dios, todo abajo!
Reunión con el rector para presentar a los recién llegados, horrenda, a la alemana: té, café, bocadillos de nada y un profesor de Derecho Penal, chileno –mitad Asúa,[39] mitad Carranza–, igual que si estuviéramos en Chile o en México. Venir de tan lejos para esto. (Un saludo a Ortiz y Ortiz[40] y a sus cócteles del onceavo piso de la rectoría, y a la Dalmau Costa).[41] Y que conste que la diferencia no es por país rico o pobre sino por el modo, lo germánico, y el café o el té (lo mismo daría el vino blanco que nos hubiesen dado en Berlín o en Hamburgo), por lo inglés o lo norteamericano. Por otra parte, aquí nadie bebe, ni siquiera leche a lo gringo (por aquello de que lo prohíbe la religión): refrescos, café, té, conversaciones insulsas, reverencias. Frialdad. Cada quien es cada quien. No hay discusión posible ni conversación.
¿Qué diferencia hay entre los árabes y los judíos? La religiosa, exclusivamente (hablo del pueblo, no de los amos). Entonces, ¿a qué viene negarlo? Todo aquí se basa en la religión y lo peor es que no quieren reconocerlo.
En el mundo todo sigue siendo religión. ¿Cómo echar fuera esta costra? No será declarándose ateo; tal vez, técnico. Pensándolo bien, los técnicos son los únicos que podrían o debieran acabar con la idea de Dios, sustituyéndole a él. Dios nos coja confesados…
La radio anuncia que los israelíes derribaron dos migs ruso-egipcios. Carta de Cuba: el Chato describiendo con entusiasmo los aviones soviéticos que ha visto…
No llegará la sangre al río.
[4 DE DICIEMBRE] Discusión interminable con Aarón S. Religioso, judío a machamartillo, nacido en Berlín. Acepta, tras no pocos acorralamientos, que judaísmo y nazismo tienen, a su manera, algo en común y de ahí la fenomenal batalla que libraron. No le bastan mis escollos históricos. Para él, en el fondo el nazismo viene a ser la expresión extrema del catolicismo, que odia como hijo bastardo de su religión. El judío –siempre según él– jamás ha intentado “angelizar” al hombre, jamás ha creído que pudiera llegar a ser perfecto; al revés que el catolicismo, que le puede absolver de sus pecados. Por eso el judío cree en las “obras” y las hace lo mejor que puede.
Tampoco acepta el judío el concepto de la belleza griega ni a Platón.
No puede definir lo que es el pueblo judío más que por el mesianismo.
Apunto la hermosura de la Biblia como razón de ser del judaísmo, de su permanencia y persistencia. No lo admite: para él es algo más. Sin embargo, no quiere creer que la base del judío sea religiosa, para él es un sentido de “pueblo”, de raza, indestructible. Sólo así explica la existencia de Israel.
[6 DE DICIEMBRE] Aviador (embajador de Israel ante la Unesco. Me lo encuentro en el autobús: sucio, sin afeitar, con su carterón: — Hola… — Hola. — Nos tenemos que ver…).
[7 DE DICIEMBRE] Otra vez Jordania: Betania, Jericó, el Mar Muerto, el museo.
Sólo la emoción vieja de veintisiete siglos de la torre de Jericó, enorme, en su fosa y foso y, enfrente, el monte de las Tentaciones con el recuerdo de Jesús y de su retiro.
El desierto de Jericó, de lo más desolado de la tierra. Los beduinos (¡Oh, Djelfa!),[42] los camellos. Los recuerdos de Huércal Overa y de Cuevas –allá enfrente. La luz. Tierra vieja, pelada, calva. El Mar Muerto, muerto color de plomo, color de muerte, color Lázaro. Lázaro, Lazarillo del otro mundo. Suelo plagado de literatura en su desolación feroz. El horror del Jordán, cochino. El lugar del bautizo en su espantosa escalera de cemento armado para bajar al río. Una tienda beduina, un camello echado para las fotografías. Nunca el turismo ha llegado en sus males a tanto. El recuerdo del Bautista. Pero, por lo menos, los cristianos, a pesar de su mal gusto, recuerdan. Los judíos, no: van a lo suyo cuando se trata del Nuevo Testamento y ahí anda, en su horror, la sedicente tumba del rey David, no más auténtica que lo venerado con execrable gusto por los demás. Me pongo a pensar que, efectivamente, ahí reside la diferencia; que lo que quieren es la tierra, que a ella se aferran, como pueblo, como piedra, y que el otro mundo les tiene absolutamente sin cuidado. Herzl en su tumba magnífica, David bajo su tristísimo cemento.
[8 DE DICIEMBRE] — No va a poder la Iglesia más que yo… (historia de Ramón y Loles).
[9 DE DICIEMBRE] Valle de Elah: — Aquí estaba David, allá Goliat.
Intentos desesperados para revivir la Biblia, el solo Antiguo Testamento. El Mar Muerto. Sodoma. La mujer de Lot. El prodigio de la sal. La hermosura misma de la desolación.
[10 DE DICIEMBRE] El gran problema del país, culturalmente –para mí–, es que sólo le importa lo judío en tanto que judío y no como universal. Me explico: aquí, por ejemplo, no sólo son desconocidos Américo Castro o García Gómez, que trajeron a la historia, que le dieron tanta importancia a lo israelita, eso sí, mezclado a lo árabe. ¡Claro está! Lo mismo pasa con Caro Baroja, cuyos tres tomos acerca de Los judíos españoles en la Edad Moderna, repletos de datos –y que podrán gustar o no a los eruditos como Beinert–, debieran hasta ser populares. Pero, que yo sepa, no hay un solo ejemplar disponible en ninguna librería de Israel.
Los azkenazis quieren acabar con todo lo español, minimizándolo en todos los sentidos. Lo judío es lo judío, y no sus consecuencias. En cuanto salen de la comunidad, dejan de serlo. Es decir, que, aseguren lo que sea, lo religioso tiene aquí preferencia sobre cualquier otra cosa. El gobierno, digamos exagerando, es ateo, pero tiene que atenerse a lo religioso para poder gobernar: respetar las Pascuas, encender sus velas como cualquier otro gobierno con religión oficial de Estado.
Que la religión sea la sal y no el opio de los pueblos es posible pero, ¿quién lo sabe?
Desarraigar la religión: si no lo lograron los soviéticos en cincuenta años ni Francia en sus tiempos a pesar de la masonería… El problema, para Israel, no está ahí; la agresión es el cogollo de su existencia. Lo verdaderamente inaudito es que considere con tanta indiferencia la fuerza cultural de su pasado para encerrarlo exclusivamente en lo religioso –la Biblia y sus comentarios– y tenga en menos lo demás.
El racismo, el racismo religioso, es lo suyo: no le importa el judío desarraigado, integrado en otra nación –no digamos un confeso–, confundido con los habitantes de otro país; para considerar lo judío necesita que pertenezca a su conglomerado, aunque no sea ortodoxo. Pero se reinventaron el hebreo e hicieron de él más que una lengua nacional una seña de reconocimiento; por eso sajaron el español y quieren acabar con el yiddish en ese frenético ejercicio de nacionalismo. No importa que alguien tenga dieciséis [ilegible ] de judíos si no se declara sionista. Para ellos es lo único que existe.
Todo esto sucede porque no quieren reconocer que el ladino –el judeo español– es el español: que los judíos de la diáspora española hablaban antes pura y sencillamente español o árabe. Si lo admitieran, tal como fue, otro gallo les cantara y se interesarían por la lengua y su degeneración y recobrarían un arsenal de cultura que los haría invulnerables. Dicen que el yiddish es otra cosa, que tiene una literatura. No se fijan en que no es más que cuestión de fecha, que el judeo español la tiene más rica. De hecho: gran parte del español.
