La impresión de que Macías sigue vivo la tuve hace poco, cuando visité, dos años después, el barrio Los Ángeles, en Malabo, donde, pasando casi sin quererlo, y por su parte más septentrional, vi esa marea fecal tan típica en el mismo barrio durante la época del que fue el único milagro de Guinea Ecuatorial. Ahora tenemos un «desarrollo sin precedentes» y los habitantes de Los Ángeles siguen flotando en la misma mierda de siempre: aguas que fluyen de los bajos de las casas, revientan todos los tubos habidos y por haber y salen a la calle, pasando por la puerta.
Y parece mentira que lo de ese barrio sea mucho más serio que otras cosas de Guinea, pues por ahí han pasado los tuberos de Malí, pasaron los chinos, y también los árabes, y ninguno ha conseguido parar la marea fecal. Ya de los tuberos guineanos no decimos nada, pues llevaban años con aquella desgracia y fueron incapaces en 350 intentos. Y la cosa está mal, muy mal, tanto para que viniera a mi mente la época del primer general del país, un hombre acomplejado sin complejos.
Pues va a ser que el actual general tiene razón, y cuando hablaba de los pobres mentales se refería a los habitantes del barrio Los Ángeles. Porque la historia sí tiene tela. Las casas de Los Ángeles se construyeron para funcionarios indígenas de cierta escala. Tenían tres habitaciones, la sala de estar, una cocina y un lugar para unas necesidades. Lo malo de aquellas casas es que los aseos no tenían inodoros, y durante todo el día los que las habitaban tenían que aguantar todos los olores venidos de los fondos putrefactos del lugar. Luego la verdad se hizo apocalíptica y todos los agujeros, y la totalidad de las casas, fueron invadidas por ratas. Salían de los baños y se subían a todo, en una cosa jamás vista. Y el milagro del que hemos dado cuenta al referirse a la negritud del Señor es que aquellas casas, que se hicieron para una pareja y dos hijos llegaron a ocupar, la nuestra, por ejemplo, 8 personas en su grado más alto de ocupación. Claro, aquello no era nada comparado con las 14, o 15, o 16 personas que había dos puertas a la derecha, o en casa de una amiga nuestra, donde habría por lo menos, 10, sin contar a niños que mamaban. Porque si por ahí se hubiera declarado una epidemia, y propagada por las ratas, hoy los guineanos seríamos exactamente la mitad, 200.000 personas, y porque era en Los Ángeles donde había más habitantes en Malabo. Lo de Campo Yaounde es un caso para estudiar aparte.
En el barrio Los Ángeles había unas casas, todavía hay, que son una calamidad. Son las que reciben el nombre de bifamiliar, término que no entendí sobrepasados los 30 años. Pues estas casas están en pie, quien lea esto busque una linterna y vaya de noche a conocerlas. Era un escándalo que aquello se construyera para funcionarios de escala ninguna. Si en aquellos años de «triste memoria» aquellas casas ya me producían aquella desazón, porque casas no eran, imagínense 30 años después, con más cosas vistas y habiendo alcanzado los 173 centímetros de altura.
Si pasado mañana el partido del general-presidente Obiang arrasara en las elecciones recientemente anunciadas y los habitantes del barrio Los Ángeles salieran a la calle a bailar, entonces el general tendría razón. Cuando dijo lo de pobres mentales se refería a ellos. Y es que está claro que si el mismo del que hablamos manda ir al quinto pino a arrasar un bosque para construir un barrio nuevo y deja a los del barrio Los Ángeles donde estaban es porque quería tomarles el pulso. Quería saber si eran capaces de reaccionar. Hoy muchos de los residentes del barrio han ido a vivir a otro sitio, a estas casas feas que construyen por ahí, y han dejado sus casas antiguas a los chinos, que se divierten y ganan la vida haciendo fotos a los guineanos que pasan por ahí. Acompañados de otros juguetes de la gran juguetería que es su país, tienen al lado su grupo electrógeno, porque al barrio no llega casi la electricidad. Esto no es un invento, se puede constatar. Otro día avanzaremos de cómo, con el correr de los tiempos, construyeron otros bodrios monumentales firmados por arquitectos novatos, como las viviendas de Caydasa, de las que todos los que las recibieron hicieron algún arreglo.
Lo de que Dios es un negro es por salvarnos de la muerte epidémica que se hubiera desatado en nuestro barrio cuando Macías estaba en la silla. Jesús es Dios, y pudo ser, este mismo Jesús, un negro capturado en Numidia y llevado luego a Israel para adorar a la reina de Saba, y que luego se hizo predicador y fue a predicar en el desierto, donde comía langostas. Cuando los practicantes de las nuevas iglesias leen estas verdades reveladas sobre Cristo tienen una sana envidia…
No se qué diría un residente del barrio Los Ángeles si hablara por la Radio Televisión PDGE, pero el silencio de ellos es un mal síntoma. Lo que pasa es que somos los que no vivimos ahí ahí los únicos que lo notamos. Y si es eso, mal.
Malabo, 16 de marzo de 2013