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El abuelo


Fotografía: Cedida por Pexels.

Triste, melancólico, pensativo, fiel reflejo de una soledad, le he visto sentado en un saliente de un muro frío, buscando con sus ojos tal vez un recuerdo olvidado, un amor lejano o un pensamiento cansado.

Boina en la cabeza, bastón en la mano moviéndolo sin ningún sentido, ojos bajos y mirada hundida en el pasado. ¿80 años? No lo sé, pero al verle he tenido empatía. Sólo, sin que nadie le acompañe… ¿cuál ha sido su vida? Triste mirada, silencio en su boca amarga. Melancólica estampa, donde las lágrimas recorren los surcos de la soledad cansada.

¿Qué estaría pensando? ¿Qué el tiempo vaya pasando? ¿Qué un día más, se escapa a la realidad de la vida marginada? Me miró levemente, un instante y siguió jugando con su bastón mágico, única compañía de una mañana también fría.

Las voces del silencio acompañan su sendero. Arrugas en la piel de un pasado difícil y ahora la angustia de un querer  que se ha marchado o de una vida monótona en el puerto del olvido.

Sólo, con su boina y bastón, pasando el tiempo un sabio que callado, grita al mundo en el silencio de la mañana. Una estampa solitaria en un parque de una ciudad cualquiera.

Mi amigo Ángel Gracia, gran defensor de los beneficios del agua del mar que ya deambula por ese otro mar del universo.

Amor y paz.

Dos palabras escondidas

en el fango neoliberal

entre los mundos perdidos

de la humanidad.

 

Amor que perdura

azul como el mar,

ardiente y caliente

como un volcán.

 

Paz que camina

en la bruma matinal

frágil como el viento

con alas de cristal.

 

Palabras que brillan

en la noche infernal.

Luceros y estrellas

que dejan huella

en el ventanal.

Fotografía: Pedro Pozas Terrados

¿Dónde la razón

aflora mi llanto

en el amar?

 

¿Dónde está el palpitar

que mueve el motor

de la dignidad?

 

¿Cuál es el soñar

de ese abuelo

que con secas lágrimas

buscan consuelo

en la soledad?

 

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