[12 DE DICIEMBRE] Al volver del Mar Muerto, discusión con Aarón, como siempre con base en “¿Qué me parece Israel?”. Me pone en claro que, por falta de espíritu religioso, los hijos de los primeros sionistas, educados a la europea, más o menos ateos, dieron “muy mal resultado”, ya que cuando acabaron su carrera se fueron, por las buenas, a ejercer en Europa o en América. Él es “religioso ortodoxo”, sin más.
Lo extraño aquí es la revolución no entre pobres y ricos –no los hay– sino entre socialismo y capitalismo. Claro, si las cosas siguen tal como están, ganará este último sin dificultad, ya que los hijos de los primeros, sencillamente, se fueron. Quedan los kibbutzim, pero industrializándose más cada día. Ya probaron que pueden ser agricultores y más ahora con la automatización. Ahora volverán a comerciar, sobre todo si la situación mundial se normaliza.
Belleza inmarcesible. Massada. Sodoma, el Mar Muerto. La noche cayendo sobre la mujer de Lot. Único punto en toda la enorme extensión que se divisa en tener cuervos a su alrededor. ¿Por qué? ¿Cuándo olvidaré este paisaje atroz?
El jardín de David.
El mar petrificado.
Massada, Herodes, los romanos, Numancia. El hotel socializado. ¿Por cuánto tiempo?
Esa multitud de cirios, plantados en las esquinas del claustro, en las rudimentarias balaustradas de los arcos duros, ojivales, anchos, ¿qué hacen? ¿Qué piden? Esas centenas de luces, de llamitas temblorosas, ¿en nombre de quién piden a quién? ¿Al rey David? No: ¿al Jesucristo de la Última Cena, en el piso de arriba? Tampoco. Tal vez a las murallas inmediatas de la verdadera Jerusalén. ¿Qué piden? Tal vez gritan: ¡socorro! No piden para los muertos sino para los vivos. Para los muertos basta la llama –cruzando el camino– en el “memorial” –uno más– por los sacrificados en los campos de concentración y donde, para entrar, tienes que calarte un cono de cartoncillo negro sobre el cráneo, como si sólo pudieran pedir por el rescate de sus cenizas los judíos…
[13 DE DICIEMBRE] Todos los católicos, protestantes, etcétera, van ostensiblemente a misa los domingos para atestiguar su diferencia que, a la trágala, les hacen respetar los judíos deteniéndolo todo, o casi todo, del viernes por la tarde al atardecer del sábado.
Y luego quieren asegurar que el fundamento del país no es religioso… Sólo en una carnicería, escondida y lejana, se vende carne de cerdo.
[14 DE DICIEMBRE] La tumba de Herzl. Buen gusto, grandiosidad. La colina trufada de tumbas. Romero y hierbas de olor. Limpieza, orden, los árboles jóvenes de las otras laderas. He aquí Israel: la fuerza de una idea hecha cementerio, ya. ¡De ahí para el real…! Idioma y sangre: la base misma de cualquier nacionalidad. Y el pobre rey David, en su horrendo mausoleo de cemento y azulejos… Lo que va de lo semita a lo germano.
La “Avenida de los Justos”: árboles, cada uno con el nombre de alguien que ayudó a salvar a algún judío. Ni un nombre español… Como si no hubiera habido más persecución antisemita que la de Hitler. Viven en un mundo cerrado. De un lado la Biblia; luego Hitler y sus campos de concentración; luego Siria, Egipto, Líbano, Jordania: la guerra. No hay más.
[20 DE DICIEMBRE] La joven argentina que no se quiere casar ortodoxamente porque la obligan a sumergirse en “agua sucia” para probar “su pureza”; tampoco el novio quiere someterse a las mil obligaciones religiosas. Y aquí no hay más matrimonio que el religioso. Irán pues a casarse a Nicosia, por lo civil, y al volver promoverán un juicio para demostrar que están casados. En este aspecto, Israel está peor que los peores países católicos. La intolerancia llega al colmo. No hay divorcio. Si, por casualidad, el primer ministro soviético hiciera buena su declaración de hace quince días, de permitir la salida e instalación aquí de tres millones de judíos rusos, ¿qué pasaría? ¿Nadie casado? ¡Todos hijos ilegítimos! A menos de casar a los muertos…
Nunca había visto llevar el nacionalismo a estos excesos y, lo que es tal vez peor, diciendo lo contrario. Quieren la paz, pero su paz. Los ortodoxos son exigua minoría en el gobierno, pero extremadamente importantes –y no son tan pocos, representan del quince al veinte por ciento de los votos–, activos, decididos, seguros de su razón terrena y ultraterrena.
Los comunistas no pasan del tres por ciento y los supongo también intransigentes. Lo son aquí hasta los liberales. El odio hacia los árabes es inaudito, porque el que sienten por los alemanes está paliado por dos cosas: a) les han ganado la guerra; b) la mayoría de los mandamases son de origen alemán –han nacido en Alemania–. Y lo triste es que ese odio hacia los árabes ha sido fabricado por la guerra fría. Tal vez desaparezca un día. No lo veré.
— Ningún derecho para la mujer, me dice Lilian. Una discriminación como no hay otra. No quieren saber nada de los pobres yemenitas o marroquíes. ¡En las escuelas donde van no quieren enviar a sus hijos! Y no los envían. ¿Adónde van a parar?
[21 DE DICIEMBRE] Bach.
Abu Gosh, Abu Gosh
donde hay de todo
desde los primeros tiempos
hasta hoy.
Dicen que aquí fue Emaús
y que esta tumba es la de Simón
de Montfort,
que aquí estuvo el Serrallo
y que bajo estas bóvedas
se bañaron los romanos.
La iglesia está desnuda,
pura piedra y ladrillo
y está magnífica
que aquí Chateaubriand
sólo supo escribir
en honor del bandido
que, en su casona,
allá arriba de la garganta,
vigilaba y cobraba
peaje para entrar a Jerusalén.
Estarían los mismos árboles
palmeras parecidas
idénticas paredes
los árabes serían
los mismos con otras
creencias y religiones
y sólo los judíos
serían muy distintos.
¿De dónde estos rubios de ojos azules?
El mismo cielo, la misma dulzura,
idénticos verdes, la misma cabra
blanca
subida en sus patas delanteras
en el tronco del olivo
royendo las ramas sin importarle
si el tiempo es el mismo
desde que se escribió aquí el Evangelio.
[22 DE DICIEMBRE] Tel Aviv. El surrealismo, gran exposición para demostrar que, en pintura, no fue nada.
De hecho, los asesinos del “ladino” han sido los judíos de Israel. Vinieron los de Salónica, de Larisa, de Rumania y aquí perdieron, o perderán, el español que habían conservado durante cuatrocientos cincuenta años, en menos que nada. Sólo quedará el hebreo revivido a la fuerza. Ya sólo hablan ladino los viejos y ya no lo canta nadie. Da tristeza. Y no deja de tener un tinte absurdo el que sea ahora cuando los españoles se interesen en serio por este residuo de su idioma.
[23 DE DICIEMBRE] Morir por su religión, digamos que está bien. “Los mártires del cristianismo” no son discriminados y no armaron el jaleo de los judíos o de los negros. Morir por una idea siempre ha sido bien visto. De ahí las guerras, con su halo divino. Pero lo que se llama “genocidio” es otra cosa: no va uno a morir sino que le matan aunque no quiera. Un mártir “escoge” morir por su fe: no se retracta para salvar la vida. Al iluminado no le piden su opinión.
