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Mientras tantoDonde nos viven otros

Donde nos viven otros

Cinesporas en el blogo aerostático   el blog de Federico Volpini

 

Elogio del Panfleto


Hay otras vidas que nos están esperando en el futuro. Son las vidas pasadas. Incluso aquellas que no, o muy de refilón o nada en absoluto, nos sucedieron a nosotros. Aquellas que se viven donde no estabas tú. Cuando no estabas tú. Javier Marías mereció un premio de traducción por ‘Tristram Shandy’. ‘Tristram Shandy’ se traduce hoy por ‘Mira quién habla’” o ‘Mira quién habla ahora’. Con este signo pierdes, crucificado, el tiempo. Pero el tiempo, ¿pasa donde no estás? Modernas teorías apuntan a que sí. Nunca lo sabrás por experiencia. Por eso, porque no estás allí, porque no es tuya, cualquier casa te llama la atención más que la propia.

 

 

Mathias (Kevin Kline) llega a París. Corrige a Mathilde Girard (Maggie Smith: ‘My Old Lady’, título original y ‘That Old Lady’ en el teatro); pronuncia Kevin Kline: «Mazaias» y a uno le viene a la cabeza ‘El último hombre vivo’: ‘The Omega Man’, antes´The Last Man on Earth’, antes ‘Soy leyenda’ y después, por desgracia, otra vez ‘Soy Leyenda’ ‘I’m A Legend’. En ‘El último hombre vivo’ es en donde Mazaias tiene su momento estelar como no muerto.

 

 

Mazaias va a París porque su padre sí que ha muerto definitivamente y le ha dejado en herencia una vivienda: ¡qué ganas da vivir donde no vives! No a Mazaias. Mazaias no es así. Mazaias ha hecho planes. Y se encuentra, Mazaias a su vez, con un no muerto; una no muerta, para ser más exactos, madre e hija (Kristin Scott Thomas). Llega Chloé: “¿qué pasó entre mi padre y tu madre?”


 

Avanti! a toda máquina. Abróchense los cigarrillos y apaguen los cinturones. Horowitz. Mucho gusto. Acidez matizada, ternurita, moralina en la línea del tiempo que hoy nos corre, ‘Mi casa en París’ es a ‘¿Qué pasó entre mi padre y tu madre’ lo que ‘Mira quién habla’ a ‘Tristram Shandy’, la novela, que la película ‘Tristram Shandy: A Cock and Bull Story’ es una cosa diferente. Una opinión. Que sirven, las opiniones, sólo para uno mismo. Ahí donde cada uno está y el único consuelo reside en que igual a alguien le llama la atención. Desde la calle, una ventana que muestra el interior iluminado: “¡Vaya piso!” “No es tuyo” “Pues por eso”.

 

“Hoy es la sombra de mañana”, se lee en ‘Mi casa en París’. Con un futuro luminoso como el que nos espera es lógico que los días proyecten su sombra hacia atrás en el tiempo; y así vivimos a la sombra de lo que ha de venir.

 

Hermanito me abronca. No le ha gustado que mencionase, discretamente, a Tsipras la semana pasada. A nadie le ha gustado. ¡Y no era Varufakis!. Se señala, discretamente, a alguien y asustamos. El panfleto no gusta.“Al yanqui y al Borbón, perdigón”: la gente no aprecia ya estas sutilezas. “Al yanqui y al Borbón, perdigón” inauguraba un panfleto hacia el setenta y pocos -aún ¡Franco, Franco, Franco!-, que pregunta todo el que lo lee, entonces, ahora y siempre, qué es lo que se quiere insinuar con ese título, lo fácil que son las cosas claras. En el sobreentendido, a Hermanito no le ha gustado que mencionase a Tsipras y menos dentro de un contexto en el que también se hablaba de esa facción de bárbaros fruto del ultraliberalismo económico americano y europeo, ingleses, españoles, holandeses, etc.; y Merkel, por mitosis: un proceso que se da justo antes de la división Panzer, amebas asexuadas, valga la redundancia –también, por otra parte y de otra forma, esporas somos todos-. Por divisiones Panzer es como se reproducen Merkel y los carros de combate, ciertos tanques. Servidor de tanque es Hermanito. Dice Hermanito que a ver si va a enterarse El Legionario, Alfred Kalb, cabo, también, de tanques; y viene con el cuchillo entre los dientes a cortarnos el cuello. Los lectores adolescentes de Sven Hassel (¿quién es Hassel hoy día, siquiera en la literatura de evasión o derrota?) quedábamos suspensos con aquel alemán islamizado, despojado en prisión de su sexualidad, que reza cada día hacia La Meca y es capaz de matar a cualquiera que insulte sus creencias. Sajones Merkel, Paul Staines, Thatcher, El Legionario y Hermanito. Y otra cosa, otros bárbaros.

 

Quedémonos en Grecia y el Eje de los carros.

 

 

Aunque las disensiones entre godos y griegos vienen de antiguo y de después: el tiempo llueve mucho. Fuera y sobre nosotros. “Al yanqui y al Borbón, perdigón”: eso fue antes de la transición, metempsicosis, transmigración de almas, de personas a cosas, que es lo que somos ahora y por eso procuramos no romper nunca nada. “¡Esa taza, la has roto, era el tío Matías!” Con la cara de Kevin Kline, que regresa del reino de los muertos, cuando todos los demás vamos hacia él. Por mucho que los bárbaros empujen, lo más despacio que podemos.

 

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