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Mientras tantoEl 3 de agosto o la irremediable necesidad de hacer justicia

El 3 de agosto o la irremediable necesidad de hacer justicia


 

Mira, general Obiang: ya sabemos que hay infinitos periodistas entre comillas, opositores domesticados, funcionarios de otros países y lacayos que leen por ti, así que sabemos que nos lees y haces fotocopias de todo lo que sale sobre ti. Hay funcionarios y ex altos cargos europeos, españoles y africanos, que te mandan faxes todos los días, y creen que te hacen un favor por contarte lo que sabes más que ellos. Por esta certeza, te decimos lo que viene a continuación. Mañana mismo celebras el XXXVI años en la silla, el trigésimo sexto aniversario de tu asalto al poder, y curiosamente, como lo ves, el que esta cifra tenga tantas X no es por capricho, pues en lo íntimo el régimen instaurado en el país es una bacanal, que con las letras ya es una doble alusión al mundo de la decadencia romana instaurada por tu familia en la Guinea. Pero no íbamos a hablar de esto.  Mañana, cuando cojas el micrófono, y te secunden los infames palmeros que te alaban la estulticia, diréis lo de siempre, que había un régimen de triste memoria, que comíamos en la basura, y que llegaste con Constancia Mangue y con Teodoro Nguema, este hijo tuyo que tuvo una discoteca en una mansión en París, y que nos salvaste de aquella opresión. Y no solo esto; que construiste Sipopo, hiciste carreteras de muchos carriles, hiciste el puente de Mbini,  y más de un palacio tuyo “para no vivir como un pájaro”. Que hiciste Oyala y que sueles tener los gobiernos más inflados del mundo entero. Incluso hiciste venir a muchos líderes mundiales a un país al que no visitan los turistas porque lo tienes prohibido., y todo esto es prueba de tu monstruoso e inmedible saber.

 

Bien, hay miles de argumentos con que ponderar y calificar tu infinita maldad y el resultado desastroso de tus muchísimos años de poder, pero usaremos lo más accesible a las entendederas de tu hijo, tomado como media nacional. Imagina, pues a una niña que por malicia o un descontrol mental, crónico o transitorio, irrumpiera en la habitación de sus hermanos y metiera el cuchillo en el cuello de uno de ellos y acabara con su vida, no estando en casa los padres. Pues imagina que esta niña rebuscara luego por toda la casa y encontrara el ahorro de sus padres y cogiera una parte del dinero y comprara estropajos fuertes, y cogiera todas las ollas de la casa, las llevara al río y las lavara, lustrándolas como nunca habían estado. Que volviera con las ollas y luego limpiara toda la casa, y sisando otro dinero del ahorro de sus padres, fuera al mercado, comprara las mejores viandas, y con la casa hecha un primor, preparara lo mejor que habían tenido en sus mesas. Dime, Obiang, general que fue conductor de tanques en la España franquista, ¿todo lo hecho por la niña sería suficiente para olvidar su execrable crimen? El asesinato con alevosía, general, es una asunto de tan mayor cuantía que en ninguna medida puede verse opacado por los embelecos  con que tienes engatusados a los guineanos. Es como si la misma niña fuera tratada con algún tipo de indulgencia si en el entierro de su hermano muerto derramara más lágrimas que el resto. Así están las cosas, no hay más.

 

Barcelona, 2 de agosto de 2015

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