— ¿Así que ahí discriminan?
— Sí.
— ¿Y en México no?
— No.
— Es una gran cosa.
— Pues sí. Tampoco discriminan en España.
— ¿Y la Inquisición?
— Es religión. Discriminadores, los ingleses y sus hijos, los gringos; discriminadores, los nazis y sus víctimas, los judíos. Lo demás es más hablar que hacer: problemas de familia, de política –que es religión–, los comunistas discriminando a los trotskistas y viceversa, los chinos a los rusos, etcétera. Eso varía con el tiempo y las circunstancias. Lo otro, no; o tarda tanto, tanto, que ya no está a escala humana.
— La esclavitud.
— No fue una discriminación. No lo es la lucha de clases: puede pasar de una a otra, no de negro a blanco, de sefardí a askenazi, de marroquí a polaco.
— Pero ahí, por ejemplo, tienen en mucho a los sudamericanos.
— Cuando son hijos de rusos, alemanes o polacos. Es lo mismo que, en el Perú o Colombia, los indios y los gachupines. No en México. En México ser indio o mestizo es título de gloria. Allí no existe discriminación alguna; sí el ninguneo, que no tiene para nada en cuenta el origen. Lo mismo ningunean a un mexicano que a un español o norteamericano. Es otro problema en el que se mezcla el poder y la simpatía personal.
— Curioso país.
— Sí. El mío.
Monólogo del judío:
— ¿Qué hice yo, Señor, para que me castigaras así haciéndome nacer judío…?
Monólogo del abisinio.
Monólogo del turco, etcétera.
De todos, menos del alemán.
Té en casa de Vigée. Curioso hombre fino –“fino”–, como decíamos ayer. Escribe espléndidamente. Su autobiografía acaba, tras contar su juventud alsaciana, su profesorado norteamericano, su “vuelta” a Jerusalén, diciendo: “Jamás dejé mi Patria, jamás llegaré a ella”.
¿Qué tiene de judío? ¿Su abuelo materno? Se siente judío, vuelto a su hogar y vuelto tan exiliado como cuando debió de ser un “sale juif”.[43] Y está contra Sartre (¡cuyo libro acerca de la “cuestión judía” no ha sido traducido al hebreo!),[44] que considera a los judíos como a los que los demás consideran judíos. Para Vigée son algo más. Ahí cae él, tan “fino”, también en el racismo.
Para los judíos la tierra prometida es Israel; para mí, España.
Para los judíos mediterráneos la tierra prometida debiera de ser también España. ¿Qué buscan aquí, donde los polacos, rusos, los alemanes, los tratan como si fueran de otra casta? Son más pobres, seguramente menos listos para alzarse sobre el pavés del poder. Tal vez menos inteligentes. Quizá no sea de ellos la culpa. Tal vez han vivido demasiado tiempo en la oscuridad del sol que deslumbra. Tal vez se han vuelto ciegos. Quizá. Pero los demás hacen mal en hacerse los sentidos y la historia de Caín se ha repetido muchas veces y se puede volver a repetir.
Al fin y al cabo estos oscuros hijos de Israel están más cerca de los pobres, mucho más cerca de los árabes, aunque los odien tanto, como estos rusos, estos alemanes, estos polacos. ¿Pero es que estos últimos son semitas? Un día vendrá en que los de Salónica y Estambul, los del Pireo y Melilla, los de Ceuta y Marraquech, los de Orán y Argel, los egipcios, los del Yemen, los del Irán [ilegible ] y veremos lo que queda…
[24 DE DICIEMBRE] Misa de gallo en Abu Gosh. Los villancicos, la cena, los bailes –todos, españoles, ingleses, alemanes, franceses, bailando ruedas hebreas, cantando en hebreo–. Aquí –dicen– fue Emaús, aquí estuvo la onceava legión; la iglesia, de los cruzados (la única con pilares cuadrados), Simón de Montfort enterrado ahí afuera, el Serrallo –las ruinas, detrás y, arriba del cerro, lo que queda del castillo del bandido famoso, el que recibió a Lamartine y a Chateaubriand.[45]
[26 DE DICIEMBRE] Anoche, misa en Abu Gosh. Encima de unos baños romanos, al lado de la tumba de Simón de Montfort (metido bajo una escalera), al lado de las ruinas del Serrallo. Los frescos destruidos alcanzan con luz indirecta formas “dantescas”. Y esto lo construyeron, hace nueve siglos, los que entonces vivían aquí. ¿Quiénes eran? ¿Turcos, judíos, árabes? Porque los Cruzados no se iban a poner a tallar piedra. Abu Gosh es todavía un pueblo árabe. Dicen que aquí fue Emaús. Lo dicen a medias, no atreviéndose del todo.
Misa de gallo: habla un padrecito italiano, en francés. Cantamos villancicos en inglés, francés, latín, español, hebreo. Nada profundo, todo es superficial, menos el retrato de De Gaulle –porque estamos en territorio francés–, cerca del susodicho ataúd de Simón de Montfort. Después, colación antes de que los jóvenes se pongan a bailar –sacerdotes incluidos– danzas árabes, con la mayor de las alegrías.
[27 DE DICIEMBRE] ¿Llegará Israel, algún día, a sacudirse ese peso clerical que lo ahoga? ¿O se morirán todos un sábado ante la vista de los médicos que, atados por la Ley, no podrán intervenir y curarlos? ¿Adónde van a parar, pagados por la ortodoxia religiosa? En los libros de historia, en los libros de texto de historia, nada sucede antes del año cinco mil y pico.
Ahora, por primera vez, la semana pasada me cuentan que aparecieron en el barrio ortodoxo pintadas en las paredes, unos mueras a su facción. Aseguran otros que si no fuese por la inseguridad de sus fronteras ya habría habido tiros. Si es cierto, ¿qué esperan los árabes para llevarlos a cabo?
Sólo el peligro exterior los une, al mismo tiempo que les desequilibra el presupuesto de tal manera que la mayoría de los jóvenes quieren irse a América. El tiempo heroico ha pasado, ha dejado sus huellas, pero nada más; ahora se defienden como pueden, mintiendo, dejando que se muera un sábado el mejor de sus escultores (David Palombo),[46] que se cortó el cuello con una cadena puesta por los ortodoxos, un viernes por la noche, en monte Sión: él iba en su motocicleta y no hubo quien le atendiera por el Sábbat.
Los movimientos árabes son de tipo fascista:
- a) De partido único y caudillo.
- b) De esencia religiosa.
- c) De gobiernos, aunque pobres, con afán expansionista.
- d) De países de segundo orden explotados por los “grandes capitalistas”.
- e) Es un movimiento racista.
El Estado israelí se parece menos en el primer apartado, lo que le hace variar no poco. Sin duda es un movimiento religioso y racista, pero sólo en parte, lo que no es suficiente para declararlo fascista, porque entonces lo sería Norteamérica y no lo es.
De ahí lo bien que se lleva España con los árabes, sin contar que ningún país árabe ha hecho una verdadera revolución social. Parece extremadamente difícil, por no decir imposible, unir el comunismo y la fe en Alá. Todavía el catolicismo…, pero ni el Antiguo Testamento ni el Corán son el Sermón de la Montaña. Se comprende perfectamente el contubernio de Franco con los árabes, pero es difícil de explicar el de los árabes y la Unión Soviética, ya que por las matemáticas resultarían del brazo la URSS y Franco.
— No es la religión la que nos une sino la Ley. No es Dios, son las Tablas del Sinaí. De ahí la unicidad monolítica, la impermeabilidad, el porqué han sido poquísimos los ortodoxos entre los grandes judíos, que el pueblo haya sido capaz de convertir el desierto en vergel y de formar un fenomenal ejército napoleónico.
