LOS AMIGOS BAJO EL ANDÉN
La necesidad y la pura necedad me obligan a volver a un tema inagotable,
el tema de temas, cantarían los falsos trovadores de a 5 pesos
El asunto que voy a referir precede, quizás, al primate que se animó
a andar con sus temores y ansiedades sobre esta Tierra desgraciada
Me refiero, damas y caballeros, al añoso tema de la relación entre los hombres,
al viejo y manoseado trasunto de la amistad: ¿qué más se puede decir? Nada
Acaso repetir lo que otros han puesto sobre la mesa, a fuerza de golpes
o de buenos modales. Para hablar de la amistad ha habido de todo:
cerdos violentos, almas dignas y serenas, filósofos distraídos, poetas
y sobre todo, muy dignos y excomulgados solitarios, Baruch Spinoza,
Tomás Moro, Thomas Wolfe, el otrora socialité Truman Capote
quien murió hinchado de droga, alcohol y de un insoportable aislamiento
Vayamos, pues, al caso que nos ocupa, sin más preámbulos ni imposibles gimnasias
Comencemos por Proverbios (18, 24): hay amigos que llevan a la ruina,
y hay amigos más fieles que un hermano
Ahora demos un paso más adelante (puede ser, lo es: un paso hacia atrás, Proverbios 27, 10):
no abandones a tu amigo ni al amigo de tu padre. No vayas a la casa de tu hermano cuando tengas un problema.
Diosito, conmigo Bruno no hay ningún problema, mi padre no tiene amigos, yo mismo
tampoco los tengo, los he perdido todos, y a casa de mi hermano no me planto ni borracho
Invierto ahora, en aras de la comprensión, lo dicho por el complicado Tomás de Aquino:
No hay nada en esta tierra menos valioso que ser desagraciado con una amistad verdadera.
Ocurre, ¿les ha ocurrido?, que al final del día las más sólidas y puras amistades terminan
por excluirlos, por darles la espalda, por llamarles porque los hijitos y las hijitas crecen
y siguen creciendo y, te dicen, estoy al tope, no tengo tiempo para mí y entonces afirmas
mientras preguntas: no tengo descendencia, pero dime, amigo ¿qué quieres hacer con tu tiempo libre?
Rotundo, implacable, impecable silencio
Es entonces cuando me da por citarles, nada más por pura mala leche, a Pío Baroja:
Sólo los tontos tienen muchas amistades. El mayor número de amigos marca el grado máximo en el dinamómetro de la estupidez.
Y así me justifico y me contradigo. En cuestión de abandonar amistades, da siempre lo mismo: ganar, perder
Una fulminante tarde de otoño en las afueras de Concord, el follaje de los árboles
transitando del verde al morado al amarillo, recordé a Emerson, el bienhechor:
La única manera de poseer un amigo es serlo.
En los bosques de la mancomunidad de Massachusetts, me escondí, intenté poseerme
a mí mismo, sin ningún éxito: no soy mi mejor amigo, ni me excito perdido en el bosque
Y tratando de reencontrarme, de hallar la salida de aquellas espesuras
caminé hasta Maryland, donde entonces enseñaba José Emilio Pacheco, JEP
pasado el mediodía toqué a la puerta de su pequeña oficina de professor
Le conté todo acerca de los amigos y los amigos perdidos, estrellas fugaces
JEP no se anduvo por las ramas, prendió un cigarrillo, gordo, pesado y frágil, todo él
y procedió, con la voz de un monje tibetano, a recitarme su poema “En resumidas cuentas”
¿En dónde está lo que pasó
y que se hizo de tanta gente?
A medida que avanza el tiempo
vamos haciendo más desconocidos
De los amores no quedó
ni una señal en la arboleda
Y los amigos siempre se van
Son viajeros en los andenes
Muchas gracias por tu tiempo, le dije a JEP
y acto seguido emprendí mi camino de MD a NYC
no más de 2 horas 20 minutos de trayecto
Arribé a Penn Station y en lugar de infartarme desplomado en un baño público
tal como lo hizo el arquitecto genial cuatro ojos fondo de botella Louis Kahn
me despedí de mis amigos y esperé el siguiente tren para arrojarme a las vías.
CONTRA LA KODAK 2.0
En otro siglo, en un mundo que no es más, José Emilio Pacheco
escribió un poema en “Contra de la Kodak”:
Rostros que ya no son
Aire que ya no existe
Detesto el lugar común que dice, a propósito de las fotografías en familia:
recordar es volver a vivir (o algo parecido)
Yo también me declaro enemigo de la Kodak
aunque tengo que contradecirte, JEP: los rostros que aparecen enmarcados en un muro
de casa de mi madre, siguen siendo los mismos de ayer, emanan un aire irrespirable
Recordar es volver a morir. Fotografía: la más ramplona prótesis de la memoria:
ejércitos de turistas, amantes, tipos solitarios, no miran, filtran el mundo
a través del visor de sus cámaras, registrándolo todo con sus telefonitos de mierda
A mí me basta con levantar la mirada, fijar la vista en el pasado
y volverme a ver a las espaldas de mi madre, quien me carga bien envuelto
yo con cosa de 1 año de edad, ella ni siquiera los 30
Ella sonriente, yo con los ojillos afligidos y el labio superior como caído en uvé,
los tics y guiños que reaparecen 5 décadas después, igualitos, cada vez
que me siento desolado, cada vez que me siento a llorar mi cósmica soledad en la bañera
Ambos fotografiados por la Kodak de mi abuelo (murió de cáncer a los 62 o 63):
un cielo azul perfecto, el patio de la casa de campo, Lac-Carré
cubierto de dos metros de nieve, alrededor las espléndidas montañas
que jamás he vuelto a ver en mis recuerdos, como no sea por vía de la Kodak
No tengo copia de la fotografía en cuestión. Pero llevo tatuada la imagen
en lo que me queda de cerebro. Suele aparecer con todo detalle en mi mente
ciertas mañanas en que estoy más jodido que de costumbre.
La imagen del niño de 1 año coincide perfectamente con la del viejo montón de huesos
que se frota la espalda bajo el agua caliente de la regadera, a llanto suelto,
una estaca que se clava lo mismo en los ojos que en el centro del corazón
Ay, yo sólo espero que ese órgano, me refiero al corazón, se apague pronto
y con él los recuerdos remotos de fotografías que, como viles bofetadas
significan el paso del tiempo, el tiempo que no pasa, ni las heridas ni nada.