Viajamos desde la fría Bogotá hasta las cálidas tierras del Huila. Bajamos del autobús en la capital del departamento, Neiva, y contactamos con Miller Dussán, profesor de la Universidad Surcolombiana. Ese viernes habíamos concertado una entrevista con él por el trabajo que desde hace cinco años realiza, junto a los pescadores y agricultores del Huila, para frenar el proyecto de El Quimbo, una enorme central hidroeléctrica sobre el río Magdalena, la arteria principal del país, que lo atraviesa de sur a norte, desde su nacimiento en el Macizo Colombiano hasta desembocar en el Atlántico.
Dicen que los opitas, o los naturales del Huila, son hospitalarios, y doy fe. El profesor nos acoge en su confortable apartamento, nos da largas e ilustradas clases magistrales sobre la política y la sociedad colombiana, nos acompaña a comer las mejores empanadas fritas de Neiva y nos lleva a conocer la estatua de la Gaitana, todo un símbolo de la resistencia indígena en la región. Todo ello sirve de preámbulo a nuestro viaje juntos, la mañana siguiente, rumbo a la zona afectada por la represa de El Quimbo. Es allí, en el municipio de Gigante, donde almorzamos con abundancia, de nuevo de la mano de la generosa hospitalidad opita. Hace mucho calor y el paisaje comienza a delatar que, como nos contaba el profesor, esta región es la puerta de entrada a la Amazonia colombiana.
El profesor Dussán habla con la autoridad de quien combina la formación académica –su carrera le llevó de la física a las ciencias sociales- y el diálogo constante con los movimientos sociales. “Mejorar la vida de los campesinos es para mí un plan de vida”, dice. Se le nota: no descansa. La asesoría jurídica, los problemas con el censo de afectados, las reuniones en Gigante o La Jagua, las 4.500 páginas escritas sobre El Quimbo, los viajes a Europa. Cuenta que esta larga lucha le ha servido para entender, desde un caso particular, cómo funcionan las empresas transnacionales. Parece presto a compartir sus saberes.
Tendría edad para jubilarse, pero dice, parafraseando a Gabo, que después de muerto habrá mucho tiempo para descansar. De formación marxista, se le aprecia la veta humanista. Se indigna con las desgracias que provoca la plata, y sigue pensando que de los campesinos tenemos mucho que aprender, que le gusta estar en compañía de esa gente sencilla que conserva la dignidad y el apego al territorio. Serán dos palabras que escucharemos repetidamente a nuestro paso por el Huila: dignidad y territorio. La dignidad de defender su tierra, de no venderla por plata.
Ese activismo le ha costado al profesor, cuenta él, enfermedades, molestias y amenazas. Rechazó la protección oficial que le ofrecieron, pero aceptó vivir en un condominio cerrado por motivos de seguridad. Se ve que tiene el firme apoyo de su compañera. Y parece dispuesto a seguir hasta el final, pues, como dice él: “Si no tuve miedo de joven, no lo voy a tener a estas alturas…”.
* Aquí más información sobre el Profesor Dussán, en su página web.
* La fotografía es de Jheisson A. López.