¿Habla en serio? No lo sé. Naturalmente, no me habla uno de estos contornos sino de otros que los perdió: un inglés gordo y satisfecho.
[28 DE DICIEMBRE] Oír la segunda sinfonía de Mahler cerca de Jericó y del valle de Josafat, no está mal. Tocada por la Sinfónica de aquí, menos: fenomenal canto fúnebre del siglo XVII.
[29 DE DICIEMBRE] Curioso mundo éste de las mujeres israelíes. ¡Cómo ha debido de cambiar! Las viudas, primero, por la guerra.[47] ¡Y tantas! Y luego las jóvenes, tal vez por lo mismo, casadas a los veinticinco años por segunda vez. Considerando sólo aquí a mi alrededor: la dueña de la casa, la vecina, viudas de cuarenta años. Esther, Raquel, Irene, todas recasadas. ¿Y Loles, qué? Ni una, por las buenas, casada con su primer marido. Evidentemente, sucede lo mismo que en la mayoría de los países del mundo; precisamente esto es lo curioso, porque antes la familia judía se tenía precisamente por ejemplo de estabilidad. Según el periódico de hoy, en Alemania cada vez se divorcian menos. ¡Cuidado con los países donde no se divorcian! ¡Qué sainete!
Carlos Ramos Gil, profesor de Literatura Española en la universidad desde hace diez años, no tenía la menor idea de cómo murió Unamuno. (Desde el “¡Muera la inteligencia!”).[48] Tiene más de cuarenta años, ha estudiado en Madrid. Y luego hay quien se extraña del 95 % de síes a Franco.[49] La ignorancia impuesta desde arriba es de fácil sazón y da magníficos resultados. Hunde intelectualmente al país, pero el régimen sobrenada tranquilo en medio, sobre tranquilo líquido nadando…
(Bonito endecasílabo para una oda a Franco o a Mao).
¡Hundir, hundir la inteligencia! ¡Que no retoñe! Sembrar de sal…
¡Cuán mejor México y su revolución anarquizante! Con exiliados gritando por todas partes.
— Aquí, antes de los quince años ya saben todos los adolescentes la Biblia y dónde sucedieron los acontecimientos: — Aquí estaba David, aquí Goliat, etcétera.
Por eso vive Israel. ¿Y todo era literatura? Es decir: la Biblia se salvó por su calidad literaria. ¿Qué pueblo –que ese nombre merezca– no tiene su mitología? Egipto, Grecia: — ¡Aquí fue Troya!
Para turistas. Aquí, no: — Aquí estaba David, aquí estaba Goliat.
Lo creen. Y están seguros de que ésa puede ser la única parte del Estado de Israel. Pero si no surge otra cosa, se echarán al mar, como los cruzados, esas Naciones Unidas del siglo X.
— Esto es la Biblia –se solía decir en España–. Sí, esto es la Biblia.
[31 DE DICIEMBRE] — Dios es el opio de los pueblos.
— Tuvieron muy buen cuidado en no decirlo, sino la religión. Que es cosa muy distinta. Y si no, a las pruebas me remito. Ahí tienes a Bernal, que ha pasado cuatro meses en Israel. Entró por la puerta grande, salió por la falsa.
— ¿Se hizo mahometano?
— No digas una tontería más.
— ¡Qué le importaría a nadie! ¿Qué le sucedió?
— Le convencieron los papeles. Que éste era el verdadero socialismo, la vida igualitaria.
— ¿Dónde fue a buscarlos?
— Se los dio una judía guapa.
— ¿Estaba circuncidado?
— Pregúntaselo. No lo sé.
— ¿Y?
— Nada, que aguantó como los buenos en un kibbutz y luego regresó.
— ¿Demasiado trabajo?
— ¡Qué va! La religión. Que si el sábado en vez del domingo…
— ¿Y eso, qué? Más religiosos eran los católicos de la Edad Media y abrían sus comercios los domingos.
— No es eso. Es la religión metida en todo. Rigiéndolo todo.
— ¿También el socialismo?
— Sí. Claro.
Ayer, nada. La tumba de la familia de Herodes, al lado del hotelón inglés, como su nombre: King David, enfrente del edificio del YMCA,[50] tan igualito en estilo a la iglesia de la Dormición. ¿Que más feo? Pero al atardecer… Primero sobre las murallas de la ciudad vieja, sin nada que se interponga entre nosotros y ellas, luego sobre las piedras –de la YMCA misma– y luego el cielo solo: anaranjado, azul; la tierra amarilla, las rocas rosa. La noche, de golpe, sólo el rojo a través de los pinos. Y el silencio del viernes por la noche. Aquí siempre es Viernes Santo.
— Odian lo católico. Busca una referencia a la Santa Cruz en todos estos folletos que me dieron. Búscala, anda. Nada. Todo lo católico con un “dicen que”, etcétera. “La leyenda”, “según la leyenda”. Pero eso sí: Raquel, Rebeca, David y Goliat, sin duda: ahí. Aquí fue. Abraham, David. Los siguen, los cercan. La Biblia da fe. El Antiguo Testamento, el Nuevo: una bicoca. Eso saca de quicio a cualquiera. América para los americanos, y Palestina para los judíos.
— Americanos.
— Alemanes, etcétera. Pero judíos. Todo lo de la libertad de culto son cuentos. No en la letra, peor. En España, por lo menos, estuvieron años tiesos que tiesos. En Israel, no: libertad de cultos, sí; pero restringida a algunos guardianes de Oriente y de Occidente. Nadie pase sin creer en Dios.
— Bueno, Dios…
— En la religión. En las religiones más tercas, más irracionales, más imbéciles que hay. ¡Kohler! ¡Hazme el favor! ¿Tú sabes lo que es? Yo tampoco. Creí que era una cierta manera de matar a los animales (a los toros, como en las plazas, que pierdan su sangre) y hacer salchichas y salchichón sin serlo. Ellos, más aficionados a los embutidos que los alemanes.
— Seguro que a los alemanes les gustan –como la col agria– por su influencia.
— Quién sabe. Quizá. Lo mismo da. Tal vez sea al revés. A los judíos mediterráneos lo que les gusta son los alambres de carne asada como a los árabes. Que yo sepa, auténtica comida judía no hay más que el maná.
— Así que, ¿no te acomodaste?
— En el kibbutz, sí. Los que no se acomodaban a como pensaba uno eran ellos. Había que odiar a los árabes, ¿por qué? Todos malos. Todo lo que hacen, malo. ¡Qué diferencia con lo suyo! No digo que no: no lo he visto. Pero, teóricamente, estoy en contra. Sin contar que estoy seguro de que no es así: igual ayudan los norteamericanos a ellos que a los demás. No tendrían una orquesta tan buena. ¿Y qué? Mejores que las nazis no las tendrán ni en Tel Aviv. Total, que no tocan a Wagner.
— Y ése, ¿quién era?
— Uno que no les gusta. O mejor, así: les gusta, pero no dejan que toquen sus obras.
— No te entiendo: a veces te enfadas porque dejan hacer las cosas, y otras por lo contrario.
— No lo niego.
— Entonces, que te entienda tu abuela.
— Murió hace mucho. Pero, tal vez…
— ¿Qué será de este país cuando no haya peligro exterior?
— Estallará la bomba.
