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Mientras tantoEgipto, problema para nosotros

Egipto, problema para nosotros


 

Las gentes en Túnez y Egipto se han levantado no porque repentinamente se hayan convertido a la democracia sino por la angustiosa situación en que la crisis económica les había colocado: subida de los productos de primera necesidad, pavorosa desigualdad social, paro juvenil casi total etc…Todo ello sazonado con el convencimiento de sufrir una clase dirigente corrupta, autoritaria y que aspira a eternizarse en el poder, cuando no a pasárselo a sus hijos. En Túnez, la filtración de un telegrama de un par de años atrás en el que la Embajada americana contaba a su gobierno la corrupción y la codicia de la familia del Presidente Ben Alí calentó los ánimos. La inmolación de un joven y la difusión de su sacrificio por el internet han hecho el resto.

 

Lo curioso es que la ola ha llegado con fuerza a Egipto y esto plantea problemas para Estados Unidos y para Europa.  Egipto es el coloso árabe de la zona, el país con más peso, con 84 millones de habitantes y el que recibe la mayor ayuda económica de Estados Unidos, 1,300 millones de dólares al año que lo convierten el cuarto receptor de la ayuda yanqui en el mundo. El gobierno autoritario de Mubarak era un interlocutor de Israel y venía siendo un freno a los movimientos extremistas islámicos. Controla, además, el canal de Suez por el que pasa el petróleo que nos alimenta. Su respeto de los derechos humanos era escaso por lo que Mubarak tenía unas relaciones bastante frías con Bush que se obstinaba en llevar la democracia a Oriente Medio y no comulgaba con la política interna del líder egipcio.  La llegada de Obama trajo más calidez en la cúpula, el americano instaba a la moderación a su colega en privado pero consideraba contraproducente sonrojarlo en público por el tratamiento de éste o aquel disidente.

 

Ahora los acontecimientos han explotado y Obama se encuentra en una encrucijada. Después de unas desafortunadas declaraciones de Hillary Clinton en las que hace días hablaba de la estabilidad del régimen egipcio, Obama tuvo que llamar a Mubarak y pedirle insistentemente prudencia en su tratamiento de la revuelta. El americano se ha pronunciado claramente por la democratización de Túnez e Irak pero se le pide más. La oposición egipcia insiste en que denuncie a Mubarak y lo deje caer. Para el Presidente americano, y para Europa en donde Merkel, Sarkozy y Cameron (¿dónde estaba Zapatero?) han dejado por fin su mutismo y abogado por la libre expresión de los egipcios, la opción es delicada.

 

No les importa mayormente la salida de un político que lleva, sin elecciones verdaderas, treinta años en el poder. Piensan que puede ser saludable. Pero la incógnita que se abre les resulta inquietante. ¿Quien se va a hacer con el poder? ¿Un auténtico régimen democrático? ¿Impedirá que grupos islámicos con inclinaciones terroristas se instalen en el país? ¿Habrá estabilidad?.  La idea propalada por Mubarak de que sin él puede llegar el caos tiene sus defensores.

 

A pesar de esa inquietud no parece que Estados Unidos y Europa puedan transigir con el mantenimiento del statu quo. Callarse ante el inmovilismo acabaría pasando factura. Una transición pacífica a una democracia sería la solución ideal aunque lamentablemente no hay garantías de que esto vaya a ocurrir así.

 

En Egipto la llave la tiene el Ejército, institución prestigiada de la que han salido los tres últimos Presidentes. Su alineamiento con uno u otro bando inclinará la balanza. Es un Ejército que ha buscado la paridad con Israel y  está entrenado para una guerra de tanques no para imponer el orden. Es él, con todo, el que patrulla ahora en las ciudades importantes. Para Washington y Obama sería terrible que se les viera identificados con la represión y que ésta se hiciera con material proporcionado por Estados Unidos. Obama tendrá que seguir pronunciándose y tirando de teléfono. Es un auténtico test ante el mundo árabe del que, en cualquier caso, puede salir trasquilado.

 

La Unión Europea -los tres grandes van por libre-, y sus nuevos cargos continúan, mientras tanto, actuando de comparsas 

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