Como decíamos, no ayer, sino anteayer, tras los merodeos referidos metí internet en casa: me convertí en internauta en toda su desatada intensidad. Han pasado diez años y, como escribió Baudelaire, “albergo más recuerdos que si tuviera siglos”.
Hay una masa de voces en mi cabeza; un abigarrado hormiguero de frases, chispazos y también deambulaciones tediosas a golpe de clic. Han pasado muchísimas cosas, y casi todas virtuales. Las que han pasado fuera han tenido bastante que ver con las que pasaban dentro. Y además: después de pasar fuera, tenían su comentario dentro. La vida se ha desdoblado y da la impresión de que su espejo, como la sustancia de Spinoza, tiene infinitos atributos.
En las facilidades prácticas que internet ha aportado apenas voy a pararme, porque sería como hablar de la atmósfera que respiramos todos. La ayuda ingente de la información. Necesitar saber algo y tener la respuesta en seguida. Por ejemplo, cuando me encontraba traduciendo el libro Bossa Nova y apareció la palabra “Philco”. Muchos sabrán lo que es, pero yo no la había visto nunca. Gracias a Google lo supe, y así con todo. A nuestra generación de tránsito, o pionera, se nos ha puesto en el brete de tener que emitir frases de admiración como aquellas de las que se reía Flaubert en su Diccionario de tópicos, sobre la velocidad de los trenes y demás avances del progreso de hace dos siglos…
La chicha está en los chats, en los blogs, en los foros: en la interacción. También en los mails, que han supuesto una aténtica recuperación de la misiva, y de la notita. Hoy son más contemporáneos los billetitos que se mandan los personajes de Proust de lo que lo eran hace veinte años. El centro de gravedad de internet está en las relaciones humanas: en el aluvión de relaciones humanas. No es un medio frío, sino caliente. Quemante a veces. Si va camino de derrotar a la televisión (ya la tiene grogui, como mínimo) es, entre otras razones, por la temperatura.
Mi historia interactiva tiene estos hitos: Starmedia (2000), el Cibercafé de Pombo (2000-2004), el blog de Arcadi Espada (2004-2006), el Nickjournal (desde 2007) y ahora Facebook. Enmedio hubo además mucho Messenger, largas sesiones de Messenger: pero el Facebook acabó con el último rescoldo del Messenger (que fue muy grato, por lo demás; con mi amiga Francis). Sobre Starmedia escribí un texto en mi blog, “Caliche 17”, que cuenta mi primer acercamiento a un chat, así como el personaje que empecé a forjar a partir de entonces, impremeditadamente. Este personaje, que en Starmedia oscilaba entre los nicks Maestro Zen, Micropene y Superpollón, pasó a consolidarse en el Cibercafé de Pombo como Sr. Lobo (y más tarde Sheriff Lobo), que era ya casi el mismo que el Atleta Sexual que transitó por el blog de Arcadi Espada. Este ha sido, definitivamente, mi último nick: aparte de lo que se haya podido contagiar el Montano que me queda; de lo anickado que me haya vuelto yo también…
Pero me he plantado en el final de la página con casi todo aún por contar. El próximo lunes, pues, seguiré: espero que ya sin eclipse y con puntualidad. (¡No quiero convertirme en el Curro Romero del articulismo español!)