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Ecos del silencio

Imagen Pedro Pozas Terrados

Los delfines, orcas y belugas son criaturas de una inteligencia extraordinaria, con sociedades complejas, comunicación avanzada y una profunda conexión con su entorno marino. Sin embargo, durante décadas han sido confinados en diminutas piscinas, lejos de los océanos que les dieron vida, forzados a realizar espectáculos circenses para el entretenimiento humano. Esta práctica, lejos de ser educativa o cultural, representa una forma de explotación que atenta contra su bienestar físico y psicológico.

Los cetáceos en cautiverio sufren innumerables problemas derivados de su confinamiento. Su esperanza de vida se reduce drásticamente, padecen enfermedades derivadas del estrés y la inactividad, y presentan comportamientos anormales como la agresión, la apatía y la automutilación. Los espacios artificiales de los delfinarios y orcarios no pueden replicar la vastedad del océano ni proporcionar la estimulación cognitiva que estos animales necesitan. Privados de sus lazos familiares y de la oportunidad de desarrollar sus habilidades naturales de caza y exploración, pierden la esencia de lo que son.

En lugar de perpetuar la crueldad del cautiverio, es imperativo la creación de santuarios costeros marinos donde los cetáceos rescatados puedan vivir en condiciones más naturales, con la posibilidad de rehabilitarse y, cuando sea posible, ser liberados nuevamente en su hábitat. Algunos casos han demostrado que la liberación es viable:

  • Keiko, la orca protagonista de Liberen a Willy, fue trasladada a un santuario marino en Islandia y aunque su reintegración a la vida salvaje no fue completa, pudo experimentar la libertad y el contacto con otros cetáceos.
  • Springer, una orca rescatada en el Pacífico Norte, fue rehabilitada y reintroducida con éxito a su grupo familiar.
  • Little Grey y Little White, dos belugas rescatadas de un acuario en China, fueron trasladadas a un santuario marino en Islandia para vivir en mejores condiciones.
Imagen Pedro Pozas Terrados

Estos ejemplos demuestran que, con esfuerzo y compromiso, podemos revertir parte del daño causado por el cautiverio y darles una oportunidad real de vida.

Es fundamental que la población comprenda que asistir a espectáculos con cetáceos en cautiverio no es cultura ni educación, sino explotación. La educación en las escuelas debe enfocarse en enseñar respeto por la vida silvestre y en mostrar a los niños que los animales no están en este mundo para entretenernos. Los zoológicos y acuarios deben evolucionar y reconvertirse en verdaderos centros educativos y de conservación, sin animales en cautiverio, ofreciendo experiencias interactivas mediante tecnología avanzada como realidad virtual y documentales inmersivos que permitan conocer la vida marina sin comprometer su bienestar.

Estudios científicos han demostrado que los cetáceos poseen un alto nivel de inteligencia, comparable con la de los grandes simios y, en algunos aspectos, con la humana. Se comunican con complejos sistemas de sonidos, muestran altruismo, reconocen su reflejo en un espejo (indicio de autoconciencia) y forman estructuras sociales sólidas. Incluso se ha comprobado que las orcas tienen dialectos propios según su grupo social y que los delfines poseen nombres individuales para identificarse entre sí.

Si reconocemos su avanzada inteligencia y capacidad de sufrimiento, debemos otorgarles el respeto que merecen. No podemos seguir justificando su cautiverio bajo el pretexto del entretenimiento o la educación. Es momento de que la humanidad se aleje de la explotación animal y camine hacia una relación de respeto con las demás especies del planeta.

¡Basta ya!

Es hora de decir basta. No asistamos a espectáculos con delfines, orcas o belugas en cautiverio. No financiemos la explotación disfrazada de entretenimiento. Exijamos el cierre de los delfinarios y la transformación de estos espacios en centros culturales y educativos que realmente aporten valor a la sociedad sin sacrificar la vida y la dignidad de seres sintientes.

