Home Mientras tanto El ajedrez en la vida y en la escuela (I)

El ajedrez en la vida y en la escuela (I)

 

Aquellos lectores asiduos a esta secciones recordarán que hace poco se aprobó por unanimidad en el Congreso de los Diputados incluir el ajedrez como asignatura en todos los colegios de España así como dar un impulso a esta actividad con la idea de usar el ajedrez como herramienta pedagógica y de enseñanza transversal. En cuanto a que el ajedrez es beneficioso para los alumnos y que su práctica frecuente suele ir de la mano de una mejora en sus notas, pocas dudas cabe. Todo esto está avalado por estudios científicos a lo largo de muchos años y en diversos países.

 

En este artículo de esta semana quisiera compartir con los lectores mi propia experiencia como profesor / monitor de ajedrez. Hablaré de un caso práctico, de un alumno mío que, como muchos alumnos tenía problemas de concentración, memoria y, muy especialmente, en matemáticas. Este alumno está en 1º de la ESO, es inteligente, es dócil, educado, noble, en definitiva, un buen chaval, pero también es despistado y no se le dan bien las matemáticas. En este punto debo mencionar que soy su profesor particular de matemáticas desde hace un año y, si bien es verdad aprueba esta asignatura, veo que tiene más potencial.

 

Habiendo leído muchos artículos sobre pedagogía, ajedrez y sus aplicaciones sociales y, después de tomar un curso sobre cómo hay que enseñar “ajedrez educativo” en los colegios, se me ocurrió la idea de llevar al campo de la práctica lo que tanto había escuchado, leído y meditado sobre el ajedrez.

 

Hablé con los padres de mi alumno y les expliqué mi idea. Y la idea no era otra que darle una clase de ajedrez para ver si le interesaba, es decir, una clase de prueba. Si le gustaba, seguiríamos con ella semanalmente. Para hacer más amena esta primera clase le junté con otro alumno “ajedrecista”. Tenía claro lo que quería y sabía que en esa primera clase, si lo lograba, le picaría la curiosidad sobre ese “juego” del que tanto había oído hablar.

 

No, en la primera clase no usé un tablero, no vieron una sola pieza, simplemente les conté el mito de cómo se inventó el ajedrez y que hay más partidas posibles en un tablero que átomos en el Universo entero. Me miraban con curiosidad. A la semana siguiente volvieron a clase de ajedrez y pedían más información, les interesaba conocer el movimiento de las piezas, les divertía, había que ir despacio, sin perder la idea de había que usar el ajedrez para agilizar sus mentes, su concentración, había que jugar con las piezas y esos juegos muchas veces suponían juegos que no tenían mucho que ver con el ajedrez propiamente dicho, pero si que desarrollaban su razonamiento, su visión espacial, el pensamiento abstracto. Recuerdo que al principio, con unos ejercicios especiales de captura que suelo usar con los alumnos, se desconcentraban a la mínima y tenían que volver a empezar pero al mismo tiempo veía que lo disfrutaban, se esforzaban, lo intentaban de nuevo. El ajedrez, sin que ellos fueran conscientes, empezaba a hacer efecto. Para resolver correctamente los ejercicios era necesario que estuvieran quietos (por su propia voluntad) y concentrados (para no perder la secuencia de captura). Las clases avanzaban, los ejercicios de captura empezaban a ser complicados y requería ejercitar la memoria, la concentración, veía sus ojos mientras ellos a su vez miraban el tablero, esa mirada nada tenía que ver con la mirada del principio cuando ante el más mínimo ruido o sonido se desviaba, mientras yo con desesperación veía como se habían desconcentrado.

 

Los ejercicios que utilizamos en esa fase de la enseñanza estaban especialmente diseñados para la búsqueda de nuevos caminos, es decir, probar un camino (una captura) y si este no funciona, buscar otro y otro hasta dar con la solución. Poco a poco empecé a ver cómo ese mecanismo de búsqueda lo empezaban a aplicar en la resolución de problemas de matemáticas. Antes, cuando probaban una posible solución y se topaban con un problema, se bloqueaban, eran incapaces de retroceder y buscar otra vía de solución, chocaban una y mil veces con la misma pared, ahora, gracias a esa pequeña “modificación” en el pensamiento lógico-matemático son capaces de retroceder y, buscar otras vías e ir poco a poco deduciendo la solución. El ajedrez les estaba cambiando el pensamiento y eso que todavía no habíamos empezado a jugar, ni siquiera habíamos visto los movimientos de todas las piezas. La comprensión lectora, fue otro de los puntos donde empezaron a ver cambios positivos ya que, al haber empezado a desarrollar la capacidad de hilar ideas y forzarse a recordar los caminos recorridos por una pieza, se fuerzan también a buscar el hilo conductor de la idea que están leyendo, con lo que ya no tienen que memorizar como loros lo que leen, sino que, partiendo de una idea principal, pueden ir “tirando” de ese hilo y el sentido de lo leído como por arte de magia lo van recordando.

 

En el próximo artículo seguiré hablando de este caso real y de este alumno real y de cómo, gracias al ajedrez le ayudó como persona y como estudiante.

 

Mikel Iker Menchero Pérez

Salir de la versión móvil