Fue que la soberbia y el fanatismo que infunde la fe hicieron que Portugal y España se creyeran los dueños de lo todavía inexplorado, y en un arrebato se repartieron el mundo conocido, trazando una línea divisoria con la ayuda de los geógrafos del Papa. Ahora urge decir que el acuerdo entre España y Portugal se llamó el testamento de Adán porque Francia, sí, la France, dejó dicho que sólo el marido de Eva, por haber sido el primero, tenía aquella temeraria potestad de testar sobre el mundo entero. Fue en virtud de este testamento que Portugal intercambió con su compinche de fechorías las islas de Fernando Poo y Annobón por una tierra americana. Animados por aquella fe, España pidió el permiso de las potencias dominantes y poco a poco se asentó en Santa Isabel, para más tarde lanzar una cuerda a la zona continental y atarla a la idea de lo que se llama ahora Guinea Ecuatorial, habiendo metiendo a los annoboneses en cintura,
Anduvo la historia y cuando soplaron vientos nuevos en el mundo, la envidia de las potencias emergentes creció y se empezó a hablar de la descolonización. Incluso se habló de ello como una forma de expiación de los pecados cometidos durante la trata esclava. Animados por este espíritu, y en un ejercicio de irresponsabilidad, la ONU encargó a España que solucionara la cuestión guineana. Fue cuando empezó el desfile de los aspirantes guineanos para ocupar algo del que ignoraban que se gestó con sangre. ¿Parece una exageración? Pues ni Macías ni Obiang han aborrecido, en su ejercicio de jefes de Estado con ínfulas de capataz, el instrumento más representativo del colonialismo, el ejército. De hecho, el ejército represor colonial tenía reclutado a individuos de sus demarcaciones territoriales y Macías se llamó mayor general, mientras Obiang está a punto de morir como mariscal de 12 estrellas.
De todo este resumen acelerado sacamos la conclusión de que no hay pueblo africano que se conceda un respiro si todos los supuestos del colonialismo son todavía defendidos por todos los que quieren significarse políticamente, empezando desde el colonialmente protegido Macías hasta Obiang, pasando por todos los opositores de todas las categorías que sufren la animalada impuesta desde que Guinea recibió su bandera y tomó su asiento en la defenestrada ONU. Bueno, ahora cobra sentido que la ONU no pueda hacer nada por Guinea, porque con ella empezó todo. Hoy en día, recordada por una corrupción rampante, Guinea está en vísperas de estrenar presidente, mientras tomamos la oportunidad de este día para recordar que tanto la colonización como su rechazo constituyen un campo sembrado de dilemas para la intelectualidad africana. En el caso de Guinea, es una trampa de la que sólo se puede salir si se cree que el ser humano, mujeres y hombres, está peormente investido de sus facultades si se le niega la dignidad. Lo que se ha hecho hasta ahora con Guinea es agradecer al testamento de Adán por reconocer la inferioridad de los negros. Y lo promueven los propios guineanos. No hay más.
Barcelona, 12 de octubre de 2021