Triste, melancólico, pensativo, fiel reflejo de una soledad, le he visto sentado en un saliente de un muro frío, buscando con sus ojos tal vez un recuerdo olvidado, un amor lejano o un pensamiento cansado.
Boina en la cabeza, bastón en la mano moviéndolo sin ningún sentido, ojos bajos y mirada hundida en el pasado. ¿80 años? No lo sé, pero al verle he tenido empatía. Sólo, sin que nadie le acompañe… ¿cuál ha sido su vida? Triste mirada, silencio en su boca amarga. Melancólica estampa, donde las lágrimas recorren los surcos de la soledad cansada.
¿Qué estaría pensando? ¿Qué el tiempo vaya pasando? ¿Qué un día más, se escapa a la realidad de la vida marginada? Me miró levemente, un instante y siguió jugando con su bastón mágico, única compañía de una mañana también fría.
Las voces del silencio acompañan su sendero. Arrugas en la piel de un pasado difícil y ahora la angustia de un querer que se ha marchado o de una vida monótona en el puerto del olvido.
Sólo, con su boina y bastón, pasando el tiempo un sabio que callado, grita al mundo en el silencio de la mañana. Una estampa solitaria en un parque de una ciudad cualquiera.
Amor y paz.
Dos palabras escondidas
en el fango neoliberal
entre los mundos perdidos
de la humanidad.
Amor que perdura
azul como el mar,
ardiente y caliente
como un volcán.
Paz que camina
en la bruma matinal
frágil como el viento
con alas de cristal.
Palabras que brillan
en la noche infernal.
Luceros y estrellas
que dejan huella
en el ventanal.
¿Dónde la razón
aflora mi llanto
en el amar?
¿Dónde está el palpitar
que mueve el motor
de la dignidad?
¿Cuál es el soñar
de ese abuelo
que con secas lágrimas
buscan consuelo
en la soledad?