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Didáctica en la dictadura guineana IV

 

Durante años he oído, y leído, de lo que opinan los guineanos sobre su dictadura, una cosa que ya está durando, porque empezó con la creación de la guardia colonial. Pues bien, hay pacientes de la dictadura en el exilio, los hay que están fuera de Guinea por pasión o amor, y los hay porque son incapaces de vencer la inercia. Aun así, con diferentes enfoques, hablan de lo que padecen o han visto u oído padecer a otros. Si siguen así, si seguimos como hemos estado los últimos 20 años, tendremos dictadura hasta el año 2050, con el actual dictador bajo tierra, sí, pero con sus estatuas todavía en pie. ¿A que es un consuelo raquítico saber que en dos 2050 no estará vivo el actual dictador? Pues sí, pero a lo que íbamos.

 

De todo lo que van diciendo llegamos a la conclusión de que lo que tenemos lo hemos buscado y lo estamos gozando como enanos. Es decir, que miles de potencias podrían estar detrás de las espaldas del dictador, pero quienes salen al aeropuerto a verlo llegar somos nosotros, así que no podemos echar la culpa de nuestro mal al racismo. Incluso entre los guineanos hay opositores que no saben nada de lo que significa que Guinea todavía esté bajo un régimen que desconoce el norte. Hay opositores vivos que harían lo mismo que hizo Desiré Mobutu, gran dictador que heredó la malicia sembrada por los belgas en una vasta extensión de África. Hay opositores, incluso, que sólo quieren el poder. Ya se encargarían de cambiarlo todo, pero primero deben alcanzar el poder. Y los hay que saben que no llegarían a ningún sitio. Todos estos hombres, y pocas mujeres, están hoy más en la órbita de Obiang que donde deben estar, presionándole para que nos deje en paz y, de paso, nos permita dejar de pasar vergüenza en todo el mundo.

 

Como todo esto lo hemos dicho en repetidas ocasiones, hoy nos toca ¡recordarlos!, para que, ahora sí de manera definitiva, entre en los oídos de todos. Pero ahora miremos a los que no tienen partidos, que tienen estudios, trabajan en Guinea, tienen uno de estos coches grandes, y ven que lo de aquí es un escándalo, que las cosas no deben seguir así. Vamos a ver: posiblemente, guineano, no te toque un ministerio, ni siquiera la dirección general de nada cuando esto cambie. Además, no te creas, no habrá tantos puestos para los que piensan llenar sus casas de cosas arrancadas a la Administración, pero estamos viviendo una dictadura, no un régimen en el que puedas decir «yo no soy político, así que no es un asunto mío». Porque, que sepamos, no es humano vivir ni tolerar lo que vivimos y toleramos en este país. Así, primero, tienes que olvidarte de que ya tienes un partido, y si ganas, ya irás a bailar a su sede y a ver si te toca un puesto. Lo que tienes que hacer es preguntarte constantemente qué podemos hacer. Y saber que todos nosotros estamos obligados a estar dispuestos a aportar lo mismo., que significada lo que permitan las posibilidades personales.

 

Entonces, no debe ocurrir que mientras unos se reúnen para tomar una decisión que puede afectar su vida normal, creas que tu vida debe seguir como si nada hubiera cambiado, que mientras un grupo de guineanos decidan tomar la plaza y seguir ahí hasta que se vaya el último apoyo del dictador, creas que debes seguir haciendo vida normal, ir a Martínez Hermanos, llevar a tu hijo al colegio, ir a hace footing, ver al FC Barcelona, y tomarte una San Miguel en tu bar preferido. Esta es la forma más grande de autoengaño que hay entre los negroafricanos, y en concreto, entre los guineanos. Aquí en Guinea un señor se puso en huelga de hambre y otro que pretende ser un gran político, pero que nunca presentó ninguna iniciativa, reconoció que esperaba que transcurriera los 5 días para ver lo que podían hacer. O sea, seguía su vida normal para ver si, en cinco días, el huelguista persistía en la misma. Y claro, que terminara como terminó tiene mucho que ver con el hecho de que la gente cree que su vida debe seguir siendo normal, estudio, trabajo, amores, ocio, sueldo, mientras la  de otros se deteriora por enfrentarse a una irracionalidad en forma de cargos públicos elegidos por decreto ley para favorecer a familiares, amigos y aduladores.

 

En todo caso, que los guineanos persistieran en esta creencia tiene mucho que ver con la manera en la que se han querido presentar las personas constituidas en partidos, cuyos jefes han creído ser la gran solución. Es una forma de autoengaño que, siendo incluso normal en todos los países, da un rédito simplemente testimonial. Son los primeros que deberían decir que en la lucha esta todos somos necesarios, y que siendo la dictadura como un fuego consumidor, no tendría sentido, ya lo dijimos, esperar ser apagada con un agua de un color determinado. Agua, nada más. Pero aquí han salido salvadores por varios lados, y personas que se creen merecedoras de un puesto que todavía no está vacante y que no lo va a estar por más que nos golpeemos el pecho, ni propio ni el del vecino. En esta actitud narcisista influye mucho la postura de un grupo de extranjeros, mayormente españoles, que con la excusa de apoyar al partido de su color ideológico, se entrometen entre los guineanos, malquistando a unos contra otros. Una actitud llamativa de estos samaritanos de la democracia es que muchos de ellos son amigos de los miembros prominentes de la dictadura que sus otros amigos quieren combatir, un hecho que desvela su carácter oportunista. De ellos son conocidos los casos de Moratinos y demás, pero hay otras personas acurrucadas en la larga sombra de la dictadura, pero que, a la vez, trabajan para que la balanza del poder se incline a favor de un color determinado, y sólo este. ¿Qué justificación darían al hecho de recibir de día los efusivos saludos del opositor y lanzarse de noche al abrazo de un miembro de una dictadura de tal raigambre? Como cada uno es libre de amistarse con quien quiera, debemos decir hoy, y ahora, que la situación guineana no la perciben con sus aristas aterradoras, sino la inconveniencia de que su partido no está en el poder. Se confirma, además, su malestar cuando sobre estos partidos emiten críticas, muchas veces fundadas. Y es que parecería sospechoso que el mero hecho de luchar contra una dictadura implicara la imposibilidad de cometer un gruesa equivocación.

 

Como los daños infligidos por la dictadura no les alcanzarán jamás a estos españoles, lo sensato sería menospreciar su aportación, y confirmado que amar sin condiciones, y sólo a un grupo determinado, es una postura sospechosa, relegarles al olvido. Pero no sería la primera vez que personas sin escrúpulos han determinado el devenir políticos del país. Sería llamativo que sólo por ser españoles, y de raza blanca, conocieran mejor a los guineanos que los que todavía no comulgan con los métodos de sus escogidos. Tanto partidismo hostil, alentado incluso por ellos, llama la atención. (Ah, además, estas personas a las que nos referimos son devotas del rancio bipartidismo español, tan denostado en la misma sociedad española de nuestros días. ¿Se ha visto paradoja más llamativa?).

 

Como sobra la reiteración sobre la situación guineana, terminamos recuperando la idea central: no puedes seguir con tu rutina mientras la vida de otro cambia de manera drástica. Y si apenas cambia nuestra vida porque no hacemos nada, entonces todo seguirá como hace 40 años. O nos dormimos o nos matan, que es un sueño de mayor entidad.

 


 

Malabo, 11 de diciembre de 2014

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