— No estoy tan cierta –dice Esther–. Los que han nacido aquí ya no quieren saber nada con la religión, ni sentirse pueblo elegido. ¡Claro que somos racistas! ¡Claro que teníamos que chocar con los nazis por esa misma razón! Pero eso es agua pasada. No, quieren ser un pueblo más, como los otros. Echar la religión por la borda (cuando la guerra de Independencia, los ortodoxos levantaron bandera blanca), ser ingenieros, campesinos, fabricantes, como en cualquier otro país. Cuando no estábamos aquí, David y los otros reyes eran arquetipos; ahora sabemos que fueron como cualquiera otros, con sus mujeres, con sus guerras, con su historia.
La cuestión es saber si nos van a dejar.
EL CONFLICTO ÁRABE-ISRAELÍ
(Paso)
Trastienda en Jerusalén viejo, Jordania.
Personajes:
Abd el Kader, sus dos hijos. Su mujer, que entra y sale varias veces con distintos trajes folklóricos (y yemenitas, samaritanos, etcétera) durante todo el acto, sin decir palabra.
Abd el Kader es hombre de edad y da lección a su hijo, que tiene seis o siete años, cara de pillo, ojos enormes, precioso como lo son aquí casi todos los muchachos. Disertación sobre el comercio, cómo hacerlo, cómo engañar al cliente, etcétera.
Luego lo hace subir a la mesa y tirarse de ella poniéndose él delante para que caiga en sus brazos. Cuando lo hace, se echa para atrás, el niño cae y se lastima.
— Para que no te fíes ni de tu padre.
La mujer, que pasa:
— Éste es un viejo cuento judío.
— ¡Mentira!
— Gresca general acerca de si es una ocurrencia original de Abd el Kader, un cuento judío o un cuento árabe.
Mientras tanto hubo una conversación con el otro hijo acerca de unos precios que le piden por teléfono. Da uno, da otro. Gritan. Viene el guía de turistas a reclamar su porcentaje y discuten ferozmente acerca de qué antigüedades conviene fabricar para los turistas, sean cristianos, árabes y aun judíos, que aunque no pueden pasar por el muro se valen de personas de muy distinta calaña para surtir las tiendas del otro Jerusalén.
1967
[1 DE ENERO] La gran dificultad para determinar lo que es el Estado judío, que, por eso, no tiene todavía constitución, reside en la dificultad insuperable de no poder determinar lo que es un judío, a menos de recurrir a una definición religiosa. Efectivamente, es judío todo aquel que profesa la religión mosaica; pero, si esto se estampara como definición, la mayor parte de los israelitas no podrían ser considerados como ciudadanos. Por otra parte, si se aceptara la definición que, a lo que dicen, preconiza Ben-Gurión de que son israelíes todos aquellos que poseen pasaporte del Estado de Israel, tampoco se apegarían a la verdad.[51]
La dificultad reside en que los judíos forman una comunidad cultural y religiosa pero pertenecen a razas múltiples (como la mayoría de los países). Si el país hubiera tenido, desde el momento en que se formaron las nacionalidades, unas fronteras más o menos estables, no habría problema; pero las que se establecieron en 1948, debido a un armisticio, no fueron aceptadas más que de hecho por los judíos y, de ninguna manera, por ninguno de los países circundantes.
El problema de la “raza” está bastante claro. Biológicamente, es totalmente absurdo el suponer su existencia. El problema se complica debido a que –ya lo señalé el otro día– es el único país que tiene una base literaria. De hecho, Israel existe por el hecho del Antiguo Testamento. Referente a la raza, el profesor W. explica muy claramente los orígenes del conglomerado. Inicialmente, los primeros judíos que se establecieron en Palestina pertenecían a dos ramas completamente distintas: los que vivían en el interior de las tierras, en las mesetas, eran braquicéfalos de una raza llamada “anatoliana” y los de la costa, dolicocéfalos, pertenecían a lo que hoy conocemos como raza semita, a la que pertenecen tanto los beduinos como los árabes. Es de suponer que el primer grupo emigró hacia el norte, siguiendo los bordes del mar Negro –y fueron los askenazis–, convirtiendo a su paso a muchos grupos locales y a casi todo el imperio Kazar, en los siglos VII y VIII; es decir, todo el sur de Ucrania. Con los siglos muchos grupos fueron, como es natural en las migraciones, hacia el oeste y se establecieron en Polonia, en Alemania, permaneciendo muchos de ellos en Alsacia. La mayoría son rubios con ojos azules y se mezclaron con los pobladores de Europa central y aun de cierta parte meridional de la Europa central. Pero, evidentemente, su proselitismo religioso fue bastante activo. Pero en general conservaron sus apellidos que sólo ahora, al regresar a Israel, han cambiado por otros de raíz hebrea.
El segundo grupo, de auténtica raíz semita, emigró hacia el sur y luego, naturalmente, hacia el oeste, hasta el Magreb; subieron a España, convirtieron a muchos pueblos del centro y del Levante y llegaron a establecerse en el sur de Francia. Son los sefarditas que, muchas veces, cambiaron sus apellidos por el lugar donde residían.
Por otra parte, el estudio de los factores sanguíneos demuestra que no hay un tipo hemotipológico judío y que los israelitas presentan frecuencias genéticas exactamente comparables a las de las poblaciones en medio de las que viven.
La Diáspora representa una comunidad cultural y hablar de una “raza” judía constituye un absurdo biológico. Ahora bien, esta “comunidad cultural”, unida a intereses económicos y sociales, ha formado evidentemente unos grupos autóctonos, sea donde sea, y demuestra que la letra “en la sangre entra”.
Ayer vino Esther[52] con su tocaya Solay. Muy inteligente. Acepta en seguida que los israelíes –judíos– son racistas:
— Sí, somos la raza elegida. Se trata precisamente de dejar de serlo. De ser un país más, igual a los demás. No va a ser fácil conseguirlo.
Los ortodoxos, los habitantes de Mea Shearim,[53] se sienten judíos y elegidos, aun para sacrificados, y no son israelíes. Sucede en todos los países. Pero, aquí, influyen, por ahora, de una manera decisiva en el gobierno del país.
Queda el odio –el odio nuevo en odres viejos– hacia los árabes, bien correspondido. Absurdo y reciente, atizado primero por los ingleses –como en Chipre, entre turcos y griegos–, para hacerse indispensables. Ya no lo son, pero la semilla del odio fructificó sin demora.
Distintos sí lo son, hoy y ayer, por el idioma: tanto como el español del inglés. Pero, ¿qué tiene que ver el yiddish con el ladino? Volvieron al hebreo. Lo hablan de cien maneras, sólo los árabes y los yemenitas, semitas, lo hablan como debe ser. Los demás lo han aprendido en los libros y el idioma evoluciona con las nuevas generaciones. Hablaremos un hebreo típico del Israel de hoy. Uno más.
— El escribir la historia del pueblo judío según la Biblia les ha convencido –¡claro está!–, de la exactitud del relato de los libros, y también los ha divinizado–. Queda la literatura, tal como se escribieron, hace tantos siglos.
— ¿Qué libros hay acerca de eso?
— Pocos. Ninguno.
Mientras las historias de la “literatura” judía no empiecen por el Génesis, no conseguirán nada. Mientras sea el “libro de los libros” no habrá solución. Tiene que llegar a ser un libro más. El primero y el mejor si quieren. Pero que se acepte que lo contaron unos a otros, hasta que se escribió. Es el Gran Romancero. ¿Por qué mezclar a Dios con la literatura? Igual que aquí los jóvenes suspiran por la separación de la Iglesia y del Estado (¡todavía!), suspiramos por la separación de la idea de Dios Creador y de Dios, pluma en mano, escribiendo –a través de quien sea– el Eclesiastés.