La libertad es un derecho, no un privilegio. Y los cetáceos, al igual que nosotros, la merecen

Diversos estudios científicos han abordado los efectos negativos del cautiverio en delfines y otras especies de cetáceos, especialmente en relación con su participación en espectáculos:

  1. «El caso contra mamíferos marinos en cautiverio» (6ª edición):
    • Autores: Naomi A. Rose, Ph.D., y otros colaboradores.
    • Conclusiones: Este informe argumenta que los mamíferos marinos en cautiverio llevan vidas empobrecidas y que los espectáculos circenses en los que participan no reflejan su comportamiento natural. Además, señala que estas prácticas pueden insensibilizar al público sobre el sufrimiento inherente al cautiverio.
  2. «Los mamíferos marinos en cautiverio»:
    • Autor: Animal Welfare Institute.
    • Conclusiones: El informe destaca que la captura y el mantenimiento de mamíferos marinos en cautiverio son procedimientos traumáticos que afectan negativamente su bienestar físico y psicológico. Además, critica que los espectáculos y programas interactivos no proporcionan una educación efectiva sobre la conservación de estas especies.
  3. «El cautiverio de cetáceos en Latinoamérica y el Caribe»:
    • Autores: World Animal Protection y otras organizaciones.
    • Conclusiones: Este documento señala que no existen investigaciones científicas actuales que avalen la eficacia de las terapias asistidas por delfines y que estas prácticas presentan problemáticas similares a las de los programas de nado con delfines, incluyendo el estrés adicional para los animales.
  4. «Delfinarios: Revisión del mantenimiento de cetáceos»:
    • Autor: FAADA (Fundación para el Asesoramiento y Acción en Defensa de los Animales).
    • Conclusiones: El informe critica la práctica de mantener cetáceos en cautiverio para espectáculos y programas interactivos, señalando que estas actividades no reflejan el comportamiento natural de los animales y pueden causarles estrés y sufrimiento.
  5. «El estrés afecta la salud de delfines en cautiverio, señala investigación»:
    • Fuente: La Jornada.
    • Conclusiones: Este artículo destaca que el estrés mental, emocional y físico que sufren los delfines en cautiverio puede debilitar su sistema inmunológico, haciéndolos más propensos a enfermedades y reduciendo su esperanza de vida en comparación con sus contrapartes en libertad.
Imagen Pedro Pozas Terrados. Los delfines con sus hocicos en los zapatos de agua del cuidador, le impulsan a toda velocidad para que el cuidados salga del agua junto con los delfines en un gran salto. La piel de sus hocicos pueden sufrir heridas.

Estos informes y estudios subrayan las consecuencias negativas del cautiverio y la participación de delfines en espectáculos, enfatizando la necesidad de reconsiderar estas prácticas y promover alternativas que respeten el bienestar de estos animales.

Poco a poco, los países se están dando cuenta que el ciudadano en general ve que los delfinarios no son lugares educativos   y por la presión continuada de los grupos animalistas, biólogos y conservacionistas, los delfinarios están cerrando sus piscinas. El último ha sido el  del zoo de Madrid, que han llevado a los ocho delfines a un acuario de China y aunque no es el lugar adecuado, ya que deberían haber sido llevados a un santuario costero, al menos un delfinario más queda cerrado y esperamos que para siempre. Recientemente se ha cerrado también el “Marineland” en Antibes (Francia) y en Bélgica cierra por ley los delfinarios y prohíbe su exhibición. Chipre, Eslovenia, Croacia, Costa Rica, Chile y la India están prohibidos, llegando incluso en este último país a ser considerados “personas no humanas” En Suiza y Hungría prohíben la importación de cetáceos y la construcción de nuevos delfinarios. En Brasil, Reino Unido, Noruega y Polonia son ya difíciles conseguir autorizaciones. Se han denegado permisos de construcción en Islandia, República Checa, Eslovaquia, Estonia, Irlanda, Letonia o Luxemburgo. En Grecia, aunque existe un delfinario, los espectáculos circenses con ellos están prohibidos y en Bulgaria, donde solo hay uno, se considera un circo. A todo esto, España tiene el mayor número de delfinarios de Europa.

La reciente ley aprobada de bienestar animal en España, proponía el cese de los espectáculos circenses en los delfinarios y orcarios, pero el artículo fue vetado en el Senado al igual que los perros de caza que quedaron fuera de la Ley.

¿Para cuándo España podrá seguir los pasos de los países europeos? Sin duda cuando los ciudadanos no vayan a estos espectáculos donde se utilizan a estos seres tan especiales. La sociedad debe darse cuenta de la crueldad innecesaria de mantener cetáceos en piscinas diminutas para el mero hecho de divertir y entretener como antiguamente se hacía en circos romanos. España debe abrir los ojos para cuestionar esta práctica que solo busca el factor económico y para nada el cultural o la protección.

