Vimos a lo largo de nuestras observaciones, sucesivamente compartidas, que la duración de la dictadura guineana está poniendo al descubierto unos hechos que nunca hubiéramos sospechado, alguno de los cuales ya ha sido mencionado por nosotros en anteriores incursiones. Unos de los hechos más llamativos es la «individualización colectiva» que sufren los grupos políticos, lo que hemos aludido como su particular drama, y es el hecho de entender que la situación guineana solamente puede ser revertida por los miembros del colectivo que se trate, en vez de creer que las graves disfunciones creadas por un régimen cruel e ineficaz requieren de un gran equipo multidisciplinar, y que si se diera el caso de que existieran muchos grupos políticos dotados de equipos similares, la realidad y el sentido común entendería que cualquiera de ellos podría revertir la situación. Es decir, es hora de que los diversos políticos guineanos dejen de creer que la situación guineana es la que es porque precisamente ellos no están en el poder.
De un tiempo a esta parte se está produciendo un hecho llamativo entre el colectivo de guineanos residentes en el exterior, conocidos como exiliados, un hecho que por fin ha tenido sus ecos en el interior del país. Estamos hablando de lo que dimos en llamar histerismo, que es una sensibilidad exacerbada por la posibilidad inminente de acceder a los resortes óptimos del poder. Hay, efectivamente, un sentimiento recientemente identificado en el seno de colectivos guineanos consistente en la sensación de un vértigo por su inminente acceso al poder, no siendo un hecho que las observaciones más imparciales y objetivas podría dar por cierto. Desde cierta distancia creemos que los sucesivos rumores sobre la decrepitud física del dictador Obiang crean un clima de optimismo, trasmutado en euforia, que a la larga degenera en el histerismo al que hacemos referencia, caracterizado por un amplio abanico de síntomas, como improvisaciones, actos de transfuguismo y escenificaciones privadas y públicas carentes de justificación, todo ello aderezado de reclamaciones sobre el carácter especial del grupo que se trate, elegible, por tanto, para revertir la situación.
Dos hechos debemos destacar de la actual situación de Guinea, al resaltar el desparrame ideológico en que se debate la oposición Guinea. Las cosas no suceden al azar, y debemos recordar que la elección del primer presidente guineano, la peor dentro de la disponibilidad existente, se vio consolidada con la sucesión en la persona de Teodoro Obiang, que dentro de las posibilidades reales, igualmente fue la peor opción, porque añade a la falta de formación del líder anterior la experiencia de maldad consentida por su valedor, precisamente el primer presidente. Es decir, en dos ocasiones distintas ha estado en la magistratura suprema las personas menos preparadas, dentro de las posibilidades existentes. Es este hecho el que nos hacer recordar a todos los guineanos, residentes en cualquier lugar del mundo, que la lucha contra la dictadura de la familia de Obiang es, básicamente, una lucha contra la ignorancia y la crueldad. La realidad de este hecho es la que obliga a todos a aportar desde la medida de sus posibilidades. Erradicar la dictadura es una obligación moral de todos los guineanos, responsabilidad que recae en los mejor preparados. No es aceptable creer que el asunto de los guineanos atañe a los políticos, reclamándose unos ser apolíticos para rehuir cualquier responsabilidad. Ante la situación guineana políticos debemos ser todos.
La maldad a la que hemos hecho mención exige que en el enfrentamiento los diversos colectivos sepan que difícilmente pueden enfrentarse a la dictadura si no ponen por divisa la honestidad. La dictadura, caracterizada por la corrupción, la falta de transparencia, la impunidad, y el destierro de la meritocracia, sólo puede ser erradicada si los diferentes actores toman a gala la honestidad con que interactúan con los socios y la transparencia con que exigen las demandas. Cuando la honestidad no ha acompañado a los colectivos que han decidido enfrentarse a esta dictadura, el resultado ha sido lo contrario de lo esperado: robustecer las posiciones de Obiang. Terminaremos diciendo que aparte de la inclusión de estos elementos en toda lucha, los guineanos debemos saber que cualquier intento de aunar fuerzas entre colectivos distintos de guineanos, sean grupos políticos o sociedad civil, siempre debe hacerse no sólo desde los planteamientos antes señalados, sino desde el distanciamiento con las posiciones y planteamientos del dictador. Sería una ingenuidad palmaria creer que algún entendimiento con el dictador supondría por su parte el abandono de las posiciones y planteamientos de los que se ha valido para mantener sojuzgados a los guineanos durante décadas, sobre todo si los colectivos que a él se enfrentan no lo hacen desde una posición demostrable de poder, otorgado por la unión de los colectivos y guineanos intelectual y moralmente solventes.
Barcelona, 13 de mayo de 2014