[2 DE ENERO] Jaffa, convertida en Lanit Poe de Vence. Tiendas para turistas, cafés para turistas, estudios para turistas. Americanos, alemanes. En el zoco, ¡un borracho!, ¡un restaurante donde se pueden comer langostinos! Claro: Chez Janette. Pero, ¡un borracho! No vuelvo de mi asombro: el primero que veo en tres meses. Todas las esperanzas están permitidas…
El concepto de los judíos cambia totalmente según se trate de ellos o de los que no lo son. Para los no judíos, aunque sean de origen judío, es decir, integrados en otra comunidad, ellos son un pueblo resistente a todos los males que les envió la Historia: grandes genios o los asesinos de Jesús; los usureros y los filántropos, etcétera; pero, en general, un conglomerado que comprende todos los judíos.
Para el judío lo judío es exclusivamente lo que se desprende de la Biblia o de la Torá, y son el pueblo de Dios.
Otra vez Tel Aviv:[54] grandes avenidas, grandes cafés, grandes terrazas de los mismos en las aceras, como si estuviésemos en la Kurfürstendamm.[55] Las mujeres visten ostentosamente como alemanas del oeste y los hombres, con sus trajes un poco estrechos y de mal corte, como alemanes del este. Pero todos alemanes. Hablan hebreo pero, sobre todo, yiddish.
Los ortodoxos no hacen servicio militar. No tienen “buena prensa”, les da lo mismo. Andan seguros, con sus tirabuzones, sus caftanes, sus sombreros rembrandescos, los viernes y sábados en su ghetto artificial.
[3 DE ENERO] Que no me vengan con cuentos de que los judíos son comerciantes: sacrifican cuanto podrían sacar como producto del turismo al poseer tantos Lugares Santos católicos con tal de no darles la menor importancia ni celebrar, como podrían hacerlo con grandes resultados crematísticos, la Navidad en Nazaret, por ejemplo.
Ahora convierten Jaffa en una especie de Rodas o pueblo español, con sus galerías de arte, cabarets, restaurantes y maricas. Pero esto es parte de Tel Aviv, medio Marsella, medio Berlín Oeste con gotas de Berlín Este.
Agnón, premio Nobel, y Sachs. Ambos judíos y, sin embargo, en periódicos y revistas sólo se habla de Samuel Josef Agnón (en el Boletín del Instituto Central de Relaciones Culturales Israel-Iberoamérica, España y Portugal se le dedican tres páginas y sólo una mención, de pasada, a la Sachs). Las librerías exponen sólo libros del primero. La razón es triste y sencilla: Agnón vive aquí y escribe en hebreo y la Sachs vive en Alemania y escribe en alemán. Los dos son judíos para todo el mundo menos aquí. A Agnón sólo le faltan los tirabuzones patilleros, el cordobán abombinado y los pantalones recogidos para ser de los de Mea Shearim. Supongo que no escribirá los sábados. Dicen que sus novelas son muy buenas. Sus cuentos no pasan de ser relatos folklóricos con algo de “pintores de los domingos”, no habla más que yiddish y, como él dice, “germany”.
No hay jóvenes por la calle: todos en el ejército. Les da cierto aspecto particular. En la Universidad, la mayoría hicieron ya su servicio pero, como todos, pasan tres días al mes en el ejército. Les da cierto aspecto particular. Aquí, lo guerrero pasa antes que lo particular, lo que no es de asombrar en estas tierras (ni en ninguna y menos ahora en que la juventud está ya en disposición de romperse la cara por lo que sea, ya olvidadas en parte las guerras “grandes” y apetitosamente preparadas por las pequeñas).
Mea Shearim, el barrio ortodoxo, parece de la Edad Media y es del siglo XIX, como las creencias de sus habitantes, la literatura de Agnón, la ignorancia, el pavor a la civilización, el respeto a las tradiciones caducas, –y, por ello, aun sin querer, venir a curiosidad de los turistas aun escondiéndose y tapándose la cara si ven un aparato fotográfico–; huir de ciertas comodidades, amor de la pequeñez, de lo estrecho, de la imitación que tienen por tradición: el no salirse de la raya, lo reaccionario, el limosnear –por lo menos la Historia–, el no querer seguir adelante, el desinterés por los demás, el respeto por lo establecido (al César lo que es del César, lo demás también), dan ese olor rancio, ese peso de retaguardia, esa aparente suciedad que los convierten en simples objetos de curiosidad para los extranjeros y en rémora para los nacionales.
No les importa la Biblia sino la Torá, no les importa la poesía sino el anoneo,[56] no les importa el gusto sino la costumbre; sobre todo: no innovar. Así fueron nuestros padres –a lo sumo del XVIII–, así seremos nosotros. El mundo no se mueve. No hay nada antes del año seis mil. Somos los escogidos de Dios. Hagan con nosotros lo que quieran.
Y se encierran ellos mismos en sus jaulas. Vergüenza de cualquiera, pero más de los judíos. Preguntan:
— ¿Y del otro lado?
Eran todos unos. ¡Dios, meter en un barco a éstos, a los mahometanos, a unas docenas de curas españoles y enseñarlos por todos los puertos del mundo! Porque crucificarlos, francamente, no. Ya nos crucificaron bastante.
Lo judío no era un país, ni una lengua, ni una patria: era una religión, unas lenguas muertas, unos tristes dialectos. Con eso han hecho un país, una lengua viva, pero todavía no una literatura.
La cosa es sencilla: para los cristianos, los “marranos” son judíos; para los judíos, no. ¿Qué son? No les importa: no son judíos. Para un cristiano un “marrano” nunca dejará de ser un judío convertido; para un judío, un cristiano convertido es un judío como otro cualquiera.
[5 DE ENERO] Se siguen casando entre sí porque creen que dejar de hacerlo es rebajarse, fallar a la ley del incesto que estableció, a la fuerza, la única pareja creada por Jehová.
¡Que no entre nadie! ¡Ni los judíos marroquíes, ni los yemenitas, ni los turcos!
¡Sólo los askenazis! que, como dice el Génesis, y lo reproducen por todos los procedimientos, seguramente Adán y Eva eran, más o menos, de Pomerania o de Polonia. Los demás son “cochinos judíos” o, para no caer en el galicismo, “judíos cochinos”.
[6 DE ENERO] ¡Triste empieza el año!: una muela se me va, la película de Miró anulada y cae el Ramadán los días que íbamos a ir a Petra. Sin contar que deberíamos estar en El Cairo y no fuimos porque así lo dispuse de antemano, equivocado, de mala mano. Bueno. A ver. Vámonos, por de pronto, al mar Rojo.
Ya no hay desierto de Neguev o, por lo menos, no quedará traza de ello en pocos años. Acabarán con él, ante todo la Universidad que, en su centro, le plantó Ben Gurión. Trajeron la piedra de Jerusalén. Un centenar de muchachas estudian agricultura en medio del desierto, a dos pasos de las extraordinarias gargantas de Ein Abdad.
Cena en el “Pez Azul”, en Eilat. Pescado tan bueno como el mejor de la Costa Azul, de Veracruz, de la Costa Brava, o lo que sea. Y, cosa curiosa, en las cuatro o cinco mesas de que consta el restaurante, hablan francés. También la mesera,[57] y español: hay que venir al mar Rojo para darse cuenta de que los sefarditas fueron precursores de los miles de españoles que hoy sirven en fondas inglesas y alemanas…
(¡Qué mal me sabe este estilo periodístico! Mejor dicho: ¡qué bien!, parece de verdad).
[7 DE ENERO] Bajé hasta el mar, en Eilat, para ver los crepúsculos vespertinos más hermosos de la creación y oír de boca de una muchacha: “Estos montes de enfrente son feos”. Porque eran jordanos.