Para la bióloga Andrea Torres , coordinadora del área de Animales Salvajes de la Fundación para el Asesoramiento y Acción en Defensa de los Animales, en declaraciones realizadas en Radio Cope en el Programa “La Tarde”, explicaba claramente que algunas de estas empresas de Acuarios “tienen sus programas de conservación, pero no para liberar estos animales, sino que son de reproducción para poder seguir teniendo animales y seguir lucrándose de ellos”.

Imagen Pedro Pozas Terrados

El caso de  Richard «Ric» O’Barry

Richard «Ric» O’Barry nació el 14 de octubre de 1939 en Florida, Estados Unidos. Durante la década de 1960, trabajó como entrenador de delfines en el Miami Seaquarium, donde capturó y entrenó a los cinco delfines que interpretaron a «Flipper» en la popular serie de televisión del mismo nombre. Este trabajo le brindó fama y éxito, pero también lo llevó a cuestionar profundamente la ética del cautiverio de estos animales.

El punto de inflexión en la vida de O’Barry ocurrió cuando Kathy, la delfín que más frecuentemente interpretaba a «Flipper», murió en sus brazos. O’Barry interpretó este suceso como un acto de suicidio, ya que los delfines pueden controlar su respiración y, según él, Kathy decidió dejar de respirar debido a la depresión causada por el cautiverio. Este evento lo llevó a reconsiderar su carrera y a convertirse en un ferviente defensor de la liberación de los delfines.

Tras este incidente, O’Barry fundó en 1970 el «Dolphin Project», una organización dedicada a educar al público sobre los problemas del cautiverio de delfines y a promover su rehabilitación y liberación en el medio natural. Desde entonces, ha trabajado incansablemente para liberar a delfines cautivos en diversos países, incluyendo Haití, Colombia, Guatemala, Nicaragua, Brasil, Bahamas y Estados Unidos.

En su lucha contra el cautiverio, O’Barry ha enfrentado desafíos legales. Fue arrestado en múltiples ocasiones, una de ellas por intentar liberar a un delfín en Bimini, lo que marcó el inicio de su activismo directo. Además, ha sido una voz crítica contra la caza de delfines en Taiji, Japón, y fue una figura central en el documental «The Cove» (2009), que expone la matanza anual de delfines en esa localidad.

O’Barry también ha compartido sus experiencias y reflexiones a través de la escritura. Es autor de los libros «Behind the Dolphin Smile» y «To Free a Dolphin», donde narra su transformación de entrenador a activista y aboga por el fin del cautiverio de delfines.

A lo largo de su vida, Ric O’Barry ha pasado de ser un entrenador de delfines en la industria del entretenimiento a convertirse en uno de los principales defensores de estos animales, dedicando su vida a luchar contra su cautiverio y promoviendo su bienestar y libertad.

Richard O’Barry ha compartido sus experiencias y su transformación de entrenador de delfines a activista en defensa de estos animales a través de varias publicaciones. La más destacada  se titula«Tras la sonrisa del delfín» (1989), donde  O’Barry relata su trayectoria desde sus inicios como entrenador del famoso delfín «Flipper» hasta su conversión en un ferviente defensor de la liberación de los delfines en cautiverio. Narra las experiencias que lo llevaron a cuestionar la ética del cautiverio y su decisión de dedicar su vida a la protección de estos mamíferos marinos.

Origen de los delfines en delfinarios

Los delfines en cautiverio provienen de tres fuentes principales:

  1. Captura en la naturaleza: Algunos delfines son capturados directamente de su hábitat natural. Por ejemplo, en España, 34 delfines en delfinarios fueron capturados en estado salvaje, principalmente de Cuba y Florida.
  2. Traslado desde otros zoológicos o acuarios: Delfines que nacieron en cautiverio pueden ser trasladados entre diferentes instalaciones.
  3. Nacidos en cautiverio: Muchos delfines en delfinarios han nacido en estos centros como parte de programas de cría.
Imagen Pedro Pozas Terrados

Existen informes y estudios que abordan la captura de delfines en libertad para su exhibición en delfinarios.  Algunos destacados son:

