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El abanico inválido

 

 

Este homenaje prematuro al verano se fundamenta en el encuentro de unas varillas de abanico de sándalo, tiradas en el suelo de una acera. Que un objeto tan delicado, refrescante y perfumado, creado para ser repetidor de aires, yaciera en el suelo, quebrado y pisoteado, conmovió al poeta de los desahuciados que lleva dentro Faba. Lo recogió de la calle, y le dio cobijo en una de las marinas páginas de aquel cuaderno azul grande, que le trajera su amigo Tin-Tín de Vigo, de alguno de sus intrépidos viajes.

 

Lo fijó al azul con pegatinas de cinta de video, como si fuesen tiritas de cirujano.

 

Aunque nadie volvió a pisar al abanico inválido, tampoco tuvo la oportunidad de volver a serlo, prensado en el interior de aquel banco de peces que era el cuaderno. Por eso, hoy, para resarcir este agravio contra el libre tráfico de aire, lo sacamos a relucir y refrescar en este blog, para ir dándole la bienvenida al inminente nuevo verano que se acerca.  

 

¡Bienvenido sea!

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