¿Vale la pena que Dios haya hecho el rojo y el violeta, el azul y el anaranjado, el rosa y el celeste, el [ilegible ], la luz y las sombras, para que a una judía no le guste el color de los montes de enfrente porque son jordanos?
— Le gustan más los de este lado…
La bahía, el fondo del mar, los corales, los peces azules, el agua clara, las columnas de las minas de Salomón. Folklore natural –de la naturaleza–, pero la piedra, la luz, el cielo. ¡Las piedras y el cielo, de Juan Ramón! [58] Y el mar como nunca se ha visto ni se volverá a ver, aunque sean los mismos y el mismo mar los que lo vean. ¡La luz! ¡La luz!
Por la noche, en el “Pez Azul” (nunca segundas partes fueron buenas), la hija de Ross, a punto de acabara su bachillerato francés (¡qué pequeño es el mundo!, me pide en su elegante inglés):
—Quisiera que me ayudara a hacer un trabajo acerca de La condición humana de Mauriac.
—Será de Malraux.
—¡Eso! Perdón.
—Sí. Más bien me aburrió. Sí, me aburrió. ¿A usted no?
Este fragmento pertenece a la edición de los Diarios, 1939-1972, que, a cargo de Manuel Aznar Soler, y dentro de la Biblioteca del exilio, ha publicado la Editorial Renacimiento.
Notas:
[1] “Lo que siempre me ha salvado es que nunca he sabido lo que quería hacer”.
[2] Max Aub, “Retrato de Jaime Torres Bodet”, en Cuerpos presentes, op. cit., pp. 109-110.
[3] Max Aub había sido invitado por la Unesco de noviembre de 1966 a febrero de 1967 para dar dos cursos en la Universidad Hebrea de Jerusalén sobre la historia, literatura y cultura de México.
[4] Jaime Torres Bodet (1902-1974), víctima durante muchos años de un cáncer, acabó por suicidarse en México D. F. el 13 de mayo de 1974.
[5] Carlos Ramos Gil, además de Claves líricas de García Lorca (Madrid, Aguilar, 1964), es autor de “La lengua española en Israel”, su contribución personal a un libro titulado Supervivencia del judeoespañol, que reúne trabajos también de Moshé Attías y Arturo Capdevila y que se editó en los Cuadernos Israelíes-ix.
[6] Max Aub y Peua vivieron durante su estancia en Jerusalén en una casa sita en Keren Hayesod 8, según consta en una carta remitida por el administrador de la Unesco en París, R. Laleau, el 17 de noviembre de 1966 que se conserva en el Archivo-Biblioteca Max Aub de Segorbe (Caja 8/21, 1). El profesor José Ramón López García, autor de un artículo titulado “Un tiempo de muros, los Diarios israelíes de Max Aub”. Ínsula, 678 (junio de 2003), pp. 70-20, núm. monográfico sobre “Max Aub en el siglo XXI”, coordinado por Manuel Aznar Soler, ha dedicado el cap. v de su excelente libro Fábula y espejo. Variaciones sobre lo judío en la obra de Max Aub (Sevilla, Renacimiento, Biblioteca del Exilio, Anejos-XVI, 2013) a profundizar e interpretar “El viaje a la semilla: Israel (1966-1967)”, op. cit., pp. 281-332.
[7] La Universidad Hebrea de Jerusalén.
[8] El Parlamento, sede del poder legislativo del Estado de Israel.
[9] En 1969 Max Aub publicó una Guía de narradores de la Revolución mexicana (México, Fondo de Cultura Económica, 143 pp.), resumen de su curso en la Universidad Hebrea de Jerusalén que fue reproducido en sus Ensayos mexicanos (México, UNAM, 1974, pp. 31-115).
[10] Rafael Nieto del Castillo fue el embajador de México en Israel del 1 de marzo de 1964 al 2 de enero de 1967 bajo la presidencia de Adolfo López Mateos.
[11] Aub se refiere, por ejemplo, a libros de Vasconcelos como La tormenta, publicado en 1936.
[12] Max Aub, además de una Guía de narradores de la Revolución mexicana (México, FCE, 1969), es autor también de un texto titulado 2De algunos aspectos de la novela de la Revolución Mexicana”, reproducido en Ensayos mexicanos (México, UNAM, 1974, pp. 31-86), libro dedicado “A don Gilberto Bosques, embajador de México”.
[13] Ramón Díaz Hernández, catedrático de literatura española del Departamento de Estudios Españoles y Latinoamericanos en la Universidad Hebrea de Jerusalén, es autor de la selección, trad., introducción y notas a su Antología de poesía hebrea moderna (Madrid, Aguilar, 1970), libro por el que obtuvo el Premio Nacional de Traducción aquel año 1970.
[14] Recuérdese que “¡Cuán gritan esos malditos!2 es frase que pronuncia el personaje de Don Juan en la escena primera del acto primero del Don Juan Tenorio de José Zorrilla.
[15] J. P. B. Ross, Residente Representante del Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas en Israel, fue el encargado de gestionar los trámites de la estancia de Aub.
[16] El pintor Josep Renau, militante comunista exiliado en México, se trasladó a Berlín Este, capital de la antigua República Democrática Alemana, en donde residió desde febrero de 1958 hasta su muerte el 11 de noviembre de 1982.
[17] Unión de Hermanos Proletarios (UHP), consigna de la insurrección revolucionaria de los mineros asturianos en octubre de 1934.
[18] Consigna resistente popularizada por los republicanos españoles contra los sublevados fascistas durante la guerra de España.
[19] “Nunca había pisado la Jerusalén árabe, jamás había visto el Muro de las Lamentaciones”, afirma de la biografía de Yehuda Shalom en un poema del «Ciclo de Imposible Sinaí» que puede leerse en Obra poética completa, ed. crítica, estudio introductorio y notas de Arcadio López-Casanova y colaboradores, tomo primero de sus Obras completas. Valencia, Biblioteca Valenciana - Institució Alfons el Magnànim, 2001, p. 424.
[20] Alfonso Reyes, Ifigenia cruel, poema dramático con un comentario en prosa. Madrid, Editorial Saturnino Calleja, 1924.
[21] El poeta, traductor de Rilke y ensayista franco-israelí Claude Vigée (1921-2020), se instaló en 1960 en Israel y fue profesor de la Universidad Hebraica de Jerusalén hasta su jubilación en 1984.
[22] En 1966 ambos escritores compartieron el Premio Nobel, tal y como había anotado el propio Aub el 18 de noviembre de 1966. Primer escritor hebreo en recibirlo, el escritor judío Samuel Yosef Agnón (Buczacz, Galitzia, 17 de julio de 1888 - Jerusalén, 17 de febrero de 1970) había emigrado a Israel en 1950 y es autor de novelas como El dosel de la novia o Caminantes en la noche. La escritora y poeta alemana de familia judía Nelly Sachs (1891-1970), autora de libros de poemas como Viaje a la región sin polvo y de obras dramáticas como Eli, residió en Suecia desde 1940.
[23] No olvidemos que Jean-Paul Sartre había publicado en 1947 sus Réflexions sur la question juive (París, Paul Moorihien), reseñado por Aub en un artículo titulado “Jean-Paul Sartre y la cuestión judía”, publicado el 21 de mayo de 1948 en el periódico mexicano Últimas noticias y reproducido por Eugenia Meyer en Los tiempos mexicanos de Max Aub, op. cit., pp. 332-333. José Ramón López García ha dedicado el capítulo IV de su libro Fábula y espejo a ·Max Aub y Jean-Paul Sartre: dos humanismos ante la cuestión judía”, op. cit., pp. 217-279.
