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Dos poemas a Béla Bartók

Béla Bartók, izquierda, junto al director de orquesta Fritz Reiner.

 

Cuenca, 6 de febrero de 2024

 

LIMINAR

La semana pasada asistí en Madrid, en el amplio salón de actos de la sede de la Fundación Juan March, a un delicioso concierto celebrado dentro de un ciclo denominado Perspectivas bartokianas, dedicado al gran músico húngaro del siglo XX Béla Bartók. Esta vez la jornada se titulaba “El Bartók folclorista”. El concierto se componía de composiciones de Bartók alternadas con piezas campesinas, adaptadas por él, provenientes de la zona que Béla Bartók frecuentó: la propia Hungría, Rumanía, Ucrania, etc. Los oyentes pudimos disfrutar de su rapsodia y su sonata para violín y piano, de sus Improvisaciones sobre canciones campesinas húngaras, de su impresionante y dinámico Contrastes, para violín, piano y clarinete, de dos deliciosas pequeñas composiciones de su obra Gyermekeknek (Para los niños), al lado de esas melodías populares arregladas por él, ya que además de compositor, intérprete al piano y pedagogo, era también etnomusicólogo. Actuaron dos violinistas; Vilmos Szabadi, tocando un digamos violín convencional, y Mihály Sipos, a cargo de un violín folclórico. Una obra de Béla Bartók titulada Mikrokosmos, a la vez que una colección creativa, es también un método pianístico. El propio músico aclaraba que Mikrokosmos “es un ciclo de 153 piezas para piano escritas con una finalidad didáctica. Esto quiere decir que se empieza con las obras fáciles y se continúa en orden progresivo con las más difíciles.” El método fue ideado para su hijo Peter cuando tenía nueve años; excepción hecha por ser su hijo, pues, como declaraba Peter, su padre “sólo aceptaba alumnos avanzados”. “Durante nuestras clases –añade el hijo- , me pedía a veces que esperase mientras él se sentaba en su escritorio y lo único que yo oía era el rasguido de su pluma. A los pocos minutos traía al piano un ejercicio o una pieza corta que yo tenía que descifrar inmediatamente y después estudiar para la clase siguiente.” Al comienzo hay una unidad muy sencilla; son “Seis melodías en unísono”, con la mano derecha actuando igual que la izquierda (do-re-mi-fa-mi-re / mi-fa-sol-fa-mi-re-do), y donde, a pesar de su simplicidad, ya se dejan ver varios estilos: dorio, jónico, eólico, mixiolidio. Los dos poemas que ofrezco a continuación no están inspirados en el Mikrokosmos, sino en dos composiciones de la ya mencionada colección Gyermekeknek (Para los niños).

Béla Bartók. Foto: Alfredo Dagli

 

CANCIÓN FÚNEBRE

Se acabó la vida enhiesta
y empieza una vida a ras.
Ley de descomposición
más cruda que la vital.

El cuerpo va descansando
con una banda detrás.
Desperezando compases
se entra a un blando más allá.

Muerte y música. ¡Ah!

Muerte y
música. ¡Ah!

 

VAGABUNDENLIED

Soy el vagabundo.
Aquí estoy. Dócil soy.

Bajo el cielo inmenso
niebla y luz, luna y sol.

Sobre el firmamento
vive el dios que es mi dios.

En mi pensamiento
sólo el dios, sólo yo.

Amo mis cartones
y el helor, y el calor.

Mi sed apetece
el amor, oh, tu amor.

El hambre que siento
es de ti, sí, de ti.

En la negra acera
junto a mí,
junto a
mí.

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