  1. Informe «Delfinarios en México: Un Informe Crítico» (1999): Este documento analiza la industria de los delfinarios en México, detallando las prácticas de captura de delfines en estado salvaje, las condiciones de cautiverio y las implicaciones éticas y legales. El informe destaca la falta de normativas adecuadas en ese momento y señala casos específicos de capturas en la Laguna Yalahau, Quintana Roo.
  2. Informe «Delfinarios: Revisión del mantenimiento de cetáceos en cautiverio» (2010): Publicado por la Fundación para el Asesoramiento y Acción en Defensa de los Animales (FAADA), este informe evalúa el estado de los delfinarios en la Unión Europea. Aunque se centra en el mantenimiento de cetáceos en cautiverio, también aborda la procedencia de estos animales, señalando que muchos fueron capturados en la naturaleza y resaltando las deficiencias en el cumplimiento de las normativas europeas.
  3. Libro «Delfinarios» (2007): Escrito por Laura Rojas y Yolanda Alaniz, este libro es resultado de siete años de investigación en los delfinarios de México. Documenta las condiciones de cautiverio, las prácticas de captura y las enfermedades que padecen los delfines en estas instalaciones. Las autoras critican la explotación comercial de estos mamíferos y señalan violaciones a la Ley General de Vida Silvestre.

Estos informes y estudios proporcionan una visión detallada de las prácticas de captura de delfines en libertad para su uso en delfinarios, así como de las condiciones en que se mantienen y las implicaciones éticas y legales asociadas.

Actualmente, la captura de delfines en la naturaleza para su exhibición está prohibida en muchos países debido a preocupaciones éticas y de conservación. Sin embargo, aún se realizan capturas en países como Cuba, Japón y Rusia. Estas prácticas son controvertidas y han generado debates internacionales sobre el bienestar animal y la sostenibilidad de las poblaciones silvestres.

Santuarios costeros para la readaptación

La reintroducción de delfines capturados en la naturaleza al océano es un proceso complejo y desafiante. Aunque podría parecer más sencillo para aquellos que alguna vez vivieron en libertad, estos delfines pueden haber perdido habilidades esenciales para sobrevivir, como la caza y la navegación en mar abierto. Además, la adaptación social a grupos silvestres puede ser difícil, pero si es necesario intentarlo y buscar las formas para que al menos puedan vivir en semi libertad lo mejor posible hasta el fin de sus días.

Los santuarios costeros se proponen como una solución intermedia para delfines que no pueden ser liberados directamente en el océano. Estos santuarios deben ofrecer un entorno más natural que los delfinarios tradicionales, permitiendo a los delfines experimentar el mar abierto en áreas controladas y seguras. Aquí, pueden readquirir habilidades esenciales y adaptarse gradualmente a su entorno natural. Además, los santuarios pueden servir como lugares de rehabilitación y estudio, promoviendo el bienestar de los delfines y la educación pública sobre su conservación.

Imagen Pedro Pozas Terrados. Una barca con un niño se prepara en la piscina, para ser llevada mediante aros que los delfines se meten por el hocico y dar varias vueltas a la piscina.

Es importante destacar que la creación y gestión de estos santuarios requieren consideraciones cuidadosas, incluyendo la selección de ubicaciones adecuadas, la garantía de seguridad tanto para los delfines como para los humanos, y la provisión de atención veterinaria especializada.

La reintroducción de delfines que han vivido en cautiverio requiere una planificación meticulosa. Es fundamental evaluar la salud física y mental de cada individuo, así como su capacidad para cazar y socializar en el medio silvestre. El uso de santuarios costeros proporciona un entorno controlado donde los delfines pueden readaptarse gradualmente al océano. Equipar a estos delfines con transmisores satelitales permite a los investigadores monitorear su progreso y tomar decisiones informadas sobre su liberación definitiva.

El Proyecto Gran Simio y el Corredor Biológico Mundial, ha lanzado un manifiesto en defensa de los cetáceos y una recogía de firmas para reconocer a los cetáceos como seres esenciales con personalidad jurídica.

Que los ecos en las piscinas de los delfinarios queden para siempre en silencio, que se vacíen de la inconsciencia humana, de la explotación sin sentido y los gritos de libertad lleguen a los océanos del mundo, al sentido común y a la dignidad humana.

Dibujo de Pedro Pozas Terrados. Libertad. Piscinas vacías, ecos de libertad.

En su memoria y en su defensa

En vastos océanos solían danzar, delfines libres, en azul sin final.

Hoy, tras cristales, su canto es pesar, prisioneros de un mundo artificial.

Sus ojos reflejan nostalgias de mar, de olas, de brisas, de libertad.

En círculos nadan, sin rumbo, sin par, soñando con aguas de inmensidad.

Sonrisas que engañan, disfrazan dolor, trucos que ocultan su triste verdad.

Cautivos de un mundo sin sol, sin color, anhelan el día de su libertad.

Que vuelvan al viento, al salado hogar, que rompan las cadenas de la humanidad.

Dejemos que el mar los vuelva a abrazar, cetáceos libres, en su realidad.

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