[24] La música de Wagner no fue interpretada en Israel hasta la polémica actuación de Daniel Barenboim, de la que Ferran Sales informa en su crónica “Wagner reabre viejas heridas en Israel. Barenboim provoca una tempestad al interpretar en Jerusalén Tristán e Isolda”. El País, Barcelona (9 de julio de 2001). Por su parte, Edward Said es autor de “Barenboim y el tabú sobre Wagner”. Claves de Razón Práctica, 119 (enero-febrero de 2002).
[25] Recuérdese que Max Aub embarcó en Casablanca el 10 de septiembre de 1942 a bordo del Serpa Pinto y que, tras una travesía por aguas de las Bermudas y La Habana, llegó al puerto mexicano de Veracruz el 1 de octubre de 1942.
[26] Kibbutz, cooperativa agrícola.
[27] El militar y político británico Arthur Wellesley (1769-1852), Duque de Wellington, expulsó al ejército francés de España en la Guerra de la Independencia.
[28] José Ramón López García titula “Una meditación española: el epistolario Max Aub – Américo Castro” el capítulo cuarto de su libro Fábula y espejo, op. cit., pp. 193-215.
[29] Julio Caro Baroja, Los judíos en la España moderna y contemporánea. Madrid, Arión, 1962, 3 vols.
[30] Nathan Rotenstreich, rector de la Universidad Hebrea de Jerusalén.
[31] Theodor Herzl (Budapest, 1860-1904), autor de El estado judío (1896) e ideólogo del sionismo.
[32] Nombre que designa a los judíos asentados en la Europa central.
[33] R. J. Zwi Werblowsky, decano de la Facultad de Humanidades de la Universidad Hebrea de Jerusalén.
[34] Pablo VI (1897-1978), sucesor de Juan XXIII, fue Papa desde el 21 de junio de 1963 hasta su muerte el 6 de agosto de 1978.
[35] Se refiere al dramaturgo alemán Rolf Hochhuth, autor de Der Stellvertreter (El vicario), estrenada en Berlín por Erwin Piscator el 20 de febrero de 1963 (versión española: México, Grijalbo, 1967). Por su parte, el director griego de cine Konstantinos Gavras (Atenas, 12 de febrero de 1933), conocido artísticamente como Costa-Gavras, estrenó en 2002 una película titulada Amén, inspirada en esta obra teatral de Hochhuth.
[36] Alfred Hitchcock, director de Torn Curtain (Cortina rasgada), estrenada en 1966, con guion de Brian Moore y protagonizada por Paul Newman y Julie Andrews.
[37] La krausista Institución Libre de Enseñanza, fundada en Madrid el 29 de octubre de 1876, colegio en donde se educó la élite de la burguesía liberal española, por ejemplo Antonio Machado, quien recordó con afecto y simpatía a su maestro, don Francisco Giner de los Ríos. La Institución fue prohibida por la dictadura franquista y, por ejemplo, su director, Alberto Jiménez Fraud, tuvo que exiliarse en Londres. Jorge de Hoyos Puente es autor de ¡Viva la inteligencia! El legado de la cultura institucionista en el exilio republicano de 1939. Madrid, Biblioteca Nueva, 2016.
[38] Israel Drapkin, profesor y director del Instituto de Criminología de la Facultad de Derecho de la Universidad Hebrea de Jerusalén.
[39] El jurista madrileño Luis Jiménez de Asúa (1889-1970), militante del PSOE y exiliado republicano en Buenos Aires, fue presidente de la República española en el exilio desde 1962 hasta su fallecimiento en Buenos Aires el 17 de noviembre de 1970.
[40] Debe de referirse a Raúl Ortiz y Ortiz (1931-2016), que fue director de la Escuela de Extranjeros de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
[41] La actriz catalana Emma Alonso, casada con Dalmau Costa i Vilanova (El Port de la Selva, 1902 - México D.F., 1974), mecenas de la cultura catalana en el exilio y rico propietario de prestigiosos restaurantes como Ambassaduers, especializado en cocina francesa, así como de La Cava y del Restaurante del Lago, en Ciudad de México.
[42] Recuérdese que en el campo de concentración argelino de Djelfa estuvo prisionero Max Aub entre diciembre de 1941 y el 8 de julio de 1942 y que en él escribió los poemas de su Diario de Djelfa, 1941-1942 (México, Unión Distribuidora de Ediciones, 1944).
[43] “Cochino judío”, grito antisemita.
[44] Jean-Paul Sartre fue el prologuista del número 253 bis (1967), número extraordinario de la revista Les Temps Modernes sobre el tema (trad. catalana: Barcelona. Edición de Materials, 1967). Sobre “Israel y los árabes” pueden leerse las opiniones de Sartre en sus Escritos políticos (Madrid, Alianza-Losada, Alianza Universidad, 1987, t. II, pp. 207-231). Aquí se refiere a su libro Réflexions sur le question juive. París, P. Morihien, 1946.
[45] Recuérdese que Alphonse de Lamartine es autor de un Voyage en Orient (1835) y Chateaubriand de Itinéraire de Paris à Jérusalem (1811).
[46] El pintor y escultor David Palombo (Jerusalén, 1920-1966), autor de una escultura del rey David tocando el arpa que se encuentra junto a la Iglesia de la Dormición de María en Jerusalén.
[47] Antes de 1966, árabes e israelíes se habían enfrentado militarmente en 1948 y en 1956 y, posteriormente, el 5 de junio de 1967 se iniciaría la llamada Guerra de los Seis Días.
[48] Alusión al grito lanzado por el general Millán Astray durante un acto académico, presidido por Unamuno, que se celebró el 12 de octubre de 1936 en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca.
[49] “El 88,85 por ciento del censo electoral español participó en el referéndum. —18.500.051 ‘sí ’ y 346.745 “no”. —El gobierno y el Consejo del Reino felicitan al Caudillo–. El señor Fraga Iribarne informa a los periodistas». La Vanguardia Española (16 de diciembre de 1966), p. 5. Esta victoria aplastante del sí en el referéndum del 14 de diciembre de 1966 dio lugar entre la oposición antifranquista a la expresión irónica de “siferéndum”.
[50] El Irgun o IZL (Organización Militar Nacional), organización terrorista judía, dinamitó el 22 de julio de 1946 el hotel King David, edificio donde tenían su sede tanto el gobierno como el Estado Mayor de las fuerzas británicas en Palestina, con un balance trágico de 91 muertos. YMCA, organización no gubernamental de carácter voluntario, fundada en Londres el 6 de junio de 1944 por George Williams.
[51] El dirigente del Partido Laborista David Ben-Gurión (Plonsk, Polonia, 16 de octubre de 1886 - Ramat Gan, Israel, 1 de diciembre de 1973), quien el 14 de mayo de 1948 presidió el gobierno provisional que proclamó la independencia del Estado de Israel, fue primer ministro entre 1948 y 1954 y desde 1955 hasta su renuncia el 16 de junio de 1963.
[52] Esther Salay-Lévi, una alumna de sus cursos, de quien se conserva en el archivo-Biblioteca de Segorbe una carta fechada en Ashdod el 29 de enero de 1967 [Caja 12/61].
[53] Barrio de Jerusalén en el que residen los judíos ultra-ortodoxos, caracterizados por su fundamentalismo intolerante.
[54] Max Aub vivió en el número 2 de la calle Ahad-Ha’am St. de Tel Aviv.
[55] La calle más popular de Berlín, la Ku’Damm.
[56] Americanismo: tiroteo.
[57] “Camarera”, uno de los muchos mexicanismos que caracterizan la lengua literaria del escritor español exiliado.
[58] Alusión al libro poético de Juan Ramón Jiménez titulado Piedra y cielo (Madrid, Editorial Atenea, 1919).